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No. 67 - Mayo 1997

ALIMENTOS MANIPULADOS GENETICAMENTE

Productos peligrosos llegan a los supermercados

por Brian Tokar

Luego de una década de investigaciones en laboratorios y granjas experimentales, se abrieron las puertas para la venta al público de alimentos manipulados genéticamente. En el siguiente artículo se brinda un panorama de los nuevos productos que pronto aparecerán en los supermercados, tal vez sin estar debidamente identificados. Sólo la resistencia generalizada de los consumidores podría impedir que las trasnacionales asuman un control monopólico sobre los alimentos y propaguen esta tecnología nueva y peligrosa.

Después de casi una década de investigaciones en los laboratorios y granjas experimentales de Estados Unidos, los organismos gubernamentales aprobaron la plantación en gran escala de productos agrícolas manipulados genéticamente, y su venta al público. En 1995 se obtuvo la aprobación final para variedades manipuladas de trigo, calabaza, papa, tomate, soja, canola y algodón, que este año podrían estar a la venta en los supermercados.

Desde 1990, en Estados Unidos se ha estado trabajando en la manipulación genética de unas 3.000 variedades de plantas, animales y bacterias, sometiéndolas además a ensayos de campo en casi todos los estados del país. La manipulación genética de las plantas apunta a desarrollar resistencia a altas dosis de herbicidas, fabricar toxinas insecticidas, generar resistencia a ciertos virus, retardar su descomposición o lograr que sea más uniforme, y a obtener composiciones químicas alteradas.

Laboratorios químicos como Monsanto, Ciba-Geigy, DuPont y UpJohn, junto con compañías de semillas, hicieron grandes inversiones en biotecnologías como la ingeniería genética, con miras a ampliar su control sobre la industria de los alimentos. Si bien algunos de estos cultivos manipulados serán comercializados como productos especiales, otros podrían estar mezclados con los alimentos comunes, lo que haría difícil distinguirlos de las variedades no manipuladas. Sólo la resistencia generalizada de los consumidores podría impedir que las trasnacionales asuman un control monopólico sobre los alimentos y propaguen esta tecnología nueva y peligrosa.

Una decisión temeraria

Pero este proceso, a pesar de lo que dicen las industrias, está lejos de haber sido probado plenamente. La técnica de aislar genes de plantas, bacterias, virus e incluso animales para introducirlos en las células embrionarias del organismo escogido, tiene consecuencias imprevisibles en cuanto a las propiedades nutritivas, de comportamiento y ambientales del nuevo organismo.

Si bien en los últimos años las investigaciones destinadas a crear nuevos productos agrícolas manipulados genéticamente han tenido un ritmo vertiginoso, en contraste, la marcha de las investigaciones sobre sus posibles consecuencias ha sido de una lentitud pasmosa. Por tanto, los efectos a largo plazo de estos nuevos cultivos son impredecibles. Algunos organismos han realizado estudios especiales sólo en los casos más extremos, pero ninguno de esos productos será etiquetado. La capacidad de provocar una reacción alérgica, por ejemplo, puede transmitirse accidentalmente de una planta a otra en el curso de la transferencia de genes.

La mayoría de los productos agrícolas manipulados genéticamente son resistentes a los antibióticos, los cuales son utilizados como "marcadores" experimentales para distinguir fácilmente las células de las plantas alteradas de las de sus "parientes" normales. La resistencia a los antibióticos puede transmitirse a las bacterias del suelo o incluso a organismos que residen en los seres humanos y los animales expuestos. También podría ocurrir un aumento del nivel de sustancias tóxicas habitualmente presentes en los alimentos en niveles tan bajos que no es posible detectarlas.

Muchos alimentos manipulados genéticamente posibilitan un incremento del uso de herbicidas y plaguicidas, permitiendo a las empresas procesadoras de alimentos imponer mayores grados de uniformidad. Los agricultores que trabajan por contrato con estas compañías -lo cual es cada vez más corriente- a menudo deben seguir un estricto plan de tratamientos con productos químicos, aun cuando el productor no lo juzgue conveniente.

