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Comercio

Martes 24 de Julio de 2007

Negociaciones comerciales: una historia repetida

por Chakravarthi Raghavan

En 2001, cuando la “Ronda de Doha” de negociaciones comerciales fue lanzada en la capital de Qatar, uno de los principales protagonistas fue Pascal Lamy, entonces comisario de Comercio de la Unión Europea. De hecho la Conferencia Ministerial de la Organización Mundial de Comercio (OMC) en Doha fue obra de Lamy y el representante comercial de Estados Unidos, Robert Zoellick, conocido “neoconservador” con antecedentes de ejecutivo en Enron y Goldman Sachs y actual presidente del Banco Mundial. Pocos días después de los ataques del 11 de setiembre contra las torres gemelas, Lamy y Zoellick unieron sus fuerzas para promover el comercio internacional como respuesta al terrorismo.

La anterior reunión ministerial de la OMC en Seattle fracasó en lanzar una nueva ronda de negociaciones en 1999, por la negativa de los países pobres a hacer más concesiones. Para superar este escollo, la Ronda de Doha fue llamada oficialmente “Ronda del Desarrollo”.

El “Programa de Trabajo de Doha” decía (párrafo 45) que las negociaciones debían concluir antes del 1 de enero de 2005. El mismo Lamy, ahora en su reencarnación como director general de la OMC, dijo en un “desayuno de trabajo” con periodistas hace un mes que las negociaciones son un proceso largo y complicado y que la Ronda Uruguay, con menos miembros en la OMC y menos temas sobre la mesa, demoró ocho años. “La conclusión de esta ronda puede visualizarse para fines de este año o comienzos del próximo”, afirmó.

Después del colapso de la reunión del G-4 (Estados Unidos, la Unión Europea, Brasil e India) en Potsdam, debido a que Estados Unidos no quiso -o no pudo- reducir sus subsidios agrícolas, Lamy y los negociadores en Ginebra volvieron a tener un papel central en las negociaciones.

Ahora que las negociaciones han vuelto al plenario y que los presidentes de los grupos negociadores sobre agricultura y productos manufacturados han publicado borradores preliminares a ser discutidos intensamente en setiembre y octubre, después del verano boreal, se rumorea que para concluir la Ronda en el plazo anunciado a la prensa Lamy propondrá en el otoño su propio texto, sobre la base de tómenlo-o-déjenlo.

Una jugada dramática de este tipo sólo puede hacerse una vez. Antes de asumir su cargo de director general de la OMC en agosto de 2005, Lamy tuvo una larga conversación con Arthur Dunkel, ex director general del GATT (el organismo que precedió a la OMC), quien utilizó un recurso similar para poner fin a la Ronda Uruguay.

Pero en el ínterin ha caducado el fast track, o sea la autoridad concedida por el Congreso a la administración Bush para firmar un acuerdo comercial. En momentos en que la mayoría demócrata (opositora) del Congreso norteamericano ha anunciado que el comercio no es su prioridad, la idea es poner sobre la mesa un paquete con suficiente apertura de mercados para Estados Unidos como para convencer a los legisladores a apoyarlo. De hecho, aunque las negociaciones son mundiales, todos los comentarios de negociadores y diplomáticos apuntan al Capitolio (la sede del Poder Legislativo) en Washington.

El Congreso es, constitucionalmente, la autoridad comercial en Estados Unidos, no el Poder Ejecutivo. Después de la Gran Depresión de los años treinta, el Congreso estableció una política por la que concedía al presidente la autoridad, renovable cada año, de negociar la reducción recíproca de barreras arancelarias con otros países. A fines de la Segunda Guerra Mundial, la conferencia de Bretton Woods creó el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, pero la creación de una organización internacional de comercio fracasó por la negativa del Senado de Estados Unidos a ratificarla y en su lugar surgió el GATT, donde se negociaba en sucesivas rondas las reducciones arancelarias.

