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No. 89 - Setiembre 1996

OMC

Países del Sur enfrentan instancias decisivas

por Bhagirath Lal Das (*)

Los países en desarrollo se enfrentan a una serie de instancias decisivas a casi tres años de concluida la Ronda Uruguay del GATT y ante la Primera Reunión Ministerial de la recientemente creada Organización Mundial de Comercio (OMC), que se celebrará en diciembre en Singapur.

En el Acuerdo de Marraquech los países en desarrollo hicieron grandes concesiones y asumieron compromisos importantes. El resultado fue que la Ronda Uruguay culminó con acuerdos sumamente desiguales para los países en vías de desarrollo. Pero esto no es responsabilidad directa de sus negociadores. Durante el transcurso de las negociaciones, los países en desarrollo más importantes estuvieron permanentemente sometidos a una tremenda presión por parte de los grandes países desarrollados, y fueron encarados de a uno. Los países del Sur no pudieron actuar colectivamente en ningún tema, mientras que los países desarrollados se unieron para presionarlos.

Se esperaba que después de esas trascendentes negociaciones los países en desarrollo tendrían un respiro. Pero no fue así.

En general, no hubo un seguimiento parejo de los temas planteados por algunos ministros y mencionados apenas en la declaración final, pero sin consenso para adoptar alguno.

Algunos temas fueron abordados selectivamente y otros fueron directamente ignorados, en particular los de interés para los países en desarrollo. Ellos mismos no pudieron resistir las presiones y no estuvieron en condiciones de ofrecer un respaldo adecuado en cuanto a fundamentaciones teóricas y propuestas concretas.

Y ahora se han agregado temas nuevos: medio ambiente, cláusula social, política en materia de competencia, corrupción e inversión.

Todo esto causó gran confusión en los países en desarrollo. La aplicación de la Ronda Uruguay todavía está en una etapa preliminar e implica una serie de compromisos con derivaciones sumamente serias y trascendentes. El sistema de comercio mundial todavía no se ha recuperado de la conmoción de este importante evento.

No obstante, los países desarrollados ya están tratando de introducir propuestas nuevas que tienen graves derivaciones y no sólo son de dudosa utilidad sino que potencialmente son lesivas para los países en desarrollo.

Todo esto ha desviado la atención de los temas de mayor interés para los países en desarrollo y se está destinando una gran cantidad de recursos a hacer frente a estas propuestas.

La pregunta natural que surge es ¿qué se esconde detrás de todo esto?

La respuesta es a la vez simple y compleja. Los grandes países industrializados ya se han apropiado de todo el espacio de las industrias y los servicios de la más alta tecnología. Ahora intentan desesperadamente conservar las industrias tradicionales en las cuales están perdiendo competitividad a pasos agigantados. Además, sus políticas internas provocan desempleo, del cual se responsabiliza con ligereza a las importaciones de los países en desarrollo. Las propuestas nuevas apuntan a resolver estos problemas.

La estrategia de los principales países industrializados consiste en elevar el campo de juego a un nivel tan alto que resulte inaccesible para los países en desarrollo.

También intentan incluir todos estos temas en el proceso integrado de solución de diferencias de la OMC, de manera de asegurar su aplicación a través de las amenazas sobre la importación de bienes.

Un breve análisis de los temas nuevos demostraría que los temores de los países en desarrollo son fundados.

Protección ambiental

La propuesta en materia de protección ambiental es la de permitir a los países que restrinjan las importaciones como un medio de aplicación de los acuerdos multilaterales sobre medio ambiente. El temor es que los países hagan uso de una discreción tan automática para proteger sus industrias de las importaciones.

El Artículo XX del GATT de 1994 ya contiene una disposición que prevé la adopción de medidas comerciales restrictivas para la protección del medio ambiente. No hay motivos para que, en el nombre del medio ambiente, los países deban tener más autoridad. Las salvaguardias existentes contra el uso arbitrario de la disposición es que la necesidad y sensatez de la acción estén sujetas a escrutinio multilateral en la OMC.

Normas laborales

Un temor similar existe con respecto a las normas laborales. La propuesta consiste en aplicar normas laborales a través de la maquinaria de la OMC, lo que en realidad significa que pueden restringirse las importaciones si se considera que un país se desvía de dichas normas. La adhesión a las normas laborales es sin duda un objetivo loable, pero vincularlas a sanciones comerciales es totalmente improcedente. Más bien sería un asunto de competencia de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

El argumento para vincular el comercio con los temas laborales es que la no adhesión a ciertas normas mínimas le da a un país ventaja desleal en materia de competitividad. Pero con la misma razón podría entonces argumentarse que el bajo costo de capital, el acceso fácil a la tecnología y la infraestructura altamente desarrollada de los países industrializados les dan una ventaja mucho más desleal y son más distorsionantes del comercio.

Con respecto a las propuestas relacionadas con las políticas en materia de competencia, cualquier acción en contra de conductas anticompetitivas es bien recibida. Pero el temor es que la intención de los proponentes sea frenar el crecimiento de las empresas de los países en desarrollo e impedirles que se transformen en multinacionales competidoras.

