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La batalla por la "bioseguridad" se anotó un gran éxito cuando los firmantes de la Convención de Biodiversidad aceptaron finalmente establecer un protocolo internacional legalmente obligatorio para las partes.
Pero esto es solo una media victoria. Si bien ha sido aceptada la necesidad de medidas para controlar las actividades de la ingeniería genética, ahora se iniciarán arduas y complicadas negociaciones en torno a la naturaleza, el alcance y la operacionalidad del referido protocolo.
Si el acuerdo es un protocolo débil, sin cambios reales sobre la situación actual de total libertad, será peor que no tener ninguno. La existencia de una regulación irrelevante llevará a la gente a pensar que, ahora que los gobiernos hicieron algo, no hay de qué preocuparse.
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