Lunes 6 de Junio de 2005
El futuro automotor de China
por Yves Engler y Bianca Mugyenyi
¿Podrá el mundo sobrevivir al floreciente romance de China con los automóviles?
En 1990, había sólo un millón de automóviles en las calles de China. Catorce años después, ese número aumentó a 12 millones, y sólo este año se agregarán 2,4 millones más. Eso es en sí mismo una enorme cantidad de autos, pero las cifras adquieren mayor significación al pensar adónde puede conducir esta tendencia.
Actualmente, China tiene sólo ocho vehículos cada mil residentes, mientras que Brasil tiene 122, Europa occidental un promedio de 584, y Estados Unidos, 940. “Si cada familia china tuviera dos automóviles como las familias estadounidenses, China necesitaría unos 600 millones de vehículos, más que todos los existentes en todo el mundo. Eso sería un gran desastre para la humanidad”, advirtió la ambientalista china Liang Congjie.
¿Pero es realista pensar en la realización de esa cifra, o es sólo una visión cataclísmica? Después de todo, 85 millones de chinos viven todavía con menos de 21 centavos de dólar al día, y otros 500 millones con menos de dos dólares al día, de modo que pasará mucho tiempo antes de que puedan comprarse un Hummer.
Sin embargo, aunque esas personas no puedan adquirir vehículos, ya están sintiendo el enorme impacto de éstos en su vida. China tiene 200 millones de bicicletas, pero algunas ciudades, como Shangai, están prohibiendo su circulación por las calles, para dar lugar a los autos. Lo tradicional es desplazado para dar lugar al brillante futuro automotor.
La vanguardia automovilística ya llegó. Al final de septiembre del año pasado, Shangai se convirtió en sede de la primera carrera de Fórmula Uno en China: 150.000 seguidores atestaron la nueva pista, construida a un costo de 300 millones de dólares. La pista forma parte del nuevo complejo automovilístico Shanghai International Auto City, que costará 5.000 millones de dólares.
Revistas como Autocar tienen nuevas ediciones en chino. Y las ondas de radio nacionales están ahora atestadas de comerciales dirigidos a una nueva audiencia, a la vez cautiva y rica: los automovilistas. Y la empresa Ford produjo su propio programa de televisión, que distribuye gratuitamente a 18 canales chinos. Realizado sobre el modelo del reality show “Survivor” (Sobreviviente), “Ford Maverick Beyond Infinity” presenta a 12 competidores que buscan un tesoro en una isla tropical a bordo de una Ford Maverick SUV. El gran premio es, por supuesto, otra Maverick.
No sorprende tanta generosidad de Ford. Al igual que General Motors, la firma manifestó su convicción de que, para 2025, China superará a Estados Unidos como el mayor mercado de automóviles del mundo. (En Estados Unidos se venden 17 millones de vehículos por año). Beijing está de acuerdo: según sus estimaciones, para 2020 habrá 140 millones de vehículos en las calles de China.
Para satisfacer esta demanda, China no se cansa de asfaltar caminos. Una vez terminadas, sus nuevas autopistas abarcarán un largo equivalente a cuatro vueltas a la Tierra por la línea del Ecuador. Las consecuencias serán devastadoras, teniendo en cuenta que la pavimentación de 20.000 hectáreas de tierras agrícolas (la superficie necesaria para un millón de vehículos) reduce en 80.000 toneladas la producción de granos. Las importaciones agrícolas de China aumentaron 63 por ciento en la primera mitad de 2004, lo que llevó a un déficit de 3.730 millones de dólares en el comercio agrícola semestral. En un país donde la tierra cultivable ya es escasa, cualquier reducción tendrá consecuencias catastróficas.
En toda China, los autos están modelando el paisaje: barrios históricos han sido demolidos para construir nuevas calles; han surgido verdaderos bosques de carteles publicitarios carreteros, y las afueras de grandes ciudades experimentan grandes reformas a medida que ingresan cadenas multinacionales como Wal-Mart.
El país ya tiene el mayor índice de accidentes de tránsito del mundo. Sólo el año pasado, murieron más de 100.000 personas por esa causa, cinco veces más que hace 20 años. En muchas de las mayores ciudades chinas, la mitad de la contaminación del aire procede directamente de los vehículos, y siete de los centros urbanos más contaminados del mundo se encuentran ahora en China. Aunque los automovilistas chinos generan sólo tres por ciento de los gases de invernadero que producen sus pares estadounidenses, el verdadero problema del futuro radica en la creciente sed china de petróleo.
Hasta mediados de los años 90, China se autoabastecía de petróleo, pero ya no. Actualmente, el gigante asiático es el segundo consumidor de petróleo del mundo, tras desplazar a Japón en 2003. La demanda china representó 40 por ciento del crecimiento de la demanda mundial desde 2000, y se estima que para 2020, China precisará ocho millones de barriles más por día. Con menos de dos por ciento de las reservas de petróleo del mundo, él país deberá importar la mayor parte del crudo. Aun entonces, China consumirá sólo dos tercios de la cantidad de petróleo que consume Estados Unidos, aunque tiene el cuádruple de territorio y una población cinco veces mayor.
Los gobernantes comunistas están cada vez más preocupados por la seguridad del suministro nacional de petróleo, como quedó demostrado por la creación el año pasado de la Oficina Nacional de Reservas Estratégicas de Petróleo. En Washington hay una ansiedad similar.