Estos son algunos de los productos que pronto pueden estar a la venta en los supermercados, merced a las últimas innovaciones en biotecnología:

Tomates que lucen más frescos, pero no lo son: Desde 1993, la organización Food & Water ha informado de los intentos de Calgene y otros laboratorios biotecnológicos de producir un tomate manipulado genéticamente con mayor vida de anaquel. El año pasado, la incapacidad de Calgene para convencer de las bondades de su tomate Flavr-Savr llevó a la compañía al borde de la quiebra, pero cuando el fin parecía inminente irrumpió en escena Monsanto, comprando el 49,9 por ciento de las acciones de Calgene. Monsanto también compró la compañía Gargiulo L P, productora y empaquetadora de vegetales, y fusionó sus operaciones con Calgene.

Soja y algodón producidos con herbicidas tóxicos: Monsanto lanzará al mercado soja conteniendo genes de petunia, bacterias y virus que la hacen resistente al herbicida glifosato, vendido a su vez por la propia Monsanto con el nombre comercial de Roundup. La Pesticide Action Network (Red de Acción contra los Plaguicidas) denunció en agosto pasado que Monsanto duplicó su capacidad de producción de Roundup, un herbicida multipropósito altamente tóxico para la mayoría de las plantas. Mientras tanto, el laboratorio químico francés Rhône-Poulenc obtuvo la aprobación de la Agencia de Protección del Medio Ambiente (EPA) de Estados Unidos para producir una variedad manipulada de algodón, resistente al herbicida bormoxinil. La aprobación fue para un período de prueba de tres años, en el cual se supone que Rhône-Poulenc proporcionará datos sobre los efectos del bromoxinil en la salud humana. Se sabe que este herbicida altamente tóxico produce anomalías en el desarrollo en mamíferos de laboratorio y puede causar defectos congénitos y cáncer en los seres humanos. Existen muy pocas dudas de que el uso generalizado de estos cultivos manipulados provocaría un aumento importante del uso de herbicidas agrícolas.

Cultivos que fabrican su propio plaguicida: Se aprobaron variedades de trigo, papa y algodón que incorporan genes de la bacteria Bacillus thuringiensis (Bt), con efectos tóxicos para muchas variedades de gusanos que afectan a los cultivos. Pero si bien la forma natural de la toxina del Bt, de corta vida, se activa sólo en circunstancias especiales, posibilitando su uso en la agricultura orgánica, la toxina activa liberada por estas plantas manipuladas podría afectar además a una amplia variedad de poblaciones benéficas de insectos, mariposas y mariposas nocturnas.

Las proyecciones de EPA anuncian que el uso generalizado de cultivos manipulados con Bt podría generar en los mismos resistencia a esa bacteria en el término de tres o cinco años. Los agricultores orgánicos perderían una de sus herramientas más seguras y flexibles, y los demás deberían buscar plaguicidas químicos más potentes o tendrían que esperar a que la industria biotecnológica creara variedades con el plaguicida incluido más potentes. La trasnacional suiza Ciba-Geigy, pionera en la fabricación de plaguicidas, es titular de la patente del trigo productor de la toxina Bt.

Canola que puede reemplazar a los aceites tropicales: Calgene produjo, en colaboración con Procter&Gamble, una variedad de semilla de colza, fuente del popular aceite de canola, con un alto contenido de ácido láurico, un constituyente graso que se encuentra en el coco y el aceite de semilla de palma. Si bien hay un rechazo general de los consumidores por los alimentos que contienen aceites tropicales debido a su alto contenido de grasas saturadas, como el ácido láurico, esas grasas son materia prima fundamental para la fabricación de detergentes, jabones y cosméticos.

