No. 67 - Mayo 1997
Los riesgos de la tecnología
por
Mae-Wan Ho
La manipulación genética aumenta la frecuencia de la transferencia de genes causantes de enfermedades a través de especies no emparentadas de animales y plantas. Por tanto, el peligro de los alimentos manipulados genéticamente radica en la propia tecnología.
La tecnología de la ingeniería genética establece una alianza sin precedentes entre la ciencia y la industria. Lamentablemente, se trata de la ciencia más reduccionista y la industria trasnacional más monopólica en su forma más agresiva y expoliadora.
Una ciencia funesta y un gran negocio se han aliado para conseguir grandes ganancias, ayudados por los gobiernos. Fabrican productos que nadie necesita y seguramente nadie quiere, pero de todas formas los están imponiendo subrepticiamente en la medida que se niegan a identificarlos y etiquetarlos. Aducen que vienen a resolver los problemas creados en primer lugar por la ciencia reduccionista y las industrias del agro y la química: hambre, deterioro ambiental y acumulación de residuos tóxicos. Desplazan y marginan los enfoques alternativos que abordan las causas sociales y ambientales de la desnutrición y la enfermedad, tales como la pobreza y el desempleo, y la necesidad de una agricultura sustentable que podría regenerar el medio ambiente y garantizar seguridad alimentaria a largo plazo conservando al mismo tiempo la biodiversidad indígena. Pero lo peor de todo es que están impulsando una tecnología en la cual se ha incursionado de una forma indebida y, según lo que se sabe hasta ahora, es inherentemente peligrosa para la salud y la biodiversidad.
Aclararé esta afirmación. Como científica que ama el lado bueno de la ciencia, y cree en él, debo decir que la ingeniería genética ha perjudicado al mundo y provocado los grandes problemas que enfrentamos hoy en día. Se trata de una ciencia reduccionista, manipuladora y expoliadora, que niega la existencia de conjuntos orgánicos tales como organismos, sociedades y comunidades de naciones. En lugar de eso, mira el mundo a través de una óptica darwiniana, como fragmentos y átomos aislados, cada uno de ellos compitiendo contra el resto. La teoría económica dominante, sustentada en la misma ideología capitalista del laissez-faire que dio origen al darwinismo, no reconoce otros valores que el interés propio, la competitividad y la acumulación de riqueza, en lo cual los países industrializados han tenido mucho éxito.
Según el Informe 1992 del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el 20 por ciento de la población mundial acapara el 82,7 por ciento de la riqueza, mientras que el 20 por ciento más pobre obtiene sólo el 1,4 por ciento. ¿Acaso debemos ser aún más "competitivos" para tomar de los pobres ese 1,4 por ciento restante? Leon Brittan, comisario de Comercio de la Unión Europea, está negociando en la Organización Mundial de Comercio para hacer justamente eso: asegurar que no queden obstáculos en el Sur que obstruyan la explotación del Norte y, al mismo tiempo, proteger las "patentes de vida" para poder así, además de tener el control total del suministro de alimentos del Sur a través de los derechos exclusivos a las semillas manipuladas genéticamente, apropiarse de los genes y las líneas de células de los pueblos indígenas.
De crisis en crisis
La ciencia reduccionista nos ha dado la agricultura intensiva insustentable de la Revolución Verde, que también contribuyó a la crisis ecológica mundial. Una crisis inmediata más grave aún es la de la salud pública, que atestigua el fracaso de décadas de prácticas médicas reduccionistas. Según el informe 1995 de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en los últimos 20 años han surgido por lo menos 30 enfermedades nuevas, mientras que en todo el mundo están reapareciendo antiguas enfermedades infecciosas. Casi todos los meses escuchamos informes de nuevas epidemias: estreptococo, meningitis, E. coli. Y muchos de los agentes patógenos tienen resistencia múltiple a los antibióticos.
La biotecnología de la ingeniería genética no es sólo la culminación de la corriente más reduccionista y expoliadora de la tecnología del Norte sino que realmente acarrea nuevos peligros. La razón por la que exijo una moratoria es porque los nuevos inventos dados a conocer por la gran prensa en los últimos tres o cuatro años indican graves riesgos inherentes a la biotecnología de la ingeniería genética.
Los genetistas han relacionado ahora el surgimiento tanto de bacterias patógenas como de resistencia a los antibióticos, con la transferencia horizontal de genes. Esta es la transferencia de genes a especies no emparentadas, por infección a través de virus y por intermedio de partículas de material genético -ADN- presentes en el ambiente que se han pegado a la célula, o por medio del cruzamiento inusual entre especies no emparentadas. Por ejemplo, la transferencia horizontal de genes y la consiguiente recombinación genética han generado las cepas bacterianas responsables de la epidemia de cólera que afectó a India en 1992 y la de Estreptococo de Tayside en 1993. Se cree que la cepa 157 del E. coli, responsable de las recientes epidemias de Escocia, tuvo su origen en la transferencia horizontal de genes del agente patógeno Shigella. Muchos agentes patógenos bacterianos no emparentados provocan enfermedades que van desde la peste bubónica hasta la roya del árbol, y se ha descubierto que comparten con las células invasoras toda una serie de genes que casi seguramente se esparcieron por transferencia horizontal. De igual forma, los genes de la resistencia a los antibióticos se han esparcido horizontalmente y recombinado entre sí, generando entre las poblaciones bacterianas resistencia múltiple a los antibióticos. Estos genes se propagaron de las bacterias presentes en los intestinos de los animales de granja a las de los seres humanos. Actualmente, en muchos hospitales la presencia de numerosas cepas de agentes patógenos resistentes a los antibióticos es endémica.
