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Comercio

Miércoles 2 de Marzo de 2005

OMC fija objetivos demasiado ambiciosos

por Martin Khor

Una reunión colateral de ministros de Comercio celebrada en Davos habría fijado el ambicioso objetivo de terminar la actual ronda de negociaciones de la OMC para 2006 y alcanzar acuerdos básicos sobre “modalidades” antes de la reunión ministerial de Hong Kong, el próximo diciembre. Pero ésta no será tarea fácil, porque subsisten grandes diferencias sobre todos los temas clave en discusión.

La reunión en enero de líderes políticos y empresariales en el exclusivo centro turístico de Davos, Suiza, descolló en los medios por la presencia de celebridades cinematográficas como Sharon Stone (que recaudó un millón de dólares para comprar redes antimosquitos para África), Angelina Jolie y Richard Gere.

Menos publicitada, pero más importante, fue una reunión “mini-ministerial” con la participación de ministros de Comercio de 23 países.

La reunión de un día de duración, el 29 de enero, fue organizada por el ministro de economía de Suiza, Joseph Deis, para “lanzar un proceso político” que reencauzara este año las negociaciones de la Organización Mundial del Comercio (OMC).

Lo que ocurra este año es importante para la imagen de la OMC, que celebrará una Conferencia Ministerial en Hong Kong en diciembre. Dos de las conferencias ministeriales de la OMC terminaron en estrepitoso fracaso (Seattle, 1999, y Cancún, 2003), y sería un gran golpe para la organización que Hong Kong también finalizara en desacuerdo.

Los líderes de la OMC quieren entonces trazar una “hoja de ruta” antes de diciembre para garantizar el éxito en Hong Kong. Pero los países están divididos sobre la mayoría de los asuntos en la actual ronda de negociaciones (conocida como el programa de Doha) e incluso sobre qué constituiría un “éxito” en Hong Kong.

Las primeras negociaciones del año tuvieron lugar en la OMC y se refirieron a cómo reducir los aranceles de importación sobre los productos manufacturados, pero no lograron un acuerdo sustancial. Los países ricos impulsaban profundos recortes arancelarios para todos los productos en los países en desarrollo, de modo que sus empresas pudieran ganar mayor acceso a los mercados del Sur.

Pero muchos países en desarrollo, aunque no rechazan cierto grado de liberalización, se oponen a consolidar todos sus aranceles y abatirlos abruptamente de una vez. Temen que muchos de sus productos no puedan competir con las importaciones más baratas y que algunas industrias nacionales deban cerrar, aumentando el desempleo.

Así, se suscitó una reñida batalla en la OMC sobre cuántos productos los países en desarrollo deberían comprometer mediante “consolidación” arancelaria, qué fórmula usar para abatir los aranceles y si se debería aplicar un “criterio sectorial” para reducir a cero los aranceles en algunos sectores seleccionados.

Aunque la mayoría de las personas consideran que las negociaciones comerciales son técnicas y aburridoras, muchos gobiernos se han dado cuenta de que las decisiones allí tomadas pueden tener efectos muy profundos sobre la situación económica y social de sus países, para mejor o para peor. Por esa razón, ahora es más difícil que antes obligar a líderes nacionales a firmar acuerdos que no entienden o que pueden perjudicar a sus países.

La actual ronda de negociaciones de la OMC involucra muchos asuntos, entre ellos la agricultura, bienes industriales, servicios y problemas de desarrollo (trato especial para los países en desarrollo y solución de sus problemas de implementación de las normas).

La ronda debió finalizar en diciembre de 2004, pero ese plazo venció y debe fijarse otro. El ministro de Comercio suizo dijo en Davos que, a su criterio, la ronda debía finalizar en 2006.

Para que eso ocurra, la reunión de Hong Kong debe acordar “modalidades” sobre cómo liberalizar el comercio de bienes agrícolas e industriales, y debe haber un progreso significativo en cuanto a la liberalización de los servicios y los problemas de desarrollo.

