Nª 200-201 enero/febrero 2006
Comercio justo, no comercio libre
por
Demba Moussa Dembele
En el debate sobre la necesidad de más ayuda para los países en desarrollo está presente la pregunta de si el aumento de la ayuda no sirve simplemente para apuntalar gobiernos ineficientes y alimentar la corrupción. Al mismo tiempo, otros afirman que lo que se precisa no es más ayuda, sino una transformación fundamental de las relaciones internacionales de poder, en especial del comercio y las normas financieras, para permitir que los países africanos y otros países en desarrollo puedan vender sus bienes y servicios a un precio justo.
¿Qué responder a la pregunta de si la ayuda para el desarrollo no hace más que alentar la corrupción y la ineficiencia? Según un reciente artículo publicado en el diario The Monitor de Uganda, este país depende de los donantes internacionales para cubrir 50 por ciento de su presupuesto. Además, la Autoridad Recaudadora de Uganda recauda sólo 57 por ciento de los impuestos, debido a debilidades institucionales en la administración fiscal y a que “los ricos y políticamente poderosos no pagan impuestos”.
Mientras, Uganda invierte 200 millones de dólares en gastos militares, aunque 70 millones serían suficientes para satisfacer sus necesidades de seguridad. Un estudio del Ministerio de Finanzas demostró que el gasto de la administración pública podría reducirse en 50 por ciento. Uganda, por lo tanto, no necesita ayuda, dice el artículo; lo que necesita es mejorar su administración fiscal, perseguir a los evasores de impuestos y poner fin al despilfarro y la corrupción en el gasto militar y de administración pública.
Es cierto que la corrupción aún es rampante en muchos países de África, y organizaciones africanas de la sociedad civil han planteado este problema una y otra vez. En varios países, las ONG anticorrupción trabajan denodadamente para crear conciencia pública y denunciar prácticas y funcionarios corruptos. Esto es parte de nuestra lucha por gobiernos más democráticos, responsables y transparentes. No hay duda de que la eliminación de la corrupción contribuiría a reducir la dependencia de la ayuda extranjera, aumentar los ahorros públicos y recaudar impuestos de manera más eficaz, incrementando así los recursos del Estado.
Sin embargo, una vez más, el problema de la corrupción tiene dos caras: el corrupto y el corruptor. Los gobiernos occidentales y agencias multilaterales tienden a concentrarse exclusivamente en la corrupción de los gobiernos africanos y a pasar por alto el papel de las empresas y los bancos extranjeros en ese fenómeno.
También en este caso, los países occidentales han tenido una gran influencia. En primer lugar, la imposición de programas de ajuste estructural por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha debilitado en forma considerable a los países africanos y afectado su capacidad de combatir la corrupción. En los años 90, por ejemplo, muchos países perdieron a muchos de sus mejores funcionarios públicos como resultado de los “retiros voluntarios” recomendados por esas dos instituciones, más preocupadas por el costo de los sueldos que por la calidad del servicio civil.
Además, esas instituciones proponen combatir la corrupción mediante una mayor opresión financiera del Estado, creando numerosos organismos “independientes” que extraen recursos normalmente destinados a las arcas públicas. Pero esto es un error, dado que la corrupción simplemente podría trasladarse del gobierno central a gobiernos locales y los llamados organismos independientes. La mejor manera de combatir la corrupción es a través del escrutinio democrático y la rendición de cuentas de los funcionarios elegidos.
Las economías africanas han heredado debilidades estructurales de la colonización, y esto las ha vuelto más vulnerables a los choques externos, como las fluctuaciones de los precios de los productos básicos y las altas tasas de interés. Además, estas economías dependen en gran medida de la relación comercial y financiera con las ex potencias coloniales. Esto también tiende a alentar la dependencia de la ayuda: cuando las exportaciones caen, los países africanos dependen de esas divisas para importar equipos, alimentos y bienes esenciales.
El costo de la dependencia de la ayuda
La dependencia de la ayuda extranjera tiene costos políticos y también económicos. Es obvio que un país que depende de la ayuda extranjera para cubrir 40 por ciento de su presupuesto no puede controlar sus propias políticas. En cambio, como muestran los programas de ajuste estructural del FMI y el Banco Mundial, los donantes les dictan las políticas económicas y financieras, basados en sus propios intereses y visiones. Esto ha agravado la crisis económica y la dependencia del exterior. Las condiciones de la ayuda multilateral son la principal causa de la pobreza extrema que afecta a más de la mitad de la población africana.
