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Lunes 29 de Octubre de 2007

¿Y ahora qué?

Atentado y elecciones en Pakistán

por Martin Khor

El atentado con bombas al regreso de Benazir Bhutto a Pakistán indica que se avecinan más crisis y situaciones de violencia, y aumentan quienes responsabilizan a potencias extranjeras por la crisis que vive ese país.

El atentado con dos bombas en Karachi contra la líder de la oposición Benazir Bhutto cuando regresaba del exilio para presentarse en las próximas elecciones, encabezó la semana pasada las noticias internacionales.

Muchos en Pakistán y en todo el mundo se preguntan: “¿Y ahora qué? ¿Qué más?” El país ha estado sumido en una crisis tras otra desde que el general Pervez Musharraf asumió el poder y, en especial, desde la guerra en Afganistán dirigida por Estados Unidos luego del 11 de setiembre.

Musharraf tuvo que hacer muchos actos de equilibrio al mismo tiempo. El año pasado reveló en el libro de memorias In The Line of Fire (En la línea de fuego) que Estados Unidos había amenazado con bombardear a Pakistán hasta “dejarlo en la Edad de Piedra” si no cooperaba en la guerra en Afganistán. Pakistán colaboró para expulsar a los talibanes del poder –aún cuando fue un movimiento que ayudó a iniciar– después que Afganistán fue bombardeado, tal vez hasta dejarlo casi en la Edad de Piedra.

Musharraf tuvo que mantener el equilibrio entre complacer a Estados Unidos, o al menos convencer a la superpotencia de que está de su lado, y hacer frente a la población del país, gran parte de la cual está en contra de las políticas y medidas de Washington en Afganistán, Irak y Palestina, y considera una traición la posición a favor de Estados Unidos.

Musharraf tiene que lidiar con una gama de partidos y movimientos políticos musulmanes, algunos de los cuales lo habían apoyado tácitamente y muchos otros estaban en su contra. Más recientemente despertó su ira a raíz del violento ataque a la Mezquita Roja, en el cual murieron muchas personas.

Ahora intenta conservar el equilibrio entre sus deseos de mantenerse en el poder -del que se apropió mediante un golpe militar- y mostrar al mundo que en cierta forma su gobierno apoya la democracia y las elecciones libres.

Benazir Bhutto, que estaba exilada y enfrentaba acusaciones de corrupción, regresó a Pakistán como parte de un pacto con Musharraf según el cual lideraría su partido en las elecciones parlamentarias, y probablemente se convertiría en primera ministra, mientras que él se mantendría como presidente.

Muchos analistas consideran que con esta fórmula de compartir el poder Musharraf procura mantenerse en su cargo, ya que cuenta con una gran oposición pese a haber ganado las elecciones presidenciales a principios de octubre.

Benazir Bhutto ofrecería un frente democrático para un gobernante militar, como expresó el periodista pakistaní Ziauddin Sardar. Habría un “equilibrio” o una combinación de continuismo del régimen autoritario y una fachada democrática.

Todo el proyecto cuenta con el fuerte apoyo de Estados Unidos y Gran Bretaña. E incluso hay quienes aseguran que no sólo lo apoyan sino que también son parte activa.

Pero muchas fuerzas dentro de Pakistán están en contra de este plan. Quienes se oponen a Musharraf perciben la posición de Benazir Bhutto como una traición a los principios democráticos, una medida oportunista de su parte para obtener algún remedo de poder.

Benazir Bhutto regresó al país y tuvo una tumultuosa acogida de sus partidarios, y sólo fue detenida por las explosiones de bomba que mataron a ciento treinta personas y también pudieron haberla matado a ella.

Por el momento, no queda claro quién es el responsable del atentado. La policía dice que está investigando a militantes vinculados a Al Qaeda, en tanto el esposo de la ex primera ministra responsabilizó a los servicios de inteligencia pakistaníes.

Mientras, Benazir Bhutto prometió continuar con su campaña política para “salvar a Pakistán y salvar la democracia”.

Algunos sectores pakistaníes consideran que las causas estructurales de los problemas del país se deben a la injerencia de potencias extranjeras.

Un diplomático pakistaní me dijo el viernes pasado, mientras se filtraban poco a poco detalles de los atentados con bomba, que su país continuaría sumido en sucesivas crisis en la medida que países poderosos continúen ejerciendo una influencia tan grande en Pakistán.

“El país ha demostrado una vez más que el oportunismo político, gestado localmente y alimentado por intereses extranjeros, es letal para el pakistaní común y corriente”, comentó en un artículo publicado en el diario londinense The Guardian, el escritor Ziauddin Sardar, autor del libro Orientalism (publicado en español por la editorial Gedisa con el título de Extraño oriente).

“A lo largo de sesenta años de existencia, Pakistán ha funcionado no como un país sino como un servicio geoestratégico. En consecuencia, ha sufrido todos los efectos no deseados, y sin embargo previsibles, de ser una atracción secundaria para los intereses estratégicos de otra gente”, afirmó el escritor.

“Quienes se sienten impotentes para cambiar el destino de Pakistán son los propios pakistaníes”, aseguró Sardar. “Mientras no sean las capacidades e intereses de su propio pueblo lo que marque la agenda nacional, nunca se materializarán la esperanza, la reforma, el cambio, la moderación y una nueva dirección”.

Martin Khor es director de Third World Network (TWN).

Este artículo fue publicado el 25 de octubre de 2007 en Agenda Global, un suplemento semanal que circula los jueves con el periódico La Diaria de Montevideo, Uruguay. www.ladiaria.com.uy




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