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No. 45 - Junio 1995

Las Naciones Unidas vistas desde el Sur

por Erskine Childers (*)

La ONU fue constituida a partir del principio de una nación-un voto, pero los asuntos bajo su órbita nunca se rigieron de acuerdo con principios democráticos. Por otra parte, las potencias del Norte que dominan esta organización siempre restaron importancia a la función primordial, prevista en la Carta, de determinar y coordinar la aplicación de líneas de conducta económicas mundiales.

Un hilo común recorrió los orígenes de la Organización de Naciones Unidas (ONU) en su fundación en 1945, y luego a medida que se alcanzaba una integración universal con la descolonización. Para los pueblos del Norte, en 1945 la nueva ONU fue la respuesta final a las experiencias de agitación socioeconómica, que habían llevado, por su parte, a ideologías brutalmente imperialistas y a grandes guerras. Para los pueblos del Sur, las Naciones Unidas fueron la estrella polar en la extensa lucha -a veces centenaria- por la liberación de los imperios norteños. Más allá de estos factores comunes, sin embargo, hubo enormes diferencias.

Para el Norte, la ONU llegó simplemente luego del horror de la Segunda Guerra Mundial. Los países del Norte la crearon y se convirtieron en miembros junto con las repúblicas latinoamericanas cuyas elites también pertenecían en esencia a la civilización occidental. No tenían que luchar y abrirse paso hacia la ONU. Es también importante recordar que en 1945 nadie en el Norte, excepto algunas personas consideradas locas radicales, preveía el final de los imperios inclusive dentro de este siglo. Los arquitectos de la nueva sede central de la ONU en Nueva York recibieron instrucciones de diseñar edificios suficientemente grandes como para "unos 70 miembros" y aproximadamente 20 miembros adicionales que habrían de ser en general países de Europa que no habían sido admitidos al comienzo, entre ellos, por ejemplo, Irlanda y Suecia, por haber sido neutrales.

A diferencia del Norte, sin embargo, el Sur -Asia, las naciones árabes, los pueblos de Africa y el Caribe- tuvieron literalmente que luchar y habitualmente abrirse camino a la fuerza para ingresar a la ONU a través de la liberación nacional. Esto también era aplicable al país más grande de la Tierra, China, cuyo escaño había sido otorgado por las potencias ganadoras a la decadente elite que se retiró de tierra firme a una pequeña isla (Taiwan). La toma de sus asientos en la ONU entre 1958 y 1971 fueron momentos de extraordinaria emoción para los pueblos y representantes de la amplia mayoría de la Humanidad.

Pero he aquí una de las muchas ironías, y una gran falta de solidez en la estructura política general de esta institución mundial. Los miembros fundadores de 1945 habían establecido normas de admisión, y el principio básico de una nación-un voto, para su beneficio. La ONU fue en gran parte dirigida como un club occidental con la conducción de Estados Unidos: posteriormente, el Secretario General U Thant recordaría cómo, en su carácter de miembro de la delegación birmana, observó (y cito textualmente sus palabras) algo así "como un sistema de partido único en funcionamiento en la Asamblea General". De pronto, sin embargo, las normas debieron ser aplicadas automáticamente a nuevos solicitantes de ingreso provenientes del Sur. Simplemente llegaron, no hubo debate en el Norte, no hubo despertar perceptivo ni intelectual, no se construyó una nueva estructura para sustentar esta verdadera transformación de época.

Democracia

La comparación más aproximada que tenemos es la democratización de los parlamentos europeos con el advenimiento del voto universal. Esa transformación requirió una lucha larga y amarga, con frecuencia sangrienta, un profundo debate intelectual que cambió para siempre la información política y socioeconómica de Europa, y generó instituciones perdurables para defender lo que se había alcanzado.

Pero el Norte nunca debatió las implicaciones profundas de unas Naciones Unidas cuya nueva mayoría no era "blanca" y judeocristiana sino de colores y culturas diferentes y, la mayoría, mucho más antiguas; que habían surgido de un prolongado estancamiento del colonialismo, en espantosa pobreza, y que naturalmente tendrían un sólido y activo programa mayoritario para presentar en todo el sistema de la ONU.

