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Ambiente

Martes 11 de Setiembre de 2007

Cambio climático

La batalla por las emisiones

por Martin Khor

Una reunión de las Naciones Unidas realizada en Viena la semana pasada marcó el inicio de una larga y compleja batalla entre los países acerca de cuántas emisiones de gases de efecto invernadero es necesario reducir, cuándo y por quiénes, para que el mundo evite un cambio climático catastrófico.

Según datos científicos recientes, las emisiones mundiales deben reducirse a niveles muy por debajo de la mitad de los de 2000 para mediados de este siglo.

La Convención de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático comenzó una negociación en torno a cuánto tendrían que comprometerse los países desarrollados a reducir sus emisiones para evitar un aumento catastrófico de la temperatura mundial. Después de varios días de discusión, un grupo de trabajo acordó considerar inicialmente una reducción de las emisiones de estos países para 2020 de veinticinco a cuarenta por ciento por debajo de los niveles de 1990.

La Unión Europea había presentado anteriormente la propuesta de adoptar esa escala como meta, lo cual fue rechazado por otros países desarrollados, entre ellos Japón, Canadá y Rusia. Por lo tanto, la verdadera batalla sobre los compromisos reales tendrá lugar más adelante.

La reunión de Viena fue el preludio de otra de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático y su Protocolo de Kyoto, que tendrá lugar en Bali del 3 al 11 de diciembre. La reunión de Bali será un hito crucial para lograr que los países se comprometan a combatir el cambio climático en el periodo posterior a 2012, cuando expire la fase actual del Protocolo.

La cuestión del clima alcanzó destaque internacional luego de tres informes publicados este año por un grupo especial de más de cien científicos que detallan cómo las tendencias actuales de las emisiones de dióxido de carbono y otros gases provocarán un ascenso importante de las temperaturas, dando lugar al aumento del nivel del mar, el deshielo de los glaciares, inundaciones, sequía y pérdidas agrícolas.

La temperatura media mundial ya ha aumentado 0,74 grados centígrados entre 1906 y 2005. La opinión generalizada es que si la temperatura aumenta más de dos grados centígrados con respecto a los niveles preindustriales, los efectos serían catastróficos. Con las tendencias actuales, la temperatura aumentará de tres a seis grados centígrados o más, poniendo en riesgo la vida sobre el planeta.

Para limitar el aumento de la temperatura a dos grados centígrados, la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera debe limitarse a un nivel equivalente de 450 partes por millón de dióxido de carbono. Ya estamos muy cerca de este nivel de riesgo, de ahí la urgencia de lograr un acuerdo para reducir las emisiones lo máximo y más rápidamente posible.

Un impedimento importante es el temor comprensible de los países en desarrollo de que la reducción de sus emisiones, o incluso el enlentecimiento del crecimiento de sus emisiones, pueda ser a expensas de sus economías, en la medida que no vaya acompañado de un mejoramiento suficiente y oportuno de la tecnología.

Sólo los países desarrollados están obligados actualmente a reducir sus emisiones, debido a su responsabilidad histórica, a que tienen los niveles más altos de emisiones y a su capacidad de cambio. Pero ahora están presionando a algunos países en desarrollo para que se comprometan a un nuevo régimen con posterioridad a 2012.

Las emisiones por habitante de gases de efecto invernadero de los países en desarrollo, de unas cuatro toneladas anuales promedio, son todavía relativamente bajas comparadas con las dieciséis toneladas promedio de los países desarrollados en 2004.

En términos de emisiones de dióxido de carbono, solo el nivel de Estados Unidos es de aproximadamente veinte toneladas por habitante, el de Canadá y Australia de dieciocho, el de Alemania y Japón de diez, el de China de tres, el de India de una y el de los países africanos por debajo de una tonelada.

La mayoría de los países en desarrollo se resisten a quedar sometidos a limitaciones legales arguyendo que esto sería injusto, pues sus emisiones por habitante están todavía muy por debajo de las de los países industriales, y reclaman su derecho a un mayor aumento de las mismas que les permita acceder al desarrollo.

En Viena, la Unión Europea propuso metas de reducción de las emisiones mundiales de cincuenta por ciento, y propuso que las de los países desarrollados se reduzcan entre sesenta y ochenta por ciento para 2050, tomando como referencia las de 1990.

Si bien no hay una meta explícita para los países en desarrollo, de hecho hay una meta implícita.

En la medida que los países desarrollados y en desarrollo respondan cada uno aproximadamente a la mitad del total de emisiones mundiales, una reducción del setenta por ciento por parte de los primeros implica una reducción del treinta por ciento por parte de los segundos, para una reducción mundial del cincuenta por ciento.

Como se calcula que la población se duplicará entre 1990 y 2050, esto también implicará una reducción del sesenta y cinco por ciento de las emisiones por habitante en los países en desarrollo en su conjunto.

Sería una reducción muy drástica. Los informes científicos más recientes explican que es posible realizar la reducción requerida de las emisiones con costos bajos, haciendo una reducción de las tasas del crecimiento económico de solo 0,12 por ciento anual.

Pero como señaló un participante de la reunión de Viena, sería bastante difícil demostrar cómo los países en desarrollo pueden mantener las tasas de crecimiento económico de, digamos, seis por ciento anual y aun así reducir sus emisiones por habitante en sesenta y cinco por ciento en ese periodo.

La cuestión del clima se perfila no solo como el mayor tema ambiental sino también como el principal tema económico de nuestro tiempo. La cantidad de emisiones que se autorice a un país en el futuro influirá en su método de producción y en los resultados económicos. Así, los compromisos que deben hacer los países ricos y más pobres también influirán en la división futura de los ingresos en el mundo.

Los países en desarrollo son cada vez más conscientes de que serán los más perjudicados por el cambio climático y, por lo tanto, tienen gran interés en que haya un régimen estricto que restrinja las emisiones. Pero también reclaman justicia: que reduzcan los países desarrollados, principales responsables de la contaminación, mientras que los países más pobres todavía puedan incrementar sus emisiones, hasta cierto punto.

La canciller alemana, Angela Merkel, declaró la semana pasada durante su visita a Asia que aceptaba un criterio de emisiones “por habitante”, según el cual los países ricos deben reducirlas y los países pobres pueden aumentarlas, hasta que ambas partes lleguen a un nivel similar de emisiones por habitante, a ser definido.

Es muy poco probable que esta posición prenda por ahora en países como Estados Unidos. Pero es un muy buen inicio para una dirigente de un país desarrollado. La etapa preparatoria de la reunión de Bali, y la reunión en sí misma, serán cruciales para la política mundial sobre el cambio climático.

Martin Khor es director de Third World Network (TWN).

Este artículo fue publicado el 6 de setiembre de 2007 en Agenda Global, un suplemento semanal que circula los jueves con el periódico La Diaria de Montevideo, Uruguay. www.ladiaria.com.uy




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