Actualidades / Desarrollo
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Nº 195 - Agosto 2005
Mi imagen de Africa
por
Charles Abugre
A medida que se acercaba la cumbre del Grupo de los Ocho (G-8), imágenes dramáticas y angustiantes de África aparecían por todas partes, pero los africanos no son sólo ese estereotipo mediático que los muestra como víctimas o como niños muy contentos. En lugar de políticas cosméticas, África necesita un cambio fundamental para curar su herida.
A medida que se acercaba la cumbre del Grupo de los Ocho (G-8), imágenes dramáticas y angustiantes de África aparecían por todas partes. Éstas mostraban cuerpos totalmente débiles y enflaquecidos de mujeres y niños, pueblos y suburbios destruidos y nómades cubiertos con la tradicional jalabiya y descalzos, desplazándose triste y erráticamente por los polvorientos caminos de África. Por otro lado, se veía y oía cantar y bailar a entusiasmados niños africanos, principalmente ante visitantes blancos que llegaban a su rescate.
Gracias a la increíblemente exitosa movilización de la coalición “Make Poverty History” (MPH), África nunca había estado tan presente en la conciencia pública británica. Pero, ¿cómo qué?
La imagen que tiene el primer ministro británico Tony Blair de África es la de una cicatriz en la conciencia del mundo rico. Una cicatriz constituye el tejido desagradable que queda luego de cerrada una herida o mientras se está cerrando. Actúa como recordatorio de una experiencia dolorosa en el pasado. Si ver esta herida nos hace sufrir, entonces miramos para otro lado, o de otra forma utilizamos maquillaje para mejorar la apariencia estética de la parte del cuerpo en la que se ubica.
Hay algunos que sienten intensamente que las imágenes que se muestran de África y la justificación que los expertos plantean para actuar de acuerdo con la agenda de la campaña MPH es la de retocar lo que de otra forma sería una mancha desagradable y molesta. Este también constituye un recuerdo no deseado del pasado.
Mi hija de ocho años, quien ha pasado tres años sin visitar Ghana, me preguntó: “¿Por qué todos los africanos son tan pobres y desgraciados?” Su conciencia ha sido claramente impactada.
Yo no estoy sugiriendo que la agenda de MPH en torno a la cancelación de la deuda, más y mejor ayuda y comercio justo esté siendo impulsada por objetivos de “retoque”. A mi entender, para la mayoría de los que integran la coalición MPH se trata de revertir la injusticia. En caso de ser así, entonces las imágenes y los análisis importan.
La imagen que yo tengo de África es la de una persona hermosa, acogedora y generosa que lleva una herida abierta y sangrante que amenaza su felicidad y su vida.
La herida de África es de larga data, está arraigada históricamente y todavía supura. Se pueden ver algunas señales en sus bordes que sugieren una parcial aunque superficial cicatrización.
Tanto objetos externos como África misma están constantemente hurgando en esta herida. En consecuencia, el corte continúa agrandándose. En términos de primeros auxilios, la prioridad es detener el sangrado para proteger la vida, antes de que sea posible la curación. Para curar, debemos contar con un buen diagnóstico, reconocer de cuándo data la herida, cómo se hizo y qué es lo que la continúa empeorando.
África se presenta como un continente con recursos insuficientes para alimentarse a sí mismo, para atenderse a sí mismo, para realizar intercambios en el extranjero y para pagar su deuda. Esto es así.
Pero, ¿sabían ustedes que en los últimos 30 años África ha sido exportadora neta de capital, acreedora, transfiriendo más capital al extranjero del que ha recibido en préstamos de asistencia e inversión extranjera directa? Se estima que la cantidad de capital africano acumulado y transferido al extranjero entre 1970 y 2000 equivaldría a más de 280.000 millones de dólares a través del financiamiento de balanza de pagos, servicio de la deuda, reservas oficiales mantenidas en el extranjero y la facturación falsa.
La deuda, un fenómeno de la década del 80 introducido por el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y los países ricos con la imposición de programas de ajuste estructural, se estaba debilitando. Algunas estimaciones realizadas sugieren que de cada un dólar recibido en préstamos, se devolvían 80 centavos ese mismo año en servicio de la deuda. Los 20 centavos restantes inducirían salidas equivalentes a aproximadamente otros 40 centavos.
La deuda se convirtió en un mecanismo para inducir la fuga de capitales y absorber más recursos que los que se proporcionaban originalmente. También constituyó un instrumento para hacer que los países africanos implementaran políticas recetadas por los países ricos contra la voluntad de muchos africanos. Por esta razón es que muchos en el movimiento Jubileo Sur por la cancelación de la deuda consideran a la deuda como un tema de justicia caritativa.
África se desangró y continúa desangrándose a través de otros dos mecanismos: la evasión de impuestos y competencia, y la penetración de importaciones. Una de las políticas favoritas de los proveedores de ayuda en los últimos 20 años ha sido alentar a los países pobres a que reduzcan las cargas fiscales sobre los inversores extranjeros. En consecuencia, gobiernos de toda África ofrecieron a las compañías mineras vacaciones impositivas que duran de 20 a 35 años.
La ghanesa Anglo-Ashanti no va a pagar impuestos por más de 25 años. Además, la compañía está autorizada a mantener el 80 por ciento de divisas generadas en el extranjero en sus propias cuentas. Si se suma la totalidad de prácticas de facturación falsa y la cantidad de ingresos legítimos que se pierden para África se llega a unos cientos de miles de millones de dólares.
El desastre del libre mercado
Gran parte de este capital termina en los paraísos fiscales, escapando a los impuestos que podrían beneficiar hasta a las economías de los países ricos de donde son originarias estas compañías.
