No. 67 - Mayo 1997
EUROPA
Campaña por el etiquetado de soja transgénica
En Europa, la lucha contra la soja manipulada genéticamente logró una victoria importante. En Dinamarca, Holanda y Suiza, se exige el etiquetado de productos que contengan la soja Roundup Ready de Monsanto.
La campaña europea contra la soja manipulada genéticamente logró victorias importantes. La más concreta fue la decisión de las autoridades de Dinamarca, Holanda y Suiza por la cual se exige el etiquetado de productos que contengan la soja "Roundup Ready" de Monsanto.
En Dinamarca, las etiquetas deben establecer "producido con (o "contiene") soja modificada genéticamente", mientras que en Holanda dicen "contiene proteína de soja fabricada sobre la base de la biotecnología moderna". En Dinamarca, como se ha mezclado la soja manipulada con la convencional, los alimentos podrán tener una etiqueta que diga "podría estar fabricado con soja modificada genéticamente", y también se permitirá un etiquetado negativo ("no fabricado con"...). Las decisiones de Dinamarca y Holanda se a anticiparon la Reglamentación sobre Alimentos Nuevos de la Unión Europea, que entrará en vigor a partir de mayo o junio de 1997.
La amenaza de Estados Unidos
En Gran Bretaña, a pesar de los reclamos de organizaciones de consumidores para reconsiderar su posición, el Food Advisory Committee (Comité Asesor sobre Alimentos) reafirmó que no será necesario etiquetar los productos que contengan soja manipulada.
Parece que Estados Unidos ya amenazó con presentar quejas ante la Organización Mundial de Comercio (OMC) por las normas dinamarquesas. Si bien la OMC no tiene normas específicas sobre los productos manipulados genéticamente, establece que los países no pueden etiquetar de manera diferente productos idénticos, ya que esto constituiría un obstáculo al comercio.
No queda claro si la campaña ha hecho una diferencia en las ventas de la soja de Monsanto. Jeremy Rifkin, de la organización Foundation on Economic Trends, que ha estado liderando el boicot mundial a los alimentos manipulados genéticamente, dijo que la campaña provocó una caída del 10 por ciento de las ventas de soja de Estados Unidos en 1995. No obstante, el Departamento de Agricultura lo desmiente y atribuye a otros factores la baja de las ventas.
A medida que aumentó la presión, un número creciente de compañías dijeron que no utilizarían suministros que contuvieran la soja transgénica de Monsanto. En general, las grandes compañías como Nestle, Unilever y Danone, excluyeron esa soja sólo en Alemania, donde la presión de los consumidores era mayor. Pero incluso en ese país la mayoría de las compañías de alimentos utilizan la soja Roundup Ready. Sólo Kraft Jacob Suchard dijo que no utilizaría ese tipo de soja en toda Europa y Nestle dijo que etiquetaría los alimentos manipulados "en los casos en que fuera práctico y razonable".
Julie Shepherd, de The Genetics Forum, declaró: El hecho de que Nestle y Unilever hayan anunciado en Alemania su intención de no utilizar la soja transgénica de Monsanto demuestra que les preocupan más los consumidores alemanes que los británicos".
En Gran Bretaña, el mayor supermercado, Sainsbury, que fue objeto de las campañas de Greenpeace y la Red de Mujeres Ambientalistas, aduce que está obligado a utilizar la soja Roundup Ready y le gustaría etiquetar los alimentos que la contuvieran. Pero todavía estaba buscando una validación científica de las pruebas por la presencia de la soja, aún cuando se han utilizado ampliamente en los últimos meses.
Tácticas ingeniosas
El debate sobre la venta de la soja transgénica de Monsanto y la posibilidad de segregarla no ha terminado. En diciembre llegó a Antwerp el primer cargamento certificado de soja no transgénica, y Greenpeace continuó afirmando que existe oferta suficiente de soja convencional como para satisfacer las necesidades de Europa, a lo cual se opone la Asociación Americana de Soja.