En suma, gran parte de la llamada ayuda de países occidentales y los créditos de instituciones multilaterales no está basada en las necesidades reales de los países en desarrollo ni en ningún criterio de rendimiento, sino principalmente en los intereses de los “donantes”. Es hora de considerar algunas alternativas.
¿Cuál es la alternativa?
Obviamente, no existe una solución fácil al problema de la dependencia de la ayuda, ni una política general aplicable a todos los países. Sin embargo, creemos que los países africanos y occidentales deberían analizar las siguientes propuestas como base de una solución duradera al problema:
* Cancelar en forma incondicional la deuda de todos los países africanos. Esta es una precondición para cualquier posibilidad de recuperación. Una vez eliminada la carga de la deuda, la ayuda ya no será simplemente una forma de perpetuar un instrumento de dominación.
* Repatriar la riqueza robada. Aun el Informe de la Comisión para África reconoce que decenas de miles de millones de dólares robados permanecen en países occidentales. Según estimaciones, la riqueza robada representa 70 por ciento de la riqueza privada, sin contar la tierra. La repatriación de esos recursos reduciría significativamente la necesidad africana de ayuda extranjera.
* Poner fin a las políticas del Banco Mundial y del FMI. La liberalización comercial, la desregulación, la austeridad fiscal y la privatización han sido algunos de los principales factores en el agravamiento de las crisis financieras de los países africanos y su creciente dependencia de la ayuda extranjera. También incrementaron la fuga de capitales hasta niveles sin precedentes en los años 80 y 90.
* Abolir políticas comerciales injustas y promover el comercio justo. África necesita un comercio justo y no el libre comercio, que ha exacerbado la necesidad de divisas y por tanto la dependencia de la ayuda extranjera. En un marco comercial justo, se podría reconocer la asimetría entre las economías de África y las de los países industrializados. El comercio justo daría una preferencia especial a las exportaciones africanas, en especial las agrícolas, y aboliría los subsidios de los países occidentales, que vuelven las importaciones africanas prohibitivamente costosas. También detendría el dumping de productos subsidiados en mercados africanos, en detrimento de la producción local. Finalmente, respaldaría propuestas de acuerdos internacionales, como sugiere con frecuencia la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), destinados a estabilizar el precio de los productos básicos, de manera de limitar, si no frenar, la caída de la relación de intercambio de África. Esta serie de políticas es lo opuesto del “libre” comercio, que pretende establecer un “terreno parejo” para África y los países industrializados.
* Cambiar las políticas internas. Las políticas mencionadas deben complementarse por cambios internos fundamentales. Estos incluirían el fin del despilfarro y el combate eficaz a la corrupción, así como procesos de decisión más transparentes y gobiernos e instituciones más responsables ante la ciudadanía. A nivel continental, la Unión Africana debe continuar sus esfuerzos por incorporar a los estados miembros a normas comunes, para que puedan mejorar sus políticas económicas y financieras para beneficio de sus ciudadanos.
En suma
¿La ayuda crea dependencia? En las condiciones en que se ha otorgado en general, sí, pero no debería crear dependencia necesariamente. La dependencia es resultado tanto de factores internos como de políticas externas deliberadas. La ayuda para el desarrollo ha servido a la política exterior de los países occidentales y a sus intereses económicos más amplios. Las condiciones de esa ayuda, combinada con el proteccionismo occidental, fueron creadas para mantener a África como fuente de productos básicos y consumidora de bienes manufacturados de países industrializados. Esto crea una mayor dependencia de la ayuda, porque la necesidad de divisas se agudiza con el deterioro de la relación de intercambio del continente.
Por otro lado, una ayuda coherente con las necesidades y prioridades de los países africanos puede ser un factor positivo. La solución a la dependencia de la ayuda no consiste en una mayor privatización de la ayuda mediante grandes entidades, como la Corporación del Desafío del Milenio, ni mediante ONG occidentales. Consiste en un cambio fundamental de políticas, tanto a nivel internacional como interno, que reequilibre muchas de las transacciones, tanto económicas como políticas, entre África y los países más ricos. Más fundamental todavía, África precisa poner su propia casa en orden y depender principalmente de sus propios recursos. Ninguna cantidad de ayuda extranjera logrará, por sí sola, el desarrollo del continente.
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Demba Moussa Dembele es director del Foro Africano de Alternativas, con sede en Dakar, Senegal. Contacto: dembuss@hotmail.com o forumafricain@yahoo.fr
Esta es la segunda parte de un artículo publicado por primera vez en Alliance (setiembre de 2005).
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