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Ecología


No. 67 - Mayo 1997

DEFORESTACION Y MONOCULTIVOS EN ECUADOR

Gobierno y empresarios responsables de la destrucción

por Ricardo Carrere

El autor, coordinador del Movimiento Mundial por los Bosques fue invitado a Ecuador en marzo por la ONG local Acción Ecológica. En este artículo, resume su visión sobre la situación forestal en ese país, basada en observaciones personales y en la información oral y bibliográfica obtenida durante su estadía.

Ecuador es uno de los países con mayor biodiversidad del continente y del mundo. En materia de plantas, cuenta con casi 25.000 especies diferentes, distribuidas en las distintas regiones del país (ver Cuadro 1). A nivel mundial, ocupa el tercer lugar en número de anfibios, el cuarto en aves, el cuarto en reptiles, el quinto en monos y el sexto en mamíferos (Alerta Verde 1996a).

La Amazonía ecuatoriana ostenta el récord mundial en número de especies con flores halladas en una sola hectárea. En efecto, en Cuyabeno se encontraron, en una hectárea, 400 árboles, 449 arbustos, 92 lianas, 175 epífitas, 96 hierbas y 22 palmas (Varea & Ortiz 1995).

En cuanto a la superficie cubierta por bosques, no existen cifras confiables. Las más aceptadas, de 1977 (ver Cuadro 2), resultan muy relativas, dado que la deforestación se ha venido acelerando desde esa fecha, a la vez que han adquirido mayor impulso las plantaciones forestales. Cifras para los años 1990-93 señalan un total de 11:400.000 hectáreas de bosques, incluyendo tanto a los intervenidos como a los no intervenidos (Stewart & Gibson 1995). En cuanto a plantaciones, se estimaba que en 1988 existían 100.000 hectáreas plantadas (el 80 por ciento en la Sierra) y que se continuaba plantando a un ritmo de 10.000 hectáreas anuales (McKenzie 1994).

La destrucción de la riqueza forestal

El inicio del proceso de deforestación en Ecuador coincide con la llegada de los colonizadores españoles. Sin embargo, este proceso fue prácticamente inexistente en el Oriente, poco pronunciado en la Costa (salvo en algunas áreas puntuales) y algo más intenso en la Sierra, donde los europeos centraron su accionar (McKenzie 1994).

La deforestación adquiere una mayor importancia con la producción de cacao al inicio del período de independencia, seguido posteriormente, ya en las primeras décadas de este siglo, por el cultivo del banano.

A partir de la década del 50, la deforestación se acelera, particularmente en la Costa y en la década del 70 en el Oriente.

A nivel nacional, la tasa de deforestación se estimaba, para los años 1990-93, en 100.000-300.000 hectáreas anuales (Stewart&Gibson 1995). Las estimaciones varían ampliamente entre un mínimo de 75.000 hectáreas anuales (DINAF 1988) y un máximo de 400.000 (Banco Mundial 1985), pasando por una cifra intermedia de 250.000 (Synnott 1988. Citados en McKenzie 1994). Se considera que en la región de la Costa se ha deforestado más del 90 por ciento del bosque original, en tanto que en el Oriente se lleva deforestado el 30 por ciento (Sierra 1996).

En todos los casos, la deforestación ha implicado el desconocimiento completo de los derechos de los pueblos indígenas que habitaban y habitan los bosques, lo que demuestra lo poco que ha cambiado la visión del conquistador enquistada hasta el día de hoy en los centros de poder.

En general se tiende a culpar a la pobreza y a los pobres por la deforestación. Sin embargo, tal enfoque peca de simplista, puesto que ignora tanto a las causas subyacentes de la deforestación como a los poderosos actores que la promueven directa o indirectamente.

Como bien dicen Varea y Ortiz (1995), "atribuir a los sectores más pobres de la sociedad la destrucción del medio amazónico es una forma de eludir el problema y, en última instancia, de distorsionar la realidad". Lo mismo es aplicable a las demás regiones. La principal responsabilidad recae sobre el gobierno, cuyas políticas sociales y económicas están en el origen de todos los procesos de deforestación que se detallan a continuación.

La política agraria

Desde la colonia a la fecha, el Estado ha considerado a los bosques como "tierras baldías" (Varea & Ortiz 1995) e improductivas, a partir de lo cual ha llevado a cabo una activa y efectiva política de deforestación, con varios objetivos centrales: ampliar la frontera agrícola, desactivar presiones sociales generadas por la mala distribución de la tierra (McKenzie 1994) y desarrollar el sector exportador.

