Instituciones Financieras Internacionales
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Miércoles 23 de Mayo de 2007
Deuda externa: la opción del repudio
por Yin Shao Loong
Un nuevo informe de la organización humanitaria internacional
Christian Aid evalúa la opción del repudio de la deuda por parte de
los gobiernos del Sur.
El polvo se está asentando sobre la masiva campaña “Hagamos de
la pobreza historia” de 2005, y finalmente se están firmando los
acuerdos de cancelación de la deuda anunciados con tanta
fanfarria. ¿Pero cuánto se ha hecho en realidad para brindar a los
países pobres la “salida sostenible” de la crisis de la deuda que los
países acreedores ricos prometieron hace más de diez años? Ésta es la
pregunta que se hace Christian Aid en su nuevo informe Enough is Enough:
The Debt Repudiation Option (Basta ya: la opción del repudio de la deuda).
La respuesta del informe es que muy pocos de los países más
pobres del mundo (cerca de veinte) se han beneficiado de una
cancelación sustancial, aunque algunos de ellos todavía enfrentan
dificultades con la deuda. En contraste, la mayoría de los países no han tenido ninguna cancelación o solo la han tenido en muy pequeña escala, y
muchos enfrentan problemas de deuda aun peores que hace una década. Ante
la reducción del gasto en servicios vitales de salud y educación en la
mayoría de los países plagados de deudas, Christian Aid recomienda
incumplimiento total o parcial de la deuda, es decir, su repudio.
Esta recomendación coincide con la de una creciente cantidad de
analistas y activistas, entre ellos el economista alguna vez neoliberal
Jeffrey Sachs, que están exhortando a los países a considerar el
incumplimiento total o parcial de sus obligaciones para que puedan
invertir ese dinero en servicios esenciales.
El nuevo informe aleja a Christian Aid de su postura anterior de
promover una solución multilateral a la crisis de la deuda. Al apoyar el
repudio, propone de hecho una acción unilateral de los países deudores.
En las primeras dos secciones del documento, Christian Aid
demuestra que la deuda sigue siendo uno de los principales
obstáculos al desarrollo en muchos de los países más pobres del
mundo, como también en muchos de los llamados países de medianos ingresos. Desde 1996, los gobiernos de los sesenta y seis países más pobres del mundo han pagado un total de más de
230.000 millones de dólares por concepto de intereses de su deuda
externa. Esto excede por lejos las donaciones que han recibido de
países ricos. El argumento moral de Christian Aid es muy simple:
esa enorme suma habría sido mucho más útil si se hubiera invertido
en salud, educación e nfraestructura.
Deuda odiosa
Christian Aid argumenta que gran parte de esa deuda es ilegítima,
debido al papel perjudicial que los prestamistas suelen tener en la
acumulación de la deuda. La organización cita estimaciones de que
al menos veinte por ciento de la deuda del Sur en desarrollo (más de 500.000 millones de dólares) es resultado de créditos concedidos a gobiernos corruptos o totalitarios. Los regímenes democráticos sucesores de esos gobiernos no tienen por qué pagar
estas deudas “odiosas”, argumenta. Además, considera inmoral que
los impuestos pagados por personas pobres y los ingresos de sus
gobiernos deban gastarse en el reembolso de créditos recibidos por
los déspotas que los oprimieron, en lugar de ser destinados al gasto
social y a la infraestructura. Por lo tanto, el repudio es considerado una
negativa a participar en una relación de explotación y abuso. La deuda
odiosa representa un obstáculo importante para el desempeño de los
gobiernos democráticos sucesores, en especial para alcanzar resultados
socialmente más justos. En 1994, el gobierno de Nelson Mandela, en
Sudáfrica, heredó deudas externas por 20.000 millones de dólares del
anterior régimen del apartheid. Este último había sido financiado por
bancos alemanes, suizos, británicos y estadounidenses en sus años finales.
Los acreedores se apresuraron a coaccionar al nuevo gobierno del Congreso Nacional Africano para que aceptara el reembolso completo. Parece un insulto que el nuevo gobierno haya tenido que pagar los costos operativos
de la represión durante el apartheid, pero eso es lo que ocurrió.
