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Comercio

Lunes 9 de Setiembre de 2002

NO a una nueva ronda en Doha

Entre el 5 y el 8 de noviembre 2001, en la víspera de la cuarta reunión ministerial de la OMC en Doha, tuvo lugar un foro mundial sobre globalización y comercio global en Beirut. Representantes de la sociedad civil de cinco continentes recharon la propuesta de expandir el poder de la Organización Mundial de Comercio a través de una nueva ronda de negociaciones.

Asistieron a la reunión representantes de la sociedad civil de cinco continentes para tomar posición sobre la reunión de Doha de la OMC y su agenda. En el foro también se discutió sobre el nuevo desarrollo global y la atmósfera de militarización y guerra que dominan actualmente todos los aspectos de la vida en el planeta.

Luego de numerosas sesiones y talleres, los participantes declaran lo siguiente:

La importancia de la reunión de Doha radica en el hecho de que será la primera reunión global después de los ataques del 11 de setiembre y después del comienzo de la guerra en Afganistán. También es la primera vez que tiene lugar en un país árabe, no lejos de la sitiada Iraq y de Palestina, donde los palestinos enfrentan una continua ocupación israelí.

Esta nueva realidad nos obliga a ser cautelosos contra las presiones de los países desarrollados para que hagan más concesiones. Rechazamos cualquier uso del comercio global o sus mecanismos como herramientas en la actual guerra declarada.

Siete años desde de la creación de la OMC nos han dado tiempo suficiente para examinar las promesas de prosperidad, desarrollo, apertura de mercados a los productos de las naciones en desarrollo, y los numerosos beneficios éstas hubieran gozado por integrarse a la organización. Lo que sucedió en realidad fue completamente lo contrario. El estancamiento económico se expandió para incluir cada vez más países. Los países en desarrollo enfrentaron enormes pérdidas en sus economías e intercambio. Las medidas proteccionistas en los países del norte global continuaron siendo un obstáculo a los productos del sur. La agricultura y la seguridad alimentaria sufrieron tremendas pérdidas y daños. La brecha tecnológica entre norte y sur no tiene precedentes, en tanto las barreras impuestas a la transferencia de tecnología se han vuelto más fuertes, y se ha bloqueado el libre movimiento de la fuerza de trabajo.

La implementación de los acuerdos de la OMC y sus mecanismos ha mostrado estar completamente sesgada a favor de las grandes multinacionales y el capital global. La OMC no otorga ninguna consideración a la justicia internacional, ni a los intereses de los países en desarrollo, ni tampoco a los propios pueblos del norte global. Está totalmente en contra del desarrollo y del derecho de los pueblos al desarrollo, lo cual explica la emergencia de un movimiento global opuesto a la existencia de la OMC, su rol y sus mecanismos.

La retórica del libre mercado es una ideología tendenciosa a favor del capital global. El objetivo de la OMC está en total oposición con los principios de la justicia social, los derechos humanos, y los convenios internacionales. Nuestra crítica a la OMC se basa en lo que la humanidad acordó décadas atrás: la carta de Naciones Unidas sobre los derechos humanos. La Declaración sobre el Derecho al Desarrollo de 1986 establece, en su primer artículo, que el derecho humano al desarrollo requiere de la completa implementación del derecho a la autodeterminación. Esto incluye la completa e incuestionable soberanía de los pueblos sobre sus recursos naturales y riqueza.

La OMC se propone convertirse en una autoridad del comercio por sobre países y naciones, eliminando así en la práctica la capacidad de éstos para formular políticas sociales, económicas y financieras para lograr el desarrollo. La OMC también elimina la autoridad de los sistemas legales nacionales en todas las áreas que caen bajo su órbita. Esto vacía de significado el derecho al desarrollo, y la mayoría de los derechos económicos y sociales de los pueblos e individuos. Priva a los pueblos de herramientas políticas, institucionales y legales, que les permitirían crear políticas nacionales de desarrollo y los medios para alcanzarlas.

Las reglas vigentes de la OMC apuntan a hacer del comercio un principio absoluto e integral. Dejan de lado el desarrollo, los derechos humanos y los intereses de los pueblos, donde son readaptadas al comercio global y no lo contrario.