La campaña adoptó tácticas ingeniosas y otras algo dudosas, aparte del habitual reparto de volantes, presentación oficial de la plataforma y lobbying. Greenpeace continuó bloqueando los envíos de soja de Estados Unidos en puertos como Hamburgo, Antwerp, Liverpool y el Rin, e insiste en que Monsanto no evaluó adecuadamente la seguridad de su producto porque sus análisis se hicieron en cultivos de campos que no habían sido tratados con el herbicida Roundup.
Imitando las mismas tácticas que aplicara Jeremy Rifkin en 1993, Greenpeace también reclutó renombrados chefs, como Nico Ladenis, del restaurante Chez Nico de Londres, quien declaró: "Apoyo esto porque no me gusta que se adultere la naturaleza. Nada bueno se obtendrá de ello. Todo se hace para ganar dinero, y a mí me gusta la comida pura".
En Austria, los participantes en la campaña ocuparon la oficina de la ministra de Salud, Christa Krammer, cuando el Ministerio se negó a prohibir las importaciones de la soja Roundup Ready, mientras que en la Cumbre Mundial de la Alimentación, tres mujeres se desnudaron ante el secretario de Agricultura de Estados Unidos, Dan Glickman, en protesta por el apoyo del gobierno de ese país a la ingeniería genética. En Liverpool, "biosaboteadores" desconocidos dijeron haber envenenado una remesa de soja de Cargill, en protesta por la negativa de la empresa a segregar la soja transgénica.
Este artículo fue publicado en GenEthics News (noviembre/diciembre 1996) y es reproducido con la autorización de sus editores.
Presión de consumidores impone etiquetado en Alemania
En Alemania, más del 90 por ciento de los consumidores quieren el etiquetado general de los alimentos manipulados genéticamente. ¿Por qué? Porque el 77 por ciento de ellos definitivamente no desean consumirlos.
Una encuesta de Emnid muestra que 45 por ciento de los que más rechazan los alimentos transgénicos los evitará al máximo y otro 28 por ciento estaría dispuesto a boicotear cualquier alimento que pueda tener rastros de cereales transgénicos. Más del 50 por ciento no compraría productos de empresas que ofrecen ese tipo de productos al mercado sin etiquetarlos. Sólo un cinco por ciento considera que la soja transgénica de Monsanto podría tener mejor sabor o ser más sana.
La opinión pública ha obligado a casi todas las grandes compañías procesadoras de alimentos que abastecen el mercado alemán -Unilever, Nestle, Jakobs/Kraft/Suchard- a garantizar la exclusión del cereal de Monsanto en sus productos. En forma sucesiva, se han dado cuenta de que, de no hacerlo, pondrían en peligro su mercado de alimentos procesados.
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Gran Bretaña: Tesco acepta la etiqueta
Tesco, empresa minorista líder de Gran Bretaña, declaró que etiquetaría los alimentos manipulados genéticamente a pesar de los problemas creados por la falta de una cadena de oferta diferenciada para el material modificado.
Esta política obligaría a los abastecedores a identificar diferenciadamente ingredientes como la soja y el maíz, en modificados y no modificados, señaló Tesco.
Hasta ahora, los productos en cuestión son un tipo de soja transgénica desarrollada por Monsanto en Estados Unidos y un maíz transgénico producido por el grupo químico Ciba-Geigy (ahora Novartis), de Suiza.
Grupos ambientalistas europeos se oponen a los alimentos alterados genéticamente por considerar que plantean riesgos a la salud.
Tesco hizo llegar a sus clientes una lista de productos libres de soja y otra de los que no contienen ingredientes modificados genéticamente. Además, informó que compró soja no modificada para abastecer a sus panaderías y ninguno de sus cereales para el desayuno contiene maíz modificado.
El 13 de diciembre, Tesco anunció que había prohibido, dentro de su grupo de productores, el consumo de un maíz modificado genéticamente sin procesar como ración para los animales.
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