El problema se debió en parte al principio jurídico que establece
que, aun ante un completo cambio de régimen, el Estado siempre
es responsable de las deudas contraídas en el pasado. Las
empresas en quiebra pueden alegar bancarrota, pero un “Estado en
quiebra” no puede hacerlo. De manera similar, los acreedores
aceptan el fracaso comercial como riesgo inevitable de su negocio,
pero no lo hacen en el caso de créditos soberanos. Los prestamistas deben aceptar que han otorgado créditos de forma imprudente en el pasado, arguye Christian Aid.
El informe también llama la atención hacia el crecimiento de la
carga de la deuda mediante la imposición arbitraria de multas y
tasas de interés exorbitantes. Según un estudio de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), África recibió créditos por 540.000 millones de dólares entre 1970 y 2002, y reembolsó 550.000 millones. Pero debido a los recargos por atrasos, al interés acumulado y a las multas, en 2002 la región todavía debía 295.000
millones. Aunque es normal que se deban pagar intereses sobre los
créditos, los países más pobres del mundo deben recibir créditos blandos,
es decir, en condiciones muy favorables. Sin embargo, la realidad para muchos de ellos ha sido la opuesta.
Las asimetrías del comercio internacional también tienen parte de la culpa. La relación entre las deudas y las exportaciones es el indicador
clave utilizado por la iniciativa para los países pobres muy endeudados
(PPME) para juzgar la sostenibilidad de la deuda. En suma, es una relación
entre deuda e ingresos. Los créditos denominados en moneda extranjera se
reembolsan más fácilmente en la misma moneda. Pero las probabilidades de
que los países más pobres reembolsen su deuda mediante ganancias derivadas
de las exportaciones son actualmente muy reducidas, dadas las barreras
comerciales proteccionistas erigidas por los países industrializados.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) considera que las normas de comercio injustas privan a los países en desarrollo de más de 700.000 millones de dólares cada año. Esto equivale a casi treinta por ciento de la deuda del Sur en desarrollo. El resto del informe de Christian Aid expone los argumentos para el repudio.
Arbitraje justo y transparente
Mediante el sistema actual, cuando un país deudor debe elegir entre
pagar sus deudas y satisfacer los derechos básicos de sus ciudadanos, debe pedir una reunión con sus acreedores (en general los clubes de París y Londres y el FMI) y solicitar una reprogramación de la deuda. En un informe anterior, Christian Aid
propuso un mecanismo alternativo en que los países deudores podrían convocar un grupo de expertos ad hoc y neutrales, probablemente basado en la ONU. Muchos paneles de arbitraje
actuales podrían servir de modelo.
El objetivo del panel de expertos sería evaluar qué parte de la
deuda podría ser reembolsada sin poner en riesgo los derechos humanos básicos de los ciudadanos o la capacidad del país de alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio. El panel
independiente intentaría asegurar al deudor buenas perspectivas de
estabilidad financiera y económica. Dado que a veces es difícil
decidir qué parte de la deuda es “odiosa”, el panel debería tomar
decisiones imparciales, y la parte de la deuda considerada odiosa
debería ser cancelada.
Christian Aid cree que, una vez establecido, ese proceso justo y
transparente tendría un impacto positivo sobre futuras prácticas
crediticias. Los prestamistas sabrían entonces que no pueden otorgar “créditos odiosos” porque la deuda consiguiente puede ser
cancelada. Asimismo, un mayor control civil del proceso solo puede
mejorar las decisiones relativas a solicitudes de préstamos.
Aunque Christian Aid sigue creyendo que ésta es la solución más
sensata para el problema de la deuda, la mayoría de los gobiernos
acreedores no han dado respuesta. Esta inacción es lo que ha llevado a la organización a exhortar a los países deudores a considerar seriamente la opción unilateral del repudio de la deuda.
Costos y beneficios del repudio
Lógicamente, dada la actual cultura de relaciones entre deudores y
acreedores, Christian Aid reconoce que el repudio unilateral de la
deuda tiene sus riesgos, como el corte de los préstamos blandos, el
enfriamiento de las relaciones diplomáticas e incluso la confiscación de activos en el exterior. Los acreedores advierten a los países que
consideran la opción del repudio que serán marginados del mercado
financiero mundial.
Sin embargo, Christian Aid se esfuerza por destacar que existen
sólidas razones para sospechar que los costos del repudio han sido
exagerados, que la inversión privada llega cuando cabe esperar
razonablemente un buen retorno, y que los inversores no están muy
interesados en castigar países. El informe también defiende los
beneficios del repudio y exhorta a comparar los costos de esta
medida con los costos de continuar el sometimiento a la deuda.
