Viernes 19 de Setiembre de 2003
Análisis del colapso de la Conferencia Ministerial de Cancún
por Martin Khor
La Quinta Conferencia Ministerial de la OMC en Cancún terminó
en fracaso, sin haberse logrado ningún acuerdo ni aprobado
Declaración Ministerial alguna.
Este fracaso refleja la aguda polarización de visiones y posiciones
que en torno a muchos temas -agricultura, acceso a mercados no
agrícolas, desarrollo y los temas de Singapur- dividen principalmente al Norte y al Sur. Las causas del colapso son múltiples y complejas. Aunque la causa inmediata fue el no haberse logrado un acuerdo sobre los temas de Singapur, la polarización en otros temas también fue patente. Pero la causa subyacente está en el sistema defectuoso de toma de decisiones
de la OMC y en la forma en que se organizan, dirigen y llevan a
cabo las Conferencias. Lo que sigue es un análisis del colapso de
la reunión de Cancún.
DETRÁS DEL COLAPSO DE LA CONFERENCIA MINISTERIAL DE CANCÚN
La Quinta Conferencia Ministerial de la OMC culminó esta tarde sin
acuerdo sobre el Texto Ministerial. La decisión de dar por terminada la reunión fue anunciada repentinamente por el Presidente de la Conferencia, Canciller mexicano Luis Ernesto
Derbez, durante las consultas informales en las que participaban
cerca de 30 países (la denominada reunión de la Sala Verde), al no
lograrse un acuerdo sobre los temas de Singapur.
La decisión de finalizar la reunión, sin una Declaración sustancial,
sorprendió a los participantes ya que la mayoría preveía que la reunión se
prolongaría hasta muy entrada la noche o hasta la madrugada, o que incluso
se extendería un día más. Se realizó una corta ceremonia de clausura, de
la cual se excluyó a las ONGs y a los medios, y a la que se permitió
asistir a sólo unos pocos miembros por delegación. Se esperaba que se
llevara a cabo en el salón mayor donde se había realizado la ceremonia de
apertura, que contó con la asistencia de 3.000 personas; en cambio, el
lugar del cierre de la Conferencia se cambió a una sala mucho más pequeña,
y con guardias de seguridad se impidió la entrada a esta ceremonia de
clausura a muchos delegados (que también habían sido excluidos de la
última reunión de jefes de delegación (JDs) que precedió al cierre).
Estas medidas de acceso restringido contrastaron con el procedimiento
adoptado en las sesiones de cierre de las cuatro Conferencias
Ministeriales anteriores, a las cuales se les permitió asistir a todos los
delegados, las organizaciones internacionales, las ONGs y los medios. Una diplomática de comercio de un país africano protestó indignada porque había sido sometida, junto con otros delegados, a los empujones y
atropellos de los guardias que intentaban impedirles la entrada a la sala donde se realizaba la reunión de JDs.
El colapso de las deliberaciones debe haber sido muy embarazoso
para los funcionarios y líderes de la OMC, tanto que decidieron
excluir a la mayor cantidad posible de gente de la sesión de
clausura para ocultar la vergüenza, afirmó otro diplomático. En la
sesión de clausura se aprobó una Declaración Ministerial breve y
simple en lugar del Texto Ministerial de fondo que se venía debatiendo desde julio, mes en que apareció una primera versión en Ginebra. La Declaración agradeció al gobierno anfitrión de
México, dio la bienvenida a Camboya y Nepal por su ingreso a la
OMC, y manifestó que todos los participantes habían trabajado
duramente a fin de avanzar considerablemente en los mandatos de
Doha, pero que es necesario continuar el trabajo en ciertas áreas
clave de manera de seguir progresando hacia la conclusión de las
negociaciones.
