No. 75/76 - Enero/Febrero 1998
Asia
Un ciclo financiero vicioso
por
Martin Khor
La caída de Corea del Sur en las garras del FMI y los continuos giros volátiles de las monedas y los precios de las bolsas de valores de varios países aumentaron el sentimiento de incertidumbre y vulnerabilidad de la región.
Corea del Sur es el de mayor peso entre los países en desarrollo del este asiático, ocupa el lugar número 11 entre las economías mayores del mundo y es el miembro más nuevo de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE). Por eso, si bien las fallas financieras de Tailandia e Indonesia conmocionaron a una región acostumbrada a períodos prolongados de alto crecimiento, el colapso de Corea del Sur fue más alarmante aún.
Algunos economistas y analistas de mercado explican la debilidad estructural de Corea del Sur: las abultadas deudas creadas por sus compañías, que llevó a la caída de algunas de ellas, el elevado índice de préstamos bancarios improductivos, los estrechos vínculos entre los líderes políticos y empresariales. Pero ese análisis retrospectivo es bastante hipócrita, ya que pocos meses atrás Corea del Sur era presentada como modelo para los países en desarrollo.
Los problemas de Corea del Sur ya tienen cierto tiempo, pero la idea era que se resolverían a su debido tiempo, después de alguna reestructura industrial y financiera violenta. Cuando las depreciaciones de la moneda golpearon a Tailandia, Indonesia, Malasia y Filipinas, nadie preveía que al final Corea del Sur también se vería tan o más afectada que ellos. El crédito de rescate que el Fondo Monetario Internacional (FMI) destinará a Corea del Sur es 20.000 a 100.000 millones de dólares, mayor que el de Tailandia (18.000 millones), Indonesia (unos 30.000 millones) e incluso México (50.000 millones).
Esta no es la primera vez que los países del este y sudeste asiático enfrentaron tiempos difíciles. Pero en el pasado se las arreglaron para resolver sus problemas por sí solos, sin recurrir a los préstamos de ajuste estructural y estabilización del FMI y el Banco Mundial.
El ejemplo de Malasia
En 1986-87, con un brusco descenso en los precios de exportación de los productos básicos, Malasia enfrentó una severa recesión. Esto se caracterizó por el fracaso de varias cooperativas recaudadoras de grandes depósitos, que operaron como compañías financieras, creciente desempleo, una deuda externa elevada, déficit presupuestal y de la balanza de pagos, caída de la bolsa de valores y un alto índice de préstamos improductivos. A través de una combinación de políticas, diseñadas por los propios políticos y la burocracia nacional, y no por algún experto del FMI o del Banco Mundial, el país logró salir de la recesión y finalmente entró en una racha de 10 años de elevado crecimiento.
Ahora, 10 años después, el país enfrenta nuevamente serias dificultades económicas. En comparación con la situación anterior, las "bases económicas" actuales son mejores. Si bien existe un elevado déficit de cuenta corriente y un exceso de préstamos bancarios al sector inmobiliario, al igual que en el período de recesión de mediados de los 80, en el último balance, de mediados de 1997, también hay bases firmes, como un crecimiento del producto interno bruto (PIB) de siete u ocho por ciento, un superávit en el presupuesto del sector público, un nivel más bajo de deuda externa y ganancias saneadas en compañías y bancos. Y así, desde un punto de vista lógico, sería más fácil esta vez corregir el punto débil y retornar a la senda del desarrollo.
Lamentablemente, el marco macroeconómico y financiero en el cual funcionan Malasia y otros países asiáticos cambió. En la década pasada liberalizaron sus mercados financieros y los abrieron a la influencia externa. Sus monedas circulan libremente en el ámbito nacional e internacional, y se autorizó la entrada y salida sin restricciones de fondos extranjeros. Los mercados de la región están más abiertos a la participación extranjera y la inversión de cartera extranjera está en auge en la medida que los inversores occidentales van en busca de las ganancias prometidas por los fondos mutuos especializados en los exóticos "mercados asiáticos emergentes".
Esta rápida liberalización financiera hizo a los países en desarrollo asiáticos más susceptibles a los bruscos vaivenes de las percepciones de los inversores extranjeros. Pero no menos importante es que esta situación ha tornado mucho más compleja y difícil la tarea de los gobiernos de escoger y formular las políticas adecuadas.
Hasta hace muy poco tiempo, los países asiáticos prácticamente dieron por sentado que podrían mantener sus monedas estables con respecto al dólar estadounidense. Así, aún frente a una crisis o a una recesión económica, las autoridades podrían adoptar las medidas dentro de un contexto de moneda estable y sin preocuparse por los efectos de las medidas en el tipo cambiario. Por ejemplo, aún cuando la economía malasia entró en recesión en la segunda mitad de los 80, el valor del ringgit respecto del dólar se mantuvo dentro de un margen de variaciones muy leves.
