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Miércoles 13 de Noviembre de 2002

Trabajadores chinos caen por roturas de la red de seguridad social

La transición de China hacia la economía de mercado y las posteriores reformas de las empresas estatales provocaron un alto desempleo que se agravará con la incorporación del país a la Organización Mundial del Comercio (OMC). La incapacidad de los servicios de seguridad social para satisfacer las demandas de la población podría conducir a una grave inestabilidad social, y ya se han producido varias protestas.
Por Zhao Miaomiao y Wen Chihua

Agosto de 2002

Beijing – El sistema de seguridad social de China cayó en crisis debido a los cambios económicos radicales que dejaron a millones sin empleo. Los intentos por reparar el daño han sido escasos y tardíos, y ahora los ministros están preocupados por el descontento social.

Cuando China se abrió al resto del mundo, a principios de la década de 1980, comenzó su transición hacia la economía de mercado. Las reformas de las empresas públicas empezaron a fines de la década de 1990, cuando muchos trabajadores descubrieron que sus habilidades ya no eran necesarias para las industrias modernas.

El impacto ha sido enorme: entre 1998 y 2001, más de 25,5 millones de personas fueron despedidas de empresas estatales, según la Oficina de Información del Consejo de Estado, el gabinete chino. En abril de este año, el gobierno predijo que el desempleo se triplicaría en los cuatro años siguientes.

Antes de las reformas estructurales, la mayoría de los chinos trabajaba para el Estado, ya fuera en una compañía, fábrica o instituto. Pero las reformas pusieron fin el sistema “de la cuna a la tumba”, en el que las empresas públicas eran responsables no sólo del empleo vitalicio de sus funcionarios, sino también de su vivienda, gastos médicos, pensión e incluso la educación de sus hijos.

Actualmente, los servicios de seguridad social apenas pueden satisfacer cinco por ciento de la nueva demanda, afirmó Wang Zhikun, jefe del Departamento de Atención Social del Ministerio de Asuntos Civiles, responsable de los servicios sociales.

Antes, el sistema se ocupaba de los ancianos, discapacitados, huérfanos y familias de “mártires revolucionarios”, en su mayoría residentes rurales. “La seguridad de los trabajadores urbanos estaba garantizada a través de su empleo vitalicio, que se conocía como ‘el tazón de arroz de hierro’”, explicó Wang. Pero las reformas quitaron mucho arroz del tazón, y ahora muchos trabajadores urbanos enfrentan un futuro incierto.

Estadísticas gubernamentales situaron el índice urbano de desempleo en 3,6 por ciento a fines de 2001, pero el Consejo de Estado estimó que la cifra está cerca de 10 por ciento. El Consejo pronosticó un agravamiento del desempleo en 2002 como resultado del ingreso de China en la OMC, en diciembre del año pasado, que implica más reestructuraciones.

Li Jigang es un ingeniero de 48 años de la ciudad sudoccidental de Chongqing, un centro de industrias pesadas que ha sufrido una masiva pérdida de puestos de trabajo. Li fue despedido en 1997 cuando la fábrica de armas para la que trabajaba pasó a fabricar productos civiles. “Todos mis conocimientos se volvieron obsoletos”, recordó.

La fábrica le pagó indemnización por despido, pero “esa suma se acabó en dos años, y además mi esposa perdió el empleo porque la fábrica textil donde trabajaba cerró”, dijo.

Para ayudar a familias como la de Li, el gobierno lanzó en 1997 un programa que ofrece una pensión básica de subsistencia a los residentes urbanos que perdieron su trabajo debido a las reformas. Para febrero de 2002, 13 millones de personas dependían de esa pensión para sobrevivir.

“La pensión básica de subsistencia está pensada para que los pobres urbanos y los ingresos de una familia desempleada no caigan por debajo del nivel de vida mínimo de una localidad”, explicó Wang. Ese nivel varía de una ciudad a otra. En Beijing, se sitúa en el equivalente a 34 dólares al mes, pero el promedio nacional apenas supera los 18 dólares.

