Nº 206 - julio 2006
Lamy tiene una nueva misión: facilitador, no autor
por
Martin Khor
Cuál sería el grado de autoridad y margen que tendrá realmente el director general de la OMC, Pascal Lamy, dentro de su mandato, y cómo intentará utilizarlo fue una de las principales cuestiones discutidas antes y después de que finalizara la reunión ministerial del foro comercial mundial el 1 de julio en Ginebra.
Las negociaciones de Doha llegaron a una situación crítica cuando la reunión ministerial de la Organización Mundial de Comercio (OMC) en Ginebra se desmoronó, después de que los principales países no pudieron ponerse de acuerdo acerca de cómo reducir las subvenciones y los aranceles en la agricultura y se enfrentaron en torno a cómo avanzar en materia de acceso a los mercados para los productos no agrícolas.
La reunión finalizó el sábado 1 de julio –un día antes de lo previsto- después de que resultó claro que no era posible lograr avances en el tema agrícola. También quedó en suspenso la cuestión de la liberalización de los productos industriales. “No ha habido avances, de manera que estamos en crisis, tenemos que admitirlo”, declaró el director general de la OMC Pascal Lamy.
Lamy sugirió al Comité de Negociaciones Comerciales (CNC) la adopción de tres decisiones: que él condujera “consultas amplias e intensas con el fin de facilitar el establecimiento urgente de modalidades para la agricultura y el acceso a los mercados para los productos no agrícolas”; que las consultas deberían basarse en los proyectos que han presentado los presidentes de los grupos de negociación; y que presentara un informe al respecto al CNC lo antes posible. Para el CNC, su única acción posterior sería lograr el acuerdo.
Cuál sería el grado de autoridad y margen que tendrá realmente Lamy dentro de su mandato, y cómo intentará utilizarlo fue una de las principales cuestiones discutidas antes y después de que finalizara la reunión.
Un funcionario de experiencia que estaba presente en las reuniones de “sala verde” declaró que parecía, por lo menos para algunos, que Lamy estaba interesado en tener poderes para elaborar un nuevo texto, pero que la sala verde decidió que tan solo facilitaría ulteriores negociaciones.
Lamy negó en una conferencia de prensa que hubiera “manejado” o manipulado una crisis para darse a sí mismo una nueva misión. Declaró que ya había una gran cantidad de textos disponibles y que lo que se necesitaba eran “números”. Comentó que veía su trabajo por delante como una tarea de “exigir que se rompan la cabeza, consultar, confesar, comenzar con el Grupo de los Seis, de manera que podamos lograr los números que faltan en los textos del presidente”.
El comisario de Comercio de la Unión Europea, Peter Mandelson, comentó que la nueva tarea de Lamy era la de ser el facilitador y catalizador, pero no el autor. Pero como lo que cuenta son los números, es difícil establecer la diferencia entre facilitador y autor.
Alrededor de 60 ministros de comercio y agricultura se reunieron el sábado 1 de julio en un esfuerzo por llegar a un acuerdo en torno a las “modalidades” para la agricultura y el acceso a los mercados para los productos no agrícolas, fórmulas y números para reducir los aranceles y subvenciones agrícolas y los aranceles industriales, así como para establecer excepciones y flexibilidades, o ritmos de liberalización reducidos, para ciertos productos y para ciertos países.
La reunión estaba planeada para por lo menos tres días. Pero quedó claro en la primera tarde (viernes) que las posiciones estaban demasiado distanciadas. Se adoptó entonces la decisión de suspender las conversaciones al día siguiente y tratar de limitar el daño causado a la imagen de la OMC.
Las conversaciones han estado plagadas de problemas desde que fueron iniciadas en Doha en 2001. Tendrían que haber finalizado en 2004 pero atravesaron numerosos plazos incumplidos. La Conferencia Ministerial de Hong Kong, en diciembre pasado, dio nueva vida e instrucciones, pero los nuevos plazos de abril y ahora junio transcurrieron sin un acuerdo básico acerca de cuánto reducir los aranceles y subvenciones, y qué “flexibilidades” otorgar.
La urgencia para culminar la Ronda de Doha se debe a que en julio expira la “autoridad de vía rápida” del presidente de Estados Unidos, George W. Bush. Sin esta autoridad sería difícil que el Congreso de Estados Unidos aprobara un acuerdo comercial. La OMC necesita acordar las “modalidades” para fines de junio si desea que las conversaciones se resuelvan en diciembre, a tiempo para que Estados Unidos prepare la aprobación de su proyecto de ley antes de que expire la autoridad de vía rápida.
Sin embargo, una solución alternativa a la crisis del cronograma, sugerida por algunos congresistas estadounidenses influyentes en vísperas de la reunión de Ginebra, es que el Congreso de Estados Unidos conceda al presidente Bush una nueva autoridad de vía rápida. Esto permitiría que las negociaciones transcurrieran sin que la OMC tuviera pendiente sobre su cabeza la espada del vencimiento de la vía rápida.
