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Comercio

Lunes 4 de Abril de 2005

Norte propone intercambio desigual sobre acceso a mercados no agrícolas

por Yilmaz Akyuz

En las actuales negociaciones comerciales multilaterales, los países industrializados piden a los países en desarrollo que liberalicen su comercio de productos industriales, consoliden sus aranceles, los recorten drásticamente rubro por rubro y los acerquen al nivel arancelario del Norte industrial. Cualquier acuerdo multilateral futuro sobre recortes arancelarios generalizados se aplicaría a todos los rubros que ya están consolidados de uno u otro modo. Además, los compromisos se realizan por tiempo indefinido, no por un plazo específico a renegociar según el resultado obtenido.



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Es cierto que las normas del GATT permiten a los países recurrir a aranceles antidumping o salvaguardis. En teoría, también es posible que los países renegocien sus aranceles de acuerdo con el Artículo XXVII del GATT.

Sin embargo, se trata de disposiciones excepcionales y temporarias, destinadas a corregir posibles efectos adversos de las importaciones sobre industrias existentes. Su propósito no es permitir que los países establezcan industrias competitivas en sectores de valor agregado más dinámico y las protejan de industrias más maduras en países más avanzados.

Se pide a los países en desarrollo que realicen una rápida liberalización pese a las pruebas de que las pasadas políticas de liberalización “big bang” no produjeron los beneficios esperados, y además, en muchos casos causaron graves dificultades de balanza de pagos y desindustrialización. Se les reclama apertura aunque sus industrias no están maduras para competir con industrias más avanzadas de países desarrollados.

En ausencia de medidas para apoyar y proteger a las industrias nacientes, los países en desarrollo podrían quedar atrapados en el modelo actual de división internacional del trabajo, especializándose en productos basados en recursos naturales y con uso intensivo de mano de obra, sin poder avanzar hacia la industrialización ni subir la escalera tecnológica.

Esto sería así aun si estos países obtuvieran ciertos beneficios inmediatos en cuanto a un mayor uso de sus recursos naturales y mano de obra no especializada, como resultado del aumento del acceso a mercados de países industrializados.

Como la industrialización ocurre por oleadas e implica la introducción de nuevas industrias y productos con mayor valor agregado y contenido de tecnología, con el tiempo puede ser necesario subir los aranceles en algunos sectores y bajarlos en otros.

Un país pobre no precisa aranceles para proteger industrias de bienes de capital en fase inicial de desarrollo, dado que todavía no las tiene. Sin embargo, con el tiempo, puede ser necesario introducir aranceles para fomentar a las empresas que producen maquinaria y equipos. Pero esto no será posible si los niveles actuales de aranceles aplicados se toman como base para determinar los aranceles consolidados.

Las propuestas realizadas por los países industrializados se contradicen con su propia experiencia sobre el uso de aranceles para su desarrollo industrial. A fines del siglo XIX, el ingreso por habitante en Estados Unidos era similar al de los países en desarrollo actualmente (unos 3.000 dólares) y su promedio ponderado de aranceles aplicados a las importaciones manufacturadas era cercano a 50 por ciento, frente a 8,1 por ciento en los países en desarrollo y 13,6 por ciento en los países menos adelantados en la actualidad.

Estados Unidos mantuvo su promedio de aranceles industriales en alrededor de 40 por ciento en los años entre las guerras mundiales. En 1950, cuando su ingreso por habitante se acercaba a 10.000 dólares, su promedio de aranceles aplicados todavía era más alto que el actual promedio de los países menos adelantados.

En 1950, Alemania, Francia y Gran Bretaña tenían un promedio de aranceles industriales de 18 a 26 por ciento, aunque sus ingresos por habitante excedían por amplio margen los de los países en desarrollo actualmente.

Cuando los actuales países industrializados estaban en diferentes etapas de su desarrollo industrial, no existía armonización entre ellos. En los años entre las guerras, el promedio de aranceles industriales varió entre cero y cinco por ciento en Gran Bretaña, cuatro y seis por ciento en Holanda, 20 y 21 en Alemania, 20 y 30 en Francia, 22 y 46 en Italia, y 37 y 48 en Estados Unidos.

En los acutales países industrializados, la liberalización de aranceles continua y generalizada es un fenómeno reciente, que comenzó gradualmente con la madurez industrial en los años dorados de la posguerra, en el contexto de un rápido crecimiento económico. Aun en 1980, su promedio de aranceles era similar al de los países en desarrollo hoy en día: el promedio ponderado de aranceles aplicados era ese año de ocho por ciento en Francia, Alemania y Gran Bretaña, y siete por ciento en Estados Unidos.

Algunas de las fórmulas propuestas actualmente en las negociaciones de la OMC sobre acceso a mercados no agrícolas implican que el promedio ponderado de aranceles aplicados de los países en desarrollo debería reducirse en más de dos tercios, y el de aranceles consolidados, en más de tres cuartos con respecto a su nivel actual.

Estos recortes serían más profundos que los realizados por la mayoría de los países industrializados en los 30 años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Entre 1950 y 1980, el promedio de aranceles industriales aplicados se redujo a cerca de la mitad en Estados Unidos y Francia, menos de dos tercios en Gran Bretaña y poco más de dos tercios en Alemania.

Los países industrializados ofrecen recortar sus aranceles sobre productos cuya exportación interesa a los países en desarrollo a cambio de que éstos realicen recortes en todos los sectores, incluso en industrias que todavía no han desarrollado.

Gran parte de los aranceles que los países industrializados proponen recortar se aplican a sectores que usan mano de obra en forma intensiva, como los textiles, la vestimenta y el calzado, que no tienen posibilidades de ganar competitividad en esos países y debieron eliminarse gradualmente hace tiempo, en lugar de ser protegidos artificialmente por altos aranceles y barreras no arancelarias. En contraste, los países en desarrollo recortarían aranceles que los podrían ayudar a fomentar industrias de valor agregado y uso intensivo de tecnología. Independientemente de los porcentajes acordados, tal intercambio es injusto, por las consecuencias que tendría para el desarrollo industrial del Tercer Mundo.

Sobre el autor: Yilmaz Akyuz fue director de la División de Globalización y Estrategias de Desarrollo y economista jefe de la UNCTAD. Este artículo contiene los puntos principales de un trabajo que el autor publicará próximamente. (SUNS)




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