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Instituciones Financieras Internacionales

Martes 30 de Marzo de 2004

Contenidos y perspectivas del reciente “Consenso de Río”

por Carlos Abin

Lula y Kirchner a paso de carga.

La asociación estratégica entre Argentina y Brasil ha experimentado un nuevo impulso en el encuentro de Kirchner y Lula que tuvo lugar en Río de Janeiro el 16 de marzo. Ese impulso se refleja en el clima de la reunión y, particularmente, en el contenido de los documentos que emergieron de la misma: el Consenso de Río y el Acta de Copacabana.

Exactamente 5 meses después de firmado el Consenso de Buenos Aires por los mismos actores, en momentos en que la administración Kirchner mantiene un enfrentamiento con el FMI en el que se juega en gran medida el futuro de la Argentina, y en que Brasil impulsa una política internacional fuertemente autónoma y enfrentada a Estados Unidos –especialmente en lo relativo a las negociaciones del Alca, la reformulación y ahondamiento del Mercosur, la consolidación del G20 y el desarrollo de iniciativas diplomáticas que apuntan a la creación de un área comercial “sur-sur”- la mini cumbre de Río no es, en modo alguno, un hecho accidental.

Los objetivos más visibles de la reunión se orientan a poner de manifiesto el apoyo ahora incondicional de Brasil a su vecino en el sostén de su postura firme ante el FMI y los acreedores privados, la definición de una orientación política común ante los organismos financieros internacionales en referencia a algunos temas decisivos que impactarán en futuras negociaciones, y la profundización de las expresiones concretas de aquella alianza estratégica que, a la vez, constituyen un mensaje claro y enérgico para los vecinos y socios más próximos, para los restantes países del área latinoamericana, para los Estados Unidos, para la Unión Europea y aún el conjunto de la comunidad internacional.

El “Consenso de Río”

Brasil –que luce como un actor menos heterodoxo o más disciplinado ante el establishment financiero- ha evolucionado rápidamente desde el relativo distanciamiento inicial, hacia una actitud de apoyo creciente a la postura argentina. Al tiempo que la presidenta interina del FMI, Anne Krueger, exigía públicamente aumentar los pagos de la deuda argentina, Kirchner y Lula firmaban en Copacabana la “Declaración sobre la cooperación para el crecimiento económico con equidad”. Este documento, ahora conocido como “Consenso de Río” contiene algunas definiciones trascendentes habida cuenta de su alcance y de la coyuntura en que fueron establecidas:

a) Los presidentes firmantes consideran que “las actuales características del sistema financiero internacional plantean contradicciones entre el desarrollo sostenido y su financiamiento”, entendiendo que en la arquitectura financiera internacional “deberán desarrollarse mecanismos adecuados para evitar las crisis”.

b) En este contexto concuerdan en que “resulta evidente que la estabilidad macroeconómica regional proveerá a cada país el campo fértil para su crecimiento” afirmando a la vez que “la esfera comercial y la financiera no son ámbitos aislados. Por el contrario, la relación entre comercio, finanzas y crecimiento es crucial para alcanzar un desarrollo económico y financiero sostenible.”

Sobre estos ejes se articulan las conclusiones racionalmente derivadas, que son –a la vez- los elementos esenciales del acuerdo. Los presidentes de Brasil y Argentina acordaron en consecuencia:

Primero: “Conducir las negociaciones con organismos multilaterales de crédito asegurando un superávit primario y otras medidas de política económica que no comprometan el crecimiento y garanticen la sustentabilidad de la deuda, de modo tal de preservar inclusive la inversión en infraestructura.”

Segundo “… otorgar un tratamiento fiscal diferenciado de las inversiones asociadas al financiamiento de instituciones multilaterales para el desarrollo.”

Tercero: “Revisar los mecanismos de licitación de los financiamientos de organismos multilaterales con el objeto de fortalecer las inversiones nacionales y regionales sin perjuicio de las reglas de transparencia.”

Cuarto: “Elaborar alternativas para neutralizar los efectos negativos derivados de los desequilibrios generados en el mundo desarrollado.”

Quinto: “Desplegar acciones conjuntas para la apertura de mercados y la eliminación de subsidios en los países industrializados, como instrumento indispensable para el crecimiento de los países en desarrollo y para contribuir al equilibrio y morigeración de los flujos de capitales.”

Sexto: “Impulsar mecanismos para incrementar el ahorro doméstico y regional, con vistas a fortalecer el crecimiento del ingreso.”

