Derechos de Propiedad Intelectual
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Miércoles 20 de Agosto de 2003
Agricultores a la corte, empresas a cosechar
por Ashesh Tayal
Las empresas transnacionales se han convertido en biopiratas y roban abiertamente el conocimiento desarrollado por las comunidades indígenas del mundo.
Las empresas transnacionales están haciendo una avalancha de registro de patentes. El blanco es el conocimiento tradicional, utilizado en las sociedades no occidentales durante siglos. Genes, plantas tradicionales, especies animales, todo se patenta sin que nadie controle. El último robo de la serie es la patente obtenida por Monsanto sobre la variedad de trigo de India que se conoce como “Nap-Hal”.
El Nap-Hal es una variedad india tradicional con características únicas. En 1988, una revista científica publicó un artículo sobre las propiedades excepcionales del trigo Nap-Hal para el horneado. Los investigadores descubrieron que la harina de esa planta hace que las masas queden más crujientes, sobre todo las galletitas.
Este tipo de trigo fue desarrollado originalmente por los agricultores de India para cubrir sus propias necesidades regionales.
El 21 de mayo de 2003, la Oficina Europea de Patentes de Munich, Alemania, le otorgó una patente a Monsanto con el número EP 445 929 y con el título “Plantas”. Con esa patente, Monsanto se hizo acreedor de los derechos de monopolio sobre el Nap-Hal y lo cruzó con otros tipos de trigo, más comunes. La patente se aplica ahora a las galletitas y la masa que se producen a partir de esa especie de trigo, además de a las plantas.
Este caso ilustra el tipo de razonamiento monopólico por el que se guían ciertas empresas, que no se detiene ni ante las variedades tradicionales cultivadas mediante técnicas convencionales, ni, mucho menos, cuando se trata de “alta tecnología” o lo que se conoce como “tecnología de frontera”, como la ingeniería genética. En el futuro, la compañía que tenga esta patente podrá iniciar acciones legales no sólo contra los agricultores, sino también contra las panaderías, confiterías y supermercados que produzcan o vendan galletitas o tortas hechas con el trigo patentado.
Para conseguir su nueva patente, Monsanto recurrió a una reserva de “germoplasma” de Gran Bretaña donde se almacena Nap-Hal. No es sorprendente que esta semilla de trigo haya estado guardada en varios bancos de genes, fuera de India, durante años. Se pueden encontrar muestras de dicha semilla en las colecciones de la autoridad agrícola de Estados Unidos, al igual que en Japón y en Europa.
Las empresas multinacionales tienen acceso irrestricto a estos bancos de semillas. Una vez que se accede a la variedad específica hay que determinar el “genotipo” del “rasgo”. En el caso del Nap-Hal, se trata de las “cualidades especiales para el horneado”. Por supuesto, Monsanto logró trazar la secuencia genética. Acto seguido, cruzó la planta con otra variedad usando técnicas tradicionales y lo que patentó la multinacional es esta combinación natural de genes.
Esto significa que Monsanto tiene el monopolio de las plantas de Nap-Hal, así como de todas las plantas de trigo que fueron cruzadas con la variedad india. La patente le fue otorgada a 13 países de Europa, además de Japón, Australia y Canadá.
En agosto de 2000, la compañía Du Pont obtuvo la patente EP 744 888 de la Oficina Europea de Patentes, que cubre a todas las plantas de maíz (cultivadas en forma natural o convencional) con una determinada proporción de aceite y ácido graso. Du Pont reclamó el patentamiento de toda la cadena de producción.
Algunos reclamos de Du Pont fueron rechazados en una audiencia realizada en febrero de 2003, porque las investigaciones revelaron que ya existían otras variedades naturales de maíz con un alto porcentaje de aceite y ácido graso, y que se podían producir por métodos convencionales de cultivo.
Los institutos de investigación mostraron que ya habían cultivado ese tipo de maíz. En America Central y América del Sur, donde el maíz tiene un papel central tanto en la economía de los países como en la alimentación diaria de la población, y donde existe una enorme diversidad de tipos de plantas, hay señales claras de que este tipo de maíz se cultiva y se usa desde hace mucho tiempo.
Para una empresa monopólica, la fórmula para tener éxito con el registro de una patente es muy simple. Hay que identificar un “rasgo” presente en una variedad tradicional desarrollada por agricultores durante siglos, buscar el genotipo (es decir, los genes que definen dicho rasgo), cruzarlo con la variedad que uno tiene (que, a su vez, es derivada de alguna planta desarrollada por métodos antigüos) y el resultado es propiedad de quien siguió estos pasos. Sólo falta patentarlo. Si usted forma parte de un grupo de empresas que trabajan con plantas comestibles como, por ejemplo, el trigo, acaba de ganar la lotería. A partir de ahora, puede reclamar sus “derechos” sobre la harina de trigo, las galletitas y todo lo que se le ocurra. Parece increíble, pero es lo que está sucediendo en las oficinas internacionales de patentes y así es como se solicitan y se otorgan patentes.
El entusiasmo por la posesión y la cosecha del rédito comercial procedente de organismos vivos no se detiene aquí. El año pasado, la Oficina Europea de Patentes otorgó 115 patentes sobre la herencia genética humana, 38 sobre semillas y plantas, y 11 sobre animales. Además, del total de patentes solicitadas, 505 son de animales, 311 son de plantas, y 2.096 se refieren a genes humanos y animales. Las mismas atañen a 27 países.
El sistema de patentes obstaculiza el acceso a los recursos genéticos del mundo entero, ya que encarece las semillas y las vuelve inaccesibles para los agricultores del mundo en desarrollo. Además, cada vez hay menos disponibilidad de germoplasma para investigación y desarrollo en el sector público. Esta práctica no sólo constituye un ataque directo a la riqueza de los países, sino que además hace que los agricultores, los productores de alimentos y los consumidores se vuelvan dependientes de las empresas detentoras de patentes.
Ya es tiempo de definir claramente el concepto de innovación y desmonopolizar los sistemas de compensación. Es fundamental reconocer las innovaciones que vienen realizando los agricultores desde hace siglos y protegerlos de la piratería desenfrenada.
Sobre el autor: El doctor Ashesh Tayal es asesor científico de Greenpeace en India.
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