La Ronda Kennedy fue la primera en incluir acuerdos no arancelarios, al aprobar medidas antidumping, permitiendo a los países protegerse de la invasión de bienes exportados por debajo de su costo de producción. En los primeros años del GATT, una disputa entre Francia e Italia sobre la importación de pasta italiana que utilizaba trigo subsidiado en su producción terminó por excluir a la agricultura de las disciplinas comerciales internacionales. Pero en ese entonces ya la administración Eisenhower había logrado un “permiso” (waiver) permanente para subsidiar su agricultura.

Al finalizar la Ronda Uruguay y crearse la OMC en Marrakech, se acordó revertir todas estas anomalías e incluir la agricultura en las negociaciones, pero a largo plazo. Para lograr esta promesa, los países en desarrollo pagaron por adelantado aceptando onerosos acuerdos de propiedad intelectual (TRIPS) y la apertura de sus mercados a los servicios, en un marco que hasta entonces sólo concernía a bienes materiales. Ahora, para poder continuar conversando sobre rebaja de subsidios agrícolas en Europa y Estados Unidos se pide a los países en desarrollo que vuelvan a pagar.

Fue sólo en 1973, al lanzarse la Ronda de Tokio, que el presidente Nixon tuvo que obtener autoridad para negociar, ya que los demás países no querían firmar acuerdos que luego pudieran ser modificados por el Congreso, que solicitaría más concesiones para ratificarlo. Este primer fast track, por el cual el Congreso se comprometía a decir sí o no al acuerdo que el presidente sometiera a su consideración, sin modificarlo, duró hasta 1994, con prórrogas sucesivas.

Con esta autoridad, el presidente Bill Clinton, elegido en 1992, logró la aprobación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (con México y Canadá) y de la Ronda Uruguay. Pero a partir de entonces, el Congreso dejó de renovar la autoridad presidencial de negociación comercial. El presidente Bush (designado por la Suprema Corte) no tenía tal autoridad al lanzarse la Ronda de Doha en 2001, y sólo la obtuvo en 2002. Para satisfacer a los legisladores tuvo que aumentar primero los subsidios agrícolas, aunque el objetivo declarado de la Ronda de Doha es reducirlos. Un ejemplo de ironía... o de mala fe.

Ahora, en plena campaña electoral anticipada, con la Casa Blanca políticamente aislada por la impopularidad de la Guerra en Irak, con la ley de inmigración de Bush derrotada por el Congreso y el escándalo del perdón presidencial a Lewis “Scooter” Lobby, un colaborador del vicepresidente Cheney condenado por la justicia, es muy improbable que la mayoría demócrata del Congreso vote a favor de un acuerdo comercial que implicaría cambios en las leyes de Estados Unidos y el corte de todo tipo de subsidios explícitos o escondidos.

En la reciente reunión del Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas en Ginebra, Lamy fue consultado por el embajador de Pakistán, Munir Akram, sobre si, ante la imposibilidad de concluir la Ronda de Doha, no sería posible aprobar por separado aquellos componentes favorables a los países en desarrollo. Lamy dijo que no, ya que “las negociaciones no son sobre moral, sino sobre concesiones reciprocas”.

En estas circunstancias, las posibilidades de que Lamy logre repetir el truco de Dunkel y presentar el borrador salvador a último momento son inciertas.

El alemán Hegel, primer filósofo moderno en utilizar la dialéctica, escribió sobre cómo la historia se repite a sí misma. Karl Marx dijo que la historia se repite, pero primero como tragedia y después como farsa.

Chakravarthi Raghavan es fundador y editor emérito de SUNS, y ha reportado sobre las negociaciones comerciales en Ginebra durante más de dos décadas.

Este artículo fue traducido y resumido por Roberto Bissio.

Este artículo fue publicado el 19 de julio de 2007 en Agenda Global, un suplemento semanal que circula los jueves con el periódico La Diaria de Montevideo, Uruguay.




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