Ahora, puesto que invocaré conceptos democráticos sobre la ONU, haré una pausa aquí para tratar un tema clásico acerca de este punto: tan pocos miembros del Sur son gobernados democráticamente, que la palabra "democracia" no puede aplicarse en el debate acerca de cómo conducir la ONU. Al respecto permítaseme realizar algunas observaciones claves.

En primer lugar, casi todas las dictaduras del Sur fueron instaladas por potencias del Norte -casi todas por organismos de inteligencia occidentales- y mantenidas en el poder con dinero, armas y negociados comerciales del Norte. Entonces, decir que lo que propone el Sur no es representativo por causa de esas dictaduras es hipocresía pura. En segundo lugar, sin embargo, en todo tema internacional importante de las Naciones Unidas, las delegaciones del Sur han adoptado las mismas posiciones ya sea que sus gobiernos sean electos por las democracias vigentes, como en el caso de India, o por dictaduras. En las palabras del distinguido embajador de Australia en la ONU, Dr. Peter Wilenski, hace mucho tiempo, "no hay mucha diferencia entre los padrones de votación de estados democráticos y no democráticos con intereses nacionales similares. Por tanto, parecería que la base constitucional de la Asamblea General es la correcta".

Retomando el análisis retrospectivo: cuando la nueva mayoría ingresó a las Naciones Unidas encontró que no era democrática en absoluto. Sus miembros occidentales más poderosos, diciendo ser modelos y maestros de democracia, habían dotado a la organización mundial de medios totalmente antidemocráticos por medio de los cuales la nueva minoría podía continuar comportándose como mayoría.

Nuevamente, permítaseme intentar una analogía con el parlamento nacional. Imaginemos que una nueva mayoría en representación de todo el pueblo de un país europeo hubiera accedido finalmente al parlamento nacional; pero se encontrara con que no puede enmendar la Constitución sin el consentimiento de algunos miembros ricos. Estos miembros ricos también tienen derecho a veto sobre la elección de la dirección administrativa. Insisten asimismo en que sus candidatos mantengan siempre todos los puestos claves del gabinete. Y también mantienen facultades de veto sobre las acciones de policía. Eso es precisamente lo que ocurre en la actualidad con la modificación de la Carta de la ONU, con la elección del Secretario General, con la insistencia de los principales países del Norte en que las subsecretarías claves pertenezcan siempre a sus países y, por supuesto, con la facultad de veto de los Cinco Miembros Permanentes del Consejo de Seguridad.

Es necesario poner el acento, porque las memorias históricas se desvanecen, en que ninguno de estos privilegios de la minoría fue exigido como reacción al advenimiento de una nueva mayoría del Sur, sino que se instalaron antes de la descolonización y, dicho sea de paso, con la vehemente objeción de los países más pequeños de Occidente, como Bélgica, Holanda, Noruega, Australia y Nueva Zelandia.

El Sur pronto encontró que también existía una agenda económica, pero más oculta dentro del sistema de la ONU. Y esto por supuesto ha preocupado al Sur en lo más profundo.

Ante la insistencia de los países pequeños, la Carta es el primer contrato social internacional. Los miembros de las Naciones Unidas se comprometen solemnemente a "emplear los mecanismos internacionales para la promoción del avance económico y social de todos los pueblos". El Sur descubrió muy pronto, sin embargo, que la interpretación era "algunos", no "todos" los pueblos. Los miembros se comprometían también a hacer de la ONU "un centro para armonizar la acción de las naciones" con esos objetivos. El Sur descubrió asimismo que, lejos de "armonizar", las principales potencias industriales se negaban siquiera a discutir genuinamente las estrategias macroeconómicas mundiales con miras a esos objetivos.

Esta negativa también comenzó mucho antes de la descolonización. Pero ha sido tal el olvido con respecto a la arquitectura original del sistema económico y social de la ONU que es necesario hacer un alto para recordar la intención de sus fundadores, y lo que en realidad se adoptó en San Francisco y en la Primera Sesión de la Asamblea General en 1946.