Este proceso se acelera a partir de la década del 60, cuando el gobierno implementa una reforma agraria que, de acuerdo con la mayoría de los analistas, se proponía lograr un impacto mínimo sobre la distribución de la tierra y fortalecer al sector agrícola capitalista moderno. Para aliviar la presión de los campesinos pobres, la complementó con una política de colonización de las "tierras baldías", es decir de los bosques. Cualquier propiedad que tuviera un 80 por ciento de bosques podía ser considerada "improductiva" y, por tanto, ser ocupada y expropiada. Este enfoque absurdo llevó a la tala innecesaria de amplias áreas boscosas para demostrar que la tierra estaba siendo utilizada. Tanto los propietarios -para evitar la invasión de su tierra o su expropiación- como los colonos -que debían demostrar que estaban utilizando la tierra- se vieron obligados por este sistema a talar entre el 50 y el 80 por ciento del bosque existente en sus predios (McKenzie 1994).

La industria maderera

El Estado también ha apoyado el desarrollo de una industria maderera de tipo extractivo, cuyas operaciones ni siquiera han sido efectivamente controladas, lo cual ha dado lugar a importantes procesos de deforestación y degradación de bosques. Las empresas han operado fuera de las áreas de concesiones, no han respetado los planes de manejo ni han reforestado, en tanto que los pagos al gobierno han sido más simbólicos que otra cosa. Para peor, pese a toda esa depredación, Ecuador es deficitario en materia de comercio exterior de productos forestales en una proporción de cuatro a uno entre importaciones y exportaciones (McKenzie 1994).

El impacto de la tala comercial ha sido mayor en la zona de la Costa que, pese a contar sólo con el 13 por ciento de la superficie boscosa del país, aportó entre 1985 y 1991 el 48 por ciento de la producción nacional de madera. En la Amazonía, con un 70 por ciento de la cobertura boscosa nacional, se produjo en el mismo período el 30 por ciento (Sierra 1996). Un estudio llega a la conclusión de que la industria maderera es responsable del siete al 33 por ciento de la deforestación en Ecuador durante la década del 80, en el mejor y en el peor de los casos (Sierra 1996).

Sin embargo, la industria maderera también debe ser responsabilizada de los efectos indirectos de sus acciones, en particular por la apertura de vías de comunicación y la activa promoción de la tala de bosques por parte de colonos y pueblos indígenas, con el objetivo de abaratar sus costos de extracción, como veremos a continuación.

La apertura de carreteras

La apertura de carreteras es reconocida internacionalmente como una de las causas más importantes de deforestación. En efecto, las carreteras son las vías de penetración a áreas boscosas hasta entonces protegidas por su difícil acceso.

Las empresas madereras han sido uno de los principales constructores de vías de penetración en el Occidente, tanto para su propio uso como para facilitar la extracción de madera por parte de las comunidades locales que les proveen de materia prima barata (Sierra 1996).

La apertura de líneas sísmicas y de caminos por parte de la industria petrolera ha tenido el mismo efecto, en cuanto a posibilitar la invasión de áreas boscosas por los colonos (Martínez 1994).

La industria petrolera

La explotación petrolera, también promovida activamente por el gobierno, ha sido otro importante factor de deforestación. De acuerdo con Martínez (1994), la tala de bosques vinculada a esta actividad ocurre en distintos escenarios:

* Apertura de líneas sísmicas. Se abrieron 30.000 kilómetros de líneas sísmicas, lo que significó una deforestación de un millón de hectáreas de bosque tropical.

* Construcción de 500 kilómetros de carreteras. A la tala realizada para la propia carretera se sumó la colonización a cada uno de sus lados, lo que implicó un promedio de 12 kilómetros de intervención a cada lado de las carreteras.

* Construcción de las plataformas. Se talaron tres hectáreas por pozo (en un total de unos 400 pozos) y se impactaron 15 hectáreas por pozo para extraer la madera requerida para cada plataforma.

La industria camaronera

La moderna industria camaronera de exportación, auspiciada por el gobierno, constituye el factor de mayor importancia de la destrucción del bosque costero de manglares. En los últimos 20 años Ecuador ha perdido más de la mitad de sus manglares, fundamentalmente para dar lugar a la construcción de piscinas para la cría del camarón (Alerta Verde 1996b). En la provincia de El Oro, por ejemplo, las 25.000 hectáreas de manglar existentes a mediados de la década del 80 se han reducido a apenas 4.000 a la fecha (Alerta Verde 1996c).

