No. 75/76 - Enero/Febrero 1998
Control y descontrol
por
Miguel Peirano
Los estados del mundo intervienen cada vez más y más ampliamente para regular y participar en Internet, lo que debería llevarnos a preguntar seriamente sobre el futuro de un cierto descontrol, o "caos regulatorio" que para muchos era y es lo más atractivo que ofrece la red mundial. Estas intervenciones estatales han tomado diversas formas, desde la legislación directa sobre contenido, equipos o sistemas relacionados, tales como los chips de cifrado, hasta la monopolización lisa y llana del acceso.
El horror que tienen al descontrol los tecnócratas -quienes a menudo son los verdaderos detentadores del poder- deberá medirse con la capacidad natural de Internet para resistir el control.
Debería aclararse que "descontrol" no quiere decir "caos", porque la red no es posible sin una precisa cantidad de "orden" en el plano técnico que nadie osa ni necesita violar. Un solitario Enter digitado en el teclado debe llegar intacto a su destino, y para hacerlo debe instalarse en un "paquete" y ciegamente dejarse transportar hasta un lugar preciso, que nadie (excepto "la red") sabe dónde realmente está. Y todo esto el Enter debe hacerlo ni antes ni después de su lugar preciso en una secuencia vertiginosa de hechos, lo que la enorme mayoría de las veces ocurre infaliblemente.
Obviamente por "descontrol" se habla de otra cosa, de la capacidad de cualquier individuo, grupo o tribu de instalarse y actuar, de inventar nuevas formas de usar ese torrente de paquetes, generar riqueza, conseguir adeptos, aprender, saber. Todo esto sin admitir más lealtad que al individuo, grupo o tribu de que se trate, por encima de fronteras políticas.
Desde la caída del muro de Berlín se ha hecho más evidente que más allá de la izquierda y la derecha tales como existen en las democracias convencionales existe una esfera de poder en manos de tecnócratas, que interpretan lo que es consensual entre todos los políticos, la necesidad de planes, orden, presupuestos, de hacer las cosas como deben hacerse y tal como lo sugieren los técnicos en sus diagramas.
El "puente al futuro" de Bill Clinton y Al Gore, la "autopista de la información" no deja de ser un puente (o una autopista), con todo el control que ello supone. Arthur Schlesinger Jr expresó admirablemente en Foreign Affairs ese temor: "La computadora convierte al mercado libre en un monstruo furioso que arrasa fronteras, debilita los poderes impositivos y reguladores de las naciones, socava la capacidad de los gobiernos de administrar las tasas de interés y de cambio, ensancha las desigualdades económicas dentro y entre naciones, hunde las condiciones de los trabajadores, degrada el ambiente, deniega a la nación su capacidad de trazar su destino económico, creando una economía mundial sin una polis mundial".
La respuesta a la pregunta que antes nos formulábamos sobre la capacidad de la red en tanto grupo humano de mantener el "caos regulatorio", seguramente estará ligada al futuro de los estados nacionales, pero aún más a la capacidad del "orden" tecnócrático de reconvertirse en orden global y no ya nacional, versus el devenir de la polis de la globalidad y la capacidad que puedan tener los grupos dispares que componen su universo para crearla y mantenerla.
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