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Instituciones Financieras Internacionales

Viernes 4 de Junio de 2004

Activistas contra el FMI y el Banco Mundial en su 60º aniversario.

por Soren Ambrose

En el 60º aniversario del FMI y el Banco Mundial, la oposición a sus desacreditadas políticas adoptó diversas formas en ocasión de las reuniones de primavera de las instituciones, realizadas el pasado mes de abril en Washington DC.

Un acontecimiento importante en esas protestas ha sido el surgimiento de una firme oposición a las “gemelas” de Bretton Woods, expresada desde dentro del propio Estados Unidos.

En ocasión del 60º aniversario de la creación del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, los activistas de los Estados Unidos por la justicia mundial llamaron a una movilización en las reuniones de primavera de ambas instituciones, que se realizaron en Washington DC en abril. (Si bien el aniversario técnicamente es en julio y las reuniones de otoño generalmente se consideran más importantes, hubo consenso entre los organizadores de que una movilización un mes antes de las elecciones presidenciales sería inviable).

El 60º aniversario de las instituciones es también el 10º aniversario de una oposición firme desde dentro de los Estados Unidos, que se hace oír.

El daño provocado por el FMI y el Banco Mundial no ha sido un secreto, por supuesto, y los movimientos de “Global South” se han estado reuniendo desde los primeros megaproyectos del Banco Mundial y los primeros programas de ajuste estructural del FMI. Pero en los Estados Unidos, la atención pública no estaba realmente focalizada en las instituciones, hasta que en 1993-94 se creó la campaña 50 Años es Suficiente.

La campaña, en los Estados Unidos y en docenas de otros países, se centró en la crisis de la deuda, los fracasos del ajuste estructural, la falta de transparencia que impera en las instituciones, y los destructivos proyectos de represas, explotación petrolera y otros programas de infraestructura del Banco Mundial. Ayudó a poner la mira en la globalización empresarial, lo que desembocó en las manifestaciones de Seattle contra la Organización Mundial de Comercio en 1999, y pocos meses después congregó a 25.000 opositores del FMI y el Banco Mundial en Washington. Ahora, 10 años más tarde, el FMI y el Banco Mundial enfrentan su 60º aniversario habiendo cambiado muy poco,lamentablemente.

Se han realizado algunas mejoras en materia de transparencia e información –sus páginas Web están llenas de datos, y el FMI dice ahora que dará a conocer informes de sus reuniones después de cinco años (antes era a los 30 años). Pero la mayor parte de la información está en inglés, y muy poco de eso es traducido a los idiomas que habla la gente que seguramente será la más afectada por un proyecto de construcción de una represa, una central eléctrica o una carretera. Y las reuniones de directorio de ambas instituciones siguen siendo cerradas, sin actas que luego sean dadas a conocer y sin que los ciudadanos tengan forma alguna de saber cómo están representados cuando se adoptan decisiones fundamentales. La estructura antidemocrática ("un dólar, un voto”) del FMI y el Banco Mundial se amplifica por la falta casi total de responsabilidad por las decisiones adoptadas.

Empujados por las campañas de Jubileo que en el año 2000 lograron un máximo grado de receptividad internacional, el FMI y el Banco Mundial aprobaron su propio esquema de gestión de la deuda. Pero éste no logró ofrecer los niveles de mitigación prometido, dejando a muchos países en situaciones de endeudamiento oficialmente “insustentable”, incluso después de su graduación. Los campañistas tenían sospechas de que el programa era una forma sofisticada de engatusar a los países para que no tomaran la opción de la moratoria. Eso fue luego confirmado por informes del Banco Mundial en los cuales se revelaba que el programa nunca había tenido intenciones de cumplir con lo que prometía.

Las instituciones han respondido a la pérdida de reputación del “ajuste estructural” cambiándole el nombre. Quince años después de 1984 anunciaron que a partir de ese entonces los programas serían conocidos como “reducción de la pobreza y crecimiento”. Al exigir a los gobiernos que dieran participación a organizaciones de la sociedad civil a la hora de formular sus propios programas de ajuste estructural, las instituciones trataron de responder a la acusación de que no solicitaban la participación de las poblaciones afectadas. Pero los procesos participativos han sido en gran medida una simulación y en ninguno de ellos la gente ha podido argumentar en contra de la liberalización del comercio y las inversiones, las subas de las tasas de interés, la privatización y otras políticas que están en la base del ajuste estructural. La iniciativa está siendo ahora ampliamente considerada como una maniobra de relaciones públicas y un torpe intento por cooptar la sociedad civil y que parezca que firma su propia sentencia de muerte.

