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Desarrollo Social


Nº 204 - mayo 2006

Mujeres, migración y flujo de capitales

Feminización de las remesas, familias transnacionales y comercio nostálgico

por Patricia P. Gainza

Las remesas que envían los emigrantes a sus hogares de origen no dejan de crecer, convirtiéndose en un flujo económico de enorme importancia. América Latina y el Caribe reciben el mayor volumen de remesas (35 por ciento del total mundial en 2004) y para algunos países se ha convertido en una de sus principales fuentes de ingreso de divisas. Paralelamente, el papel de las mujeres en la migración sigue en aumento.

La migración de los trabajadores de un país a otro es uno de los hechos más característicos de la globalización. En el caso de América Latina, centenares de miles de personas migran hacia otros países, donde se instalan para trabajar, y comienzan a remitir dinero a sus familias en sus naciones de origen.
Este flujo de “remesas” ha ido creciendo año tras año y se ha transformado en un proceso global sustantivo. Recordemos que las remesas son definidas como una proporción de ingresos que los trabajadores emigrantes envían a sus países de origen. No es un mero flujo de capital, sino que además dejan en claro la existencia de un vínculo emocional entre la persona que se ausenta y la familia que continúa en el país de origen. Constituye una importante interacción entre ambas partes y para muchos es un nexo indispensable para mantener la salud de aquellos que tienen que emigrar por razones económicas.

Algunos números

Actualmente en el mundo 180 millones de personas viven fuera de su país natal. Las remesas mundiales alcanzaron durante 2004, 216.000 millones de dólares, de los cuales 151.000 millones fueron remitidos a países en desarrollo. Durante 2005, 232.000 millones de dólares fueron transferidos, de los cuales 167.000 millones tuvieron como destino países del Tercer Mundo. Según el Banco Mundial en su adelanto del Informe Economía Mundial 2006: Las consecuencias económicas de las remesas y la migración, además de los canales formales están los informales, los que deberían hacer elevar todas las cifras en 50 por ciento.
América Latina y el Caribe reciben el más alto volumen de remesas (35 por ciento del total mundial en 2004). A nivel mundial, los principales receptores de remesas durante 2004 fueron India, México y Filipinas. Si se considera la relación entre remesas y proporción del volumen total de la economía, los principales receptores en el mundo son países pequeños con ingresos medios o inferiores (Jamaica, Jordania, El Salvador y Cabo Verde), para los cuales los envíos de dinero de sus emigrantes representan más de 10 por ciento del PIB.
En el caso latinoamericano, la migración es una de las tantas consecuencias originadas por la desigualdad y las asimetrías entre y al interior de los países. El economista ecuatoriano Alberto Acosta y sus colaboradores afirman que la “la escasa o nula movilidad social, que no alimenta las expectativas de progreso, alienta el proceso (migratorio). La desestructuración económica y social, más que la pobreza, activa la salida. En tanto denuncia silenciosa, la emigración representa una salida política en contra del desgobierno, de la corrupción, de la inequidad, de las instituciones que impiden la construcción democrática de respuestas colectivas”. Agregan que si a “la emigración se la ve como una estrategia de acumulación de activos y de provisión de ingresos para las familias”, la negación de los bancos de créditos ventajosos a los sectores empobrecidos desencadena un factor que alienta todavía más la emigración. (Alberto Acosta et al. El aporte de las remesas para la economía ecuatoriana. Reunión de expertos Migración Internacional y Desarrollo en América Latina y el Caribe, Ciudad de México, 2005.) El movimiento de capitales generado por el trabajo de los inmigrantes que es enviado a los países en desarrollo es cada año mayor al anterior. Para 2005, el BID previó que las cifras de remesas a América Latina ascenderían a 55.000 millones de dólares, 10.000 millones más que durante 2004 y casi el doble que durante 2002. Esto sin considerar el percance que para las remesas significó la gravedad de los huracanes (Katrina, Rita, Stam, Wilma, entre otros) ocurridos durante 2005.
Los países de América Latina y el Caribe que reciben mayor volumen de dinero son México, Brasil, Colombia y El Salvador. Los que reciben menos son Trinidad y Tobago y Uruguay. De los cuatro primeros, El Salvador es el que tiene mayor dependencia de estos envíos ya que representan el 13,5 por ciento de su PIB. Sólo en el caso de Nicaragua las remesas representan un porcentaje mayor que para El Salvador, donde asciende a 15 por ciento. Otros países para los cuales los envíos tienen un peso relativo muy importante son Honduras (10,7 por ciento de su PIB), República Dominicana (9,1 por ciento), Guatemala (6,8 por ciento) y Ecuador (5,9 por ciento).

