Lunes 22 de Octubre de 2007
Premio Nóbel de la Paz - El cambio climático gana visibilidad
por Martin Khor
El cambio climático trepó aún más en las estadísticas de la agenda política mundial la semana pasada cuando Al Gore y el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) recibieron el Premio Nóbel de la Paz
El premio se ha otorgado tradicionalmente a personas u organizaciones involucradas en cuestiones de seguridad, que se considera han contribuido a traer paz a una situación de guerra inmanejable. Pero en los últimos años también ha premiado al activismo ambiental y humanitario. La ambientalista keniana Wangari Mathai, el bengalí Muhammad Yunus, fundador del Banco Graneen, que inició el movimiento de microcrédito, y la organización Médicos sin Fronteras fueron los laureados anteriores.
De manera que no sorprende que este año el Premio Nóbel de la Paz se haya concedido a quienes luchan por generar conciencia en el mundo acerca de la catástrofe climática que vendrá si no actuamos a tiempo.
El que se haya escogido a Al Gore envía varios mensajes inmediatos. En primer lugar, que es un paladín apasionado de la defensa del clima, y su condición de celebridad –ahora más realzada por el premio– le ha aportado eficacia.
En segundo lugar, y quizás lo más importante, que Estados Unidos es el país que necesita más cambios, ya que es el que emite más gases de efecto invernadero y el presidente George W. Bush y la mayoría de los miembros del Congreso todavía siguen negando que se exija a los países desarrollados la medida necesaria de reducir las emisiones.
El premio otorgado a Gore es un claro mensaje a Bush. Su negativa de formar parte de un marco internacional que vincule legalmente a los países desarrollados con objetivos para la reducción de sus emisiones de gases de efecto invernadero es el mayor obstáculo para una acción mundial en materia de cambio climático que obtenga resultados.
El ex vicepresidente formaba parte de la delegación durante las negociaciones del protocolo de Kyoto que Estados Unidos firmó. Pero la ironía es que Gore y el ex presidente Bill Clinton no pudieron llegar al Congreso para ratificarlo. Y unos pocos años más tarde, Bush unilateralmente hizo que Estados Unidos se retirara del protocolo. Esto envió una señal escalofriante: que para Estados Unidos era más importante proteger su industria petrolera, el viejo camino de crecimiento económico y su estilo de vida, que abordar el cambio climático con seriedad.
Luego de haber perdido la elección presidencial, aunque recibió la mayoría de votos, Gore se recompuso y apareció como un defensor ambiental. Su película Una verdad incómoda revivió su popularidad, esta vez como un guerrero que salvará al mundo.
Luego de haber recibido el Premio Nóbel se especula mucho sobre si Gore se presentará a las elecciones presidenciales de Estados Unidos –lo que es poco probable– o será un personaje influyente que le dará una ventaja a quienquiera que apoye.
El estado de ánimo en el mundo en torno al cambio climático está cambiando, incluso en Estados Unidos. Pocas personas se atreven ahora a cuestionar que el cambio climático está ocurriendo, que es principalmente provocado por el ser humano y que seguir “como si nada” provocará un rápido aumento de emisiones y más calentamiento global, lo que amenazará la vida humana en el planeta.
El mayor crédito por esta creciente conciencia corresponde al Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), el otro ganador del Premio Nóbel que está ensombrecido por el más famoso Gore, pero cuyo trabajo meticuloso a lo largo de varios años ha sentado las bases de la conciencia actual y la acción futura.
El modelo de trabajo del IPCC es único. Reúne a más de cien científicos de diferentes países para estudiar y ponerse de acuerdo en los numerosos aspectos de la cuestión del clima: las causas, los efectos potenciales, los aspectos económicos y las opciones de política. Luego, sus voluminosos informes científicos se presentan a los representantes de los gobiernos.
Posteriormente, en sesiones especiales, los gobiernos acuerdan un breve resumen de los informes, que incluye consecuencias en materia de políticas. De esta forma, los gobiernos también “se apropian” de los informes a través de la nominación que hacen de los científicos y de la redacción de los borradores de los resúmenes de políticas.
Cuando el IPCC presentó este año tres informes detallados –y los tres resúmenes de políticas que los acompañaban–, los medios de difusión les dedicaron amplio espacio.
Los mensajes científicos fueron muy claros: los efectos de seguir “como si nada” hará que a fines de este siglo las temperaturas medias mundiales aumentarán hasta cuatro grados centígrados por encima del nivel preindustrial. Esto tendrá efectos catastróficos mucho antes de finales del siglo, y es incierto si los hijos de hoy y los nietos de mañana podrán tener vidas dignas, o incluso sobrevivir.
El trabajo y el modus operandi del IPCC implica que hoy en día ningún gobierno puede negar la existencia y seriedad de la crisis climática, muy diferente de la situación de apenas unos años atrás. Incluso el gobierno de Estados Unidos, que ha sido el mayor negador, acepta ahora esta realidad. Pero todavía no ha aceptado la necesidad de adoptar una acción mundial conjunta que establezca obligaciones legalmente vinculantes a los países desarrollados.
En el marco del Protocolo de Kyoto, los países en desarrollo también se comprometieron a adoptar medidas, pero no estaban obligados a tener objetivos legalmente vinculantes. La razón: no son responsables del aumento histórico de los gases de efecto invernadero desde la revolución industrial, y los países desarrollados tienen que demostrar primero que están adoptando medidas en serio en sus propios territorios, así como brindar ayuda (fondos y tecnología) a los países en desarrollo para permitirles actuar.
En diciembre, en Bali, comenzarán las negociaciones de una nueva etapa del Protocolo de Kyoto en la cual se establecerán el grado y los tipos de medidas.
De esto dependerá el destino de la Tierra, y probablemente el jurado tenía en cuenta esas negociaciones cuando escogió realzar el cambio climático para el Premio Nóbel de la Paz.
Martin Khor es director de Third World Network (TWN).
Este artículo fue publicado el 18 de octubre de 2007 en Agenda Global, un suplemento semanal que circula los jueves con el periódico La Diaria de Montevideo, Uruguay. www.ladiaria.com.uy
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