Los Ministros instruyeron a sus oficiales a que continúen trabajando en
los temas pendientes, tomando plenamente en cuenta todas las opiniones
vertidas en la Conferencia. Solicitamos al Presidente del Consejo General
que, en estrecha colaboración con el Director General, coordine esta labor
y convoque una reunión del Consejo General a nivel de Altos Funcionarios,
a realizarse a más tardar el 15 de diciembre de 2003, para adoptar las
medidas que en esa etapa sean necesarias para permitirnos avanzar hacia una culminación exitosa y oportuna de las negociaciones Aportaremos a esta nueva etapa todo el trabajo valioso que se realizó en esta
Conferencia. En aquellas áreas en las que hemos logrado un alto grado de
convergencia respecto a los textos, nos comprometemos a mantener esta
convergencia mientras trabajamos por lograr un resultado general
aceptable. A pesar de este revés, reafirmamos todas las Declaraciones y
Decisiones que adoptamos en Doha y volvemos a comprometernos a trabajar
para implementarlas plena y fielmente.
No queda claro en la Declaración si el plazo del 15 de diciembre se
dispone como fecha última para culminar las negociaciones sobre aquellos temas (agricultura y acceso a mercados no agrícolas, y la decisión de lanzar las negociaciones sobre los temas de Singapur en base a un consenso explícito) que no se pudieron resolver en Cancún. Tampoco queda claro cuál será la situación de los textos
borrador de Cancún cuando se reanuden las discusiones en Ginebra.
Hay por cierto una sensación de confusión en cuanto a qué pasó
realmente en las últimas horas de la Conferencia de Cancún, si las
tratativas se malograron debido a un tema específico o simplemente debido a que ya no quedaba tiempo para resolver las graves divisiones en torno a los múltiples temas clave. Tampoco
se sabe cómo ni por qué Derbez decidió cerrar la reunión en el momento en que lo hizo. El motivo inmediato es que no pudo lograrse un acuerdo en torno a los temas de Singapur en el seno del grupo pequeño de consulta - instancia conocida informalmente como reunión de Sala Verde. En la madrugada del domingo, luego de una larga reunión de JDs convenida para tratar el Texto
Ministerial modificado, Derbez convocó para discutir los temas de
Singapur a nueve Ministros (los de EE.UU., la CE, México, Brasil,
China, India, Malasia, Kenya y Sudáfrica) a una reunión que se
prolongó desde la una hasta las tres de la madrugada, y en la cual
según trascendió luego los países mantuvieron sus posiciones ya
conocidas. Más tarde esa mañana, se llamó a cerca de 30 Ministros a una reunión de Sala Verde más grande, con el objetivo de discutir todos los temas no resueltos de la conferencia en vistas a resolver las diferencias. Derbez decidió comenzar con los Temas de
Singapur. Más tarde, en una conferencia de prensa, explicó que había
elegido esos temas como primer punto del orden del día porque se habían
transformado en el eje de las disputas, a juzgar por las reacciones al
Texto Ministerial modificado expresadas en la reunión de JDs de la noche
anterior. En la reunión, los países en desarrollo que se oponían al
inicio de las negociaciones reiteraron su posición en cuanto a que se
necesitaba continuar con el proceso de aclaración de estos cuatro temas.
Derbez habría propuesto que se iniciaran las negociaciones en dos de los temas (facilitación del comercio y contratación pública), y que los otros
dos temas (inversiones y competencia) se dejaran de lado. Según
trascendió, el Comisionado de Comercio de la CE, Pascal Lamy, se habría
manifestado de acuerdo en que se dejaran de lado los temas de inversiones
y competencia, dando así la impresión de que estos quedarían
definitivamente eliminados de la órbita de la OMC (y no sólo del mandato
de Doha de iniciar negociaciones sobre la base de un consenso). Los otros
dos temas deberían entonces pasar a la etapa de negociación. Muchos
países dijeron que no estaban seguros respecto a iniciar las negociaciones
sobre facilitación del comercio y contratación pública. Derbez llamó
entonces a cuarto intermedio, dándole a los Ministros más de una hora para
consultar con sus representados sobre si podían aceptar esta fórmula de
dejar de lado dos temas y negociar los otros dos. Durante el cuarto
intermedio, se realizó una reunión conjunta de miembros del grupo de ACP,
países menos desarrollados y la Unión Africana, en la que se resolvió que
no cambiarían su mandato de no iniciar las negociaciones en los cuatro
temas.
