No. 174 - Noviembre 2003
¿La OMC aprendió algo en Cancún?
por
Chakravarthi Raghavan
A medida que los negociadores comerciales de países en desarrollo retornan a Ginebra y comienzan a evaluar los resultados de la Quinta Conferencia Ministerial de Cancún y el “mapa de ruta” trazado por los seis párrafos de la Declaración Ministerial del 14 de setiembre, surgen indicios de que la OMC y los “principales” pretenden seguir como si nada y aplicar los mismos procedimientos desacreditados para volver a encauzar las negociaciones de Doha por el mismo carril, quizás derecho hacia otra colisión.
El presidente del Consejo General de la Organización Mundial de Comercio (OMC), el embajador uruguayo Carlos Pérez del Castillo, tendría previsto iniciar consultas, confesionales individuales y en grupo, tendientes a la realización de los procesos y resoluciones informales del Consejo General a nivel de jefes de delegación. Según esta visión, los puntos prioritarios del proceso post Cancún impulsado por Pérez del Castillo serían Agricultura, Acceso a Mercados No Agrícolas y temas de Singapur.
Se sugiere que aunque en Cancún se descartó al menos tres temas (inversión, competencia y transparencia en la contratación pública) y un cuarto (facilitación del comercio) quedó medio incierto, según la versión o versiones del proceso de “sala verde” que se trasmita, mantenerlas sobre la mesa brindaría una ventaja. Esto es, podría pagarse o exigirse un precio para que la Unión Europea las retire del orden del día. Este precio sería presumiblemente que el G-22 modificara sus reclamos agrícolas o India u otros países aceptaran los reclamos de Estados Unidos y la Unión Europea en materia de acceso a mercados no agrícolas, etc.
Quizás la OMC tiene demasiados Borbones que no han aprendido las lecciones de la historia y están condenados a repetirla.
Existen al menos dos, si no más, visiones y versiones opuestas de lo que sucedió en Cancún, cuál fue la causa del fracaso y cómo hacer para echar a andar nuevamente la imponente maquinaria de la OMC.
La visión de la OMC, trasmitida informalmente a través de la prensa -aparte de culpar a las ONG por “cebar” a los países en desarrollo y particularmente al grupo ACP, y dentro de éste a los países africanos más pequeños, para que plantearan “reclamos irreales”, como por ejemplo en la cuestión algodonera- y los “pensamientos en voz alta” de los funcionarios de comercio emitidos en las conversaciones informales, es que toda la culpa del fracaso de Cancún la tiene el presidente de la Conferencia Ministerial, el ministro mexicano Ernesto Derbez.
Según esta interpretación, Derbez cometió el “error” inicial de no aceptar la posición de Pérez del Castillo y la Secretaría de que todas las discusiones debían (como en Doha) basarse únicamente en el borrador de texto ministerial y anexos propuesto por Pérez del Castillo, y que ningún otro documento de ningún grupo de países o ministros de países formalmente notificado debía ser incluido en las discusiones.
Si Derbez hubiera atendido este consejo, sin duda que la Conferencia Ministerial habría seguido, incluso hasta el último día, discutiendo sobre los procedimientos y qué documento debía ser tratado en la reunión: las posiciones del Grupo de los 22, aun antes de que se inaugurara la conferencia, fueron expuestas claramente en Cancún por el ministro de Relaciones Exteriores de Brasil, Celso Amorim, luego de la reunión ministerial del grupo. E incluso antes, en Ginebra en el Consejo General, por el embajador brasileño, Luiz Felipe des Seixas Correa, donde en este sentido anunció que el texto borrador y el anexo agrícola de Pérez del Castillo eran sólo uno de los documentos a tratarse en Cancún, y que el marco del G-17 o 18 (en aquel entonces) también estaba sobre la mesa.
Derbez agravó este “error” de permitir que todos los demás textos se pusieran sobre la mesa en igualdad de condiciones, al empezar con los temas de Singapur y luego al cerrar prematuramente la conferencia, cuando si se hubiera prolongado un día más -siguiendo la tradición de la OMC- y se hubiera mantenido la presión en la “sala verde”, se habría logrado aislar a los alborotadores, obligándoseles a ceder (como en Doha).
