A primera vista, decir que Estados Unidos es un imperio que se desmorona puede parecer perverso, paradójico y absurdamente provocador en esta coyuntura histórica en la que la oligarquía del país administra los recursos del capitalismo, junto con el chacal británico y otros mercenarios, para promover algo que pudo convertirse en uno de los peores holocaustos del siglo. Pero las sonadas, arrogantes y repetidas afirmaciones acerca de la omnipotencia estadounidense por parte de los medios masivos de comunicación, concentrados en manos de unos pocos empresarios, ignoran que el edificio financiero de este imperio enfermo tiene grietas y fisuras profundas que cada día se vuelven más visibles e infames.
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