No. 154 - Marzo 2002
El FMI y Argentina
¿Fracaso imposible?
por
Mark Weisbrot
La implosión económica de Argentina tiene las huellas digitales del FMI por todos lados, pero es posible que la institución financiera internacional –una vez más- escurra el bulto.
En momentos en que el gobierno de Argentina renunciaba frente a los levantamientos y protestas en gran escala de todos los sectores de la sociedad, un periodista de la BBC me preguntó si esta crisis económica y política cambiaría la forma en que la gente veía al Fondo Monetario Internacional (FMI). Yo quería decir que sí, pero tuve que decirle: "En realidad depende de cómo la prensa informe acerca de estos hechos".
Hasta ahora parece como si el FMI se escurriera fácilmente, una vez más. El FMI y el Banco Mundial –las dos instituciones financieras más poderosas del mundo- aprendieron una lección importante de su breve mala racha de imagen durante la crisis asiática hace algunos años. Se han convertido en maestros del arte de "darle la vuelta" a la noticia.
La implosión de Argentina tiene las huellas digitales del FMI por todos lados. La causa principal y sin duda más importante de las dificultades económicas del país fue la decisión del gobierno de mantener su tipo de cambio fijo: un peso por un dólar. Adoptada en 1991, esta política funcionó durante un tiempo. Pero en los últimos años, el dólar ha estado sobrevaluado. Esto hizo que el peso argentino también estuviera sobrevaluado.
Contrariamente a la creencia popular, una moneda "fuerte" no es como un organismo fuerte. Es muy fácil tener demasiado de una buena cosa. Una moneda sobrevaluada encarece demasiado las exportaciones de un país, y abarata artificialmente sus importaciones. Basta con mirar a Estados Unidos, donde nuestro dólar "fuerte" nos ha aparejado un déficit comercial récord de 400.000 millones de dólares.
Pero se torna catastrófico para un país que se ha comprometido –como lo ha hecho Argentina- a un tipo de cambio fijo. Cuando los inversionistas comenzaron a creer que el peso caería, reclamaron tasas de interés cada vez más altas. Esas tasas de interés exorbitantes están paralizando a la economía. Esa es la principal razón de que Argentina no haya podido recuperarse de su recesión de hace ya cuatro años.
Para mantener una moneda sobrevaluada, un país necesita grandes reservas de dólares: el gobierno debe garantizar que todos los que deseen cambiar un peso por un dólar pueden obtenerlo. El papel del FMI aquí fue crucial: organizó cantidades enormes de préstamos –incluso 40.000 millones de dólares hace un año- para apoyar el peso argentino.
Ese fue el segundo error fatal del FMI. Para apreciar su gravedad, imaginen que Estados Unidos pide prestado 1,4 billones de dólares –el 70 por ciento del presupuesto federal- tan solo para apuntalar el dólar sobrevaluado. No le llevó mucho tiempo a Argentina para acumular una deuda externa que fue literalmente imposible de pagar.
Por si todo eso no fuera suficiente, el FMI realizó sus préstamos condicionados a una política de "déficit cero" para el gobierno argentino. Pero no es necesario ni deseable para un gobierno que deba equilibrar su presupuesto durante una recesión, cuando los ingresos fiscales suelen caer y aumentan los gastos sociales.
El objetivo de "déficit cero" puede tener escaso sentido económico, pero tiene un gran valor en término de relaciones públicas. Al centrarse en el gasto del gobierno, el FMI se las ha ingeniado para convencer a la mayor parte de la prensa de que los hábitos de gasto "dispendioso" de Argentina son la fuente de todos sus problemas. Pero Argentina ha manejado modestos déficit presupuestales, mucho menores que el propio gasto deficitario de Estados Unidos durante las recesiones.
El FMI aduce ahora que estaba en contra del tipo de cambio fijo, y de los préstamos en gran escala para apoyarlo. Los funcionarios del FMI dicen que siguieron adelante con esas políticas para complacer al gobierno argentino. ¡Así que ahora Argentina le dice al gobierno de Estados Unidos qué hacer! Esta no es una historia muy creíble, pero por supuesto, verificar quién tomó qué decisión es un poco como rastrear la cadena de comando de al-Qaeda. Las reuniones del directorio del FMI, las consultas con ministros de gobierno y otras deliberaciones son secretas.
Pero sí tienen un historial rastreado. En 1998, el FMI apoyó las monedas sobrevaluadas de Rusia y Brasil, con préstamos masivos y tasas de interés por las nubes. En ambos casos las monedas colapsaron de todas formas y ambos países estuvieron mejor después de la devaluación: el crecimiento de Rusia en el 2000 fue el mayor en 20 años.
Argentina también se recuperará, sin duda, después que devalúe su moneda y declare la moratoria de su impagable deuda externa. Pero el pueblo necesitará un gobierno que esté dispuesto a romper con el FMI y aplique políticas que pongan en primer lugar los intereses nacionales.
Washington tiene otras ideas. "Es importante que Argentina continúe trabajando a través del FMI en políticas racionales", dijo recientemente el vocero de la Casa Blanca Ari Fleischer. Para el FMI, el fracaso es imposible.
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Mark Weisbrot es co-director de Center for Economic and Policy Research con sede en Washington, D.C.
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