Monto de remesas familiares anuales en América Latina, 2002-2004 (en millones de dólares estadounidenses) Fuente: Banco Interamericano de Desarrollo, Sending Money Home, 2004.

País

2002 2003 2004 México 9.815 13.266 16.613 Brasil 4.000 5.200 5.624 Colombia 2.272 3.067 3.857 El Salvador 1.935 2.316 2.548 Rep. Dominicana 1.939 2.217 2.438 Guatemala 1.579 2.106 2.681 Ecuador 1.432 1.656 1.740 Jamaica 1.200 1.425 1.497 Perú 1.100 1.295 1.360 Cuba 1.100 1.194 -- Honduras 720 862 1.134 Haití 810 977 1.026 Nicaragua 660 788 810 Bolivia -- 340 422 Costa Rica 200 306 306 Venezuela -- 247 259 Argentina -- 225 270 Guyana 100 137 143 Trinidad y Tobago 50 88 93 Uruguay -- 42 105

Mujeres y remesas

Durante la década del 90, el número de migrantes internacionales aumentó 14 por ciento. Entre esos migrantes hay un rápido crecimiento de la participación femenina. América Latina fue la primera región del mundo en alcanzar la paridad entre el número de hombres y mujeres migrantes. Ya para el año 1990, la mitad de los seis millones de migrantes internacionales latinoamericanos eran mujeres. (Patricia Cortés Castellanos, Mujeres migrantes de América Latina y el Caribe: derechos humanos, mitos y duras realidades. Santiago de Chile, CEPAL, 2005) Este cambio en los números también trae consigo una alteración del rol femenino en la migración y en sus respectivas sociedades. Cada vez es mayor el número de mujeres que migra de manera autónoma y que es la principal proveedora del hogar.
La perspectiva femenina ha revelado cómo la división sexual del trabajo limita la experiencia migratoria, las condiciones de permanencia en los países destinatarios y la relación que las mujeres mantienen con sus países de origen. Entre las principales responsabilidades de la mujer emigrante se encuentra el mantenimiento de los lazos familiares que preservan el circuito afectivo de la familia. Surgen como consecuencia de estas realidades migratorias nuevos conceptos que debemos considerar: las familias transnacionales y la industria y el comercio nostálgicos.

Familias transnacionales

El concepto de familias transnacionales presupone que si bien la mayor parte de los inmigrantes realizan grandes esfuerzos para integrarse y formar parte de la sociedad de acogida, eso no significa que rompan los vínculos, valores y tradiciones de su comunidad originaria. Por el contrario, continúan participando de manera activa en la vida política, social y económica de sus comunidades y muchas veces incluso con un reposicionamiento que mientras estaban en la propia colectividad no era posible.
La conformación de las familias transnacionales es uno de los factores indispensables para la constitución de la industria y el comercio nostálgico. Dentro del intercambio económico, el migrante y la migrante envían bienes de consumo a su país de origen y llevan dinero que moviliza la economía en sus visitas regulares. Además, compran en su país de residencia productos de sus países originarios, lo que da lugar a lo que algunos llaman industria nostálgica: exportaciones étnicas, que pueden incluir bebidas locales, alimentos, especias, etc. Este último factor genera movimiento para los propios inmigrantes en el país de destino (restaurantes, tiendas con productos típicos, etc.) como en los países de origen que procesan o fabrican los distintos elementos.

