No. 90 - Abril 1999
Protocolo de Bioseguridad: un poco de historia
La Conferencia sobre Bioseguridad, celebrada en la ciudad colombiana de Cartagena del 14 al 23 de febrero, que debía culminar con la firma del Protocolo de Bioseguridad, dejó de manifiesto los poderosos intereses que dirimen la seguridad ambiental, alimentaria y de la salud del planeta.
El Convenio sobre la Diversidad Biológica, negociado bajo los auspicios del Programa de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente (PNUMA), fue adoptado en mayo de 1992 en Nairobi y abierto para su firma en la Cumbre de la Tierra el 5 de junio de 1992. Entró en vigor el 29 de diciembre de 1993, y a partir del 1 de julio de 1996, 152 países pasaron a ser Partes del Convenio.
Si bien Estados Unidos se negó a firmarlo, el Convenio fue considerado un logro importante a pesar de tener carencias que podrían perjudicar al Tercer Mundo (ver Revista del Sur Nº 15, 1992). Por su parte, el entonces presidente George Bush también consideró que el texto tenía "carencias graves". Las carencias para Estados Unidos se referían a las exigencias del Artículo 14 de realizar un análisis de la seguridad en la biotecnología, con lo que se consideraría ilegal la falta de reglamentación de Estados Unidos en ese aspecto y fortalecería las reglamentaciones referidas a la salud humana y la seguridad ambiental.
Por otro lado, el Artículo 19 del Convenio sobre la Diversidad Biológica, en el inciso 3 estipula que "Las Partes estudiarán la necesidad y las modalidades de un protocolo que establezca procedimientos adecuados, incluido en particular el consentimiento fundamentado previo, en la esfera de la transferencia, manipulación y utilización de cualesquiera organismos vivos modificados resultantes de la biotecnología que puedan tener efectos adversos para la conservación y la utilización sostenible de la diversidad biológica". Y en el 4, que "Cada Parte Contratante proporcionará, directamente o exigiéndoselo a toda persona natural o jurídica bajo su jurisdicción que suministre los organismos a los que se hace referencia en el párrafo 3, toda la información disponible acerca de las reglamentaciones relativas al uso y la seguridad requeridas por esa Parte Contratante para la manipulación de dichos organismos, así como toda información disponible sobre los posibles efectos adversos de los organismos específicos de que se trate, a la Parte Contratante en la que esos organismos hayan de introducirse".
O sea que las Partes debían considerar la necesidad y modalidades de un protocolo que abordara los aspectos relativos a los riesgos potenciales a la biodiversidad y la salud humana planteados por los organismos vivos modificados, es decir, los organismos transgénicos resultantes de la manipulación genética. A tales efectos se estableció un Grupo de Trabajo Ad Hoc sobre Bioseguridad, de participación abierta, que se reunió por primera vez del 22 al 26 de julio de 1996 en Aarhus, Dinamarca, y mantuvo sucesivamente otras cinco reuniones más, siendo la última la realizada en Cartagena, Colombia, del 14 al 23 de febrero pasado.
Esta sexta reunión que debía culminar con la firma del Protocolo de Bioseguridad, dejó de manifiesto los poderosos intereses que, en ancas de la biotecnología, dirimen la seguridad ambiental, alimentaria y de la salud del planeta.
El martes previo al inicio de la reunión, más de 110 países de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), junto con la Unión Europea, habían logrado llegar a un consenso en torno a un Protocolo de Bioseguridad. Pero después de 10 días de reuniones, Estados Unidos y sus aliados -Australia, Canadá, Uruguay, Argentina y Chile- se negaron a aceptar la solución propuesta insistiendo en un tratado más restringido que tuviera el mínimo impacto posible sobre el comercio de una industria multimillonaria en pleno crecimiento.
Algunos de los puntos en discusión fueron los siguientes:
1. Productos de consumo: Estados Unidos, Canadá, Australia, Argentina, Chile y Uruguay formaron, previo a esta reunión, el llamado grupo de Miami, con el fin de excluir del ámbito del Protocolo los "productos de consumo". Dicho concepto entró por primera vez en estas negociaciones, y es objetivo del grupo de Miami que sólo las semillas para ser sembradas y reproducidas entren en el ámbito del protocolo, quedando por fuera todos los otros productos de consumo, como por ejemplo semillas para la alimentación (granos), vacunas, microorganismos, agentes de control biológico, etc.
2. Productos derivados: el debate giró en torno a si los productos derivados debían entrar o no en el Protocolo. La propuesta del grupo de Miami fue que sólo aquellos que sirvieran para la reproducción, lo que dejaría por fuera, por ejemplo, la harina de maíz, los alimentos procesados, los aceites, etc.
3. Aspectos socioeconómicos: el grupo de Miami pretendía excluir todas las consideraciones socioeconómicas de la evaluación de riesgos y de los procedimientos de acuerdo fundamentado previo, que es el mecanismo operativo del protocolo.
4. Salud humana: igual que el anterior.
5. Principio de precaución: el grupo de Miami pretendía incluirlo sólo en el preámbulo y los objetivos, y tan solo como "enfoque de precaución".
6. Responsabilidad y compensación: hubo tres posiciones al respecto: que no hubiera ningún mecanismo de responsabilidad, que se dilatara para el Convenio de las Partes, es decir, que se desarrollara posteriormente, o que se estableciera en ese momento un mecanismo. El Grupo de Miami defendió la posición de excluir del texto la responsabilidad socioeconómica que las empresas y países exportadores de productos manipulados genéticamente deberían asumir en caso de daños, intencionales o accidentales, de fuerte impacto económico o social sobre determinado país.
8. Etiquetado: numerosos países no desean que haya etiquetado, aunque aceptan que se hable de identificación únicamente.
Fue la primera vez en más de 20 años que una negociación ambiental internacional concluyó en tal desajuste, comentó Michael Williams, vocero del PNUMA.
Las negociaciones se reanudarán a mediados del año 2000 en fecha y lugar a determinar. Varios países quedaron sumamente molestos por lo que consideraron tácticas prepotentes de Washington y sus aliados, los más poderosos de ellos, grandes exportadores de productos de la biotecnología, tales como cultivos resistentes a insectos y vacunas producidas por el injerto de genes.
Los defensores de los cultivos de la biotecnología anuncian que éstos brindarán seguridad alimentaria mundial y que tendrán mayores rendimientos con menos insecticidas y herbicidas químicos. Insisten en que los productos son rigurosamente probados y hasta ahora no han presentado riesgos de salud o ambientales. Pero los críticos advierten que la tecnología es demasiado nueva y que se convertirá en una bomba de tiempo biológica si tan solo un producto transgénico sale mal.
Los países en desarrollo acusaron al grupo liderado por Estados Unidos de actuar en función de empresas cuyo principal interés es el comercio sin restricciones de los cultivos transgénicos, que en 1998 fueron sembrados en más de 25,6 millones de hectáreas.
|