En 1945 ya estaba claro que habría organismos económicos y sociales separados. Pero los países pequeños y medianos insistieron en que la ONU misma debía ser protagonista en el enfrentamiento de las causas de conflicto, y diseñaron la arquitectura del nuevo sistema con la ONU como pieza central. Planificaron una estructura para desarrollar y mantener unido lo que Bélgica llamó "un nuevo sistema planetario" de la ONU rodeada por los organismos especializados.

Las funciones "económicas" de la ONU

Los fundadores estipularon inclusive -y la primera sesión de la Asamblea General lo adoptó en 1946- el principio de que las oficinas principales de los organismos debían estar ubicadas en la sede de la ONU. No insume más que un instante percibir lo que sólo esto pudo haber significado, y lo que se ha perdido con la dispersión del sistema. Alemania tendría una única "Misión Permanente ante el Sistema de la ONU" en Nueva York, encabezada por un embajador multidisciplinario capaz de dirigir a todas las delegaciones alemanas, ya fueran ante el FMI o la FAO o al ECOSOC, la OMS, o la UNESCO, la ONUDI o la Asamblea General.

La carta misma no contiene una definición de lo que "económico" habría de significar para las funciones de la ONU, porque se suponía que los gobiernos miembros que adoptaran esa definición en San Francisco, posteriormente la aplicarían. Estos mandatos fueron definidos en San Francisco como comercio, finanzas, comunicaciones y transporte internacionales, reconstrucción económica y acceso internacional a materias primas y bienes de capital.

De esta manera, en contra de la reclamación permanentemente realizada por las potencias industriales, los temas de política macroeconómica no fueron derivados hacia los organismos especializados. Habrían de prepararse programas mundiales coherentes y multidisciplinarios en comisiones de alto calibre del ECOSOC y luego ser adoptados por la Asamblea General. Conforme al artículo 58 (casi olvidado en la actualidad) la Asamblea coordinaría entonces estos programas, y el ECOSOC coordinaría la aplicación de los mismos por parte de los organismos (de acuerdo con el artículo 63).

Si estas disposiciones claves hubieran sido aplicadas, al transformarse en un organismo universal luego de la descolonización, las Naciones Unidas habrían estado en excelentes condiciones para dirigir los programas macroeconómicos auténticamente de, por y para los pueblos del mundo. En cambio, y pese a sus obligaciones emergentes de los tratados de la Carta, las principales potencias comenzaron a negarse a tratar a la ONU como centro de negociación y organización coordinadora de las cuestiones económicas mundiales.

Se suponía que el sistema de la ONU incluiría a la Organización Internacional del Comercio (OIC) como organismo especializado, trabajando conjuntamente con un Fondo Monetario Internacional (FMI) que operaría cada vez más como banco central mundial, interviniendo en forma equitativa en los países tanto cuando tuvieran superávit, como cuando hubiera déficit. Se elaboró un proyecto de carta de la OIC, pero fue rechazado por los Estados Unidos, dejándonos hasta hoy solamente con el GATT, que jamás cubrió las necesidades comerciales de la gran mayoría de la Humanidad. Para tratar de asegurar que la propia ONU abordara los temas estructurales, en 1964 la mayoría de la ONU dio inicio a la UNCTAD (comercio y desarrollo, en ese orden); pero las potencias primero la ignoraron ampliamente y ahora la han vaciado.

Con respecto al FMI, ya hace mucho tiempo que dejó de ser un organismo monetario auténticamente mundial con un funcionamiento equitativo. Una minoría del 26% de los países miembros controla el 66% de los votos y asegura que el Fondo aplique sus energías a dictaminar el "ajuste estructural" solamente para los países en desarrollo. El Sur tiene que mirar cómo los países del Norte, cuyos déficits presupuestales internos y externos gigantescos los transforman a ellos en candidatos primordiales para este "ajuste estructural" no son tocados por un FMI que supuestamente pertenece al Sistema de las Naciones Unidas.