Remesas sociales

Además de la circulación de productos y recursos se intercambian visiones, ideas, discursos y tradiciones, donde las distintas concepciones sociales –de un lado y del otro- pueden verse modificadas. Esto -que algunos llaman remesas sociales- podría implicar el cambio en estructuras de poder, dentro de las que encontramos el relacionamiento de género, en general, menos equitativas en los países en desarrollo. Pero también podría provocar cambios en el concepto de consumo y relacionamiento en los países desarrollados, buscando romper la visión eurocentrista de desarrollo que no reconoce la riqueza que conlleva el inmigrante.
Las dinámicas de género se establecen a partir de un marco social, cultural, económico y político que determina los posibles patrones de conducta alrededor de estas transacciones. Hablamos tanto de quienes envían el dinero como de quienes lo reciben. La persona que emigra tiene serios problemas iniciales relacionados con la inserción en la nueva sociedad que la acoge. En el caso de las mujeres es importante considerar el empoderamiento que tiene lugar como consecuencia de comenzar a enviar o a recibir dinero. Esto podría implicar un cambio de rol que desemboque en un nuevo relacionamiento social, cultural y político de las mujeres con sus respectivas sociedades y, por tanto, una seria contribución al desarrollo de las localidades de origen.

¿Potencian el desarrollo?

En la controvertida discusión sobre este tema, dentro de las consecuencias positivas que varios autores le atribuyen a las remesas encontramos que aumentan el ingreso nacional, alimentan la reserva de divisas, contribuyen a equilibrar la balanza de pagos, apoyan actividades empresariales, podrían contribuir al ahorro y crean demanda de bienes y servicios. De forma indirecta también influyen financieramente en el turismo local, los servicios de comunicación y lo anteriormente denominado como “industria nostálgica”. En otro ámbito, también generan cambios sociales y apertura cultural (remesas sociales).
Las remesas son un ingreso estable y constante que no responde a las fluctuaciones del mercado ni a los cambios políticos, como sí sucede con las exportaciones de bienes primarios, la inversión extranjera, etc. Tampoco están sometidas a los intereses, y menos aún a las directivas, de las instituciones multilaterales de crédito como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial. Estos envíos de inmigrantes son la fuente de ayuda externa más abundante y menos condicionada que reciben los países en desarrollo, pero también la más desorganizada.
Pero también tienen muchas consecuencias negativas. Las remesas aumentan la demanda y el consumo de bienes importados, causan inflación, ahondan las desigualdades y aumentan el costo de la canasta básica (si bien las remesas incrementan el nivel de ingresos, y por tanto de consumo, de los receptores, dentro de sus efectos secundarios la inflación que generan disminuye las posibilidades de consumo de los no receptores, el sector más empobrecido de sus respectivas sociedades). También suben el precio de la tierra y la vivienda, provocan dependencia, no contribuyen a la búsqueda de nuevas actividades generadoras de ingresos, drenan la fuerza de trabajo (lo cual podría desanimar aún más a la inversión extranjera por la inestabilidad de mano de obra). Y contribuyen a la construcción del “imaginario de otra vida” donde para lograrla no es necesario educarse y todas las alternativas de vida laboral locales son despreciadas.
Para muchos autores, una de las principales consecuencias de las remesas ha sido la paralización de los aparatos productivos nacionales particularmente en América Central. Los salarios en las zonas agrícolas son extremadamente bajos, la extensión de la jornada agrícola inhumana y las remesas que reciben cubren las necesidades básicas, lo que ha producido que la población joven no se incorpore al trabajo en esas labores y espere “su turno” para emigrar a Estados Unidos.
Por otro lado, existe un sin fin de factores que condicionan el aprovechamiento de las remesas, como las características socioculturales de la persona que migra y de su familia, sus motivaciones y expectativas, la forma en que los ingresos son distribuidos en el hogar, el entorno socioeconómico, el acceso al crédito, la infraestructura con la que se cuenta, el acceso a los servicios de comunicación, etc. La mayor parte de las remesas se gastan en bienes de consumo (comida, vivienda, vestimenta, salud y educación) que muchos ven como una inversión en capital humano.

------------------ Patricia P. Gainza es analista de información en CLAES-D3E (www.globalizacion.org)




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