La Red de Justicia Fiscal sugiere que el capital concentrado en los paraísos fiscales, gran parte del cual proviene de países en desarrollo, supera los 11 billones de dólares. Si se fuera a gravar el rendimiento sobre el capital en un promedio de 30 por ciento, se generarían más de 250.000 millones de dólares. Esta cifra es más del doble de lo que se está solicitando en ayuda internacional a los países ricos.
Las pérdidas generadas por términos de intercambio desfavorables han sido regularmente documentadas por la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), las cuales equivalen anualmente a decenas de miles de millones de dólares. Lo que hasta hace poco tiempo faltaba estimar eran las pérdidas incurridas por los países africanos como resultado de la apertura de sus mercados. Se vieron forzados a reducir sus tasas de protección hasta tres veces más que los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Esto ha dejado al continente demasiado abierto y demasiado dependiente, con una participación cada vez menor en el comercio internacional.
Christian Aid calculó recientemente que durante las dos últimas décadas África perdió más de 270.000 millones de dólares a causa de los efectos negativos de la creciente liberalización comercial. Esta cifra está en perfecta correlación con el valor acumulado de concesiones, préstamos e inversión extranjera en el continente.
Para detener el sangrado, debemos dejar de presionar a los países africanos para que reduzcan las cargas fiscales sobre las compañías extranjeras, especialmente en el área de los recursos naturales y servicios financieros. Debemos abordar el tema de la fijación de precios de productos básicos y los términos comerciales para los mismos, así como hacer más estrictas las leyes que regulan el funcionamiento de las compañías con el propósito de tratar el tema de la facturación falsa en el comercio.
Por último, debemos dejar de alentar o presionar a los países africanos para que abran aún más sus mercados. Necesitamos dejarle claro al G-8 que los mercados de África ya están demasiado abiertos y que probablemente resulta necesario invertir la situación, especialmente en lo referente a la industria y a algunos productos agrícolas para que exista alguna chance de recuperación.
Debemos oponernos a cualquier regla de comercio que se base aún en la forma más mínima de reciprocidad en términos de acceso al mercado.
La respuesta de los medios de comunicación a la causa de la pobreza en África es la mala gobernanza, por lo cual se hace referencia tanto a la corrupción como a la falta de liderazgo visionario y responsable.
Todo esto constituye parte del problema, pero la cuestión es aún más profunda. África no ha carecido de liderazgo visionario y sus líderes no siempre han sido corruptos. Kwame Nkrumah de Ghana y Patrice Lumumba del Congo fueron notables visionarios. Éstos y otros líderes se convirtieron en víctimas de represalias de la Guerra Fría. ¿Sabían ustedes que en el transcurso de los primeros diez años de independencia africana 27 líderes fueron destituidos por golpes militares y otras formas violentas? La mayor parte de los golpes fueron orquestados por los servicios de inteligencia occidentales. La destitución de líderes mediante golpes de Estado fue una medida implantada en los inicios de la experiencia post colonial africana. La actual crisis de gobernanza no está simplemente arraigada en la corrupción sino en la creciente irrelevancia del Estado para los ciudadanos.
En los primeros 20 años de independencia la relevancia del Estado africano estaba clara para sus ciudadanos. Se construyó la unidad en torno a un proyecto nacionalista y se lograron avances en materia de bienestar a través de la inversión en salud, educación y producción.
Soluciones necesarias
El continente experimentó los mayores avances económicos y sociales en las décadas del 60 y 70 con anterioridad a la intervención de los programas de ajuste estructural. El crecimiento económico en África Subsahariana promediaba 2,4 por ciento en la década del 60 y cuatro por ciento en la del 70. En el período posterior al ajuste estructural éste promediaba 1,4 por ciento en la década del 80 y 2,1 por ciento en la del 90. El alejamiento de la intervención estatal ha conducido a la desigualdad masiva, la exclusión y los conflictos.
La rápida apertura del mercado ha exacerbado estas contradicciones mediante el desplazamiento de la producción local de productos básicos.
Para abordar la gobernanza, los gobiernos deben en primer lugar darle relevancia a las aspiraciones de los más pobres. Esto implica gravar con impuestos a los más ricos e invertirlos en el desarrollo económico y social. Con esto no sólo se pueden construir carreteras y puertos sino proporcionar maestros, servicios públicos y apoyo en materia de precios y almacenamiento a los productores. También equivale a inversiones, investigación y desarrollo para contribuir a promover la ciencia en beneficio de la producción.
El seguimiento y transparencia del presupuesto es útil sólo en el contexto de ciudadanos que buscan defender recursos para sí mismos. El Estado debe redescubrir su propósito en África. Tal Estado sería completamente diferente del que tienen en mente el FMI, el Banco Mundial y el Departamento para el Desarrollo Internacional del Reino Unido. Sería algo similar a lo que fue en las décadas del 60 y el 70. Contamos por ahora con las lecciones de China e India al respecto.
Esta nueva forma de Estado y responsabilidad no puede tener lugar cuando son los organismos de asistencia y los gobiernos poderosos los que dirigen y dominan las tomas de decisiones en África. La gobernanza dirigida a la asistencia conduce a una responsabilidad inversa o de facto en donde los gobiernos son más responsables frente a los donantes que frente a sus propios ciudadanos.
Es por esta razón que debemos oponernos a las condicionalidades sobre la ayuda, incluyendo la condicionalidad sobre la gobernanza. Las mismas o no funcionan, como advirtió la propia evaluación del Banco Mundial, o dominan y pasan por encima de la política nacional.
Tal como lo dijo Kwame Nkrumah, esto es igual al neocolonialismo. (Socialist Worker)
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Charles Abugre es director de políticas y defensoría de Christian Aid. Ha actuado como activista por el desarrollo en Ghana y en otras partes de África y Asia. Escribe a título personal.
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