Cada vez es más aceptada la idea de que las recomendaciones del
Banco Mundial y el FMI han tenido consecuencias desastrosas para
el mundo en desarrollo en diferentes aspectos, que varían desde la
rápida liberalización y privatización de activos hasta la reducción de
controles de capital y el cobro de servicios de salud y educación. La
opinión de los acreedores sobre la falta de pago de la deuda es igualmente
interesada y sesgada.
La derivación del dinero que actualmente se gasta en el servicio de
la deuda para la salud, la educación y otras necesidades urgentes
tendría claros beneficios sociales. Los países con grandes
problemas de deuda suelen pagar más por concepto de intereses
de lo que invierten en servicios básicos. Si se desvía más dinero
rápidamente del pago de la deuda a estos servicios, se pueden salvar y mejorar vidas a corto plazo.
Sin embargo, los beneficios económicos más evidentes del repudio de la deuda son los más ignorados, argumenta Christian Aid. Sin duda que negarse a pagar la deuda tiene un precio, un precio que quizá ha sido exagerado, pero un precio al fin. Pero tener una
generación de jóvenes carentes de educación también tiene un precio, al igual que tener una fuerza de trabajo con mala salud que carezca de acceso a atención médica, o millones de niños y niñas huérfanos por causa del sida. Del mismo modo, la carencia de una
infraestructura que pueda promover los mercados nacionales y de exportación también tiene un precio. ¿Cómo se puede construir la prosperidad económica sobre tales cimientos? Christian Aid cree que es hora de que economistas y políticos de todos los países midan los costos y beneficios de la falta de pago y actúen en interés de los ciudadanos, no de las poderosas instituciones financieras.
Agenda a favor de los pobres
Pero no todos los gobiernos deben ser exhortados a repudiar la
deuda, dice Christian Aid. Si un gobierno no tiene una agenda a
favor de los pobres, el repudio -así como el alivio de la deuda, la
ayuda para el desarrollo o cualquier tipo de fondos- no producirá
resultados positivos para la población. Pero en el contexto de un
plan de desarrollo favorable a los sectores de menores ingresos, el
repudio debe ser considerado como una opción realista, exhorta la
organización. Aun cuando el repudio no sea la opción adecuada,
agrega, los activistas de la deuda y los gobiernos de países en
desarrollo harían bien en abrir un debate sobre esa opción.
La cuestión de la ilegitimidad es de suprema importancia. ¿Hasta
cuándo persistirá el mito de que los prestamistas están exentos de
culpa? Para contrarrestarlo, en el mundo en desarrollo se están
realizando auditorías de deuda y grupos de ciudadanos buscan la
verdad sobre el origen de las deudas que bloquean su desarrollo. A
medida que estas investigaciones descubran secretos, fallas y hasta
actos delictivos relacionados con los créditos, es probable que
crezca el reclamo del repudio. Además, al exponer una historia de
acumulación de préstamos y deudas, tales procesos podrían
promover la rendición de cuentas de sus gobiernos a los
parlamentos y a la ciudadanía.
Christian Aid exhorta a los países en desarrollo a repudiar su deuda
siempre que esa medida resulte en mejoras esenciales en los servicios
básicos. En su informe de 2005, What About Us?: Debt and the Countries the
G8 Left Behind (¿Qué hay sobre nosotros?: La deuda y los países que el G-8 dejó atrás), afirmó que los países en desarrollo deberían esperar un largo tiempo antes de que los acreedores cancelaran su deuda. Christian Aid sostiene que no tiene motivos para reevaluar esa opinión de 2005. Su exhortación ahora es a demostrar valor político. Es hora de que los países deudores tomen la iniciativa en interés de su pueblo. Es hora de que los débiles hagan frente a los fuertes. Es hora, para algunos países, de repudiar la deuda. (FIN) ____________________
Yin Shao Loong, ex investigadora de la Red del Tercer Mundo,
realiza actualmente un doctorado en ciencias políticas en la New
School for Social Research de Nueva York.
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Este artículo fue publicado el 17 de mayo de 2007 en Agenda
Global, un suplemento semanal que circula los jueves con el
periódico La Diaria de Montevideo, Uruguay.
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