Sin embargo, 10 años después, se ha tornado muy difícil o incluso imposible para estos mismos países asiáticos controlar el valor de sus monedas. Debido a la desregulación y la liberalización financiera, los fondos extranjeros pudieron participar cada vez más en el comercio de monedas asiáticas, en el mercado de acciones y en la prestación de créditos a los bancos y compañías locales.
En la misma medida que los especuladores e inversores adquirieron control sobre partes tan grandes de fondos, sumado a la posibilidad de entrar y salir libremente de los mercados del este de Asia, los países fueron perdiendo el control de sus monedas.
Al observar la evolución de los problemas actuales en el sudeste asiático y Corea del Sur, surge un patrón: la brusca caída de las monedas, que ha sido el desencadenante de un círculo vicioso de hechos que condujeron a las crisis financieras a un ritmo vertiginoso.
El quiebre de la paridad no oficial de las monedas con el dólar fue producto de ataques especulativos intensos y en gran escala. Si bien cada uno de los países afectados tiene cierta debilidad económica, las bruscas y repentinas caídas no podrían haber reflejado meramente un cambio tan drástico prácticamente de la noche a la mañana en sus "bases económicas". Por eso, el factor especulativo y el factor de la percepción subjetiva en el comercio de monedas contribuyeron en gran medida y magnificaron las condiciones que provocaron caídas tan bruscas y repentinas en los niveles de las monedas.
A esto se agrega que los tres mercados financieros -el de monedas, el de acciones y el de dinero- están ahora interrelacionados y lo que ocurre en uno afecta la situación de los otros.
Interrelaciones
Cuando una moneda local cae, resiente la confianza en el mercado accionario pues los inversionistas extranjeros temen que el valor de sus acciones se reduzca en términos de sus propias monedas. A los inversionistas también les preocupa que las ganancias de determinadas compañías puedan verse afectadas por un agravamiento de la carga del pago de la deuda como consecuencia de la caída de la moneda. Así, los precios de las acciones también caen y algunos inversionistas extranjeros (junto con algunos locales) retiran parte de sus acciones. Esto, a su vez, provoca una debilidad aún mayor en la moneda local debido a una mayor demanda de divisas por parte de los inversionistas extranjeros.
Mientras tanto, para proteger la moneda local de mayores caídas, las autoridades financieras a menudo se ven obligadas a elevar las tasas de interés, ya que un interés más elevado hace más atractiva la moneda a los inversionistas.
Pero a su vez las tasas de interés más elevadas tienen un efecto de desmoralización sobre el mercado accionario, agravando además las dificultades de los comerciantes en la medida que encarecen los costos del crédito. También tienen un efecto desmoralizador sobre la economía en general y sobre las perspectivas de crecimiento.
El gobierno podría, pues, decidir no tomar medidas para aumentar las tasas de interés, con lo que reduciría la presión sobre las compañías endeudadas, pero entonces habría menos respaldo a la moneda. La debilidad continuada de la moneda tendrá, a su vez, un efecto depresivo sobre el mercado accionario. Ese escenario demuestra cómo la moneda, el mercado accionario, el mercado monetario y las tasas de interés están estrechamente interrelacionados, y cómo la búsqueda de un solo objetivo de política puede tener efectos negativos en otro objetivo de política.
Por otro lado, la posición financiera de varias compañías –en especial las que se endeudaron en moneda extranjera- se ve gravemente afectada. Pueden ser perjudicadas desde distintos flancos: la caída de la moneda aumenta su deuda externa -en términos de moneda nacional-, recargando el servicio de la deuda; la caída del nivel de precios de las compañías en el mercado accionario reduce el valor corriente de sus activos en el mercado. Como muchas de esas compañías, o sus dueños, pidieron prestado sumas importantes a los bancos utilizando el valor de sus acciones como colateral, la caída del mercado accionario podría hacer que los banqueros reclamaran el pago de parte de sus préstamos. Y además el aumento de las tasas de interés se suma a la carga del servicio de la deuda. Las tribulaciones financieras de las compañías tienen, a su vez, un efecto negativo en los bancos, en la medida que hay más préstamos incobrables.
La mayor debilidad financiera, real o percibida, de algunas compañías e instituciones financieras importantes repercute sobre el mercado accionario y el nivel de la moneda. Y así comienza otra vez el círculo vicioso.