Esta situación incluye otras enormes contradicciones políticas. Los países "donantes" han dado fondos durante muchos años a la ONU y a sus propios organismos bilaterales para ayudar a los países en desarrollo a crear sus servicios educativos y sanitarios con reclamos constantes de que aumenten sus índices de planificación familiar. Pero el "ajuste estructural" del FMI, secundado por esos mismos gobiernos "donantes", ha exigido que hasta un 35% de esos servicios educativos, sanitarios y de planificación familiar sean desmantelados.

Tanto el FMI como el Banco Mundial son utilizados a discreción por las potencias industriales como instrumentos contundentes de las políticas exteriores de sus países. El gobierno y el comportamiento de estas instituciones son por ahora totalmente incompatibles con los principios y objetivos de la ONU. Su integración al sistema de la ONU es por lo tanto casi una ficción, mantenida solamente por las potencias para argüir que son los "únicos órganos internacionales competentes" para encargarse de los temas de política macroeconómica. Pero mientras se niegan así a la ONU sus atribuciones, las instituciones de Bretton Woods no cumplen con esos deberes. El FMI no tiene una estrategia monetaria mundial y no toca la multimillonaria (en dólares) especulación en divisas para beneficio privado. El Banco trata la deuda solamente país por país.

Ya en el decenio de los años 50 -nuevamente, antes de la descolonización- Estados Unidos y el Reino Unido rechazaron propuestas de miembros entonces menores para que la ONU tuviera un banco propio de préstamos blandos, el Fondo Especial de las Naciones Unidas para el Desarrollo Económico (Special United Nations Fund for Economic Development - SUNFED). Para acabar con la propuesta y distraer la presión puesta en ello, las potencias prometieron aumentar su respaldo a la asistencia técnica de la ONU en lo que se convirtió en el PNUD, y abrieron una ventana de préstamos blandos en el Banco Mundial (la asistencia internacional para el desarrollo-IDA, en inglés) que, por supuesto, estaría bajo su control efectivo. Estas dos estratagemas fueron el comienzo de un esfuerzo que ha persistido hasta ahora para distraer la atención de la ONU sobre las necesidades macroeconómicas estructurales del Sur con el mero paliativo de la "ayuda" al desarrollo.

Advertencia

Ya a fines de los años 60 estos patrones políticos de las potencias del Norte eran tan claros, y sus consecuencias para el futuro del mundo eran tan graves, que en 1969 el Secretario General U Thant emitió una advertencia especial. El provenía sin duda del Sur, pero cualquier norteño intuitivo que lo leyera entonces -o releyendo sus palabras dolorosamente ahora- podía ver que era realmente una advertencia en nombre de toda la Humanidad. Citaré plenamente sus palabras:

"No deseo parecer excesivamente dramático, pero puedo concluir solamente de la información que me llega como Secretario General que a los miembros de las Naciones Unidas le quedan tal vez diez años para dejar de lado las antiguas discusiones y lanzar una asociación mundial capaz de frenar la carrera armamentista, mejorar el medio ambiente humano, neutralizar la explosión demográfica y dar el impulso necesario a los esfuerzos por el desarrollo. Si no se forja una asociación mundial con estas características en el correr del próximo decenio, entonces mucho me temo que los problemas que he mencionado habrán alcanzado proporciones tan asombrosas que superarán nuestra capacidad de controlarlos".

A comienzos de los años 70, la falta de interés de las potencias industriales del Norte en generar una asociación de esta naturaleza era obvia. Cada iniciativa originada en el Sur en distintos órganos de la ONU lograba muy poca respuesta o ninguna. El Sur acudió a la única opción que le quedaba, poner sobre la mesa y adoptar un conjunto sólido de propuestas para un "nuevo orden económico internacional" en la Asamblea General. Entonces la minoría acusó a la mayoría de "contenciosa". Los medios de comunicación occidentales diligentemente se hicieron eco de las palabras de los líderes norteños diciendo que eran propuestas solamente para "que los pobres absorbieran a los ricos". En una táctica particularmente demagógica, que quizás suene extraña si recordamos que hace poco los mismos capitales proclamaron un "nuevo orden económico mundial", la frase "nuevo orden económico internacional" fue denunciada como que sonaba a nazismo.

