Lunes 19 de Diciembre de 2005
El “paquete de desarrollo” que no es
por Tetteh Hormeku
El “paquete de desarrollo” anunciado por la Unión Europea y Estados Unidos es peligroso y puede impedir el desarrollo real de África. Esta fue la conclusión de Tetteh Hormeku, de Africa Trade Network (Red de Comercio de África), en una presentación realizada en una mesa redonda organizada por la Red del Tercer Mundo sobre “Servicios, productos industriales y agricultura: ¿Qué hay en juego?”. A continuación, ofrecemos un resumen de esa presentación.
El director general de la Organización Mundial del Comercio (OMC), Pascal Lamy, y el comisario de Comercio de la Unión Europea, Peter Mandelson, están impulsando un acuerdo temprano sobre el paquete de desarrollo para demostrar su “buena fe”. Este frenesí de actividad es resultado del fracaso de la Ronda de Doha en esa área hasta ahora. Pero, ¿qué es este paquete y qué no es?
El paquete de desarrollo contenido en el texto ministerial tiene dos elementos principales: primero, el supuesto “trato especial y diferenciado” para los países menos adelantados; segundo, la promesa de “ayuda para el comercio”.
Antes de la Conferencia Ministerial de Seattle, en 1999, los países en desarrollo comenzaron a quejarse de que, tras la conclusión de la Ronda Uruguay, el proceso de implementación de los acuerdos provocó dificultades en sus economías que sólo podrían superar si las normas de la OMC se corregían y reequilibraban.
El trato especial y diferenciado debía ser parte de las normas integrales del GATT, así como las nuevas normas de la Ronda Uruguay que permitieron a los países en desarrollo adoptar obligaciones menos onerosas que los países industrializados, porque las dos categorías de países tienen diferentes niveles de desarrollo y diferentes capacidades.
La historia del trato especial y diferenciado empezó antes que la Ronda Uruguay. Este trato se basa en la idea de que países en diferentes etapas de crecimiento y desarrollo no deberían asumir el mismo nivel de responsabilidades en acuerdos internacionales, porque eso los convierte en socios desiguales. Pero para el final de la Ronda Uruguay, el espíritu del trato especial y diferenciado se había reducido a un concepto más estrecho: los países en desarrollo debían aceptar esencialmente las mismas obligaciones que los países industrializados, y a cambio podían ser exonerados de la implementación de ciertas medidas, así como aplicar diferentes plazos.
Las disposiciones sobre trato especial y diferenciado en los acuerdos finales son en su mayoría meras cláusulas de “mejor esfuerzo”, y los países en desarrollo no pueden obligar a los industrializados a que las apliquen. En Doha, los países en desarrollo reclamaron una aplicación real del trato especial y diferenciado, que fuera más allá de simples plazos más largos para implementar las obligaciones, a fin de integrar plenamente ese principio a la arquitectura de la OMC.
Se realizaron más de 200 propuestas relacionadas, en primer lugar, con el fortalecimiento del trato y diferenciado, y en segundo lugar con la resolución de problemas de aplicación. Sin embargo, desde el lanzamiento de la Ronda Uruguay, no ha habido progreso sobre esas propuestas, salvo sobre 22 que se consideran en general de escaso o ningún valor comercial.
En un intento por lograr un paquete más equilibrado a tiempo para la aproximación de julio este año, se seleccionaron cinco propuestas específicas sobre los países menos adelantados para su inclusión en el paquete. De éstas, las dos más valiosas (sobre acceso libre de aranceles y de cuotas para los productos de los países menos adelantados, y su exoneración de las obligaciones del acuerdo sobre las Medidas en Materia de Inversión Relacionadas con el Comercio, o TRIMS), son materia de interminables discusiones.
Sobre la cuestión del acceso libre de derechos y de cuotas, tanto Estados Unidos como la Unión Europea continúan resistiéndose al reclamo de los países menos adelantados de que ese acceso sea obligatorio y ejecutable en la OMC. Los países industrializados prefieren que continúe la actual situación, en que la condición de acceso libre de cuotas y aranceles se deriva de ofertas unilaterales que pueden retirar en cualquier momento.
Estados Unidos y la Unión Europea están creando la saga más absurda. Por ejemplo, afirman que habrá problemas con el principio de la nación más favorecida si esta oferta se consolida en la OMC. En las negociaciones de Ginebra, la Unión Europea aseguró que, aunque no consolidará su oferta, ésta es sincera y será cumplida. En cierto punto, Estados Unidos y la Unión Europea llegaron a discutir el significado de “consolidar”.
