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Nº 193 - junio 2005

América Latina

Inversión extranjera se recupera y recobran protagonismo empresas translatinas

por Paola Visca

La inversión extranjera directa en América Latina se recupera después de cinco años. El origen de los fondos está cambiando, con una menor presencia europea, mientras el destino también se diversifica, en especial con una mayor captación en el sector servicios, y recobran notoriedad las transnacionales latinoamericanas.

Después de cinco años consecutivos de estancamiento o caídas en los flujos de inversión extranjera, en 2004 tuvo lugar una recuperación fuerte en América Latina. El nuevo informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) sobre la inversión extranjera directa (IED) indican que aumentó 44 por ciento respecto de 2003, llegando a casi 56.400 millones de dólares.
Esto responde a varios factores, entre ellos la recuperación de la economía mundial, las bajas tasas de interés a nivel internacional, pero también el propio repunte de las economías de América Latina, que comenzaron a crecer en 2003 después de varios años de estancamiento y recesión. Esto atrajo nuevos emprendimientos, aunque con perfiles y estrategias diferentes de aquellos que fueron atraídos en la década pasada.
Las inversiones a nivel global se incrementaron en 14 por ciento respecto de 2003, ascendiendo a 612.000 millones de dólares. Sin embargo, no todas las regiones aumentaron la afluencia de los flujos de capitales: los países desarrollados sufrieron un descenso de 13 por ciento en la IED que reciben. América Latina capta casi 10 por ciento de la IED mundial, cifra que representa 22 por ciento de los flujos que se dirigen a los países en desarrollo. Se comprueba a través de las décadas que los países ricos han ido perdiendo el interés en América Latina y el Caribe como receptor de inversión. Si exceptuamos el fuerte repunte registrado desde la segunda mitad de los años 90 hasta fines de siglo, vemos que en los años de la década de 1970 la región captaba más de la mitad de la IED destinada a países en desarrollo y una década más tarde ese porcentaje caía a menos de 40 por ciento.
En relación a los países de origen de la inversión también hay cambios: perdió protagonismo el aporte europeo, en especial el de España. Actualmente, ese país sólo es responsable de siete por ciento de la IED, mientras que Estados Unidos ostenta 32 por ciento. Actualmente los principales inversores son Estados Unidos, Holanda, España, Reino Unido y Francia. El papel de cada uno es distinto en cada nación de destino. Por ejemplo, el promedio 1996-2003 en Argentina se compone por un alto porcentaje de inversiones españolas (casi 46 por ciento), seguidas por las de Estados Unidos (18 por ciento), mientras que en otros países como Ecuador o Bolivia las inversiones españolas representan apenas 4,6 y 8,9 por ciento, respectivamente.

Las translatinas regresan

Interesa rescatar el protagonismo creciente que están adquiriendo las empresas “translatinas”, tal como se conoce a las compañías de origen latinoamericano que se expanden lentamente en la región. Algunas de éstas son de propiedad estatal, y en particular las petroleras son las que han experimentado la mayor expansión.
Este es un cambio cualitativo de importancia, tanto en los flujos de capital como en su significado político. En este proceso los gobiernos de la región están adquiriendo otra vez un papel protagónico, saliendo de las sombras de la ola de privatizaciones. En algunos países se observan intentos de recuperar terreno en sectores que suelen ser los principales rubros de exportación.
México, con 12 compañías, ocupa el primer lugar en el grupo de las 25 mayores empresas translatinas. Los rubros cubiertos son variados: telecomunicaciones (Telmex y América Móvil ocupan el segundo y tercer lugar de la lista, respectivamente), cemento, bebidas, petroquímicos, alimentos, comercio, acero y medios de comunicación. Brasil, por su parte, que ocupa el primer lugar de la lista con Petrobras, posee nueve translatinas. Se destacan los rubros de minería, construcción y acero. Incluso entre las grandes translatinas se encuentra una compañía brasileña en el rubro aeroespacial, lo que demuestra que la región también está apostando fuertemente a la inversión e investigación en sectores de punta, tradicionalmente exclusivos de los países desarrollados. El resto de las 25 empresas translatinas está compuesto por tres chilenas y una argentina.
En cuanto a su expansión, estas empresas se han diseminado por el resto de América Latina, y en algunos casos en países del Norte, como Estados Unidos, Francia o España. Algunas incluso han llegado hasta China y Japón, como la empresa argentina de acero Tenaris.