Quedaba claro que al Norte simplemente no le importaba lo que la mayoría de la Humanidad proponía y adoptó en la Asamblea General. Ese órgano, que había sido colmado de elogios como el parlamento del mundo cuando Estados Unidos y sus aliados lo controlaban, fue degradado ahora a una "tertulia dominada por el Tercer Mundo". Las declaraciones del Sur eran rotuladas de "retóricas"; el Norte en su conjunto simplemente hacía caso omiso de ellas y emitía lo que llamaba "posiciones propias de estadistas".

En el mismo período las potencias se ocupaban de que las posibilidades intelectuales de la ONU en los temas económicos mundiales se fueran debilitando constantemente.

En 1977 la mayoría de los miembros de la ONU lograron crear el cargo de Director General de la ONU para el Desarrollo y la Cooperación Económica Internacional, que supuestamente habría de estar a cargo de todos los departamentos económicos y sociales y proporcionar un liderazgo macroeconómico coherente y de gran calidad a través del Secretario General. Sin embargo, el puesto nunca estuvo a cargo de nada, excepto de su propia pequeña oficina. Los Secretarios Generales electos por las potencias para actuar conforme a sus intereses mantuvieron la oficina tan débil que su existencia no había sido siquiera publicada oficialmente en el Manual de Organización de la ONU 15 años más tarde, cuando Boutros-Ghali la abolió abruptamente.

Mientras tanto, las potencias industriales protestaban porque el personal de la ONU cobraba demasiado, e insistieron en reducir los salarios en un 13%. Al mismo tiempo autorizaron enormes aumentos de sueldo al personal del Banco Mundial de hasta el 25%. Posteriormente se argumentó que el Banco Mundial tenía claras "ventajas comparativas" con relación a la ONU, como si esas "ventajas" hubieran sido creadas por una concepción inmaculada.

De esta manera, 50 años después de la formulación original del Sistema de la ONU que trataría enérgica y coherentemente las causas sociales y económicas de los conflictos, no existe una verdadera estrategia macroeconómica mundial para el progreso económico y social de todos los pueblos -ni en comercio, ni en dinero, ni en capital financiero y deuda. Y el Secretariado de la ONU se ha visto gravemente debilitado, inclusive en sus facultades intelectuales, para tratar de informar al mundo de lo que está ocurriendo y proponer estrategias de conjunto para evitar la convulsión.

A medida que las Naciones Unidas se acercan a su 50 aniversario, una relación casi estándar de 20 sobre 80 ilustra lo que ha ocurrido con la obligación solemne de promover el progreso económico y social de "todos los pueblos". La minoría más rica del 20% gana, posee y consume en los países industrializados aproximadamente el 80% de todos los bienes de la comunidad mundial. El 20% norteño de la Humanidad posee el 83% del producto nacional bruto mundial; el 81% del comercio mundial; el 94% de los empréstitos comerciales; el 80% de los ahorros domésticos totales; el 80% de las inversiones domésticas y el 94% de toda la investigación y el desarrollo.

Para los más pobres de la Humanidad, los últimos treinta años han constituido una experiencia equivalente a tratar de ascender por una escalera mecánica que está bajando. Si tomamos el año 1960 como divisoria de las aguas de la descolonización, ese año el quinto más rico de la población mundial tenía 30 veces más ingresos que la quinta parte más pobre; en 1989 la quinta parte más rica recibía 60 veces más ingresos que los más pobres.

El PNUD estima que la combinación del proteccionismo norteño contra las exportaciones intentadas por el Tercer Mundo, con índices de interés unilateralmente elevados en los centros financieros del Norte, y otras desigualdades, están quitando a los países en desarrollo 500.000 millones de dólares anuales, que podrían haber estado ganando. Eso representa diez veces la "ayuda" del Norte hacia los países en desarrollo. Un aspecto relevante de esta situación es la flagrante estupidez de los programas del Norte, inclusive en interés del propio Norte.