Al reiniciarse la reunión de Sala Verde, algunos Ministros de países en
desarrollo (incluidos los representantes de los países ACP, menos
desarrollados y UA) informaron que no podían aprobar el inicio de las
negociaciones en ninguno de los temas. Corea habría manifestado que no
podía aceptar que se dejara de lado ninguno de ellos. Derbez dijo entonces
que no se había logrado un consenso en torno a los temas de Singapur, y
que por lo tanto no había consenso posible para todo el paquete de temas.
Fue entonces que resolvió culminar la Conferencia, sin acuerdo sobre
ninguno de los temas, y levantó la reunión de Sala Verde. Cuando la
noticia de que habían fracasado las tratativas llegó a la cantina, al
vestíbulo y a la sala de prensa se produjo una gran agitación, a medida
que todos intentaban saber qué había pasado exactamente. Muchos
representantes de ONGs comenzaron a festejar y cantar, celebrando la no
adopción de lo que veían como un documento que traería consecuencias
adversas. Se convocó a una reunión de JDs, seguida casi inmediatamente
por la sesión oficial de clausura. Puede que la falta de consenso en
torno a los temas de Singapur haya sido la causa inmediata, pero el
colapso de la reunión tiene raíces más amplias y profundas. Durante tres
días, la conferencia se centró principalmente en el controvertido tema de la agricultura, cuya discusión tuvo como protagonistas centrales a la UE y
a los EE.UU., por un lado, y a los países en desarrollo del G21
encabezados por Brasil y la India, por el otro, y una agrupación de otros
32 países en desarrollo que surgió como una Alianza de Productos
Especiales y Mecanismo de Salvaguardia Especial que abogaba por elementos
más fuertes en materia de tratamiento especial y diferenciado. En vez de
atenuar la polarización de la Conferencia, el Texto modificado emitido el sábado al mediodía tuvo el efecto de intensificarla. Los países en
desarrollo estaban desconformes porque el texto sobre agricultura no
respondía a sus intereses. Estaban indignados ante las secciones sobre los
temas de Singapur, en las que se habían ignorado totalmente las posiciones
y propuestas formales presentadas por 70 de estos países (de continuar con
el proceso de aclaración y no lanzar las negociaciones). También estaban
indignados por el pobre tratamiento en el texto dado a la iniciativa de
algodón (que había suscitado un amplio apoyo), tratamiento que uno de los
Ministros calificó de insulto a los africanos e indigno de la OMC. Los
ánimos ya estaban muy exacerbados cuando uno a uno los países en
desarrollo pidieron la palabra en la reunión de JDs para criticar el
Texto, y en sus propias reuniones regionales y nacionales se sucedieron
aun más manifestaciones de malestar.
Comenzaba a salir a la superficie la cuestión del carácter
manipulador del proceso de toma de decisiones, en particular en
cuanto a la redacción de los textos. Aquí estamos, con más de 70
países en desarrollo que plantean claramente su posición en las
sesiones de consulta, presentando un documento consensual con
un texto sobre los temas de Singapur, expresado en términos muy
claros, y el Texto modificado ignora lisa y llanamente su posición y
adopta la posición contraria, afirmó el Ministro de un país caribeño, en
un alto realizado el sábado de noche. ¿Qué tipo de organización es esta?
¿A quién pertenece? ¿Quién está a cargo de la redacción de los textos?
¿Quién los designó? ¿Para qué perder nuestro tiempo participando
seriamente en consultas sólo para constatar luego que nuestras opiniones
no son reflejadas en el borrador?.