No obstante, la Representante Comercial de Estados Unidos, Susan Schwab, declaró que no basaría las esperanzas de la continuación de la Ronda de Doha en la posibilidad de que se renovara la vía rápida.
Después de finalizada la reunión, el comisario de Comercio europeo advirtió que Lamy tendría solo dos semanas para revertir las conversaciones para asegurar un acuerdo del Grupo de los Seis, ya que las delegaciones que no son de ese grupo necesitarían otros quince días para digerir una propuesta del Grupo de los Seis.
El pensamiento generalizado es que la última esperanza de lograr un acuerdo en diciembre es que se alcance una convergencia sobre las modalidades a fines de julio, posiblemente a través de otra reunión de rango ministerial. Son pocos los que creen que esto pueda hacerse.
La causa inmediata del colapso de la reunión fue la incapacidad de Estados Unidos de mejorar la oferta de reducción de sus subvenciones agrícolas internas.
Ya había aceptado traer el tope (el nivel permitido) de las subvenciones generales que provocan distorsión en el comercio a 23.000 millones de dólares. Pero como sus subvenciones reales estuvieron levemente por debajo de los 20.000 millones el año pasado, otros países consideraron que la oferta de Estados Unidos era inadecuada, ya que le permitía expandir -en lugar de disminuir- sus subvenciones reales.
El Grupo de los 20 países en desarrollo pidió que las subvenciones autorizadas se rebajaran a 12.000 millones de dólares, mientras que otros sugirieron ubicarlas en 15.000-17.000 millones. El sábado 1 de julio, después de la reunión, los Comisarios de Comercio y Agricultura de la Unión Europea exigieron que Estados Unidos ofreciera por lo menos 15.000 millones de dólares.
Se esperaba de Estados Unidos que realizara una nueva oferta, aún bajando algunos pocos miles de millones. Pero debido a las presiones de su grupo de presión agrícola y del Congreso estadounidense, no fue posible hacer siquiera un pequeño gesto, y no se apartó de su posición.
En lugar de eso, culpó a otros países por no avanzar lo suficiente en la apertura de sus mercados tanto para productos agrícolas como industriales, diciendo que éste era un requisito previo para que mantuviera -y menos aún aumentara- su oferta actual en materia de subvenciones.
Esta táctica de pasar a otros la culpa no funcionó porque la Unión Europea había aceptado rebajar sus aranceles agrícolas en un 51 por ciento, una mejora con respecto al 39 por ciento que había sugerido anteriormente. Algunos países pensaron que la oferta no era lo suficientemente buena (el Grupo de los 20 quería 54 por ciento y Estados Unidos 66 por ciento) pero casi todos -salvo Estados Unidos- dijeron que era un buen comienzo.
La pelota pasó entonces a la cancha de Estados Unidos, para que acompasara la medida de la Unión Europea diciendo en cuánto mejoraría su oferta en materia de subvenciones. Pasó todo un día en espera de que Estados Unidos actuara. Cuando no lo hizo, los ministros presentes estuvieron de acuerdo en cancelar antes las conversaciones.
Mientras tanto, una abrumadora cantidad de países en desarrollo expresó su frustración no solo por la oferta inadecuada de Estados Unidos sino por cómo los países desarrollados los están presionando ahora para reducir abruptamente sus aranceles.
La presión es mayor en los productos industriales. Los países desarrollados han propuesto coeficientes de 10 y 15 para una fórmula suiza por la cual ellos mismos reducen sus aranceles industriales entre 20 y 30 por ciento, mientras que los países en desarrollo deben reducir sus aranceles en 60 u 80 por ciento.
En una conferencia de prensa para demostrar la solidaridad de los países en desarrollo, diez ministros representando a diversos grupos del Sur (entre ellos el Grupo de los 20, el Grupo de los 33, países de Africa, el Caribe y los países menos adelantados) exhortaron a los países desarrollados a que hagan más, y pidieron justicia en sus demandas sobre qué puede hacer el Sur.
“Después de todo ésta es una Ronda para el Desarrollo”, dijo el ministro de India, Kamal Nath. “El mandato es que los países desarrollados reduzcan sus subvenciones agrícolas y abran sus mercados a los países en desarrollo. Pero si los países desarrollados vienen a Ginebra y esperan poner el zapato en otro pie, pidiendo a los países en desarrollo que les brinden acceso a sus mercados mientras que ellos mantienen sus subvenciones, entonces no hay espacio de negociación posible”.
Acerca de los aranceles industriales, el ministro sudafricano Rob Davies expresó: “Lo que nos piden es que reduzcamos nuestros aranceles en tal medida que nuestras industrias se desarmen. Tenemos que reclamar la esencia del desarrollo de esta Ronda”.
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