No. 90 - Abril 1999
BRASIL
Un desastre económico patrocinado por el FMI
por
Michel Chossudovsky
Con la devaluación del real, la crisis financiera mundial entró en una nueva etapa. El paquete de rescate de 41.500 millones de dólares organizado por el FMI fue un complot financiero. Aunque supuestamente estuvo destinado a evitar la crisis, no fue más que un "Plan Marshall" para acreedores y especuladores.
Mientras los especuladores de Wall Street reproducen sus ataques mortales, la crisis financiera mundial alcanza un nuevo clímax. La Bolsa de Valores de San Pablo se derrumbó el miércoles 13 de enero, sucumbiendo a la embestida especulativa. La paridad de la moneda brasileña, el real, con el dólar estadounidense había terminado.
Gustavo Franco fue sustituido en la presidencia del Banco Central de Brasil por Francisco Lopes, quien inmediatamente voló a Washington junto con el ministro de Hacienda, Pedro Malán, para realizar consultas de alto nivel con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Departamento del Tesoro de Estados Unidos.
La opinión pública fue intencionalmente mal informada. Se dijo que la "gripe asiática" estaba propagándose, mientras la prensa mundial echaba la culpa al gobernador "renegado" de Minas Gerais, el ex presidente Itamar Franco, por suspender el pago de las deudas del estado con el gobierno federal. La amenaza de incumplimiento por parte de los gobiernos estaduales, afirmaron los medios, afectó la "credibilidad económica" de Brasil.
El Congreso brasileño también fue responsabilizado por realizar cuestionamientos engañosos y no haber aprobado rápida e incondicionalmente en diciembre las prescripciones del FMI, el cual exigió un recorte presupuestal del orden de 28.000 millones de dólares que implica el despido masivo de funcionarios públicos, el desmantelamiento de programas sociales, la venta de bienes del Estado, el congelamiento de pagos a los gobiernos estaduales y la canalización de fondos públicos hacia el pago de los intereses de la deuda externa.
Una decisión sensata
El director gerente del FMI, Michel Camdessus, declaró posteriormente que la devaluación del real constituyó "una decisión sensata para detener la pérdida de reservas", y aprovechó para recordar que Brasilia debe cumplir con los objetivos fiscales establecidos en la firma del acuerdo financiero de noviembre. También aprobó la flexibilidad del régimen cambiario, siempre que se mantengan tasas domésticas de interés "extremadamente altas" y no se introduzcan controles sobre el cambio de moneda, lo cual podría impedir que los inversores muevan libremente sus fondos hacia dentro y fuera del país.
Al insistir en una estricta política monetaria, el FMI se propuso destruir la base industrial de Brasil, apoderándose del mercado interno y acelerando el programa de privatizaciones. La tasa de interés de los préstamos estatales a un día fue incrementada a 32,5 por ciento anual, lo que situó la tasa de los bancos comerciales entre 48,7 y 84,3 por ciento. Numerosas industrias locales, paralizadas por deudas impagables, dieron quiebra. El poder adquisitivo se derrumbó; las tasas de interés sobre los préstamos personales se situaron entre 150 y 250 por ciento, provocando una morosidad masiva.
Sólo unos días antes del miércoles negro (13 de enero), Camdessus reafirmó "la consolidación fiscal como prioridad máxima (...) junto con las medidas de reestructuración y privatización que integran el programa acordado con el Fondo". Mientras tanto, el presidente y el vicepresidente del Banco Mundial, James Wolfensohn y Joseph Stiglitz respectivamente, que criticaron la promoción de altas tasas de interés en Asia oriental por el FMI, también expresaron su respaldo. "Nos satisface el informe final del ministro Malán sobre sus reuniones en Washington, y también su invitación a intensificar nuestro diálogo", afirmaron.
Para el lunes 18 de enero, la bolsa de San Pablo se había recuperado transitoriamente. Aunque la confianza se había reinstaurado, el real había perdido más de 20 por ciento de su valor en menos de una semana. Para fines de enero, se había devaluado más de 40 por ciento, causando un aumento inmediato en los precios del combustible, los alimentos y otros productos básicos de consumo. El pan aumentó 10 por ciento. Así, el colapso de la moneda nacional contribuyó a empeorar el nivel de vida en un país donde la mitad de la población, de 160 millones de habitantes, vive por debajo de la línea de pobreza. Asimismo, la devaluación golpeó el cinturón industrial de San Pablo, donde la tasa oficial de desempleo alcanzaba 17 por ciento en 1998. En los días siguientes al miércoles negro, empresas multinacionales como Ford, General Motors y Volkswagen confirmaron el despido de miles de obreros.