Estas empresas camaroneras son fundamentalmente propiedad de personas vinculadas a los mayores grupos económicos del país, así como empresarios bananeros, empresarios asiáticos y militares. Es decir, que aquí también se comprueba que no son los pobres sino fundamentalmente los ricos quienes destruyen los bosques.

El objetivo central consiste en poner el camarón en la mesa del consumidor norteamericano, europeo y japonés, en tanto se destruye la base alimentaria de los pueblos costeros, que obtenían su sustento del manglar. Muchas de las piscinas son luego abandonadas por problemas de producción vinculados a la total artificialización del ecosistema y las poblaciones locales deben luego convivir con las consecuencias de la destrucción o emigrar (Alerta Verde 1996c).

Sin embargo, las empresas simplemente se mudan a otras áreas de manglares para reanudar el mismo proceso, que a ellas les significa grandes ganancias, sin importarles las consecuencias de degradación ya conocidas. Es así que en la actualidad se están instalando en la provincia de Esmeraldas, donde se encuentran los manglares mejor conservados y más altos del mundo (Alerta Verde 1996b).

Pese a todos los elementos probatorios acerca de lo absurdo del cultivo, el mismo se sigue promoviendo por parte del gobierno, cuyo único argumento consiste en que éste es el tercer rubro de exportación del país (Alerta Verde 1996d).

Los monocultivos industriales: cacao, banano, palma africana

Los monocultivos industriales han significado la sustitución total o parcial de los bosques nativos donde se han instalado y han agravado los problemas sociales a nivel regional. El cacao fue el principal monocultivo desarrollado a gran escala e implicó no sólo la sustitución de numerosos bosques, en particular de la Costa, sino que además resultó en la concentración de tierras en manos de un pequeño número de familias. El auge del cacao terminó en la segunda década de este siglo, debido a la aparición de enfermedades que afectaban el cultivo (McKenzie 1994).

A principios de los años 30, la estadounidense United Fruit inició la plantación del banano y su cultivo se extendió ampliamente, con el apoyo directo del Estado. Esto significó la destrucción de bosques, promocionada incluso por el Banco Nacional de Fomento, que otorgó créditos a pequeños y medianos productores, a condición de que cortaran el bosque y plantaran bananeros. Durante esa época se destruyeron los mejores bosques de Ecuador y la proporción de la superficie forestal del país disminuyó del 75 al 62 por ciento (McKenzie 1994).

La sustitución del bosque por plantaciones de bananeros y cafetales ha tenido graves repercusiones sobre miles de pequeños productores afectados por bajas de precios en el mercado internacional. El resultado más común es aquel en el que sólo sobreviven los productores con mayor poder económico, que incluso agrandan sus propiedades gracias a la quiebra de los numerosos pequeños productores (McKenzie 1994).

Un caso algo más reciente está constituido por los monocultivos de palma africana (Elaeis guineensis). Hacia el año 1982, ya se habían plantado unas 12.000 hectáreas en el Occidente del país, promovidas con créditos del Banco Interamericano de Desarrollo. Unos años antes, algunas grandes empresas, vinculadas a capitales nacionales y extranjeros (franceses, belgas, alemanes), obtenían del gobierno tierras en el Oriente -muchas de las cuales pertenecientes a pueblos indígenas o a colonos- e implantan allí extensos monocultivos de esta palma. En la actualidad se estima que el total de plantaciones de palma africana en el país ocupa unas 120.000 hectáreas (Alerta Verde 1996e).

La implantación de monocultivos de palma africana implica la deforestación total del terreno. Gran parte de estas plantaciones se instalaron en selva virgen, por lo que son un importante factor de deforestación. Las plantaciones constituyen un desierto biológico, puesto que el suelo está cubierto por muy escasas especies y sólo algunas pocas plantas logran instalarse en los troncos de las palmas. La variadísima flora y fauna local desaparece casi totalmente y los empresarios sólo favorecen la existencia de los insectos polinizadores, de gran importancia económica para la producción de los frutos. El drenaje del terreno elimina además otros hábitats y la erosión y el uso de agroquímicos (fertilizantes, plaguicidas, herbicidas) afecta la vida en los cuerpos de agua de la región.

El monocultivo es a la vez un problema para la propia producción y el ataque de varias enfermedades ha hecho que muchas plantaciones viejas hayan tenido que ser abandonadas y dedicadas a la ganadería.