Una historia de ultrajes Incluso en una época en que prima el unilateralismo de los Estados Unidos, la Administración Bush acepta dejar que las instituciones multilaterales (en las cuales los Estados Unidos pueden ejercer cuando quieren una influencia prácticamente ilimitada) continúen haciendo el trabajo sucio de reestructurar y monitorear los programas económicos de la mayoría de los países en desarrollo.

En efecto, las instituciones tienen un largo historial de servicio a los gobiernos que las controlan, prestándose a imponer, con un rostro afable,“científico”, políticas económicas que preservan los privilegios de poderosas empresas, inversionistas y países, a expensas de pueblos más vulnerables.

Los programas del FMI/Banco Mundial han provocado el desmantelamiento de los sistemas de atención de la salud en África, dejándolos más susceptibles al azote del HIV/Sida. Los recortes presupuestarios han dejado hospitales en un estado desesperado, con falta de personal y sin medicamentos básicos.

Los cánones que deben pagar los usuarios, que el Banco Mundial sigue defendiendo todavía a pesar de haber aceptado de mala gana que dejen de reclamarse en las escuelas, impiden que los sectores empobrecidos acudan al médico y eso ha disminuido en gran medida la utilización de las clínicas.

Cuando el Banco Mundial aduce ser el que más fondos aporta a los programas para el Sida, su afirmación debería ser ubicada en el contexto de la devastación que trajo en los años pasados, y del reconocimiento de que los préstamos que concede a los países que no califican para las donaciones para programas de HIV/Sida, como los del Caribe, se añaden a la monumental carga de la deuda de los países que son sus clientes. En efecto, recién a partir de 2003 los programas de HIV/Sida pasaron a estar financiados por donaciones; las deudas acumuladas en años anteriores por programas similares en países que calificaban para donaciones, no se cancelan.

Hace tiempo que las instituciones han insistido en la liberalización del comercio y la dependencia de las exportaciones –los pilares de la globalización empresarial. En la medida que la mayoría de sus clientes producen los mismos cultivos comerciales –café, té, algodón, flores, cacao- y que la ley de la oferta y la demanda no ha sido abolida, muchos se han preguntado si la histórica caída de los precios mundiales de los productos básicos (commodities) es realmente un accidente lamentable o una maniobra calculada para bien de las empresas multinacionales posicionadas para beneficiarse del mercado de compradores permanentes. El Banco Mundial ha alentado nuevas producciones de café en Vietnam, aún cuando los precios mundiales de este producto siguen bajando. Son los agricultores pobres de Nicaragua y Etiopía quienes pagan los costos, no los grandes comerciantes de café, como Nestlé.

Quizás lo más hipócrita sean las predicciones anuales del FMI acerca del aumento de las ganancias por las exportaciones de café y otros productos básicos, seguidas del reconocimiento año tras año de que una vez más estaban equivocadas. Uganda, para poner un ejemplo especialmente irritante, fue el primer país en calificar en 1999 para la mitigación de la deuda dentro del programa de las instituciones denominado Países Pobres Muy Endeudados. Pero desde entonces ya ha alcanzado dos veces niveles de endeudamiento oficialmente “insustentables” porque los burócratas del FMI mantienen bajos los niveles de mitigación, planificando a partir de altos niveles de ingresos por concepto de exportaciones, fijados de manera irreal.

Las protestas de los funcionarios del Banco Mundial en los últimos años acerca del sistema de comercio mundial y las manipulaciones del Norte al respecto parecen particularmente faltos de sinceridad, después de 20 años de estar reestructurando los mercados mundiales ¿Vamos a creer realmente que el Banco recién ahora se da cuenta de que las políticas que ha impuesto no funcionan frente al dumping, los subsidios y los mercados clausurados del Norte?

Impávido, la última idea del Banco Mundial para los países más pobres del mundo es exigirles que entreguen el suministro de los servicios públicos más básicos, en especial agua, a abastecedores privados. Esta medida ya ha causado aumentos de precios en varios países, y revueltas en otros.

Una mano tendida a la sociedad civil: ¿manipulación u oportunidad?

El Banco Mundial en particular ha estado ansioso por limpiar su reputación en los últimos 10 años, participando en evaluaciones participativas del impacto de sus políticas. Estableciendo grupos especiales independientes conjuntamente con grupos de la sociedad civil, representantes comerciales y funcionarios de gobierno, ha logrado dar cierta imagen de amplitud de criterios, buscando las mejores respuestas a los dilemas de desarrollo que se suponía abordaba. Pero después de la alharaca publicitaria inicial por la formación de esos grupos especiales, el Banco no mantuvo la coherencia entre sus dichos y sus hechos.