Luz verde de Wall Street
Tras su agitado fin de semana en Washington, Malán se dirigió a Nueva York para reunirse en la mañana del 20 de enero con el especulador financiero George Soros, el vicepresidente del Citigroup William Rhodes, Jon Corzine de Goldman Sachs y David Komansky de Merrill Lynch, en el edificio de la Reserva Federal. Este encuentro a puertas cerradas con los "acreedores de último recurso" de Brasil fue crucial: Rhodes había encabezado la Comisión de Banqueros de Nueva York en representación de unas 750 instituciones acreedoras, y había negociado la reestructuración de la deuda externa de Brasil (Plan Brady) cuando Fernando Henrique Cardoso era ministro de Hacienda. El Plan Brady coincidió con el lanzamiento en 1994 del Plan Real, en representación de acreedores y especuladores. El tipo de cambio fijo, junto con la estructura y las altas tasas de interés del Plan Real, sirvieron para aumentar la deuda interna de 60.000 millones de dólares en 1994 a más de 350.000 millones en 1998.
Aunque los resultados de la reunión matutina no se hicieron públicos, Bill McDonough, de la Reserva Federal (organizador del encuentro), confirmó que las deudas interna y externa de Brasil estaban consideradas bajo control. "No es necesario reestructurar la deuda externa de Brasil", afirmó. El ministro Malán lo ratificó, diciendo que no habría renegociación ni perdón de la deuda para su país.
Medicina preventiva
A primera vista, la actual situación de Brasil parece una reproducción de la crisis asiática de 1997. La "medicina económica" prescrita por el FMI es muy similar a la impuesta en 1997-98 a Corea del Sur, Indonesia y Tailandia. La diferencia radica en que, en el caso de Asia, el "rescate" del FMI fue negociado después de la crisis. En otras palabras, el FMI sólo llegó al rescate tras los ataques especulativos, una vez que las monedas nacionales se habían derrumbado y que las deudas nacionales se habían disparado.
En cambio, la operación del FMI en Brasil fue negociada antes de la crisis, como parte de un nuevo acuerdo entre el FMI y el Grupo de los Siete (G-7) países más industrializados. En este caso, la medicina tenía por fin la "prevención" y no la "curación". Oficialmente, tenía como objetivo prevenir un desastre financiero. Además, el dinero fue entregado antes de la devaluación.
Este "programa preventivo" anunciado por el presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, fue lanzado a fines de octubre. Los líderes del G-7 habían acordado "ayudar a países económicamente saludables" a evitar los peligros de la especulación monetaria, y para ello crearon un "fondo preventivo" de miles de millones de dólares. El objetivo declarado consistía en impedir que la "gripe asiática" se propagara a otras regiones del mundo.
Brasil era el primero en el programa del FMI y el G-7: parte del dinero ya había sido asignado para apoyar los esfuerzos de estabilización del presidente Cardoso. Sólo dos semanas después, el 13 de noviembre, Brasil dirigió su "carta de intención" a Camdessus, junto con un "Memorando de Políticas Económicas" cuidadosamente redactado de acuerdo con las pautas del FMI.
Medio Plan Marshall
Ya se habían realizado detalladas negociaciones sobre un paquete de miles de millones de dólares, equivalente en términos reales a "medio Plan Marshall". En julio de 1998, Washington había instruido a Brasilia para que no interfiriera en la reglamentación del mercado de futuros y opciones de la bolsa de San Pablo: "Los controles temporarios de cambio habrían calmado la situación, pero no están permitidos por el FMI porque limitan las lucrativas operaciones financieras internacionales" (The Wall Street Journal, 6 de enero de 1999).
¿Sólo "lucrativas"? Entre julio de 1998 y enero de 1999, instituciones financieras privadas se apropiaron de 50.000 millones de dólares en reservas de divisas, en gran parte mediante opciones y contratos a futuro de la bolsa de San Pablo. Ese dinero confiscado mediante fuga de capitales, equivalente a seis por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) de Brasil, volvió al país bajo la forma del préstamo de "rescate" de 41.500 millones de dólares.
Gran ajuste fiscal
En constante coordinación con los acreedores de Brasil en Wall Street, los principales autores en Washington de esta estratagema multimillonaria en dólares fueron el subdirector gerente del FMI, Stanley Fischer, y el subsecretario del Tesoro de Estados Unidos, Lawrence Summers. El Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y el Banco de Ajustes Internacionales también participaron de la confección del paquete financiero.
