Actualidades / Desarrollo
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Nº 195 - Agosto 2005
Cumbre del Grupo de los Ocho
Pequeño avance en ayuda y deuda, ninguno en comercio y ambiente
por
Martin Khor
El resultado de la cumbre del Grupo de los Ocho (G-8), celebrada del 3 al 9 de julio en Gleneagles, Escocia, fue decepcionante, tanto desde el punto de vista del desarrollo como del ambiental.
La campaña ciudadana “Hagamos de la pobreza historia” presentó varios desafíos al Grupo de los Ocho (G-8): duplicación de la ayuda, cancelación de la deuda de los países pobres y normas de comercio justas. El primer ministro británico, Tony Blair, otorgó prioridad en su propia agenda al desarrollo de África y la lucha contra el cambio climático.
El comunicado del G-8 y documentos relacionados muestran algunos avances en materia de ayuda para el desarrollo y deuda, pero ninguno en materia de comercio y cambio climático.
Con respecto a la ayuda, el G-8 anunció un incremento de 48.000 millones de dólares sobre el nivel de 2004 a partir de 2010. Bob Geldof, la estrella de rock que estuvo al frente a los conciertos Live Eight, estaba eufórico, y otorgó al G-8 “10 puntos sobre 10” en ayuda. Sin embargo, expertos de grupos en desarrollo analizaron las cifras y concluyeron que el aumento real fue de sólo 20.000 millones de dólares, porque el resto consistió en “reenvasado y reciclaje” de ayuda comprometida anteriormente. Además, la ayuda prometida llegará con una demora de cinco años.
“Aunque este incremento es un paso adelante, está lejos del acuerdo histórico que millones en todo el mundo han estado reclamando”, dice una declaración de la campaña Hagamos de la Pobreza Historia. “Esta ayuda llegará con cinco años de retraso y está lejos del nivel necesario para poner fin a la pobreza en los países más pobres del mundo”. En términos reales, gran parte de los fondos prometidos son un reciclaje de anuncios ya realizados. Para la mayoría de los 50 millones de niños que morirán de pobreza en los próximos cinco años, los líderes del G-8 han ofrecido muy poco y muy tarde. Hasta 2010, todavía morirá un niño cada 3,5 segundos, sólo por ser pobre. “La promesa del G-8 de 48.000 millones de dólares adicionales para la ayuda al desarrollo en cinco años es en su mayor parte dinero ya comprometido. Hagamos de la Pobreza Historia calcula que sólo 20.000 millones de dólares son fondos frescos. Probablemente, parte de este dinero también se recaude tomando prestado de futuros presupuestos de ayuda, y no de nuevas contribuciones”, declaró la campaña.
En cuanto a la deuda, los líderes del G-8 confirmaron lo que sus ministros de Finanzas habían acordado el mes anterior: la deuda de 18 países pobres muy endeudados con el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Africano de Desarrollo será cancelada. Hasta 17 países más podrían volverse elegibles en los próximos dos años para la cancelación, siempre que completen el proceso de los Países Pobres Muy Endeudados. Como mucho, es un buen comienzo, pero no suficiente, señalaron activistas.
En primer lugar, hay más de 70 países que precisan la cancelación de su deuda para cumplir metas de desarrollo, incluso los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Los 18 países anunciados por el G-8 son muy pocos. En segundo lugar, las deudas canceladas son parciales. Las deudas comerciales, por ejemplo, no están cubiertas. Y en tercer lugar, para que los otros 17 países se vuelvan elegibles para el alivio de la deuda, deberán cumplir varias condiciones (incluso sobre privatizaciones y liberalización del comercio y las inversiones), muchas de las cuales son perjudiciales para su propio desarrollo y han contribuido a su pobreza en primer lugar. Grupos de campaña contra la deuda exhortaron al G-8 a ampliar el alivio de la deuda, permitir que más países sean elegibles y eliminar las condiciones.
En materia de comercio, la cumbre del G-8 fue decepcionante: no produjo ningún nuevo compromiso para poner fin a sus propias protecciones ni indicó ningún cambio en su política de presionar a los países en desarrollo a abrir sus mercados. La parte operativa de la “Declaración Comercial” de la cumbre promete promover un resultado ambicioso y equilibrado en las negociaciones multilaterales, exhorta a los miembros de la Organización Mundial de Comercio (OMC) a poner fin a las negociaciones para fines de 2006, y expresa el compromiso de mejorar la participación de los países en desarrollo. “Reconocemos que, en particular, los países menos adelantados enfrentan problemas específicos para integrarse al sistema internacional de comercio y continuaremos trabajando para asegurar una flexibilidad adecuada en las negociaciones sobre la Agenda de Desarrollo de Doha. Esta flexibilidad al menos ayudará a los países menos adelantados a decidir, planificar y determinar la secuencia de sus reformas económicas, de acuerdo con sus programas nacionales de desarrollo y sus obligaciones internacionales.