En el primero de los procesos y el más exhaustivamente diseñado, la Iniciativa de Evaluación Participativa del Ajuste Estructural, iniciada en 1997, el Banco se apartó cuando resultó evidente que los resultados condenarían las políticas de austeridad que había impulsado durante 25 años.

La Comisión Mundial sobre Represas llegó a una recomendación de consenso en el año 2000 de que las grandes represas deberían ser construidas únicamente después de que se cumpliera con una serie de criterios rigurosos. El Banco, que había ayudado a crear la comisión, terminó anunciando que no acataría sus resultados. En efecto, el año pasado el Banco anunció que reactivaría sus obras de infraestructura,entre ellas las grandes represas, que ahora denomina proyectos “de alto riesgo, grandes beneficios” (un eslogan que ha llevado a los activistas a preguntar “¿Riesgo de quién? ¿Y beneficios para quién?”). Esa decisión congregó en Washington a los activistas que han sufrido las consecuencias de grandes represas en India (Sardar Sarovar) y Zimbabwe (Kariba).

Iniciaron una huelga de hambre de tres días en un parque frente a la calle de la sede del Banco Mundial para reclamar que se pusiera fin al desplazamiento involuntario y que se compensara a quienes han sido perjudicados por las acciones y la negligencia de las acciones del Banco Mundial.

Revisión de las Industrias Extractivas

El esfuerzo más reciente del Banco Mundial por demostrar una actitud equitativa ha sido la Revisión de las Industrias Extractivas, un examen del impacto de su apoyo a los proyectos de petróleo y minería, en el cual desempeñó un papel preponderante en todas las etapas - hasta la elaboración del informe. Ahora que se han hecho las recomendaciones, el Banco no está conforme con que reclamen una eliminación gradual de su participación en las industrias sucias, en función de la destrucción ambiental, el cambio climático y porque se ha revelado que lejos de ayudar a mitigar la pobreza, las industrias extractivas la exacerban.

El proyecto de respuesta del Banco al informe fue un rechazo casi total, pero los activistas pusieron más presión diciendo que una institución pública que rechaza los resultados de una evaluación que inició y en la que participó, ha sacrificado cualquier pretensión de responsabilidad. La decisión final sobre cómo el Banco tratará las recomendaciones debía tomarse poco después de las reuniones de abril, pero ahora ha sido postergada hasta junio o julio. Los activistas con experiencia en industrias extractivas llegaron de Nigeria, Ghana, Paraguay, Bolivia, Kazakhstan, Kyrgyzstan, India y Filipinas para presentar su caso en las reuniones de primavera. Todo indica que las presiones se están haciendo sentir, y que el Banco se verá obligado a realizar concesiones importantes, si bien una verdadera eliminación gradual es bastante improbable.

El tipo de intervención más visible de la sociedad civil –vigorosas protestas callejeras- estuvo en evidencia una vez más en Washington en el mes de abril. Más de trescientos manifestantes de todo Estados Unidos se reunieron para escuchar a los activistas de Global South dar a conocer sus perspectivas acerca de las instituciones, en su 60º aniversario, y marcharon hacia las vallas erigidas por la policía para proteger a los delegados. Se pedía a las instituciones que se retiraran –en realidad, se pedía el retiro del sistema económico que ostensiblemente cree en el fundamentalismo de mercado según el cual dejar que consumidores y vendedores determinen los precios y ofertas sin que medie ninguna intervención externa posibilitará una economía estable e incluso una sociedad estable. El fracaso de esta idea, vendida a los entusiastas liberales del Norte por los intereses comerciales y financieros, que casi ciertamente la consideran tan solo como una cobertura conveniente para obtener cada vez más ganancias, resulta ahora claro para toda persona que se preocupe por analizar las pruebas de los últimos 25 años.

Las diversas y diferentes formas que la oposición adoptó en las reuniones de primavera de 2004 –desde cabildeo a debates, o una conferencia con más de 50 oradores, hasta manifestaciones y una huelga de hambre que duró tres días-demostraron que la sociedad civil está utilizando todas las herramientas disponibles para poner fin al reinado de esas instituciones corruptas y encaramadas en el poder. Diez años después de la primera coordinación mundial de oposición al FMI y el Banco Mundial, la necesidad de reconocer nuestros éxitos y fortalezas es tan clara como imperativo es redoblar nuestros esfuerzos por librar a los países en desarrollo de esos agentes de guerra económica. (FIN) Third World Network Resurgence.




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