Algunos analistas llegaron a sugerir que la invasión de Iraq fue una respuesta al creciente apetito chino de petróleo. De hecho, la invasión anuló un contrato sobre petróleo por 26 años que Beijing había firmado con el régimen de Saddam Hussein. El Washington Post informó lo siguiente: “Estados Unidos está construyendo una red de bases militares y misiones diplomáticas cuyo principal objetivo es proteger su acceso a yacimientos de petróleo en lugares volátiles como Nigeria, Camerún, Chad y Santo Tomé, e, igualmente importante, negarle ese acceso a China”.
Además, China y Japón están enfrentados por planes rivales de construcción de un oleoducto para importar petróleo desde la terminal siberiana de Angarsk, Rusia, lo que causó un grave deterioro de las relaciones bilaterales. China también ha recurrido a la oferta de armas o “tecnologías de doble uso” para atraer a países ricos en petróleo, como Arabia Saudita e Irán. Mientras, tiene 4.000 soldados en Sudán que protegen sus intereses petroleros, y ha entablado amistad con el régimen corrupto de Gabón, rico en petróleo.
La creciente necesidad de recursos llevó a empresas chinas a buscar en todo el mundo productos básicos. La industria automovilística tiene un apetito voraz y variado: consume cobre, aluminio, plástico, hierro, plomo, caucho, vinilo, acero y chips de computadora. China se convirtió recientemente en el mayor consumidor mundial de acero, mineral de hierro, cobre, aluminio y cemento, lo que elevó el precio de esos productos a niveles récord.
Empresas de todo el mundo han comenzado a responder a la creciente necesidad de minerales de China. Reuters informó que la demanda del sector automotor chino llevó a la compañía Abra Mining a reabrir sus raras minas de plomo en Australia, clausuradas por largo tiempo. Al final del pasado octubre, otras dos firmas australianas, Mineralogy e International Minerals, firmaron un contrato por 7.800 millones de libras esterlinas para vender a China 12 millones de toneladas anuales de mineral de hierro en los próximos 25 años.
La compañía acerera china Baosteel unió fuerzas con la brasileña Vale do Rio Doce en un proyecto de 1.500 millones de dólares para construir una fábrica de acero en la costa norte de Brasil, mientras que la productora de aluminio Chalco, de China, tiene una asociación con la misma compañía brasileña para construir una refinería de aluminio de 1.000 millones de dólares, también en el norte de Brasil. China también importa crecientes cantidades de caucho de Tailandia, Indonesia y Malasia, además del brutal régimen de Birmania.
¿Esto debe ser así necesariamente? Los observadores más optimistas creen que China podría desarrollar un sistema modelo de vehículos a hidrógeno. Dado que el mercado automovilístico de China está destinado a ser el mayor del mundo dentro de una generación, puede revolucionar el mercado mundial y conducir a un futuro basado en el hidrógeno. Los analistas señalan que el gobernante Partido Comunista prometió invertir 200 millones de dólares en los próximos dos años en tecnologías de hidrógeno para automóviles.
Lamentablemente, no hay mucho espacio para el optimismo. Aquellos que presentan a China como un campo fértil para la tecnología basada en el hidrógeno no ven que las firmas petroleras están instalando estaciones de servicio a lo largo de las carreteras, que se están erigiendo refinerías de petróleo y que se están fabricando y comprando automóviles con motores de combustión interna. En suma, los intereses de los combustibles fósiles se arraigan rápidamente.
Y aunque el gobierno ha invertido en hidrógeno, le falta mucho para alejarse del petróleo. En 2000, ordenó a municipios de todo el país que abolieran 238 tasas diferentes relacionados con los automóviles. Asimismo, las normas chinas sobre gasolina, aunque fueron fortalecidas recientemente, son aún más débiles que en Europa y América del Norte. Los automóviles fabricados en China consumen de 10 a 15 por ciento más combustible que los fabricados en países industrializados. Además, el consumo promedio anual por vehículo, de 2,28 toneladas de combustible, es de 10 a 20 por ciento más alto que en Estados Unidos y 100 por ciento más alto que en Japón.
Una razón es que los compradores de automóviles chinos prefieren grandes modelos sedán, con considerables volúmenes de descarga. Entre 2001 y 2003, la venta anual de camionetas SUV en China se duplicó, llegando a 200.000 vehículos. Y los subsidios a la gasolina hacen que llenar el tanque sea más barato que en casi cualquier otro país importador de petróleo. La gasolina en China vale menos de un tercio que en Gran Bretaña, por ejemplo.
Hace una década, los automóviles de China absorbían cerca de 10 por ciento del consumo nacional de petróleo, en aquel entonces mucho menor. Actualmente, esa proporción se acerca a un tercio, y para el final de esta década se prevé que los automóviles y camiones ligeros consumirán más de 40 por ciento de todo el petróleo de China. Si el país continúa en esta senda de desarrollo, no hay razón para creer que los automóviles no consumirán algún día la mitad de petróleo nacional, o más.
En otras palabras, el día en que el futuro sea lo que indica nuestro presente, estaremos acabados. – Third World Network Features 2817/05
Acerca de los autores: Yves Engler y Bianca Mugyenyi son periodistas independientes.
Este artículo fue publicado por primera vez en The Ecologist (marzo de 2005, Red road rising).
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