No. 75/76 - Enero/Febrero 1998
Crisis Financiera Global
Grupo de los 15 pide regular el mercado
por
Martin Khor
A medida que lo que comenzó como una crisis financiera regional en el sudeste de Asia se profundiza transformándose en una crisis global, cada vez son más los que reclaman la regulación del mercado financiero mundial. Entre ellos se encuentra el Grupo de los 15. La crisis también puso en cuestión el papel y las políticas del FMI y el Banco Mundial.
La crisis financiera global continúa dominando las noticias. Los últimos acontecimientos marcan un cambio en la opinión pública mundial, que se ha apartado de la ortodoxia financiera de hace tan sólo unos pocos meses. La crisis financiera, que comenzó en Tailandia a principios de julio, pronto se esparció a los países vecinos: Malasia, Indonesia, Filipinas y, en menor medida, Singapur. Taiwan y Corea del Sur también fueron afectados, pero fue la abrupta caída de las acciones de la Bolsa de Valores de Hong Kong la que desencadenó el descenso mundial de los valores de las acciones, comenzando por Wall Street.
Si bien muchos de los mercados bursátiles experimentaron una recuperación, no hubo respiro en Oriente en la medida que las monedas y bolsas de los miembros de la Asociación de Países del Sudeste Asiático (Asean) siguieron tambaleándose. Japón y Corea del Sur, que han sufrido turbulencias económicas de su propia cosecha desde hace algún tiempo, están sufriendo todo el impacto de la crisis financiera.
La Cumbre del Grupo de los 15, realizada en Kuala Lumpur, emitió una declaración el 3 de noviembre reclamando reglamentaciones para que el mercado mundial de monedas sea más abierto y transparente. Mientras tanto, después de haberse chamuscado las manos en los recientes avatares de las bolsas mundiales, hasta el gurú de la intermediación financiera, George Soros, sumó su voz a la de quienes reclaman una contención a la especulación. Y el ortodoxo economista de Harvard Jeffrey Sachs también advirtió que el remedio de los programas de salvataje del FMI para Tailandia e Indonesia podría ser peor que la enfermedad.
La Cumbre del Grupo de los 15 emitió una declaración especial exhortando al Banco Mundial y al Fondo Monetario Internacional (FMI) a realizar un estudio de los últimos acontecimientos para regular los mercados de monedas y hacerlos más abiertos y transparentes. Los líderes también exhortaron a sus ministros de Finanzas, a los gobernadores de los bancos centrales y a otras autoridades a considerar el asunto y hacer las recomendaciones necesarias.
La declaración fue firmada después de que varios dirigentes del Grupo de los 15 hablaron en contra de la especulación monetaria. El primer ministro de Malasia, Mahathir Mohamad, abrió la Cumbre haciendo otra crítica al comercio de monedas, en el cual el Sur no tiene voz, y que según él es imposible corregir. Implícitamente criticó a las instituciones internacionales, en las cuales el mundo depositó durante mucho tiempo su confianza pero que ahora aducen no tener poder para tomar medidas contra los intermediarios financieros. "Como los fondos a disposición de estos especuladores operan miles de millones de dólares, manejan más dinero que las reservas de la mayoría de los países en desarrollo", agregó Mahathir. Incluso las monedas más fuertes de los países con las economías más poderosas pueden depreciarse, señaló el primer ministro de Malasia, quien agregó que la tantas veces reiterada pérdida de confianza no es más que una excusa para lanzar un ataque y beneficiarse. Otros 15 dirigentes, incluido los presidentes Ali Suharto, de Indonesia, Hosni Mubarak, de Egipto, y Alberto Fujimori, de Perú, enjuiciaron también la forma en que la especulación monetaria destruyó los logros económicos y sociales de los países en desarrollo, y abogaron por la necesidad de contar con mecanismos internacionales para resolver la inestabilidad monetaria.
Con la declaración del Grupo de los 15, es la primera vez que tantos países en desarrollo, y tan importantes, hacen una exhortación conjunta al Banco Mundial y el FMI para controlar las corrientes monetarias internacionales.