¿Cuál es la conexión entre la transferencia horizontal de genes y la ingeniería genética? La ingeniería genética es en sí misma una tecnología destinada específicamente a transferir genes horizontalmente entre especies que no se cruzan entre sí. Está concebida para atravesar las barreras de las especies y, cada vez más, superar los mecanismos de defensa de las especies, que normalmente degradan o inactivan los genes foráneos. Lo hace utilizando versiones modificadas precisamente de esos parásitos genéticos, o vectores, que provocan enfermedades, incluso diversos tipos de cáncer, y propagan genes virulentos y resistencia a los antibióticos. Lo más preocupante es que los genetistas han descubierto pruebas de que los antibióticos aumentan en 100 veces la frecuencia de la transferencia horizontal de genes, posiblemente porque el antibiótico actúa como una hormona sexual para la bacteria, aumentando el cruzamiento e intercambio de genes entre especies no emparentadas. Por eso la resistencia a los antibióticos no puede ser controlada simplemente con nuevos antibióticos. Es posible que el uso abusivo de antibióticos en la cría intensiva de animales y en la medicina, junto con la nueva práctica de la ingeniería genética a escala comercial, sean los principales factores que en los últimos años han contribuido a la rápida propagación de la resistencia múltiple a los antibióticos entre agentes patógenos nuevos y antiguos.
Las presiones de la industria
Eso no es todo. Los argumentos en los que los genetistas y comités regulatorios han basado su juicio de que los productos manipulados genéticamente son "seguros", han sido derribados uno por uno. Pero todavía no hay indicios de que esto sea tomado en cuenta. Por el contrario, los organismos regulatorios han sucumbido a las presiones de la industria para flexibilizar las reglamentaciones, de por sí inadecuadas.
Enumeraré a continuación algunos de los hallazgos más importantes de la genética.
Se nos ha dicho que la transferencia horizontal de genes está confinada a las bacterias. Eso no es así. Ahora se sabe que ocurre en todas las especies de animales, plantas y hongos. Es posible que cualquier gen de cualquier especie se propague a otras especies, especialmente si el gen es transportado en vectores de transferencia genética manipulados genéticamente. Se ha demostrado que los transgenes y los genes marcadores de resistencia a los antibióticos de plantas transgénicas terminan en los hongos y bacterias del suelo. Las poblaciones microbianas del ambiente sirven como autopistas y receptáculos de transferencia de genes, apoyando la réplica de los genes y permitiéndoles propagarse y recombinarse con otros genes para generar nuevos agentes patógenos.
Se nos ha asegurado que las cepas mutiladas de bacterias y virus de laboratorio no sobreviven al ser liberadas al medio ambiente. Eso no es verdad. Hay pruebas abundantes de que pueden sobrevivir muy bien y multiplicarse, o que pueden quedar en estado de latencia y reaparecer después de haber adquirido genes de otras bacterias que les permitan multiplicarse. Las bacterias cooperan mucho más de lo que compiten y comparten sus factores más valiosos para la supervivencia.
Se nos ha dicho que el ADN se debilita fácilmente en el ambiente. No es así. El ADN puede permanecer en el ambiente desde donde puede ser levantado por las bacterias e incorporado a su genoma. De hecho, el ADN es una de las moléculas más fuertes. Los bioquímicos saltaron de alegría cuando no tuvieron que trabajar más con proteínas, que perdían su actividad muy rápidamente. Por el contrario, el ADN puede sobrevivir incluso un proceso de hervido largo, de manera que cuando aprueben un alimento procesado con el argumento de que no contiene ADN, pregunten exactamente cómo se realizó el proceso, y si se llevaron a cabo las pruebas adecuadas para comprobar la presencia de ADN.
Se nos ha dicho que el ADN se digiere fácilmente por las enzimas de los intestinos. No es verdad. Se ha comprobado que el ADN de un virus sobrevive el pasaje por los intestinos de un ratón. Además, el ADN entra muy pronto al torrente sanguíneo y a todos los tipos de células del organismo. Una vez dentro de la célula, el ADN puede insertarse en el genoma de la célula y crear todo tipo de alteraciones genéticas, incluido el cáncer.
En resumen, la biotecnología de la ingeniería genética es una ciencia nefasta y un gran negocio que va en contra del interés público. No hará más que exacerbar los problemas que dice resolver. Da origen a prácticas antiéticas y expoliadoras. Además, plantea grandes peligros para la salud humana y animal, y el entorno ecológico. Se está utilizando a las personas, sin su consentimiento, como conejillos de Indias para probar los productos de la ingeniería genética. Es tiempo de establecer una moratoria para la liberación y comercialización de productos manipulados por ingeniería genética, como ya ocurre en Austria. Además, debería realizarse una investigación pública independiente para evaluar los riesgos y peligros de la ingeniería genética, que tome debidamente en cuenta los descubrimientos científicos en su máxima amplitud.
Mae-Wan Ho es directora del Laboratorio de Bioelectrodinámica de la Universidad Abierta de Gran Bretaña.
Esta es una versión revisada de la exposición presentada en un debate en el Oxford Centre for the Environment, Ethics and Society, el 20 de febrero de 1997.
|