Desde 1970 el endeudamiento del Sur ha aumentado 14 veces, hasta ahora aproximadamente 1,4 billones de dólares. El Sur ha pagado 1,6 billones de dólares por servicio de la deuda desde 1982 solamente. Pero las tasas de interés son aumentadas en forma reiterada en el Norte, de manera que el Sur debe todavía tratar de pagar 266.000 millones de dólares por año -cinco veces el total de la "ayuda" del Norte. Eso no tiene sentido ni para los intereses del Norte ni -trágicamente- para los intereses del Sur.

Esto lleva a analizar las dimensiones de la paz y la seguridad de las Naciones Unidas y la función del Consejo de Seguridad.

Crisis del Golfo

Estas funciones de las Naciones Unidas fueron profundamente estigmatizadas en los ojos de la mayoría de la Humanidad prácticamente desde el comienzo, cuando -en una acción que el Norte no hubiera permitido siquiera probar en el derecho internacional- en 1947 el Norte aseguró el voto de la Asamblea General para la partición de Palestina. Desde entonces, el Sur ha percibido a la ONU en sus dimensiones de paz y seguridad como un lugar donde las potencias del Norte niegan los derechos humanos a ciertos pueblos seleccionados del Sur, aplican criterios duales en forma flagrante, y usan el nombre de la ONU para su propia realpolitik (pragmatismo político) cuando lo desean -culpándola luego, si la realpolitik falla.

En un sentido muy real la Crisis y la Guerra del Golfo fueron una especie de convergencia amenazante de todas las causas de conflicto no tratadas y de ese comportamiento de superpotencias. Las Naciones Unidas, a las cuales se debió permitir que contaran con programas mundiales para fijar los precios de las principales materias primas y, por supuesto, administrar los recursos naturales claves necesarios para todos los pueblos, fueron mantenidas totalmente alejadas del petróleo. Las Naciones Unidas tuvieron que admitir como miembro a un estado cuyas fronteras habían sido separadas de la provincia iraquí de Basrah por el Imperio Británico y ahora tenían que tratar las fronteras de Kuwait como sacrosantas.

No hubo opción, conforme a las normas de la ONU: Irak había cometido sin duda un acto de agresión, y el resto del Sur estuvo totalmente de acuerdo en esto. Pero mientras el Norte en su conjunto fue llevado a creer que las subsiguientes acciones contra Irak eran adoptadas apropiadamente conforme a la Carta de la ONU, para el Sur se trató de estratagemas intencionadas de las potencias del Norte para apropiarse de la ONU, lisa y llanamente, y encubrir su realpolitik en el Oriente Medio, que ahora requería la destrucción de un país al cual el Norte había estado suministrando armamento pesado pocos meses antes.

Cuando la guerra de la Coalición contra Irak comenzaba, el famoso Laxman, dibujante de tiras cómicas del Times of India, publicaba una tira donde mostraba a diplomáticos alineados en torno a una tumba en la cual el edificio sede de la ONU era la lápida; un epitafio escrito en la fachada del edificio decía, "Aquí yace la ONU, Víctima de las Superpotencias".

Es imposible trasmitir en pocas palabras la profunda repugnancia de todo el Sur frente al espectáculo del Norte (junto con unos pocos gobiernos árabes sobornados), saboteando y bloqueando todos los esfuerzos por alcanzar lo que sin lugar a duda pudo haber sido un acuerdo negociado, y disfrutando entonces como si se tratara de un video-juego sus armas de alta tecnología, que devastaban deliberadamente la infraestructura civil y de desarrollo de todo un país en el nombre de las Naciones Unidas, y llevando a cabo una desvergonzada masacre al final de la ruta de salida de Kuwait. Para mí todavía constituye algo así como un milagro que el Sur no se haya dado vuelta entonces y abandonado las Naciones Unidas, como algo a lo cual ya no valía la pena asistir.