El programa del FMI, impuesto por los acreedores de Brasil, incluía "un gran ajuste fiscal superior a tres por ciento del PIB, con reformas de la seguridad social, la administración pública, el manejo de los fondos públicos, la política tributaria y la distribución del ingreso, que conforman las debilidades estructurales subyacentes a las dificultades financieras del sector público".
Los toques finales se realizaron en la sede del FMI, en Washington, la noche del 12 de noviembre. El acuerdo fue anunciado formalmente por Camdessus a la mañana siguiente, en conferencia de prensa. "La sensatez del programa de Brasil y el compromiso de las autoridades hacia él, junto con el fuerte apoyo demostrado por la comunidad internacional, ofrecen las condiciones para que los acreedores privados de Brasil le ayuden a garantizar su éxito", declaró. ¿Y quiénes eran esos acreedores privados? Los mismos financistas de Wall Street (y sus fondos de cobertura) implicados en el ataque especulativo contra la moneda brasileña.
El paquete financiero tenía por finalidad "restaurar la confianza". Sin embargo, en lugar de evitar las embestidas especulativas, la operación de rescate contribuyó a acelerar la salida de capitales. En los dos meses siguientes a la aprobación del paquete, salieron del país 22.000 millones de dólares, un monto equivalente al ajuste fiscal exigido por el FMI. Así, la riqueza de Brasil fue saqueada: en los meses previos a la crisis de enero, la salida de divisas era de 400 a 500 millones de dólares por día, y durante las dos primeras semanas de enero, la fuga de capitales fue de 5.400 millones, según fuentes oficiales.
Tranquilidad para los especuladores
La operación organizada por el FMI contribuyó a que los especuladores continuaran con sus ataques, ya que el dinero estaba disponible para ello. Si el Banco Central de Brasil se propusiera incumplir con sus contratos en moneda extranjera, la disponibilidad de los fondos del FMI y el G-7 permitiría a los bancos, fondos de inversión e instituciones inversoras cobrarse rápidamente su botín multimillonario. El programa firmado en noviembre contribuyó entonces a reducir los riesgos y tranquilizar a los especuladores sobre que el Banco Central mantendría el real.
De 75.000 millones en julio de 1998, las reservas del Banco Central descendieron a 27.000 millones en enero de este año. La primera entrega del préstamo del FMI, superior a 9.000 millones de dólares, ya había sido usada para apuntalar la débil moneda brasileña; el dinero apenas era suficiente para "financiar la fuga de capitales" durante un mes.
The Wall Street Journal comentó: "El gobierno cuya moneda es atacada pide préstamos organizados por el FMI y los invierte en la recompra de su propia moneda. Así, el país ‘ayudado’ aumenta su deuda externa mientras los especuladores se embolsan el dinero de los préstamos y se disponen a repetir su jugada".
Agenda oculta
El FMI tenía previsto el momento aproximado de la devaluación. Al asegurar un tipo de cambio estable durante un período de 60 días (del 13 de noviembre de 1998 al 13 de enero de 1999), permitió a los especuladores embolsarse otros 20.000 millones de dólares. En otras palabras, el programa del FMI permitió ganar tiempo a quienes especulaban con la moneda brasileña. El Banco Central debía soportar lo más posible.
De esta manera, la agenda oculta desencadenó el colapso financiero. Wall Street lo tenía todo previsto, al igual que el Ministerio de Hacienda de Brasil, pese a sus manifestaciones de "sorpresa". En enero, el FMI permitió la devaluación de la moneda brasileña. Para ese entonces ya era demasiado tarde, porque las reservas de divisas del Banco Central habían sido saqueadas.
Colapso del real
Al desatarse la crisis, el FMI había recomendado un "piso" de 20.000 millones para las reservas del Banco Central, lo cual jugó un papel clave en la promoción de la fuga de capitales inmediatamente después de la devaluación: el saqueo de divisas continuó hasta alcanzar ese piso. También en enero, el FMI prometió liberar otros 9.000 millones de dólares, lo cual aumentó significativamente la reserva de divisas, para tranquilidad de los especuladores.
En otras palabras, esta segunda entrega tuvo por finalidad reponer las reservas del Banco Central para estimular una nueva fuga de capitales. Camdessus, quien ciertamente sabía lo que vendría, había confirmado en noviembre que si las autoridades brasileñas necesitaban recursos financieros adicionales, podrían "tener acceso a la segunda entrega en forma anticipada, tanto como al comenzar el nuevo año". Paradójicamente, ese fue precisamente el momento en que se rompió la paridad entre el real y el dólar.
El FMI supuso que el Banco Central continuaría vendiendo sus reservas de divisas. Y con la entrada de más dinero del organismo multilateral y el G-7 en sus arcas, con toda seguridad la fuga de capitales continuará pese a la devaluación del real.