Procter&Gamble firmó un contrato para la compra de 453.000 kilogramos de canola. La planta es un pariente cercano de la mostaza silvestre que crece en abundancia en gran parte del territorio de Estados Unidos, a través de la cual podrían transmitirse combinaciones de rasgos genéticos a las variedades silvestres.

Investigadores de Escocia informaron recientemente que hubo una fuga de polen de colza manipulada genéticamente, que fertilizó plantas a dos kilómetros a la redonda. La canola, con alto contenido de ácido láurico, también tendría impacto en las economías de países como Filipinas, Indonesia y Malasia, que dependen en gran medida de la exportación de coco y aceite de palma.

Además de alterar genéticamente productos alimenticios, los científicos han investigado formas de alterar la composición genética de bacterias e insectos con destino a la producción agrícola. El año pasado, algunos funcionarios de EPA divulgaron un informe describiendo los intentos del organismo por acelerar la aprobación de una variedad de "superbacterias" manipuladas genéticamente. Estas bacterias están relacionadas con bacterias comunes del suelo que se adhieren a las raíces de la alfalfa, el trébol y las legumbres, y permiten a estas plantas absorber nitrógeno directamente del aire. La variedad manipulada genéticamente tiene un gen fijador de nitrógeno doble, que los investigadores esperan aumente la eficiencia de las plantas en contacto con la bacteria. También contiene un gen promotor de la fijación de nitrógeno para la soja, un gen para la resistencia a los antibióticos estreptomicina y espectinomicina -obtenidos de la bacteria Shigella, causante de la disentería-, genes marcadores del bacilo E coli, y un fragmento de ADN de otra variedad de bacteria (Klebsiella pneumoniae), causante de enfermedades, utilizada para facilitar la transferencia de genes en el laboratorio.

"Ansiosa por promover la biotecnología, EPA ha ignorado deliberadamente o bien ha eliminado activamente los temores planteados por los funcionarios y científicos independientes", dice el informe, dado a conocer por la organización Empleados Públicos por la Responsabilidad para con el Medio Ambiente. En 1993, la compañía Research Seeds Inc., filial de Land O'Lakes -una conocida promotora del uso de la hormona de crecimiento bovino manipulada genéticamente en vacas lecheras-, obtuvo permiso para realizar ensayos de campo de estas bacterias a pesar de los temores por sus consecuencias sobre la salud, el medio ambiente y la agricultura. Queda pendiente la aprobación de EPA para la venta comercial de las bacterias, aún cuando existen enormes posibilidades de que produzcan serias alteraciones en la ecología y fertilidad del suelo, propaguen malezas virulentas y aumenten la resistencia a los antibióticos y las reacciones patológicas o alérgicas en personas y animales.

Riesgos ambientales

Científicos de la Universidad de Florida agregaron genes nuevos a una variedad de pequeños acáridos que se alimentan de arañas depredadoras de cultivos. Genes marcadores genéticos sobrevivieron 150 generaciones en estos acáridos, y los investigadores estudian formas de permitirles adaptarse mejor al clima de Florida y también resistir a los plaguicidas.

En los laboratorios se han creado moscas, mosquitos, abejas, gusanos de seda y muchos otros insectos manipulados genéticamente para una serie de propósitos. La comercialización de estos organismos ocasionaría su liberación y utilización generalizada, lo que plantea riesgos ambientales considerables, ya que estas criaturas se reproducen rápidamente, desempeñan una serie de funciones ecológicas importantes, viajan largas distancias y sería imposible controlarlas una vez liberadas.

Todo esto no es sino el último eslabón de una cadena de intentos globales a largo plazo de la industria biotecnológica por sustituir los procesos naturales de la agricultura, la medicina, los bosques y casi todos los demás campos, con sus propias soluciones artificiales, costosas y de corto plazo.

