Lunes 24 de Setiembre de 2007
La ONU y los pueblos indígenas
En setiembre de 1923, el Deskaheh (jefe) iroqués Levi General llegó a Ginebra portando un pasaporte expedido por la Confederación de las Seis Naciones Iroquesas e intentó en vano durante más de un año de peticiones, discursos y entrevistas con diplomáticos que la Liga de las Naciones escuchara el reclamo de sus derechos, consagrados en un tratado formal, que el gobierno de Canadá desconocía.
El 13 de setiembre pasado, ochenta y cuatro años después, y tras más de dos décadas de diálogo y consultas, la Asamblea General de las Naciones Unidas –sucesora de la viaje Liga de las Naciones- aprobó la Declaración sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas. Su texto defiende a más de 370 millones de personas en todo el mundo.
La declaración destaca el derecho de los pueblos indígenas a mantener y fortalecer sus propias instituciones, culturas y tradiciones, prohíbe su discriminación y fomenta su participación plena y efectiva en todos los asuntos que les conciernen, así como su derecho a mantenerse distintos y a buscar sus propias visiones de desarrollo económico y social.
“Estas normas permitirán hacer respetar nuestros derechos y de todos los pueblos”, declaró el presidente de Bolivia, Evo Morales, el primero de extracción indígena elegido por votación popular en ese país.
En su intervención ante la Asamblea General, la presidenta del Foro Permanente sobre Asuntos Indígenas, Victoria Tauli-Corpuz (ella misma una indígena igorot, procedente del último pueblo en someterse a la colonización española de Filipinas) dijo que “aquel viaje histórico de Deskaheh no fue en vano”. Tauli-Corpus calificó la decisión como “una victoria mayor”, y destacó que es la primera Declaración de las Naciones Unidas elaborada junto con los mismos sujetos de los derechos. “Se recordará el 13 de setiembre como un día internacional de derechos humanos para los pueblos indígenas del mundo, el día en que las Naciones Unidas y sus Estados miembros, junto con los pueblos indígenas, se reconciliaron con las historias dolorosas del pasado, y decidieron caminar hacia el futuro sobre el sendero de los derechos humanos”.
No obstante, Tauli-Corpuz, quien también es directora de la Fundación Tebtebba (Centro Internacional de los Pueblos Indígenas para la Investigación de Políticas y la Educación), advirtió sobre las serias dificultades que habrá en la implementación de la Declaración, “debido a la falta de voluntad política por parte de los gobiernos, la carencia de recursos y los intereses establecidos de los ricos y poderosos”.
La Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la declaración con el voto a favor de 143 países, cuatro en contra (Australia, Canadá, Nueva Zelanda y Estados Unidos) y once abstenciones (Azerbaijan, Bangladesh, Bhutan, Burundi, Colombia, Georgia, Kenya, Nigeria, Rusia, Samoa y Ukrania).
La firme oposición de Estados Unidos, Australia, Canadá y Nueva Zelanda a la Declaración provocó indignación entre los pueblos indígenas. Estos países cuestionaban en particular el reconocimiento del derecho a la libre determinación, a la tierra, territorios y recursos, al consentimiento libre e informado previo, aspectos sobre la propiedad intelectual y el reconocimiento del derecho consuetudinario, en contraposición con las leyes nacionales.
La Declaración fue aprobada en el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas en junio de 2006, pero no logró consenso en la Asamblea General el año pasado. Una iniciativa impulsada por México, Perú y Guatemala ante los países africanos consiguió su adhesión al documento -con excepción de los tres que se abstuvieron-, mediante la inclusión de nueve enmiendas. Entre los cambios realizados figura la eliminación de un párrafo que reconocía el derecho de los indígenas a establecer libremente su relación con los estados.
“Creemos que los artículos más importantes se han mantenido intactos, por lo cual estamos de acuerdo en que se apruebe”, comentó Tauli-Corpuz en referencia a las enmiendas introducidas.
Aunque estas enmiendas se incluyeron sin consultar a los representantes indígenas y no contaron con su acuerdo, el Caucus Indígena en las Naciones Unidas decidió mantener su apoyo a la Declaración.
La presidenta de la Asamblea General, Haya Rashed Al Califa, destacó “la importancia de este documento para los pueblos indígenas y, en forma más amplia, para la agenda de los derechos humanos”, si bien reconoció que “incluso con este avance (…) aún enfrentan la marginación, la pobreza extrema y otras violaciones a los derechos humanos”. Y el secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, la consideró un triunfo para los pueblos indígenas de todo el mundo.
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Levi General (1872-1925), un agricultor de la zona de Gran River, en el territorio de las Seis Naciones Iroquesas al oeste de Hamilton, Ontario, padre de nueve hijos, conocido como buen orador y políglota –hablaba los seis idiomas de la Confederación Iroquesa e inglés- fue elegido en 1917 como miembro del consejo de su nación y adquirió con ello el derecho a usar el nombre honorario de Deskaheh. Al aprobarse la “Indian Act” (ley de indios) en Canadá en 1921, que desconocía la soberanía de las Seis Naciones, Deskaheh viajó a Inglaterra para hablar de jefe a jefe con Jorge V, pero el monarca inglés se negó a recibirlo.
A su regreso fue expulsado de su granja por la Real Policía Montada.
Inspirado por las palabras del presidente norteamericano Woodrow Wilson, que había impulsado la Liga de las Naciones para poner fin a las guerras y defender los derechos de los países menos poderosos, Deskaheh volvió a viajar a Europa, con pasaporte iroqués, en un intento de que su reclamo fuera escuchado por la Liga en Ginebra. Tras más de un año de esfuerzos infructuosos, empobrecido y enfermo, Deskaheh quiso volver a su tierra, pero Canadá le negó la entrada. Murió el 25 de junio de 1925 en la reserva Tuscarora, al otro lado del río Niágara.
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