Consecuencias de la deforestación

Uno de los impactos más notorios se ha manifestado en la pérdida de recursos hídricos. Una de las principales funciones de los bosques es la de producir agua, tanto a través de la regulación hídrica como de la producción de precipitaciones por evapotranspiración. No es difícil establecer, por ejemplo, una relación directa entre la deforestación en la provincia de Loja y el actual proceso de desertificación por sequía que allí se vive. Tampoco parece ilógico vincular las graves inundaciones en las provincias de la costa con la intensa deforestación que han sufrido en los últimos años. Por otro lado, hasta en la zona de abundantes lluvias del Oriente, los pobladores locales señalan una marcada disminución en las precipitaciones, vinculada a la deforestación de la Amazonía.

La pérdida de biodiversidad es también notoria en todas las regiones del país. Durante nuestra estancia en la zona de Lago Agrio, algunos pobladores locales nos dijeron haber notado una clara disminución en la cantidad de mariposas y aves, debido tanto a los procesos de deforestación como a la caza indiscriminada para mercados del exterior. Dada la cantidad de especies endémicas en todas las regiones, esto puede derivar en la extinción de numerosas especies, lo cual no sólo tiene un aspecto ético (no tenemos derecho a hacer desaparecer especies), sino que puede dar lugar a enormes desequilibrios biológicos capaces de afectar la salud de los ecosistemas naturales y productivos, así como la salud humana. A esto se suma la pérdida de posibilidades de futuro, dado que muchas de dichas especies pueden tener un valor de uso presente y futuro.

La deforestación también afecta gravemente a los suelos, puesto que la desaparición de la cubierta forestal favorece la erosión, que a su vez contamina y degrada los cursos de agua, afectando a su vez a la flora y fauna que allí habita. La erosión, sumada a la pérdida de recursos hídricos, deriva en procesos de desertificación.

Finalmente, todas estas pérdidas de suelos, agua, flora y fauna empeoran la calidad de vida de la mayoría de la gente, sin que ni siquiera obtengan los beneficios derivados de esta destrucción, que quedan en las manos de unos pocos. Al visitar, por ejemplo, Esmeraldas, queda claro que nada de la riqueza extraída de la región benefició a sus ciudadanos: una ciudad mal cuidada, con escasos edificios atractivos, la mayoría sin terminar. Lo mismo se puede decir de Nueva Loja, donde resulta paradójico que, estando en el centro mismo de la extracción petrolera, la mayoría de sus calles ni siquiera estén asfaltadas.

La deforestación no sólo no ha servido para mejorar la calidad de vida de la presente generación, sino que en muchos casos la ha empeorado y además ha hipotecado las posibilidades de las futuras generaciones de ecuatorianos. Constituye por ende un modelo clásico de desarrollo no sostenible.

Una solución inadecuada

Todo lo anterior muestra a las claras que para detener el actual proceso de deforestación se requieren cambios profundos en las políticas gubernamentales que lo generan. Sin embargo, se opta por un doble camino sin salida. Este camino consiste en continuar la tala de bosques y en "compensar" esa deforestación con la plantación de especies exóticas (fundamentalmente eucaliptos y pinos), ya sea bajo la modalidad de monocultivos industriales o de sistemas agroforestales. Esta "solución" se basa en la creencia (promovida activamente por la FAO y aceptada acríticamente por la profesión forestal) de que las plantaciones son bosques y que, por ende, cumplen con las mismas funciones. Tal creencia no tiene el más mínimo fundamento científico y los impactos sociales y ambientales de los monocultivos forestales ya han sido ampliamente documentados. También se ha demostrado que el objetivo central de la plantación de eucaliptos apunta a asegurar un abastecimiento continuo de materia prima barata y homogénea a la industria papelera del Norte (Carrere & Lohmann 1996). Ecuador, como lo demuestra la montaña de astillas de eucaliptos que se destaca en el puerto de Esmeraldas, ya ha sido integrado a ese mercado y a eso apunta la promoción de la plantación de dicha especie, en particular en la Sierra.

Resulta desde todo punto de vista absurdo que en un país con una biodiversidad tan rica como Ecuador y con especies forestales tan valiosas, la actividad plantadora esté centrada en unas pocas especies exóticas y de mucho menor valor maderero.