El volumen de transacciones financieras aumentó muy rápidamente en las últimas décadas, llegando a unos dos billones de dólares diarios. Las operaciones de los especuladores no han tenido prácticamente regulación alguna y la mayoría del comercio ha sido de naturaleza especulativa. Muchos académicos y agencias de las Naciones Unidas señalaron los peligros de los movimientos especulativos de monedas, que pueden causar súbitos altibajos en los tipos cambiarios y cambios repentinos en términos de entrada y salida de fondos. No obstante, hasta la última turbulencia del sudeste asiático, y en especial desde la propagación de la crisis a Hong Kong y algunos países sudamericanos, así como los violentos vaivenes de las bolsas de valores de Estados Unidos y Europa, el pensamiento ortodoxo, reflejado en el FMI y el Banco Mundial, ha sido que lo mejor para los países en desarrollo es tener un sistema de mercados monetarios sin regular y abrirse a las corrientes financieras.
George Soros
Ahora se ha hecho más difícil mantener esa posición ortodoxa. Y los reclamos de introducción de controles al mercado monetario han aumentado. El último en sumarse a las demandas de "regular el mercado" causó sorpresa. George Soros, el más famoso intermediario de monedas, exhorta ahora al control de los especuladores. Se informó que el fondo con cobertura de Soros perdió 2.000 millones de dólares durante la semana en que la bolsa de valores de Nueva York cayó siete por ciento en un día para luego recuperar parte del terreno perdido.
Soros declaró a la BBC de Londres: "Ahora tenemos una economía global caracterizada por enormes transferencias financieras y no tenemos autoridades internacionales que supervisen o se constituyan en prestamistas de último recurso. Es necesario que los mercados tengan mejores controles".
Indonesia, después de Tailandia, fue el último país en buscar la asistencia del FMI para un programa de préstamos como forma de contrarrestar la crisis financiera causada por las bruscas caídas de la rupia y la bolsa.
Condiciones estrictas
Los problemas de Indonesia pueden incluso ser más profundos que los de Tailandia. El programa de rescate para Indonesia totaliza los 37.000 millones de dólares, frente a los 16.000 millones para Tailandia. Como Tailandia, Indonesia tuvo que aceptar condiciones estrictas y duras del FMI, entre ellas el cierre de 16 bancos, la eliminación del apoyo al proyecto automovilístico nacional, la desregulación de los monopolios comerciales y la reducción de los aranceles a la importación, además del recorte de 13.000 millones de dólares de proyectos de infraestructura anunciados anteriormente.
Las medidas de austeridad impuestas por el FMI y el Banco Mundial en Tailandia e Indonesia son políticamente impopulares, ya que agravarán aún más la recesión. La prescripción ortodoxa de los organismos multilaterales de crédito también llega en momentos en que se ha perdido confianza en el supuesto profesionalismo y buen criterio económico de las instituciones.
Una de las críticas más destacadas proviene de Jeffrey Sachs, quien había sido acérrimo defensor de las políticas de ajuste estructural del Banco Mundial y el FMI. "En tan solo pocos meses, las economías asiáticas pasaron de ser las estrellas de los círculos de inversión a ser virtualmente parias", señala el economista de Harvard en un artículo titulado "La medicina equivocada para Asia", publicado en The New York Times el 3 de noviembre de 1997. "Hay mucho de absurdo en la forma en que se desarrolló el drama, en la medida que los administradores del dinero internacional castigaron duramente a los mismos gobiernos asiáticos que poco antes habían elogiado".
Sachs dice que si el paquete de rescate del FMI para Indonesia está ligado a condiciones financieras ortodoxas, en especial recortes presupuestarios y tasas de interés más elevadas, "podría hacer más mal que bien, transformando una crisis monetaria en un revés económico estrepitoso", y agrega que la crisis asiática se asemeja a una corrida bancaria en la que ha cundido el pánico y los inversores se precipitan a salir de la región. Si bien resulta cómodo culpar a la corrupción y a la mala administración de la crisis, el hecho es que ninguna economía puede resistir que se retire repentinamente la confianza, especialmente cuando pocos meses antes le entraba dinero a raudales.
