No. 90 - Abril 1999
La crisis financiera que comenzó en Tailandia en julio de 1997 y a continuación se propagó a numerosos países de Asia oriental con tal velocidad que sus secuelas se sintieron en los mercados financieros de todo el mundo, convulsionando a Rusia al año siguiente, se ha instalado ahora en Brasil y América Latina.
La crisis financiera que comenzó en Tailandia en julio de 1997 y a continuación se propagó a numerosos países de Asia oriental con tal velocidad que sus secuelas se sintieron en los mercados financieros de todo el mundo, convulsionando a Rusia al año siguiente, se ha instalado ahora en Brasil y América Latina.
Al inicio del proceso de la referida crisis, y mientras Wall Street ideaba desesperadamente un plan de emergencia para evitar una crisis financiera generalizada en Estados Unidos, ya se temía que Brasil no iba a poder campear la tormenta. Pero el Fondo Monetario Internacional (FMI) suministró cierta ayuda financiera que aparentemente resolvió el problema.
Pero mirando ahora en retrospectiva, resulta claro que esa intervención solo garantizó un alivio momentáneo. Brasil está a un paso de una crisis financiera total que amenaza no sólo con afectar su economía real sino también con iniciar una cadena de turbulencias en la economía mundial. La moneda brasileña, el real, ha sido objeto de ataques especulativos. Después de un intento costoso pero inútil de defender su valor, el gobierno brasileño renunció y permitió la flotación de la moneda. El real pronto se vino a pique y a fines de enero ya había perdido más del 40 por ciento de su valor. Mientras tanto, miles de millones de dólares abandonaron el país bajo la forma de fuga de capitales.
A medida que el real se devalúa, se alza amenazadoramente el espectro de una renovada inflación. La crisis también ha significado un golpe duro a la credibilidad del FMI. El paquete económico de 41.000 millones de dólares destinado a evitar la crisis ha fallado claramente en su objetivo, aun cuando el gobierno de Fernando Henrique Cardoso ha cumplido con todos las condiciones y prescripciones. El FMI no sólo no logró impedir la crisis sino que su insistencia en la aplicación de elevadas tasas de interés y en la santidad del "mercado libre" la ha exacerbado.
Brasil es la octava economía mundial, y el impacto de la crisis trascenderá largamente sus fronteras. Los países de América Latina seguramente serán las primeras víctimas. El vecino y principal socio comercial, Argentina, ya prevé que sus exportaciones a Brasil se verán resentidas y también teme que sus mercados de exportación puedan ser inundados por productos brasileños más baratos.
Brasil también es uno de los principales mercados sudamericanos para las exportaciones de Estados Unidos, cuyos bancos también están muy involucrados con el sector financiero brasileño. Por tanto, el agravamiento de la crisis de Brasil también podría representar una amenaza para la economía estadounidense.
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