En última instancia, fue la falta de transparencia y de participación que
caracteriza al proceso de toma de decisiones de la OMC lo que generó la
situación inmanejable que llevó al colapso de la Conferencia Ministerial
de Cancún. En Singapur (1996), la mayoría de los Ministros habían sido
excluidos de las negociaciones, ya que sólo 30 países fueron invitados a
las sesiones de Sala Verde que se mantenían a lo largo de la reunión. Los
Ministros no invitados se indignaron al ser informados en un último
plenario informal que debían aprobar una Declaración en cuya redacción no
habían participado. La aprobaron con reticencia sólo luego de que el
Director General les prometió que las reuniones excluyentes no sucederían
nunca más.
En Seattle (1999), se volvieron a dar las sesiones de Sala Verde
desde el comienzo hasta el final de la conferencia. Los Ministros
de los países de ACP y los grupos de África estaban tan indignados ante su exclusión que emitieron un comunicado
manifestando que no acompañarían el consenso en torno a ninguna Declaración. Las tratativas colapsaron. En Doha (2001),
se realizaron muchas sesiones de consulta informales, y se
mantuvo ocupados a los Ministros y oficiales. Pero la redacción de
las sucesivas versiones de la Declaración se desarrolló sin
transparencia y de un modo excluyente, comenzando con un borrador impopular presentado por el presidente del Consejo General Stuart Harbinson a título personal y culminando con el
borrador final que se presentó el extenso día de cierre, en que se
presionó a todos los delegados a adoptarlo con el argumento de
que no había alternativa ya que estaban sobre la hora. Después
de Doha y a pesar de que muchos países en desarrollo expresaron
su desacuerdo, se extendió la práctica de que los Presidentes
redactaran y presentaran textos a título personal, ya que los países
principales encontraban que esta práctica antidemocrática resultaba una
forma conveniente de lograr que se adoptaran sus posiciones. Los
borradores para las modalidades de agricultura y acceso a mercados no
agrícolas, y luego para el Texto de Cancún en sí, fueron todos elaborados
desde la Presidencia y no por los miembros. Lo único que necesitaban, para
promover los intereses de los principales países era: un Presidente
proveniente de los círculos de los principales países o que apoyara sus
posiciones; un Secretariado dispuesto a admitirlo o promoverlo; y un
conjunto de miembros dispuesto a participar en el proceso (o incapaz de
oponerse eficazmente). La redacción de los textos por parte de los
Presidentes ha transformado a la OMC de una organización dirigida por sus
miembros a una organización dirigida por su presidente.
En vez de negociar entre sí, los miembros pasaron a negociar con
el Presidente. Pero como los borradores reflejan generalmente las
posiciones de la minoría poderosa, carecen de apoyo de la
mayoría de los miembros de los países en desarrollo (quienes
muchas veces se indignan porque los textos tienen un claro sesgo
a favor de los países de la Cuadrilateral y no reflejan sus
posiciones ni la legitimidad del público. En Cancún, se reeditó este
proceso dominado por la voluntad del Presidente, transformándolo en la
norma. Los Facilitadores designados (y por lo tanto no electos) se
convirtieron en figuras todopoderosas ya que no sólo dirigían las sesiones
de consulta sino que también se encargaban de la redacción de los informes y los textos. El Presidente de la Conferencia se hizo cargo de la revisión del Texto Ministerial. Ninguno de los participantes sabe de seguro cómo se redactan los textos ni quién los redacta. Se sabe que el Secretariado tiene un papel relevante. Y el Texto modificado, emitido a las 13hs. del sábado, reveló nuevamente los sesgos (algunos flagrantes) a favor de los países desarrollados. Para entonces, sólo quedaban 28 horas para el
cierre programado de la Conferencia. Resultaba evidente de la reunión de
JDs y luego de las sesiones de Sala Verde, que los países en desarrollo
