El dramático fracaso de la Tercera Conferencia Ministerial de la Organización Mundial de Comercio (OMC), que tuvo lugar en diciembre en Seattle, seguramente será recordado como uno de los acontecimientos más significativos de la última década del milenio. Después de 10 años de negociaciones comerciales multilaterales en las cuales el Norte pudo imponer al Sur -casi sin esfuerzo- su propia agenda, la debacle de Seattle fue un cambio saludable.
Si bien la causa inmediata del fracaso fue la incapacidad de Estados Unidos y la Unión Europea de salvar sus diferencias, el factor más importante fue la actitud de los países en desarrollo, que no se dejaron avasallar. No obstante, fue la sociedad civil -especialmente las protestas callejeras- las que pusieron a Seattle y a la OMC en los titulares de la prensa.
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