No. 54 - Marzo 1996
La batalla por la "bioseguridad" se anotó un gran éxito cuando los firmantes de la Convención de Biodiversidad aceptaron finalmente establecer un protocolo internacional legalmente obligatorio para las partes.
Pero esto es solo una media victoria. Si bien ha sido aceptada la necesidad de medidas para controlar las actividades de la ingeniería genética, ahora se iniciarán arduas y complicadas negociaciones en torno a la naturaleza, el alcance y la operacionalidad del referido protocolo.
Si el acuerdo es un protocolo débil, sin cambios reales sobre la situación actual de total libertad, será peor que no tener ninguno. La existencia de una regulación irrelevante llevará a la gente a pensar que, ahora que los gobiernos hicieron algo, no hay de qué preocuparse.
La batalla por la "bioseguridad" se anotó un gran éxito cuando los firmantes de la Convención de Biodiversidad aceptaron finalmente establecer un protocolo internacional legalmente obligatorio para las partes.
Pero esto es solo una media victoria. Si bien ha sido aceptada la necesidad de medidas para controlar las actividades de la ingeniería genética, ahora se iniciarán arduas y complicadas negociaciones en torno a la naturaleza, el alcance y la operacionalidad del referido protocolo.
Si el acuerdo es un protocolo débil, sin cambios reales sobre la situación actual de total libertad, será peor que no tener ninguno. La existencia de una regulación irrelevante llevará a la gente a pensar que, ahora que los gobiernos hicieron algo, no hay de qué preocuparse.
La decisión de contar con un protocolo fue tomada por la Conferencia de las Partes, el máximo cuerpo de decisión de la Convención de Biodiversidad, el cual se reunió en Jakarta en noviembre de 1995.
Esta fue una victoria para los países del Sur, ayudados por unos pocos países del Norte (principalmente los nórdicos), que habían venido reclamando la necesidad de un protocolo en los últimos años.
La lucha por un protocolo fue apoyada también por numerosas entidades civiles que trabajan en temas relacionados con el medio ambiente y el desarrollo, así como por personalidades científicas preocupadas con los efectos potencialmente adversos de las modernas biotecnologías.
Con energía y eficacia, ellos llamaron la atención sobre los innumerables riesgos ambientales, sanitarios y sociales, planteados por la biotecnología; la transferencia incontrolada del Norte hacia el Sur de organismos y proyectos elaborados por la ingeniería genética; y la necesidad de establecer controles nacionales e internacionales para esta actividad.
Los partidarios de un protocolo fueron muy resistidos por algunos países del Norte (en especial, Estados Unidos, Australia y Japón). Pero tal vez debido a la creciente inquietud del público sobre los riesgos potenciales de la biotecnología, esa oposición se diluyó finalmente en Jakarta.
La Revista del Sur ha dado una extensa cobertura de este tema. En este número volvemos a insistir, con una puesta al día del proceso que condujo a la decisión sobre el protocolo, así como los más recientes estudios científicos y debates políticos en materia de bioseguridad.
Los Editores
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