En esta visión fantasiosa, si se hubiera adoptado esta estrategia, las negociaciones habrían avanzado sobre la base del borrador de Pérez del Castillo, y las modificaciones introducidas en Cancún por el proyecto de texto de Derbez (del 13 de setiembre), y Cancún habría concluido exitosamente con un mandato modificado y con la perspectiva de retomar las negociaciones en Ginebra.
¿Quiénes son los “alborotadores”? En su declaración en Estrasburgo ante el Parlamento Europeo, el 24 de setiembre, el Comisario de la Unión Europea, Pascal Lamy, señaló claramente al G-22, aunque en su declaración no parece ir más allá de los integrantes originales del G-17: Brasil, India, China, Sudáfrica y 13 países latinoamericanos.
Describe al entonces G-21 en sí como el producto de un “extraño matrimonio”, entre un “padre político” y una “madre agrícola”.
El padre político (él o los alborotadores, en la visión de las autoridades de la OMC) “es la voluntad de hacer oír la voz de los países en desarrollo frente a un supuesto duopolio europeo-norteamericano”.
Lamy está indignado porque no se distinguen las posiciones de Estados Unidos de las de la Unión Europea sobre acceso a medicamentos, temas de Singapur, indicaciones geográficas de origen de productos, las consecuencias que para la OMC tienen las convenciones sobre biodiversidad y la reforma del sistema de solución de diferencias de la OMC.
“El padre político del G-21”, afirmó Lamy ante el Parlamento Europea, “tenía probablemente horizontes más amplios que la OMC: creo que esta coalición traduce la voluntad de los grandes países emergentes de afirmarse en los debates internacionales. No pudieron hacerlo en la ONU con respecto a Irak. Y lo han hecho en Cancún con respecto al comercio”.
No queda demasiado claro cuál es la intención y la visión de Lamy al hablar de la incapacidad de los grandes países en desarrollo (¿India y China?) de imponerse en la ONU con respecto a Irak, a menos que se trate de una táctica maquiavélica dirigida a retener el apoyo estadounidense y arrojarle una lanza a Jacques Chirac y Gerhard Schroeder que se opusieron a Estados Unidos en el tema Irak.
Lamy pasa entonces a referirse a la madre agrícola del G-21, “ya que, medidos con el patrón de la OMC, los Estados Unidos y Europa son los principales suministradores de subsidios agrícolas”. No obstante, agrega, el fracaso del debate significó que no pudiera abordarse el tema clave de la política agrícola común del futuro (no está claro si se refería a la política agraria común o a las normas y política de comercio agrícola de la OMC), en concreto “la diferencia entre los subsidios agrícolas que perturban los intercambios y los que no”. También habla de los “otros personajes” que rodearon el nacimiento del G-21, el “tío industrial” de altos niveles de aranceles industriales, “muy impresionantes para nuestros exportadores y sin ninguna prisa en reducirlos”.
“Para el G-21, la suma del éxito político de la afirmación de su existencia y de preocupaciones defensivas que, no por su carácter mercantil son menos legítimas en la OMC, ha pesado más (...) que las perspectivas de éxito sobre la agricultura, sin duda también atractivas”.
El debate corto que se dio en el Parlamento Europeo (los textos no corregidos están disponibles en el sitio web en idioma original, y las versiones corregidas, en inglés, estarán disponibles en breve) reveló que al menos dos o tres miembros plantearon el tema del mandato de Lamy (otorgado en vísperas de la Conferencia Ministerial de Seattle en 1999, y que no ha sido modificado ni renovado desde entonces). Caroline Lucas, del partido Verde, destacó que un mandato otorgado para la Conferencia Ministerial de Seattle (ni hablar de Doha y Cancún) ya no tiene vigencia ni validez, y que la Unión Europea no puede ahora, luego de que fracasaran dos de tres conferencias ministeriales, hacer de cuenta “que no pasó nada (...) La Unión Europea debe aceptar ahora el veredicto de los países en desarrollo que no quieren las negociaciones sobre los temas de Singapur (...) tenemos que abandonar, no sólo dos, sino los cuatro temas”.
Glenys Kinnock, del Reino Unido, al evaluar la situación en su intervención, señaló que el “orden del día sumamente sobrecargado” que tuvieron que abordar los ministros en Cancún originó un proceso que era claramente insostenible. Todo el proceso fue un tiempo perdido, hasta el sábado (13 de setiembre) en que apareció un nuevo texto (el borrador modificado por Derbez) “para consternación de los países en desarrollo”.
