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No. 75/76 - Enero/Febrero 1998

Corea del Sur

El fin del milagro económico

por Walden Bello

La implosión de la economía de Corea del Sur ha sido una sorpresa aún mayor que la del colapso de las economías del sudeste asiático. El autor analiza el camino recorrido por un país que hasta hace poco parecía impulsado por un "milagro económico".

La implosión de la economía sudcoreana ha sido quizás una sorpresa aún mayor que la del colapso de las economías del sudeste asiático. En modo diverso de éstas, Corea del Sur, un clásico NIC (país recientemente en vías de industrialización), emprendió un camino hacia la potencia industrial que se basó principalmente en el ahorro interno, obtenido parcialmente a través de reformas que mejoraron la equidad, como por ejemplo la reforma agraria de principios de la década del 50.

El capital extranjero jugó un papel importante, pero los recursos financieros locales logrados mediante un riguroso sistema tributario, un mercado interno protegido y mercados externos abiertos gracias a una agresiva estrategia mercantil constituyeron la fuente principal de la acumulación de capital.

El marco institucional fue establecido mediante una estrecha relación entre el sector privado y el Estado, con este último al comando. El Estado protegió a los chaebol (conglomerados industriales) y luego los empujó hacia el mercado internacional. A comienzos de los años 80, la alianza Estado-chaebol pareció incontenible en los mercados internacionales, mientras que los amplios recursos de los bancos comerciales proporcionaron los medios a Hyundai, Samsung, LG y otros conglomerados para conquistar porciones de mercado en Europa, Asia y América del Norte.

A principios de los 90, sin embargo, la marea se volvió contra los sudcoreanos. Dos factores, en particular, parecieron ser decisivos. El primero fue el fracaso en invertir en forma significativa en investigación y desarrollo, y el segundo, el masivo "ataque relámpago" comercial que Estados Unidos lanzó contra Corea del Sur.

El gasto gubernamental en inversión y desarrollo a fines de los años 80 fue de sólo 0,4 por ciento del Producto Bruto Interno (PBI) y nunca se ejecutaron las reformas para modernizar el sistema educacional y crear una fuerza de trabajo más eficiente técnicamente. A fines de esa década había en Corea del Sur sólo 32 ingenieros cada 10.000 trabajadores, mientras que en Japón la cifra llegaba a 240 y en Estados Unidos a 160.

Las empresas sudcoreanas, por su parte, tomaron la vía más fácil y eligieron competir sobre la base de mano de obra no especializada a bajo costo, trasladando buena parte de sus operaciones al sudeste asiático. Asimismo, los chaebol prefirieron dedicar sus ganancias a actividades especulativas. En la década pasada, invirtieron más de 16.500 millones de dólares en la compra de tierras o de hoteles de lujo.

No resulta sorprendente, entonces, que la mayoría de las máquinas de las plantas industriales sudcoreanas fueran importadas de Japón y que los televisores a colores o las computadoras portátiles que se arman en Corea del Sur continúen conteniendo sobre todo componentes japoneses. El resultado ha sido un gran déficit comercial con Japón, que llegó a más de 15.000 millones de dólares en 1996.

Por su parte Washington, temiendo la emergencia de otro Japón con el cual estaría constantemente en déficit, sometió a Seúl a una ofensiva comercial mucho más dura que la dirigida contra Tokio. Entre otras cosas, Estados Unidos hizo lo siguiente:

* forzó a Corea del Sur a adoptar "restricciones voluntarias" en las exportaciones de numerosos productos, como los textiles, las vestimentas y el acero;

* obligó a la revaluación del won, la moneda nacional, respecto del dólar en 40 por ciento entre 1986 y 1989 para encarecer los productos sudcoreanos y de ese modo contuvo la demanda de tales bienes;

* forzó a Seúl a abrir cerca de 98 por ciento de sus áreas industriales y 32 por ciento de las áreas de servicio a las inversiones extranjeras e intensificó la presión para la liberalización en materia de telecomunicaciones, servicios marítimos y bancarios, adquisiciones gubernamentales y muchas otras.

Cercada en varios frentes, Corea del Sur vio como su superávit comercial de 9.600 millones de dólares con Estados Unidos de 1987 se transformó en 1996 en un déficit de más de 10.000 millones de dólares y el total de su déficit comercial subió a 21.000 millones. En un intento desesperado por volver a ganar rentabilidad, los empresarios trataron de forzar en diciembre de 1996 la aprobación de una serie de leyes que les hubieran dado muchas más facilidades para despedir a sus trabajadores y para reducir la fuerza laboral. Cuando esta tentativa fracasó debido a la fuerte oposición de los trabajadores, muchos chaebol no tuvieron otra alternativa que volver a caer en su antigua relación simbiótica con el gobierno y los bancos, esta vez para obtener cada vez mayores préstamos para mantener en vida sus operaciones a pérdida.

La cuerda de salvataje aumentó la exposición de los bancos, que resultaron perjudicados cuando llegó la crisis. En octubre de 1997, se estimaba que el monto de los préstamos morosos de las empresas sudcoreanas habían subido a más de 50.000 millones de dólares. Ante esta situación, los bancos extranjeros, que ya tenían inversiones y préstamos en Corea del Sur por valor de 200.000 millones de dólares, se volvieron reacios a otorgar nuevos fondos.

A fines de noviembre, Seúl, que se veía obligado a pagar en un año cerca de 72.000 millones de dólares del total de su deuda externa, que asciende a 110.000 millones de dólares, se sumó a Tailandia e Indonesia en la cola ante el Fondo Monetario Internacional (FMI). El gobierno sudcoreano consiguió que el FMI se comprometiera a otorgarle 57.000 millones de dólares para salvar su economía, con la condición de que además de emprender un duro programa de estabilización también suprima las instituciones clave y las prácticas que habían impulsado al país a formar parte de los "tigres asiáticos".

Y así cayó el telón sobre el "milagro económico".

Walden Bello es profesor de sociología y administración pública en la Universidad de Filipinas y coautor del libro Asia's Miracle Economies in Crisis.


Récord de quiebras en diciembre

El Banco de Corea informó en la primera semana de enero que en el área de Seúl se registró un récord en diciembre, cuando sólo en ese mes se produjo la quiebra de 1.226 empresas. El récord anterior se había producido en noviembre, cuando quebraron 568 firmas en Seúl y 1.469 en todo el país.

Durante diciembre, un promedio diario de 49 firmas cerraron sus puertas en Seúl y unas 100 quedaron insolventes en el ámbito nacional durante diciembre.

La estricta política monetaria impuesta por el Fondo Monetario Internacional, que ha provocado altas tasas de interés del 30 por ciento, ha sido responsabilizada por el alto número de empresas que quebraron en ese mes.




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