Irónicamente, la siguiente Cumbre del Consejo de Seguridad, fraguada por Gran Bretaña para finalizar su presidencia del Consejo con nota alta, resultó sin embargo muy útil. Los miembros del Sur mostraron considerable valentía en sus observaciones sobre el futuro del Consejo de Seguridad por los motivos que vamos a señalar en un momento.

La India se refirió explícitamente a la necesidad de terminar con "las imposiciones en aras de resultados inmediatos" y luego sintetizó adecuadamente, a mi criterio, el punto de vista básico del Sur, en los siguientes términos:

"La Carta es, apenas, tan legítima y segura como su sustentación por la voluntad colectiva de la comunidad internacional. En cada paso, la interpretación de la Carta así como las acciones del Consejo de Seguridad deben provenir de esa voluntad colectiva y no de las predilecciones de unos pocos. Un consenso general debe prevalecer siempre. Aquello que es correcto y justo debe ser transparente. Es tan simple como eso".

En la discusión del informe del Secretario General solicitado por la Cumbre del Consejo, llamado Un Programa para la Paz, el Sur busca activamente los medios para institucionalizar estos principios. Por ejemplo, cuando Brasil ejerció la presidencia en 1993, el embajador de Brasil rompió todos los precedentes al informar periódicamente fuera del Consejo a todos los miembros de la organización como un todo. El Sur busca formas para restaurar la función original que se pretendió dar a la Asamblea General en los temas de paz y seguridad; en otras palabras, simplemente poner en funcionamiento el artículo 24, por el cual los miembros como un todo únicamente "confieren" al Consejo de Seguridad solo la responsabilidad "primaria" de mantener la paz y la seguridad; que actúa "en representación" de los miembros como un todo; y que siempre lo hará de acuerdo con los objetivos y principios de la ONU, algo que de ningún modo ha hecho.

La gran mayoría de los miembros del Sur han realizado declaraciones en los grupos de trabajo sobre la reforma del Consejo indicando que el carácter permanente de cualquiera de los miembros del Consejo debe acabar y también el derecho a veto. Como es bien sabido, sin embargo, si se va a insistir en que estos arcaicos arreglos, que huelen tanto a la época imperial, se extiendan ahora a países como Japón y Alemania, entonces el Sur insistirá en que se logre un sano equilibrio, otorgando la condición de miembro permanente a Brasil, Nigeria e India, por ejemplo.

Junto con estas conversaciones, sin embargo, hay otro problema oculto al que cada ciudadano miembro de la ONU que sostenga principios básicos de decencia y de transparencia en los procesos decisorios debería oponerse abiertamente.

Los miembros originales pequeños y medianos lucharon con firmeza para asegurar que, inclusive si el veto podía prevenir cualquier acción planificada por una buena mayoría de miembros, por lo menos esa mayoría especial fuera necesaria para realizar una acción. No previeron una coerción por parte de ciertos miembros en la forma de terrorismo de estado.

El desagradable hecho es que cuando quieren silenciar a miembros de una mayoría o cuando quieren hacer aparecer votos suficientes para una resolución del Consejo, una o varias potencias recurren abierta y brutalmente al chantaje y la amenaza económicos, o a sobornos, contra países a los cuales su denominada "economía mundial" ha llevado a la desesperación económica.

Terrorismo de Estado

Un gobierno del Sur transformado en blanco de este tratamiento puede recibir la oferta de un soborno para mantenerse en silencio, o por lo menos para abstenerse en una resolución -o por supuesto para apoyar una decisión, si es esto lo que quiere/n la/s potencia/s. Habitualmente, sin embargo, al gobierno se le dice abiertamente que a menos que se comporte de la manera que las potencias desean no va a recibir ninguna asistencia para el desarrollo, o va a recibir menos; no va a recibir alivio de la deuda, o va a recibir menos; no va a obtener ningún crédito de emergencia del FMI o va a lograr menos que los que recibía, o se le impondrán condicionalidades más estrictas.