Un remedio peor que la enfermedad
Según Sachs, la política ortodoxa del FMI de exigir recortes al déficit presupuestal y restricción de préstamos tiene sentido para países cuyo problema está causado por un exceso de gasto por parte del gobierno y donde existe una inflación elevada. Pero en Asia los problemas no surgen del sector público sino del privado, donde el ingreso excesivo de fondos extranjeros se concentró en el sector inmobiliario y otros sectores no exportadores. Cuando las exportaciones se estancaron, quedó más expuesta la debilidad del sector privado, especialmente el riesgo de que las deudas externas de las compañías pudieran no ser pagadas si las monedas se debilitaban. Cuando las monedas comenzaron a caer, cundió el pánico y el dinero voló.
Sachs argumenta que las economías asiáticas son básicamente fuertes, con ahorros elevados, presupuestos excedentarios, baja inflación y altas perspectivas de crecimiento. Por eso no está bien que el FMI presione a los países asiáticos para que aumenten aún más los excedentes existentes de sus presupuestos y ajusten el crédito bancario interno. La exigencia del FMI a Tailandia e Indonesia de cerrar numerosos bancos supuestamente es para generar confianza, pero Sachs dice que con seguridad genera lo opuesto en la medida que agrava la fuga de los inversores de la región.
El economista sugiere políticas que "moderen las fuerzas poderosas que empujan a Asia a la recesión" y aseguró que la región no necesita recortes presupuestales, ajustes crediticios y clausuras de bancos incipientes. En lugar de eso, requiere políticas monetarias y fiscales levemente expansivas para contrarrestar la caída de los préstamos extranjeros y, por otro lado, que las tasas de interés, que ya están lentamente en alza, no sean artificialmente infladas por la presión sobre el crédito interno.
En lugar de apresurados cierres bancarios, los bancos débiles deberían fusionarse con otros más fuertes y aumentar sus bases de capital. "Si la crisis monetaria es bien administrada, Asia podrá reanudar su rápido crecimiento económico", concluyó Sachs. Pero "si es manejada con una ortodoxia carente de reflexión, los costos podrían ser muy altos, para Asia y para el resto del mundo".
La advertencia de Sachs debería ser tomada muy en serio, especialmente en la medida que él ha sido el artífice del asesoramiento político del Banco Mundial y el FMI a los países en desarrollo. El problema es que cuando los países están en un embrollo financiero de tal magnitud que deben recurrir a enormes préstamos para salir de una crisis al nivel de las reservas de divisas, el FMI casi siempre entra a administrar los fondos. Aun cuando ponga sólo una pequeña parte del programa total de préstamos -como en el caso de Tailandia e Indonesia, donde los que más contribuyeron fueron los países de la región-, es al FMI al que se le pide que prepare las condiciones políticas que acompañan a los préstamos.
El incumplimiento de los requisitos podría detener las partidas de préstamo. Si las políticas impuestas resultan inapropiadas o incorrectas, serán los países afectados los que pagarán las consecuencias. Así, la primera prioridad de un país que enfrenta dificultades financieras es intentar hacer lo mejor a su alcance para resolver los problemas antes de que esté lo suficientemente mal como para pedir un "programa de salvataje" bajo la supervisión del FMI.
Si Sachs está en lo correcto, el salvataje podría meter a los países en mayores problemas aún. Pero en las circunstancias actuales, donde los organismos financieros internacionales llevan la voz cantante, los países afectados podrían quedar atrapados: no pueden salir sin un programa de rescate, pero las condiciones del mismo podrían ponerlos en mayores dificultades.
Martin Khor es el director de la Red del Tercer Mundo.
Grupo de los Quince
El Grupo de los Quince (G-15), fundado en 1990 en Kuala Lumpur, tiene como objetivo promover la cooperación y la consulta entre todos los países del Tercer Mundo para diseñar una estrategia común de negociación con los organismos internacionales y las agencias para el desarrollo.
Sus países miembros son Argelia, Argentina, Brasil, Egipto, India, Indonesia, Jamaica, Malasia, México, Nigeria, Perú, Senegal, Venezuela, Yugoslavia y Zimbabwe.
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