estaban mucho mejor organizados esta vez (a través de sus propios procesos
regionales y nacionales) y mejor preparados para hacer frente a los
procesos y los debates de fondo. El intento de reproducir el final de
Doha (esto es, de imponer a las apuradas un texto impopular con el
argumento de que no hay alternativa, y de que el colapso de la Conferencia
Ministerial provocaría el derrumbe del sistema de comercio y de la
economía mundial) habría generado una revuelta abierta entre los países en
desarrollo. Por lo tanto, el Ministro Mexicano tomó la decisión racional
de que la mejor opción sería finalizar la Conferencia con una declaración
simple, en vez de arriesgar una verdadera catástrofe. Con el colapso de
la Conferencia Ministerial de Cancún, ha vuelto a resurgir el tema del
proceso de toma de decisiones y redacción de textos de la OMC. Si el
sistema ha de sobrevivir, no se puede seguir ignorando el hecho de que las
Conferencias Ministeriales funcionan sin reglas ni procedimientos
adecuados. Una tasa de dos conferencias fracasadas en tres, entre las Conferencias Ministeriales más recientes, no es un récord del que pueda
enorgullecerse ninguna organización. En una conferencia de prensa final,
el mismo Pascal Lamy se refirió a la OMC como un organismo con una
organización medieval y no tanto una organización basada en reglas Sin
embargo, es el tipo de métodos que él mismo utilizó tan eficazmente en
Doha para imponer a las apuradas las decisiones impopulares sobre los
temas de Singapur. Lamy llamó a reformar el sistema de toma de decisiones de la OMC. Olvidó mencionar que luego de la experiencia de Doha, muchos países en desarrollo habían presentado un conjunto de propuestas (en
febrero de 2002) tendientes a establecer procedimientos para las
Conferencias Ministeriales y sus procesos preparativos, y que la UE junto
a otros países desarrollados habían bloqueado una resolución basada en
estas propuestas.
Tan sólo unas semanas antes de Cancún, los países en desarrollo
intentaron nuevamente plantear la necesidad de contar con
procedimientos adecuados para las Conferencias Ministeriales,
incluido para la redacción de los textos. Varias ONGs
internacionales también lanzaron una campaña a favor de mayor
transparencia y participación interna en la OMC. Pero estos
intentos de democratizar la OMC fueron descartados por los
principales países desarrollados. Argumentaron que los Ministros
deben tener la flexibilidad de dirigir las Conferencias Ministeriales como
quieran sin ser estorbados por procedimientos. En realidad, lo que quieren es mantener el control sobre la redacción de los textos y el
funcionamiento de las reuniones de Sala Verde, y repetir la experiencia de
Doha de presionar a los países en desarrollo a aprobar Textos presentados
a último momento. Si se continúa con este sistema, las Conferencias
Ministeriales se transformarán en un juego de póquer, cuya suerte
dependerá de estrategias de tipo borde del abismo aplicadas a último
momento, en la que los países poderosos probarán suerte y utilizarán
diversos métodos para avanzar a la fuerza, y los países en desarrollo se
organizarán mejor para resistir a las presiones. En Doha funcionó a favor
de los poderosos. En Cancún no pudo ser. Si las cosas no cambian, Hong
Kong o dónde quiera que sea la próxima Conferencia Ministerial (ya que la
propuesta de realizar la próxima Conferencia Ministerial en Hong Kong no
se llegó a adoptar en Cancún) será como un azaroso juego de cartas. Sin
embargo, tener al sistema de comercio de rehén en una suerte de partida de
póquer, dominada por estrategias de tipo borde del abismo, sigue siendo
una situación cargada de riesgos, como lo demuestra el récord de dos
reuniones fallidas en tres. En definitiva, la lección más importante que nos deja Cancún es que la organización debe cambiar o perecer.
Puede ser reproducido citando al autor, la fuente original y Third World Network
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