Pese a la inyección adicional de dinero, el sistema de seguridad social de China ha quedado rezagado respecto de los cambios económicos y sociales del país.

“El sistema, que funcionó bien durante la economía planificada por casi medio siglo, se enfrenta a la contradicción entre la escasez de fondos y la creciente demanda de servicios de bienestar social y pensiones”, señaló el funcionario.

En abril, el viceministro de Trabajo Wang Dongjin advirtió que el creciente desempleo “bien podría afectar nuestra estabilidad social” y acarrear graves consecuencias.

“El gobierno ha devuelto a la sociedad y a la familia muchas de las funciones sociales que había asumido”, comentó Sarah Cook, una investigadora británica del Instituto de Estudios de Desarrollo, de la Universidad de Sussex, trasladada temporalmente a la oficina de la Fundación Ford en Beijing. Cook examina el sistema de protección social chino en un estudio titulado “Luego del tazón de arroz, la extensión de la red de seguridad en China”.

En las áreas urbanas, señala el estudio, la atención de la salud se ha transformado en una gran preocupación entre los trabajadores desempleados. Las reformas determinaron que tanto el empleado como el empleador estatal deban pagar el seguro de salud.

Pero los trabajadores desempleados que no pueden pagar sus primas de seguro se enfrentan a gastos médicos inaccesibles. El creciente costo de la atención de la salud y la educación hace que las familias con hijos, los enfermos y los ancianos enfrenten dificultades especiales.

La falta de inversión en recursos humanos acarreará costos “a largo plazo” para la sociedad, advirtió Cook.

Li, de Chongqing, es una prueba viviente de ello. “No he visto un médico desde que perdí mi empleo. Tengo miedo de no poder pagar los medicamentos si me enfermo de gravedad, dado que los costos son muy altos”, dijo.

Zhu Ling, subdirectora del Instituto de Economía de la Academia China de Ciencias Sociales, con sede en Beijing, estuvo de acuerdo con Cook. “Los trabajadores despedidos, que antes eran considerados la clase dominante, se sienten traicionados por el gobierno. A menos que las autoridades reconsideren seriamente el problema de la atención médica, es improbable que la estabilidad social dure mucho tiempo”, previno.

Las reformas son necesarias, admitió Wang Zhikun, pero señaló que la introducción de la pensión básica de subsistencia es el primer paso hacia la reforma del actual sistema de seguridad social, junto con la ayuda de instituciones de caridad.

“A largo plazo, el programa de pensiones básicas de subsistencia no funcionará, simplemente porque no se puede esperar que resuelva el problema del desempleo”, vaticinó un profesor de economía política de la Universidad del Pueblo, de Beijing, que prefirió mantener su nombre en reserva.

Sarah Cook consideró que la pensión básica de subsistencia “es quizá la respuesta a corto plazo más importante del gobierno chino al crecimiento de la inseguridad urbana y la pobreza”, y que “en parte se originó en el temor al descontento social”.

Enfrentado a la posibilidad de inestabilidad social, el gobierno asignó este año 550 millones de dólares adicionales al programa de pensiones básicas de subsistencia.

Este año se registraron varias y grandes protestas de trabajadores y pensionistas en China, informó la British Broadcasting Corporation. En marzo, hasta 80.000 jubilados protestaron en las ciudades nororientales de Daqing y Liaoyang por falta de pago de sus pensiones. Otras manifestaciones por salarios impagos tuvieron lugar en mayo y junio. – Third World Network Features/PANOS. (FIN) --- Sobre los autores: Zhao Miaomiao y Wen Chihua son colaboradores de Panos Features, donde se publicó este artículo por primera vez (Panos Features, julio de 2002).

Al reproducir este artículo, acredítelo a Third World Network Features y, si corresponde, a la revista cooperadora o agencia involucrada, y ponga el pie de autor. Sírvase enviarnos recortes.

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