La creación de una organización global con tal poder y autoridad es una cuestión peligrosa en sí misma. Se torna cada vez más inquietante a la luz del actual empuje hacia una militarización de la globalización y la hegemonía unipolar de la decisión global.

Basados en lo expuesto, los participantes en el Foro Mundial de Beirut, al concluir sus discusiones, declaran la siguiente posición ante la cuarta reunión ministerial en Doha el 9 de noviembre de 2001:

1) Rechazamos una nueva ronda de negociaciones de la OMC y cualquier inclusión de nuevos temas en la agenda, especialmente aquéllos conectados con inversiones, competencia, adquisiciones del gobierno, y otros temas que abrumarán la reunión y pondrán a los delegados de los países en desarrollo en una posición donde les sea imposible seguir las negociaciones sobre todos estos temas al mismo tiempo.

2) Urgimos a realizar una reevaluación de los acuerdos previos a la luz de la práctica de su implementación que mostró una gran sesgo en contra de los intereses de los países en desarrollo. Esto incluye la reevaluación y corrección, o anulación, de acuerdos perjudiciales, o de aquéllos que fueron firmados bajo presión o por ignorancia. Estos serían factores que eliminan la voluntad y corrompen el contrato.

3) Demandamos la cancelación de los acuerdos sobre la propiedad intelectual que impiden la provisión de servicios de salud adecuados a las poblaciones de los países en desarrollo; que bloquean la transferencia de tecnología, y protegen los intereses de las organizaciones supranacionales, facilitando el robo de las herencias culturales y genéticas de los países en desarrollo.

4) Demandamos que la agricultura sea excluida del ámbito de la OMC y que se prohiba el dumping practicado por las corporaciones multinacionales. Esto significa el levantamiento de los subsidios agrícolas en los países industrializados, y la apertura de sus mercados a los productos agrícolas de los países en desarrollo. También incluye el derecho de los países en desarrollo a crear políticas nacionales para desarrollar y proteger su agricultura y trabajadores agrícolas. Asimismo significa el rechazo de cualquier medida orientada a monopolizar la producción de semillas a través de patentes y de modificación genética.

5) Rechazamos la inclusión de los servicios básicos (agua, salud, educación, etc.) en los acuerdos de comercio, ya que están conectados directamente al bienestar de los pueblos. Los servicios básicos deben permanecer bajo el control de los pueblos a través de sus instituciones nacionales y no de las fuerzas del mercado y el propósito de una rápida ganancia.

6) Rechazamos la inclusión de normas laborales en los acuerdos de la OMC y urgimos a adherirse a las normas de la OIT.

7) Rechazamos cualquier transgresión de los tratados ambientales internacionales, y demandamos que los acuerdos y prácticas comerciales se adhieran al respeto a la seguridad ambiental y a las normas de salud.

8) Rechazamos los mecanismos internos de la OMC, especialmente su proceso de resolución de conflictos, por no ser ni democráticos ni transparentes, y por no proveer representación equitativa en el proceso de toma de decisiones. Demandamos la creación de nuevos mecanismos en base a esas condiciones y a las capacidades de los países en desarrollo.

La economía y el comercio globales deben basarse en la consolidación de la justicia global y la igualdad. Deben permitir que los países se beneficien del avance económico, científico y tecnológico. De esta forma, el comercio global fortalecerá la paz y la estabilidad global y no se convertirá en un instrumento de conflicto y guerra.

Nuestro mundo no está a la venta y la vida y el bienestar de los pueblos no son mercancías para comerciar.

El movimiento de protesta global que logró detener la reunión de Seattle dos años atrás, debido a la acumulación de la lucha, la coordinación y la solidaridad entre sus componentes, es ahora capaz de detener la nueva ronda en Doha y, haciendo valer el respeto de los derechos de los pueblos y los derechos de los países en desarrollo en particular, lograr el desarrollo, la justicia social y la paz.

Cambiar de lugar las reuniones de la OMC de un país a otro para evitar lo que sucedió en Seattle en 1999 no resolverá el problema. Lo que demandamos es que la OMC cambie sus mecanismos y sus contenidos, no la sede de sus reuniones. Si la OMC no lo hace, entonces cualquier reunión, donde quiera que sea, se convertirá en otro Seattle.

Beirut, 8 de noviembre de 2001




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