Estados Unidos insiste en dos cosas. Primero, no ampliar el acceso libre de aranceles y de cuotas a todos los productos. Esto vuelve inútil la concesión, porque otorga acceso a productos que los países menos adelantados no producen. Por ejemplo, otorgar libre acceso a las computadoras no tiene sentido para esos países. Segundo, insiste en reservarse el derecho de excluir a ciertos países, una insistencia que provocó los más acalorados debates en las negociaciones de Hong Kong hasta el momento. Depak Patel, ministro de Industria y Comercio de Zambia y presidente del Grupo de Países Menos Adelantados, presentó una fuerte carta de protesta.
En la cuestión del Acuerdo sobre los TRIMS, que prohíbe ciertas exigencias a las inversiones (como el uso de contenido nacional), los países menos adelantados pretenden obtener excepciones para actuales y futuras medidas de inversión relacionadas con el comercio.
Los países menos adelantados no realizaron suficientes notificaciones en la Ronda Uruguay porque la mayoría no contaba con la capacidad ni los conocimientos necesarios para proteger sus derechos.
La creciente marginación de la cuestión del algodón también vuelve absurdo cualquier paquete de desarrollo. Estados Unidos ofreció eliminar el pago de derechos, pero sólo cuando existiera pleno acuerdo sobre modalidades en materia de agricultura. En el ínterin, las limitaciones de la oferta se enfrentarían con fondos de la Cuenta del Desafío del Milenio. Una vez más, esta promesa suena hueca, porque la mayoría de los fondos (si llegan a materializarse) se utilizarán probablemente para pagar servicios de empresas estadounidenses para “asistir” a productores africanos.
El otro elemento central del paquete de desarrollo es la propuesta de “ayuda para el comercio”, cuyo supuesto objetivo es ayudar a los países en desarrollo (no sólo a los menos adelantados) a mejorar su producción y su capacidad de oferta en general. De acuerdo con la redacción actual, sólo existe una promesa de realizar una reunión para discutir este tema en la OMC en la primera mitad de 2006.
Los términos de esta “ayuda para el comercio” tampoco están claros. Por ejemplo, no se sabe si se tratará de nuevos fondos o fondos ya existentes, o de donaciones o préstamos blandos. Los países africanos insisten en que los criterios deben ser claros: los fondos deben ser predecibles, suficientes e incondicionales, y los propios países deben poder decidir para qué utilizar esos recursos. Se estima que 80 por ciento de la Cuenta del Desafío del Milenio ha regresado a Estados Unidos.
A juzgar por las discusiones realizadas hasta ahora en Hong Kong, la asistencia se destinará a la liberalización comercial. Por ejemplo, se propuso que, como parte de la ayuda para el comercio, se establezca un fondo para compensar a los países en desarrollo por la pérdida de ingresos derivada de la reducción arancelaria. Además de lo absurdo de quitarle dinero a los países en desarrollo para luego devolverles una parte en forma de donaciones, esto ignora el problema de la supresión del derecho de esos países a utilizar los aranceles como política de sostén y crecimiento de sus industrias nacionales.
También se teme que el paquete de ayuda para el comercio sea utilizado como herramienta de extorsión. En esta etapa de las negociaciones, el paquete de desarrollo parece una estrategia destinada a ablandar a los países en desarrollo para extraerles concesiones. Se les ofrece nuevos fondos que pueden no proceder de fuentes nuevas, sino del traspaso entre distintos compartimentos de ayuda, a fin de que acepten nuevas obligaciones que pondrían en peligro sus perspectivas de desarrollo, como ser enormes recortes arancelarios en los productos industriales, significativos recortes en los aranceles agrícolas, y un cambio básico en las normas de negociaciones sobre servicios. Es un trato injusto y desequilibrado, y es muy cínico pedirle a los países en desarrollo que lo acepten.
Peter Mandelson llegó a decirles a los países en desarrollo que está trabajando duro por ellos, y que a cambio deben darle servicios. Afirmó abiertamente que no está satisfecho con el polémico Anexo C sobre servicios, y que desea “fortalecerlo”.
Los países industrializados deben detener esta farsa. No deben imponer a los países en desarrollo nuevas y onerosas obligaciones de liberalización que paralizarán sus economías. Deben aceptar medidas más fuertes de trato especial y diferenciado, y resolver los problemas de aplicación. Deben ofrecer una auténtica asistencia a los países en desarrollo para fortalecer su capacidad de producción, primero para el mercado nacional, y después para la exportación. Lamentablemente, esta no es la propuesta del “paquete de desarrollo”. (FIN)
Fuente: Red del Tercer Mundo
Tetteh Hormeku es coordinador de Africa Trade Network
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