En la larga evolución de la vida sobre la Tierra, la reproducción sexuada fue el gran salto tecnológico. La combinación de genes de dos individuos distintos permite la constante renovación, innovación y adaptación de las especies a los cambios ambientales. La información genética de los individuos resulta infinitamente variada y muy rara vez idéntica. La biodiversidad hace posible la vida y está defendida por tratados internacionales, pero sobre todo por la vida misma, por la combinación aún desconocida de instintos, químicas, hormonas y rituales que lleva a que la información genética de dos especímenes se recombine y que plantas y animales generen el ambiente propicio a la sobrevivencia de su descendencia, a veces con prioridad sobre la propia.
El tabú universal contra el incesto en la especie humana (superior incluso a los también universales impulsos incestuosos que Freud describiera) no es sino la expresión cultural de esta necesidad de asegurar la diversidad. Las poblaciones aisladas y sin renovación genética, tal como los monocultivos, decaen y se extinguen a la larga.
|
|