Los países en desarrollo, al llegar a Cancún, tuvieron realmente la sensación, luego confirmada por este texto modificado, de que “la visión, promesa y aspiración de Doha estaba seriamente amenazada, porque los temas sustanciales de agricultura, algodón y otras cuestiones nuevas, que son importantes para los países en desarrollo no están siendo abordados (...) Debemos reconocer muy claramente la percepción que tienen los países en desarrollo. No alcanza con venir acá y decir que los países en desarrollo pedían demasiado. Deberían sentirse insultados por la insinuación de que las ONG fueron capaces de manipular y manejar sus opiniones en la forma que han dicho algunos”. (¡La prensa occidental, después de Cancún, dijo que las ONG anti-OMC habían informado y engañado a las naciones en desarrollo, en particular a las africanas!).
Kinnock preguntó qué tipo de “puentes está tendiendo y qué confianza está fomentando” Lamy. En cuanto a los temas de Singapur, Kinnock señaló que el ministro de Comercio del Reino Unido había informado al Parlamento que estaba gestionando una reunión con Lamy sobre los temas de Singapur, donde procuraría que éste le asegurara que mantendría la posición adoptada en Cancún, y que la Unión Europea no seguiría presionando para imponer las negociaciones sobre inversión y competencia.
Está claro que Lamy se esfuerza por desviar la crítica de su desastrosa política comercial exterior, creando el gran espectro del “padre político y la madre agrícola”, en un intento por disolver al G-22 y las sugerencias de que el núcleo del grupo pretendía consolidarse más allá de los temas meramente agrícolas.
Sin embargo, si en la OMC se permite a Pérez del Castillo salirse con la suya, la OMC podría enfrentar daños irreparables. Uruguay es quizás la excepción en el Cono Sur de América, frente a Brasil y Argentina que están apartándose de las tendencias económicas neoliberales del pasado e intentando encontrar un espacio y una identidad propias, en contra de Estados Unidos y sus dictados. Uruguay, en cambio, a pesar de estar sufriendo una grave crisis económica y un estancamiento de su producción, sigue fielmente apegado a los lineamientos de Estados Unidos.
En el proceso de consultas, afirman varios diplomáticos de comercio, sin empantanarse en largas discusiones en torno al procedimiento, algunas cuestiones básicas resultan prioritarias en el proceso post Cancún.
Todos los debates de Cancún (en torno al borrador ministerial de Pérez del Castillo e incluso del texto de Derbez) se dieron en las reuniones informales de jefes de delegación, y por lo tanto no existen actas oficiales. De manera que no queda claro cómo ha de determinarse qué avances se lograron en Cancún (párrafo 3 del texto ministerial) ni cuáles son los temas “pendientes” sobre los que se pide a los representantes comerciales que continúen trabajando a nivel oficial en Ginebra, “tomando plenamente en cuenta todas las posiciones expresadas en esta Conferencia (Cancún)”.
¿A qué bagaje traído de Cancún se está refiriendo el párrafo 5 cuando dice: “Llevaremos todo el trabajo valioso realizado en esta conferencia”? En el mismo párrafo se afirma: “En todas aquellas áreas en las que se ha logrado un alto nivel de convergencia en los textos, nos comprometemos a mantener la convergencia a la vez que trabajamos hacia un resultado global aceptable”.
¿Cómo han de identificarse todos éstos para luego incorporarse al proceso que se les ha pedido a Pérez del Castillo y Supachai que “coordinen”? (No se les ha dado ningún otro mandato, más allá del rol de coordinadores). Dadas las experiencias y actas anteriores, varios diplomáticos comerciales ni siquiera confían en la capacidad o probabilidad de que la Secretaría y sus funcionarios preparen actas fidedignas de lo que sucedió en Cancún (de los registros en audio que deben de estar disponibles).
Quizás un punto de partida para lograr la “transparencia” y fomentar la confianza sería que se entregaran todas las grabaciones de las reuniones de jefes de delegación a un servicio externo de desgrabación que produzca copias actas literales sin corregir para su distribución entre todas las delegaciones. Lo que se logró en la investigación Hutton en el Reino Unido no sería un reto tan difícil de igualar para la OMC, en término de actas, disponibles casi inmediatamente. (SUNS)
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