No. 111/112 - Enero/Febrero 2001
No cabe duda alguna de que el clima de la Tierra está cambiando. Tampoco de que la humanidad y el planeta mismo están amenazados por esta catastrófica intrusión en la naturaleza. La discusión es en torno a cuan rápido se dará, cuánto y dónde.
No cabe duda alguna de que el clima de la Tierra está cambiando. Tampoco de que la humanidad y el planeta mismo están amenazados por esta catastrófica intrusión en la naturaleza. La discusión es en torno a cuan rápido se dará, cuánto y dónde.
La causa primaria del calentamiento de la atmósfera ha sido la combustión, en índices sin precedentes en la historia, de combustibles fósiles, lo que ha originado la presencia de los “gases de efecto invernadero” -tales como el dióxido de carbono, el metano y el óxido nítrico- en la atmósfera.
Por otro lado, nadie niega que los más afectados serán los países en desarrollo. Los pequeños países insulares quedarán inundados, y otros, como Bangladesh, con grandes zonas costeras que albergan gran parte de la población, también pueden sufrir la pérdida de esas tierras cuando aumente el nivel del mar. Los recursos hídricos, la agricultura, los bosques, la pesca y los asentamientos humanos, así como sistemas ecológicos y la salud humana, serán seriamente afectados, en especial en los países pobres.
Se imponen acciones urgentes. Los sistemas de producción industrial deben basarse en energías alternativas, renovables, con tecnologías limpias.
Debe haber un cambio fundamental en la producción y el consumo, dentro de un marco equitativo, tanto entre países ricos y pobres como entre los ricos y pobres de cada país.
Ese fue precisamente el acuerdo logrado en 1992, cuando los gobiernos acordaron la Convención de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Reconociendo que el Norte industrializado causó el 80 por ciento de la crisis, el principio de la responsabilidad “común pero diferenciada” se convirtió en el principio legalmente vinculante.
El Norte estaba obligado a reducir emisiones de gases invernadero dentro de cada país mediante cambios radicales en la producción y el consumo, y a su vez los países en desarrollo -con la promesa de recibir cooperación Norte-Sur-, se comprometieron a no transitar el mismo modelo de desarrollo desastroso, encaminándose a la sustentabilidad.
Lamentablemente, esos acuerdos han sido distorsionados con seudo soluciones promovidas por empresas y defendidas por los gobiernos de Estados Unidos, Canadá, Japón, Australia y Nueva Zelanda. Promovieron instrumentos para “lograr” los objetivos de reducción sin tener que reducir: comercialización de emisiones mundiales, “sumideros de carbono”, energía nuclear.
Todas estas maniobras se exacerbaron en la conferencia de cambio climático de las Naciones Unidas en La Haya en noviembre pasado. La resistencia de una gran mayoría de países en desarrollo y europeos y la actitud intransigente de Estados Unidos y sus aliados, provocó el colapso de dichas negociaciones.
En este número se revela el sabotaje que los países que más contaminan realizaron en la conferencia, se examinan las estrategias de la industria en la defensa de sus intereses y se informa sobre los últimos hallazgos científicos sobre el impacto del cambio climático en la salud.
|