En la Guerra del Golfo el pequeño Yemen votó contra la resolución que autorizaba el uso de la fuerza. Se oyó casualmente cuando un diplomático norteamericano le decía al embajador de Yemen: "Ese fue el voto por la negativa más caro que su país jamás haya realizado". Al día siguiente toda la ayuda a Yemen fue suspendida y Arabia Saudita expulsó brutalmente y de un día para otro a casi un millón de yemenitas que trabajaban y remitían dinero a su país.

India "recibió el mensaje" cuando trataba de obtener créditos de emergencia del FMI para pagar sus cuentas de petróleo justo antes de la resolución de cese al fuego del Golfo. India tenía que votar la resolución. En la fundamentación de voto estableció su profundo desagrado por muchos aspectos del mismo tan claramente como se atrevió.

Llamo a esto terrorismo de Estado porque es el uso del poder del Estado para amenazar la vida misma de miles y hasta millones de civiles ya golpeados por la pobreza, a menos que sus gobiernos acepten el dictado de otro gobierno sobre el uso de sus responsabilidades como miembros de la ONU. Una instancia más reciente de este terrorismo fue el aplastamiento de una resolución de los países No Alineados para remitir el uso de la amenaza con armas nucleares a la Corte Mundial. No es necesario decir que, al igual que un individuo, un gobierno víctima de chantaje y extorsión no se atreve a revelar lo que está sucediendo.

Nosotros tenemos ONGs "vigilantes" de los derechos humanos. Es un terrible reflejo de lo que ciudadanos decentes respetuosos del derecho del Norte han permitido que ocurra, lo que necesitamos ahora son ONGs "vigilantes de chantajes" en la ONU.

Debería abordar ahora otro tema crucial en el ámbito de la paz y la seguridad: el de la intervención de la ONU dentro de fronteras por razones humanitarias.

El Sur se ha alejado tanto del reclamo tradicional de soberanía, como lo han hecho los miembros del Norte. En 1991 la Asamblea General adoptó una resolución por consenso (46/182) en la cual, por primera vez, se establecía el principio de que la ONU podía brindar asistencia con el "consentimiento" (antes tenía que ser a "solicitud") de un "país", cuando siempre antes había tenido que ser de un gobierno. Y en la Cumbre del Consejo de Seguridad, miembros del Sur como India y Zimbabwe establecieron claramente que no se oponían a una intervención así; lo que quieren es que la Asamblea General establezca principios claros y normas básicas que constituyan la guía para todas estas decisiones.

Nuevamente, fueron los miembros del Movimiento de Países No Alineados del Sur quienes propusieron la creación de un Paraíso Seguro de Naciones Unidas en la ex Yugoslavia, y vale la pena tener en mente que si esto era obviamente para proteger a musulmanes en Bosnia Herzegovina, significaba crear un precedente muy grave que podría un día ser aplicado contra un país del Sur.

En todas estas propuestas, sin embargo, el Sur está insistiendo en que la intervención sea enteramente bajo el control de las Naciones Unidas; y una vez que haya comenzado, los gobiernos miembros no puedan actuar independientemente. El verdadero problema es: transparencia y confianza.

No es sorprendente, sin embargo, que el Sur esté exigiendo ahora con vehemencia que exista un Programa para el Desarrollo junto con un Programa para la Paz. Esto no debería solamente ser una posición del Sur. Debemos trabajar todos urgentemente para superar el énfasis actual, totalmente desequilibrado en torno a la reforma y el mero fortalecimiento de las facultades de mantenimiento de la paz de la ONU. Esto es, por supuesto, vital. Pero no dudo en prever que si esto es todo lo que hacemos, incluso si fueran establecidas ahora en la ONU las condiciones óptimas para evitar conflictos y restaurar la paz, las mismas serían totalmente superadas por la magnitud y la cantidad de conflictos que nos depara el futuro.

(*) Erskine Childers fue Asesor Principal del Director General de la ONU para el Desarrollo y la Cooperación Económica Internacional.






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