Muy lucrativo: en la semana siguiente al colapso financiero del 13 de enero, la salida de capitales se situaba entre 200 y 300 millones de dólares diarios. Y el ministro Malán, había acordado en su desayuno con George Soros y William Rhodes que no se introducirían controles ni impedimentos al movimiento de capital.
Hacia un espiral inflacionario
Se inició así un proceso económico catastrófico: la devaluación provocó un espiral inflacionario que contribuyó, junto con la aplicación de medidas de austeridad, a empobrecer brutalmente todos los sectores de la población de Brasil, incluida la clase media.
Históricamente, bajo un régimen de cambio flexible, los salarios de los brasileños se ajustaban mensualmente, de acuerdo con el incremento del costo de vida. Sin embargo, el acuerdo firmado en noviembre con el FMI requiere de manera explícita la desindexación de los salarios "como forma de combatir la inflación". Según la prédica del FMI, el aumento de los salarios constituye la principal causa de inflación. De manera similar, las autoridades han argumentado que el aumento del desempleo es un medio eficaz para combatir la presión inflacionaria.
Por si esto fuera poco, el acuerdo con el FMI deja la política monetaria en manos de los acreedores de Wall Street, que tienen la potestad de congelar presupuestos públicos, paralizar el proceso de pago, incluso transferencias a los gobiernos estaduales, y obstruir el pago de salarios a los funcionarios públicos, entre ellos millones de docentes y trabajadores de la salud.
Quiebra programada
La quiebra de los productores domésticos ha sido instrumentada mediante altísimas tasas de interés, para no mencionar la amenaza del ministro Malán de permitir la liberalización comercial y el dumping mediante la importación de productos con miras a "congelar el incremento de precios" y obligar a las empresas nacionales a "ser más competitivas". Esta política de hacer bajar los precios nacionales por debajo del costo significa la bancarrota para numerosos productores. A la vez, la fuerte represión de la demanda doméstica -resultante del aumento del desempleo y la disminución de los salarios- ocasionó una situación de sobreoferta, con crecientes existencias de mercaderías no vendidas.
Este despiadado aplastamiento de la industria nacional, consecuencia directa de la reforma macroeconómica, permite al capital extranjero tomar el mercado interno, reforzar su control sobre la banca y adquirir los activos de producción más rentables a precio de ganga.
En otras palabras, la crisis financiera -en evolución desde el comienzo mismo del Plan Real, en 1994- creó las condiciones necesarias para la rápida recolonización de la economía brasileña. La depreciación del real acelerará el programa de privatizaciones y el valor (en reales) de los bienes del Estado. El ajuste fiscal recomendado por el FMI, junto con la creciente deuda y la continuada fuga de capitales, implica un desastre económico, fragmentación de la estructura fiscal federal y trastorno social.
Implicaciones para América Latina
La crisis financiera de Brasil tiene implicaciones de largo alcance para América Latina en su conjunto, donde los países fuertemente endeudados han estado paralizados por las reformas macroeconómicas durante más de 15 años. En este sentido, la crisis brasileña fortalece en toda la región el control de los acreedores de Wall Street sobre la política monetaria, bajo la égida del FMI.
Por ejemplo, desde que comenzó la crisis de Brasil se habla en Argentina de la sustitución del peso por el dólar estadounidense, lo cual implicaría no sólo el completo control de los acreedores extranjeros sobre la emisión de dinero, sino también la impresión de los billetes por la Reserva Federal de Estados Unidos, que está controlada por un puñado de instituciones bancarias de ese país.
Seguramente, el proceso de "dolarización" (según el Consenso de Washington) será instrumentado mediante ataques especulativos que deprecien el valor de las monedas nacionales frente al dólar.
Crímenes económicos contra la humanidad
Las autoridades monetarias de los países del G-7 y otros 14 países cofinanciaron el paquete del FMI a sabiendas de sus implicaciones. Son responsables de un acuerdo que provocó un grave empobrecimiento del pueblo brasileño, y hasta podría acusárseles de "crímenes económicos contra la humanidad".
Con la comunidad internacional renuente a revertir el Consenso de Washington y desarmar mercados financieros, debemos prepararnos para ataques especulativos similares contra otros países de América Latina, Asia y Medio Oriente, que tendrían devastadoras consecuencias económicas y sociales.
Michel Chossudovsky es profesor de Economía de la Universidad de Ottawa y autor del libro La globalización de la pobreza: Impacto de las reformas del FMI y el Banco Mundial; Red del Tercer Mundo (Penang) y Zed Books (Londres), 1997.
|