Si bien este tema debería ser objeto de estudio más profundo, en principio parecería haber dos explicaciones al respecto. Por un lado, el impulso (y financiamiento) externo a la plantación de estas especies y, por el otro, una visión forestal inspirada en modelos exógenos generados en el Norte para bosques totalmente distintos a los ecuatorianos (Whitten 1978). Tal situación es común a numerosos países del Sur, donde "expertos" finlandeses, norteamericanos, japoneses, holandeses, aconsejan la plantación de monocultivos de eucaliptos y pinos en países con ecosistemas tan diversos y ricos como el ecuatoriano (Brasil, Tailandia o Indonesia). En Ecuador, al igual que en numerosos otros países, parece prestarse mayor atención a la visión de estos "expertos" que a la experiencia de técnicos, campesinos e indígenas, poseedores de un conocimiento mucho más profundo sobre los bosques nativos, sus especies, sus usos y su manejo.

Un ejemplo demostrativo al respecto está dado por el proyecto FAO-Holanda sobre "Desarrollo forestal participativo en los Andes". Resultan significativas las cubiertas de dos de sus publicaciones. En una de ellas, titulada "Prácticas agroforestales" (FAO/HOLANDA 1995a), se muestra una plantación de pinos con ganado vacuno pastando, mientras que en la otra ("Bosques comunales") se puede ver a mujeres indígenas podando una plantación de pinos (FAO/HOLANDA 1995b). La lectura de ambos documentos muestra una predominancia abrumadora de la plantación de unas pocas especies exóticas y el uso apenas marginal de algunas especies nativas. Pese a que en muchos casos se constata que los crecimientos no son buenos, igual se sigue insistiendo en la plantación de estas especies en lugar de apelar a las especies nativas. Desde nuestra perspectiva, si la FAO y el gobierno holandés quisieran asistir a la recuperación de los bosques andinos y al bienestar de su gente, sería mucho más productivo que invirtieran en la investigación de las enormes potencialidades de las especies nativas, con vistas a la recomposición de este ecosistema.

Otro ejemplo ilustrativo de la confusión entre bosques y plantaciones es el del "bosque protector" de Quito. La deforestación dio lugar a deslizamientos de tierra que implicaron graves peligros para la ciudad y sus pobladores. Se tomó entonces la decisión de plantar un "bosque" de eucaliptos con el objetivo de fijar los suelos. Contrariamente a lo que se creía entonces, hoy es un hecho internacionalmente reconocido que el eucalipto no es una especie apta para ese fin, en particular en pendientes pronunciadas. Sin embargo, como la plantación implicó el cercamiento del área para posibilitar el crecimiento de los eucaliptos, de hecho esto posibilitó que la vegetación nativa se fuera reinstalando en la zona y hoy gran parte del suelo está cubierto por la misma. Los eucaliptos en realidad no están protegiendo nada y de hecho están dificultando el crecimiento de las especies nativas. Sin embargo, son los eucaliptos los que siguen siendo considerados como bosque protector y no las especies nativas que son las que efectivamente cumplen dicha función.

Basureros de carbono en los Andes

El gobierno ecuatoriano aprobó recientemente un acuerdo por el que el país actuará como "sumidero" de las emisiones de dióxido de carbono generadas en Holanda. En 1990, la empresa eléctrica de Holanda estableció la Fundación FACE (Forests Absorbing Carbondioxide Emission, que significa Bosques para la Absorción de Emisiones de Dióxido de Carbono), con el objetivo de fijar, en varios países del mundo, el CO2 emitido en Holanda en la generación de energía eléctrica.

FACE se fijó como objetivo el establecimiento de 150.000 hectáreas de "bosques", la mitad de los cuales en los Andes ecuatorianos. El objetivo declarado es el de "ganar tiempo" hasta que se puedan disminuir las emisiones de carbono, fijando el CO2 emitido, en la madera de los árboles plantados. Como en Holanda la tierra y la mano de obra son caras, decidieron establecer estos "sumideros de carbono" en países donde la tierra y la mano de obra son baratas, como en el caso de Ecuador. Las especies elegidas en Ecuador no son las especies nativas de los Andes, sino los consabidos eucaliptos y pinos. El argumento para plantar estas especies y no las nativas es muy débil. FACE sostiene que "la mayoría de esas especies casi han desaparecido en Ecuador a causa de la deforestación y el conocimiento de la gente local sobre el valor de la madera y de otros productos forestales también se han perdido junto con los bosques" (FACE 1996). Este argumento resulta difícil de creer, dado que recientemente se ha hecho un relevamiento de los bosques aún existentes en los Andes ecuatorianos.