Hay aquí definiciones políticas de singular importancia explicitadas, a mayor abundamiento, por Roberto Lavagna –el canciller argentino- al comunicar a la prensa que ambos presidentes coincidieron en que “el crecimiento es el elemento central de la política y el superávit fiscal un instrumento”, o dicho por él mismo de otra manera: “es importante tener superávit fiscal, pero eso debe servir para crecer.” En una aplicación concreta de esta postura, Argentina y Brasil canalizarán conjuntamente un planteo ante el FMI a fin de obtener que las inversiones de infraestructura no sean contabilizadas como gastos, intentando quebrar así uno de los “sagrados” principios neoliberales cuyo objetivo real ha sido exprimir de las economías débiles hasta el último recurso para aplicarlo a los pagos de la deuda, con el efecto perverso de constreñir constantemente el gasto público, suprimir de hecho un instrumento de política anticíclica para los casos de recesión y poner nuevos obstáculos en el camino al desarrollo. En el entorno del presidente argentino, además, se ha venido estudiando la idea de incluir a los planes sociales en el mismo elenco que las inversiones de infraestructura, eliminándolos del rubro “gastos” que habitualmente se contabilizan –según las normas del FMI- para determinar el superávit fiscal. Momentáneamente, la pretensión conjunta no incluyó los gastos relacionados con políticas sociales, dado que Brasil no ha avanzado lo suficiente en el análisis de esta variante.

Las intenciones de los presidentes no se agotan en el terreno de lo declarativo. Como prueba de ello el mismo documento define los pasos siguientes que comprenden la realización de una reunión de las autoridades económico-financieras y las cancillerías de ambos países en un plazo de 60 días, para desarrollar y concretar estas propuestas y –a la vez- dispone invitar a los socios del Mercosur y de sus Estados Asociados a participar de este proceso poniendo de manifiesto una aspiración política cuyo horizonte aparece y se formula como considerablemente más amplio. No es exagerada entonces la calificación de “histórico” que los cancilleres Celso Amorim y Rafael Bielsa asignaron al documento. Complementariamente, el embajador argentino en Brasilia, Juan Pablo Lohle, confirmó que Néstor Kirchner se ha trazado como objetivo el ubicar la relación con su gran vecino “en el máximo nivel histórico”.

El Acta de Copacabana

La reunión presidencial en el hotel Copacabana Palace arrojó otros resultados. Lula y Kirchner firmaron un Acta que expresa –en otros planos- los esfuerzos de coordinación política entre ambos países, que se articulan y complementan a través de una serie de medidas acordadas:

Los jefes de estado se congratulan de esa creciente coordinación “de la que es clara afirmación la participación de un diplomático argentino en la representación brasileña en el Consejo de Seguridad de la ONU durante el año 2004” –participación que fuera oportunamente ofrecida por Brasil a partir de su ingreso al organismo el 1º de enero de este año.

Al tiempo que condenaron los atentados de Madrid, ingresaron en la esfera de decisiones en materia de comercio internacional, asumiendo los compromisos de acelerar el acuerdo de libre comercio con la Unión Europea –mientras el proceso de negociación del Alca permanece notoriamente estancado-, de profundizar los vínculos con los países del área andina y con la India, y de laborar conjuntamente con vista a la cumbre de jefes de Estado y gobierno que en diciembre de este año tendrá lugar en Brasilia a iniciativa del gobierno brasileño.

Dispusieron asimismo instruir a sus respectivas cancillerías para que se aboquen a instrumentar la puesta en marcha de consulados conjuntos, adelantado una experiencia piloto que se desarrollará inicialmente en Hamburgo y en Boston. Se designará un funcionario de cada uno de ambos países para establecerse con carácter permanente en la cancillería del otro. Los embajadores de Brasil y Argentina ante terceros países, en adelante, deberán reunirse cada dos meses para coordinar políticas e intercambiar información.

Los avances en materia comercial y diplomática se complementan con instrumentos de integración física a través del desarrollo de obras de infraestructura de carácter vial y ferroviario. En el ámbito cultural, se prevé la redacción conjunta de las bases para un premio binacional de arte, comprometiéndose la asignación de los recursos correspondientes.

Tres reacciones significativas

Mientras se desarrollaba la reunión de Río, el presidente argentino recibió una llamada de Rodríguez Zapatero, quien comprometió el apoyo incondicional de España a su postura. Un cambio relevante, consecuencia del resultado de la reciente elección en la madre patria.

Por el contrario, mucho más próximo geográficamente pero situado en irracionales antípodas desde el punto de vista político, el presidente uruguayo, Jorge Batlle, rechazó la invitación de sus poderosos vecinos afirmando –con su acostumbrada y patética arrogancia- que Uruguay no tiene nada que arreglar con el FMI .

A su vez el Dr Tabaré Vázquez –a quien las encuestas prometen la victoria en las elecciones uruguayas del 31 de octubre próximo- se recostó decididamente a sus vecinos: “Con la Argentina y Brasil la negociación de la deuda externa la vamos a hacer en conjunto, no aislados”. Si el resultado de las elecciones nacionales en Uruguay es el que anuncian los politólogos, en poco menos de un año un nuevo y resuelto socio podrá sumarse –con algo de retraso- al proceso de asociación estratégica en que brasileños y argentinos parecen decididos a avanzar con desacostumbrada aceleración.




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