En vista de las diferencias sobre todos estos asuntos, la mayoría de los analistas consideran imposible que las negociaciones terminen en 2006. Por lo tanto, fijar metas tan ambiciosas para la conferencia de Hong Kong no parece sensato, porque se estaría preparando la escena para otro colapso.

Un alto funcionario de la OMC opinó que, si no se logra un acuerdo básico sobre cuestiones clave antes de julio, será mejor que la conferencia de Hong Kong tenga un tono bajo. De lo contrario, las negociaciones serán muy tensas y se correrá el riesgo de otro derrumbe al estilo Cancún que el sistema no podrá tolerar.

Para lograr decisiones rápidas, los países en desarrollo pretenden que un grupo de ministros impulse el proceso, en lugar de dejar el trabajo a los negociadores de Ginebra. Quieren más “mini-ministeriales”, como la de Davos. De hecho, ya se planificaron reuniones de ese estilo para marzo en Kenia, mayo en París, y noviembre en Beijing y Seúl.

Pero la mayoría de los países no fueron invitados a incorporarse a este proceso. Como en el pasado, muchos están ofendidos por su exclusión. Esto revivirá la vieja acusación de que las verdaderas decisiones las adopta un puñado de países, mientras todos los demás son presionados para aceptarlas.

El cronograma anunciado en Davos (la ronda a finalizar en 2006 y los principales aspectos o modalidades que deberán acordarse en Hong Kong) parece muy optimista, dada la complejidad y las diferencias de posiciones sobre los asuntos.

En un nivel más profundo, existe una profunda diferencia de perspectiva general entre los países industrializados y en desarrollo. Aquéllos sostienen que están haciendo un sacrificio al reducir subsidios agrícolas, y a cambio exigen que éstos abran sus mercados de productos agrícolas, manufacturas y servicios.

Por otro lado, los países del Sur no consideran que los compromisos del Norte sobre agricultura sean significativos. Por ejemplo, todavía no se acordó la fecha para poner fin a los subsidios a las exportaciones, y también se sospecha que no habrá ninguna reducción efectiva en los subsidios internos.

En todo caso, los países industrializados ya prometieron liberalizar su agricultura en la última ronda, y a cambio los países en desarrollo aceptaron nuevos acuerdos sobre servicios y propiedad intelectual que no les favorecen.

Desde la perspectiva de los gobiernos del Sur, es injusto que, después de haber pagado, se les pida pagar otra vez. En el sector agrícola, los subsidios de los países ricos permanecerán mientras los pobres tendrán que reducir sus aranceles, corriendo el riesgo de que sus agricultores sean arruinados por importaciones baratas.

En cuanto a los bienes industriales, los países en desarrollo se enfrentan a un “bloque unido” del Norte que se propone recortar drásticamente sus aranceles industriales mediante una fórmula radical, y también hacer que consoliden casi todos sus aranceles a niveles bajos. Esto eliminaría la flexibilidad que tienen actualmente para reducir los aranceles a su propio ritmo.

Con respecto a los servicios, los países industrializados buscan abrir muchos sectores en los países en desarrollo, pero éstos temen abrirse porque no desean que sus firmas nacionales sean barridas por gigantescas empresas extranjeras de servicios.

En relación con los “problemas de desarrollo”, que supuestamente deben tener prioridad, poco se ha logrado, porque los países ricos en general se niegan a asumir compromisos.

Existe entonces el peligro real de que los actuales desequilibrios en las normas de la OMC permanezcan, y de hecho se agraven, pese a que las actuales negociaciones se llamen “Ronda de Desarrollo”.

Con tantos asuntos a resolver y tantas divisiones, será realmente una tarea muy ardua alcanzar los ambiciosos objetivos fijados, es decir, finalizar la ronda en 2006 y lograr acuerdos básicos sobre la mayoría de los temas antes de diciembre, para la conferencia de Hong Kong. – Third World Network Features

Acerca del autor: Martin Khor es director de la Red del Tercer Mundo.




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