Este círculo vicioso no sería tan grave si sólo cayera el mercado accionario, pero no también la moneda, o si cayera la moneda pero esto no repercutiera negativamente en el mercado accionario. O si hubiera una caída de la moneda y los precios de las acciones, pero las compañías y los gobiernos no tuvieran una deuda externa o ésta fuera mínima. Es la existencia simultánea de los tres factores (caída de la moneda y el mercado accionario y alto nivel de endeudamiento) lo que precipitó a Tailandia, Indonesia y Corea del Sur en una crisis tan grave.
Malasia también sufrió caídas igualmente abruptas en el ringgit y el mercado de acciones, pero su nivel de deuda externa es bastante más bajo que el de los otros tres países.
Al igual que Tailandia e Indonesia previamente, Corea del Sur vertió cantidades sustanciales de divisas en un intento inútil de respaldar el won. Pero los ataques especulativos fueron demasiado fuertes y las reservas de divisas demasiado escasas. Al final, con una deuda externa de 100.000 millones de dólares, una reserva de 30.000 millones de dólares -y parte ya gastada en el intento de respaldar la moneda-, con varios miles de millones de dólares de deuda privada impagable -que se traduce en préstamos incobrables para el sistema bancario-, y con una serie continua de caídas bruscas de la moneda, el gobierno y el país necesitaron de forma urgente entre 20.000 y 50.000 millones de dólares.
Desesperado por evitar caer en el campo de acción del FMI, Corea del Sur trató de obtener préstamos bilaterales de Japón y Estados Unidos, pero ambos se negaron. De manera que el 21 de noviembre, ante la necesidad de parar la caída, el gobierno tomó la píldora amarga de anunciar que buscaba ayuda del FMI.
Tailandia e Indonesia también trataron de obtener apoyo financiero directamente de Japón y otros países asiáticos, pero finalmente las contribuciones individuales debieron aunarse en el ámbito del FMI.
A los países afectados por problemas financieros no les gusta tener que buscar un paquete de rescate del FMI, y por buenos motivos. El organismo multilateral actúa en nombre de todos los contribuidores del fondo de rescate del país e impone un conjunto detallado de condiciones que van junto con el préstamo. El dinero se da en etapas, y cada nueva cuota se libera o se niega según al FMI le satisfaga o no la acción del gobierno respecto del plan a seguir.
Como las condiciones, conocidas como políticas de ajuste estructural, son impuestas unilateralmente por el FMI, el país no tiene voz ni voto. Las políticas generalmente son de amplio alcance y tocan temas sensibles de economía política, que pueden incluir el desmantelamiento de compañías e instituciones estatales, otorgando mayores derechos en el país a bancos y entidades financieras extranjeras, y la implantación de severos recortes al gasto fiscal.
Mientras está bajo la órbita del FMI, el país en esencia pierde su derecho soberano a decidir sus propias políticas económicas y de desarrollo. Tal vez incluso esta humillación podría valer la pena si las políticas impuestas por el FMI, aunque dolorosas, fueran correctas para devolver al país la salud financiera y regresarlo a la senda del desarrollo. No obstante, las políticas del FMI tienden a ser monetaristas y ultraconservadoras, induciendo a la recesión. Y muchos países africanos, a pesar de tomarse la medicina del "ajuste estructural" durante muchos años e incluso décadas, no mejoraron su situación de endeudamiento, sufrieron recesión y experimentaron un aumento de la pobreza.
Recaudador de deudas
Existe también la creencia de que la secretaría del FMI actúa en función de los intereses de los países occidentales, en particular de Estados Unidos, y que su trabajo básicamente es el de recaudador de deudas para asegurar que a los bancos extranjeros se les paguen los préstamos.
Japón y algunos miembros de la Asociación de Países del Sudeste Asiático (ASEAN) se propusieron establecer un fondo regional asiático para ayudar a los países en dificultades, y que las políticas de este fondo fueran controladas por los países de la región y no por el FMI. Desde entonces, la secretaría del FMI y Estados Unidos se han movido activamente en contra de un fondo independiente de este tipo, ante el temor de que las condiciones para los prestatarios fueran diferentes de las del FMI, cuyo poder se vería así contenido. Pero el 18 y 19 de noviembre, en una reunión de autoridades financieras en Manila a la que asistieron países asiáticos y occidentales, se desvaneció el concepto de un Fondo Asiático independiente y se aceptó en su lugar que cualquier servicio financiero regional que se creara debería trabajar en el marco del FMI.
Así, las condiciones del FMI seguirán siendo supremas y ahora queda por ver si las políticas de ajuste estructural que el FMI aplicó en Tailandia, Indonesia y Corea del Sur resuelven sus problemas o los empeorarán aún más.
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