Esta fundación obtuvo el apoyo del gobierno ecuatoriano y se fundó el Profafor (Programa Face de Reforestación), con la participación directa del servicio forestal INEFAN. Los campesinos, inicialmente desinteresados en el proyecto, fueron convencidos de participar en el mismo a través de campañas publicitarias y de la entrega de un poco de dinero y plantas gratuitas. Es así que FACE puede decir, en su informe anual, que "los costos serán menores a los estimados" (FACE 1996). Las comunidades sólo podrán cortar los árboles luego de 20-30 años, por lo que el posible beneficio que obtendrían será a partir de esa fecha y en el interín no podrán destinar el terreno ocupado por los árboles a otras producciones.

En resumen, un muy buen negocio para la empresa eléctrica holandesa, que dispondrá de buenos argumentos para seguir contaminando en su país y un engaño para el pueblo ecuatoriano, 75.000 hectáreas de cuyo territorio quedarán enajenadas para la producción de alimentos durante 20-30 años, constituyendo de hecho un basurero del carbono emitido por Holanda.

Hacia un modelo alternativo

En Ecuador existen personas, organizaciones, etnias y experiencias concretas para el uso sustentable de la gran riqueza forestal del país; riqueza que no está constituida sólo por madera, sino que aporta biodiversidad, equilibrio biológico, conservación de suelos, alimentos, forraje, medicinas, belleza escénica, conservación de cuencas hídricas, por citar sólo algunos. En cuanto a conservación de recursos hídricos, resulta destacable, por ejemplo, la visión de la empresa de agua potable de Cuenca, donde los técnicos centran su atención en la conservación de los bosques nativos que regulan el agua de las fuentes que abastecen a la ciudad.

Todos reconocen el amplio conocimiento de los pueblos indígenas sobre los variadísimos usos de las especies nativas, que en este mismo momento les está siendo robado por las grandes empresas transnacionales farmacéuticas. Nadie puede cuestionar tampoco (puesto que lo han demostrado en sus prácticas milenarias), el profundo conocimiento de esos mismos pueblos acerca del manejo sustentable de los bosques nativos. Siguen sin reconocerse, sin embargo, sus derechos sobre los bosques. Si realmente se aspirara a proteger los cada vez menos bosques del país, en muchos casos bastaría simplemente con reconocer dichos derechos para asegurar su protección.

En el país existen condiciones para un enfoque alternativo de uso de los bosques, pero ello implica cambios profundos, no sólo en la mente de los técnicos y de los ciudadanos en general, sino fundamentalmente en la relación de poder entre las fuerzas cuyos objetivos implican de hecho la destrucción de los bosques y las fuerzas que aspiran a un uso sustentable y socialmente equitativo de los mismos. La deforestación no se origina en malas prácticas agrícolas o forestales (aunque sin duda existen), sino en relaciones injustas de poder. No se trata de un tema de carácter técnico sino de una cuestión eminentemente política.

El primer paso en la dirección deseada implica, por tanto, un análisis ajustado de las causas reales de la deforestación y este artículo apunta a hacer un aporte para la discusión del tema.

Lo que vimos, hablamos, sentimos y leímos en Ecuador nos confirma que allí ocurre básicamente lo mismo que en otros países del Sur con similares problemas. Si bien cada país y cada región presenta sus peculiaridades propias (que por ende requieren de análisis específicos), en todos ellos la causa fundamental de deforestación no es la pobreza sino, por el contrario, radica en la riqueza. Son los países ricos en lo externo y los sectores económicamente más poderosos en lo interno (apoyados desde el gobierno), quienes están en la base de todos los procesos de deforestación y de promoción de monocultivos industriales. Como siempre, son los pobres quienes deben manejar las motosierras, encender los fuegos y plantar los pinos o eucaliptos, pero son los ricos quienes les inducen directa o indirectamente a hacerlo. Mientras los primeros recogen las migajas, los segundos se llenan los bolsillos.

Bibliografía

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CUADRO 1
BIODIVERSIDAD EN ECUADOR

Región Número de especies % de endemismo (*)
Occidente (o Costa)

6.300

20

Andes (o Sierra)

10.500

25

Oriente (o Amazonia Ecuatoriana)

8.200

15

Galápagos

702

32.5

(*) Especies que sólo ocurren allí
Fuente: Sierra 1996

CUADRO 2
AREA CUBIERTA POR BOSQUES Y PLANTACIONES EN ECUADOR

Región Bosques naturales
(hectáreas)
Plantaciones
(hectáreas)
Sierra 859.000 71.600
Costa 1:615.000 6.100
Oriente 9:931.000 900
Total 12:405.000 78.600

Fuente: McKenzie 1994





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