Cambios en la composición de las inversiones

Otra de las características de la IED actual es la creciente importancia que tienen los servicios en comparación con los sectores primario y manufacturero. A principios de la década del 90, los servicios representaban ya casi la mitad de la IED y en 2002 llegaba a 60 por ciento. Las manufacturas y sector primario, como contrapartida, redujeron su participación, disminuyendo de 42 a 34 por ciento y de nueve a seis por ciento, respectivamente. América Latina y el Caribe muestran en el período 1996-2003 una proporción mayor de IED dirigida al sector primario que la que se destina al resto del mundo, dadas las características de la región, rica en recursos naturales. Aún así, los servicios absorbieron la amplia mayoría del flujo de capitales que arribó a la región: 59 por ciento fue destinado a este sector, mientras que a las manufacturas se dirigió 28 por ciento y al sector primario 13 por ciento.
Tradicionalmente, los motivos que han llevado a las empresas transnacionales a instalarse en nuestra región han sido el acceso a recursos naturales y de mercados para manufacturas. En los últimos años se han agregado la búsqueda de mercados para servicios y el aumento de la eficiencia, según los países de destino. Brasil y Argentina son el ejemplo clásico de países captores de IED en busca de mercados de servicios, por su importante población y, en el caso de Argentina en particular, por la estrategia de los años 90 de privatización de servicios públicos. Por otro lado, países del Caribe y México son ejemplos de destinos de IED que apuntan a la eficiencia: por un lado la mano de obra barata y por el otro la cercanía con Estados Unidos constituyen motivos suficientes para que los inversores del Norte se hayan ido estableciendo en esos países.
La estrategia de IED de búsqueda de eficiencia a través de nuevos servicios es una tendencia ya afianzada a nivel mundial a la cual América Latina no es ajena. Este tipo de inversión se dirige a los países en desarrollo principalmente para abaratar costos. Estos servicios incluyen los centros de llamadas (call centers), centros de servicios compartidos (servicios auxiliares a la actividad productiva de la empresa), servicios de tecnologías de información (por ejemplo, en el campo de la alta tecnología) y sedes regionales. En América Latina sólo se encuentra el tres por ciento de la IED dirigida a nuevos servicios; Brasil, Chile, México y Costa Rica son los países del continente que más atraen fondos en ese rubro.
Pero más allá de que los servicios están en auge, la región mantiene el perfil de productora y exportadora de materias primas, y sigue siendo importante la IED en este sector. Se destaca en los últimos años el creciente interés en la explotación del gas natural, que se está transformando en una fuente de energía importante. La demanda por este hidrocarburo aumentó en los últimos cinco años más que la de petróleo (13 y siete por ciento, respectivamente). La producción de América Latina corresponde al seis por ciento mundial (Venezuela es el principal productor, con 60 por ciento de las reservas). En ese país la explotación de petróleo está limitada por ley a la empresa estatal PDVSA, pero en la del gas se permite la participación de capitales privados. Las empresas de ese sector proyectan una inversión en el quinquenio 2004-2009 de casi 4.000 millones de dólares, lo que incluye perforación pero también inversión en infraestructura para la distribución y exportación del gas natural.
La minería es el otro gran atractivo de la región, tanto por los yacimientos como por los nuevos marcos legales que han incentivado las inversiones en estos sectores. Por ejemplo, las inversiones programadas en Chile para la explotación de una mina de cobre a cielo abierto al norte de Antofagasta ascienden a casi 1.000 millones de dólares. Perú también ha recibido importantes montos por la explotación de sus minas de cobre: 121 millones de dólares invirtió la empresa suiza Xstrata por “Las Bambas”, mientras dos empresas japonesas aportaron 300 millones para la expansión de la mina “Cerro Verde”. En la frontera entre Argentina y Chile hay un atractivo yacimiento de oro, al que se van a destinar casi 1.500 millones por parte de una empresa canadiense.
Podría decirse que la región está volviendo a atraer inversiones, aunque no en proporciones tan altas como otras zonas del mundo. La inversión por sí sola no es necesariamente beneficiosa para el país receptor, como lo demuestran varios casos de impactos sociales y ambientales en el sector minero o petrolero, sino que debe estar complementada con mecanismos que hagan que los resultados y beneficios sean captados por la sociedad en general.
El hecho de que la inversión en nuevos servicios tenga posibilidades de crecimiento en América Latina es relativamente alentador. Esto contribuye a aumentar los puestos de trabajo y, al mismo tiempo, incentiva la preparación de la fuerza laboral. Sin embargo, la región es todavía muy dependiente del sector primario, lo que la condena a los vaivenes de los precios internacionales de las materias primas y, además, a estar sujeta a la producción de bienes que poco a poco se van agotando.

----------- Paola Visca es analista de información en D3E (Desarrollo, Economía, Ecología, Equidad América Latina) – www.economiasur.com




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