Los científicos están aislando y manipulando hormonas que controlan el crecimiento y el florecimiento de las plantas. Además, están manipulando animales para obtener drogas de la leche, y criando cerdos que contienen proteínas del sistema inmunológico humano que podrían ser utilizados para transplantes de órganos. Se hicieron experimentos con virus de animales, incluso de la rabia, así como con un virus con efectos mortales para los conejos que recientemente se escapó de una base experimental en Wardang Island, en la costa de Australia.

Los procesos naturales, e incluso los genes de seres humanos, están siendo patentados por compañías para las cuales el mundo se reduce a objetos que deben ser controlados y de los cuales se puede obtener dinero. Todo esto son síntomas de un sistema económico y una cultura incapaces de lograr un equilibrio con el mundo natural, cuyos excesos pondrían en riesgo la supervivencia de la compleja vida en la Tierra.

Pero estos procesos no son inevitables, como nos quieren hacer creer los representantes de la industria. Hace sólo 10 años, los expertos predijeron que la Hormona de Crecimiento Bovino, las plantas manipuladas genéticamente, las bacterias antiheladas y muchos otros productos de la biotecnología serían ampliamente aceptados a principios de la década del 90. Pero eso no ha ocurrido y el avance de la biotecnología es más incierto y controvertido que nunca.

El surgimiento de movimientos de agricultores militantes en India y todo el sur de Asia, así como el activismo de grupos ambientalistas en Estados Unidos, refleja una nueva conciencia de los peligros de la agricultura llevada adelante por grandes empresas. Hay muchas razones para tener esperanzas de que los ciudadanos organizados y una opinión pública alerta continuarán poniendo freno a las peores consecuencias de esta tecnología negadora de la vida.

Brian Tokar es miembro del equipo docente de Ecología Social del Goddard College de Vermont, Estados Unidos.


¡Cuidado con los tomates Monsanto!

En la década del 20, el laboratorio químico Monsanto introdujo la sacarina y se convirtió en el primer fabricante del polémico edulcorante artificial. En la del 60, su nuevo producto fue el material cancerígeno para equipos eléctricos, el PCB. Hoy, Monsanto es el mayor vendedor de herbicidas del mundo, y principal fabricante de insecticidas y desinfectantes. En la década del 80, anduvo en vueltas por la exposición de sus propios trabajadores de producción y mantenimiento de West Virginia a la dioxina y otros productos químicos peligrosos.
¡Y esta misma empresa ahora dice que nos quiere vender tomates frescos! En 1995, químico Monsanto se convirtió en el principal propietario de Gargiulo LP, el mayor productor de tomates de Estados Unidos, con sede en Naples, Florida. Las actividades de Gargiulo se sumaron a las de Calgene, creador del tomate manipulado genéticamente Flavr-Savr, como parte del intento de Monsanto por salvar a Calgene de la bancarrota. Ahora, las dos compañías juntas intentan imponer su marca de tomates en el mercado y están realizando pruebas en los estados de Indiana y de Nueva York para venderlo con las marcas de Gargiulo Farms y McGregor, de Calgene.
El vicepresidente de Gargiulo, Robert Shulman, declaró que están siguiendo los pasos del fundador de McDonald, Ray Kroc, en los años 50. Comenzando con variedades no manipuladas, la compañía espera luego crear una lealtad sin precedentes entre los consumidores de sus tomates y ensaladas envasadas. Su objetivo es hacer tan popular la marca Gargiulo que la ensalada de tomate y lechuga pase a ser "ensalada de tomate y Gargiulo".
Pero la mayoría accionaria de Monsanto (82 por ciento) en la empresa Gargiulo hace pensar que utilizará a sus consumidores como conejillos de Indias para la eventual comercialización masiva del producto manipulado genéticamente. Calgene demostró no poder lograrlo a pesar de un esfuerzo sostenido durante siete años. ¿Lo logrará Monsanto? No si los consumidores rechazan los tomates Gargiulo de Monsanto, antes incluso de que vayan a introducir alimentos manipulados genéticamente con esta marca.




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