“Debemos concentrarnos en los temas centrales para crear nuevas oportunidades de mercado. En materia de agricultura, estamos comprometidos con una reducción sustancial de las medidas de apoyo nacional que distorsionan el comercio, y con una mejora sutancial del acceso a los mercados. También estamos comprometidos con la eliminación de toda forma de subsidios a la exportación y el establecimiento de disciplinas sobre todas las medidas de exportación con efecto equivalente, en un plazo creíble”, dice la declaración de la cumbre. “También estamos comprometidos con una apertura mayor de los mercados al comercio de productos no agrícolas, la ampliación de las oportunidades para el comercio de servicios, la mejora de las normas comerciales y la mejora de procedimientos aduaneros y otros para facilitar el comercio. En este espíritu, reiteramos también nuestro compromiso con el objetivo del acceso a los mercados libre de aranceles y de cuotas para los productos originarios de los países menos adelantados (...) También reconocemos la importancia de los productos de interés para los países menos adelantados, como parte del compromiso único de la Agenda de Desarrollo de Doha”.
La cumbre se limitó a reiterar posturas ya conocidas del G-8, por ejemplo la de acordar la eliminación de los subsidios a las exportaciones agrícolas pero sin fijar una fecha. Eso mismo ya había ocurrido hace un año en el “paquete de julio” de la OMC. El G-8, al declarar su objetivo de “un resultado ambicioso y equilibrado en las negociaciones”, también indicó que no hay cambios en sus intenciones de abrir los mercados de los países en desarrollo, pese a las recientes declaraciones del gobierno británico sobre que la liberalización no debe imponerse a los países pobres.
La declaración del G-8 dice que los países menos adelantados deben tener una “flexibilidad apropiada” en las negociaciones, para que puedan decidir sus reformas económicas. Pero el término “países menos adelantados” abarca sólo a los más pobres y excluye a la mayoría de los países en desarrollo, que también tienen millones de pobres. Esto está de acuerdo con la posición de la Unión Europea en las negociaciones de la OMC de considerar especialmente a los países menos adelantados pero mucho menos a otros países en desarrollo, y tratar casi sin concesiones a grandes países en desarrollo, como India y Brasil.
En la OMC, Estados Unidos, la Unión Europea y otras potencias han utilizado este concepto de la “diferenciación” para tratar de dividir a los países en desarrollo. La declaración del G-8 parece apuntar en el mismo sentido. La cumbre no indicó ningún cambio de intención respecto de la agresiva campaña que los negociadores del G-8 llevan adelante en la OMC para abrir rápidamente los sectores agrícola, industrial y de servicios de los países en desarrollo.
Muchos analistas advirtieron que esa apertura provocará más perjuicios a las economías nacionales que rondas anteriores de liberalización. Por eso, a menos que el G-8 cambie su curso en materia de comercio, las ganancias que algunos países en desarrollo obtengan mediante la ayuda y el alivio de la deuda serán más que contrarrestadas por las nocivas políticas comerciales del G-8.
Otra gran decepción se relacionó con las medidas contra el cambio climático. Dado que Estados Unidos se resiste a fijar cualquier objetivo de recorte de las emisiones de gases de efecto invernadero, se intentó al menos que admitiera la existencia de una crisis climática y que la actividad humana es responsable, por lo menos en parte. Al final, Bush aceptó una vaga redacción en ese sentido. La nueva medida es que se realizarán reuniones que incluirán a los países del G-8 y a “grandes economías emergentes”, como India y China, para discutir asuntos como el intercambio de tecnología para lograr energía limpia y la reducción de emisiones. Blair destacó la medida como un gran avance porque involucra a Estados Unidos y a usuarios clave de energía del mundo en desarrollo, condición necesaria para un nuevo acuerdo internacional.
Sin embargo, científicos y grupos ambientalistas consideraron que la cumbre fue un fracaso, porque ni siquiera se puso de acuerdo en los parámetros del problema (por ejemplo que un aumento de dos grados Celsius en el promedio de la temperatura del planeta constituye una crisis, y que un contenido atmosférico de dióxido de carbono superior a 400 partes por millón provoca el aumento de la temperatura), mucho menos en medidas concretas. Dado que la crisis es inminente y que la hora de comenzar a combatirla ya pasó, la falta de acuerdo del G-8 sobre objetivos de reducción de emisiones es una gran oportunidad perdida.
El comunicado se limita a decir que el G-8 actuará para detener y revertir el aumento de gases de efecto invernadero “cuando la ciencia lo justifique”. Esto permite a Estados Unidos negarse a actuar hasta que decida que la ciencia es concluyente.
Incluso científicos dependientes de gobiernos del G-8 reconocieron el fracaso de la cumbre. “Es un fracaso decepcionante”, concluyó Lord May, presidente de la Royal Society, quien subrayó: “Que nadie se confunda: la ciencia ya justifica la reversión del aumento de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, no sólo su enlentecimiento”.
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