Inversión

En materia de inversión, conviene hacer un análisis más elaborado de las propuestas en vista de las últimas iniciativas de algunos países industrializados y los peligros inherentes a las mismas.

En síntesis, la propuesta apunta a conceder a los inversores extranjeros libertad total de inversión en un país, limitando así la capacidad del país receptor de seleccionar los sectores que considere más adecuados para la inversión y de controlar salidas de divisas que puedan resultarles perniciosas.

Las mayores preocupaciones de los países receptores son mayor producción, desarrollo y absorción de tecnología, desarrollo de la infraestructura y mantenimiento de los inversores nacionales. Las propuestas ignoran por completo estos aspectos y sólo cuidan los intereses de los inversores.

Los impulsores de las propuestas utilizan diversos argumentos para persuadir a los países en desarrollo. Uno de ellos es que se debe empezar el "proceso educativo" examinando el tema en la OMC, y otro, que durante las negociaciones se tomarán en cuenta los distintos tipos de intereses. El proceso GATT/OMC no inspira confianza en ese sentido. La experiencia recogida hasta ahora, ya sea en la Ronda de Tokio o en la Ronda Uruguay, dice lo contrario.

Además, la comunidad internacional ha decidido hace poco examinar el tema en la UNCTAD. No hay razón para duplicar el análisis y considerarlo simultáneamente en la OMC.

Razones de las propuestas

Si estas propuestas nuevas son tan inoportunas, improcedentes y de hecho perjudiciales, ¿por qué considerarlas, entonces?

Un motivo puede ser para evitar molestar a los países industrializados poderosos. Pero no hay límites para sus exigencias. En 1982 exigieron la inclusión de los servicios en el GATT. En 1986 otra vez impulsaron el tema de los servicios, y además el de la inversión y la propiedad intelectual. Y ahora en 1996 aparecen todos estos temas nuevos. A este ritmo, en 1998 habrá otros más, como armonización de impuestos u otros por el estilo. Tal vez nunca se acabe. Es necesario que los países en desarrollo digan "no" en algún momento.

Otra razón para aceptar las nuevas propuestas podría ser el temor a las amenazas o a las acciones de represalia de los principales países industrializados. Pero en la OMC no es posible adoptar ninguna acción, ya que el Proceso de Solución de Diferencias tiene requisitos definidos y un país, por más poderoso que sea, no puede tomar medidas contra otro, por más débil que sea, por no aceptar negociar los temas nuevos.

Una estrategia para los países del Sur

Todo esto plantea qué estrategia les convendría adoptar a los países en desarrollo para impedir la inclusión de temas nuevos en la OMC. No hay posibilidad de que los países industrializados presionen para la votación, ya que traería graves consecuencias para el futuro, y precisamente por esa razón han preferido que las decisiones en el GATT y la OMC sean por consenso. En la OMC un solo país puede formalmente impedir el consenso.

Esto tal vez resulte difícil desde el punto de vista político, pero es practicable; y ciertamente será muy efectivo si cinco o diez países se oponen explícitamente a las propuestas. Pueden hacerlo. Lo que es necesario es que hagan pronunciamientos claros y explícitos en reuniones formales e informales.

Debe recordarse que las negociaciones GATT/OMC no son las prácticas corteses de la diplomacia del siglo XIX; son directas e implacables.

Los países en desarrollo también deben protegerse de la desinformación, una herramienta efectiva adoptada por los grupos de interés contrarios. A veces se lanzan incluso campañas maliciosas contra individuos y países que mantienen posiciones firmes. Todas estas prácticas deben ser contrarrestadas y neutralizadas.

La mejor forma es tener un intercambio de información constante entre los países en desarrollo interesados. Conversaciones informales, reuniones frecuentes y contactos telefónicos entre las capitales serán de gran ayuda. También es muy importante el contacto entre la capital y sus negociadores en Ginebra, ya que a menudo los contrarios tratan de crear malos entendidos entre ambos.

La clave radica en decidir si determinada propuesta es beneficiosa, neutral o perjudicial, y si se la encuentra perjudicial, oponerse a ella. El temor al aislamiento y la represalia es a menudo ilusorio. Y si cinco o diez países tienen una posición consolidada y así la exponen, los temores se desvanecerán.

Al mismo tiempo, los países en desarrollo deben fortalecer su capacidad analítica. También es importante aumentar la interacción entre los diversos grupos de interés dentro del país y con grupos de otros países, y en este sentido los esfuerzos conjuntos de algunos países en desarrollo interesados serán muy útiles.

Los países en desarrollo deben reconocer su propio potencial como protagonistas decisivos en el escenario económico internacional. Algunos han tenido un destacado crecimiento económico, otros tienen una gran riqueza de recursos naturales, los hay que tienen un valioso potencial en materia de personal técnico calificado, y todos juntos ofrecen un enorme mercado y perspectivas de crecimiento futuro.

Sólo cabe tomar conciencia de estos potenciales, combinar sinérgicamente estos factores positivos y tener una nueva confianza en su papel en la economía internacional.

(*) Bhagirath Lal Das se desempeñó como representante de India ante el GATT, y fue Director de la División de Programas de Manufacturas y Comercio de la UNCTAD. El presente artículo fue elaborado en exclusiva para el SUNS.




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