Nº 193 - junio 2005
Reducción de aranceles sobre productos manufacturados
Futuro de industrias nacionales en juego
por
Martin Khor
En un taller organizado en mayo en Ginebra por la Red del Tercer Mundo, se advirtió sobre el peligro que conlleva para los países del Sur la reducción de aranceles de importación sobre los productos manufacturados propuesta en la Organización Mundial de Comercio.
La propuesta en el ámbito de la Organización Mundial de Comercio (OMC) de recortar los aranceles de importación sobre los productos manufacturados podría devastar las industrias de los países en desarrollo y provocarles pérdidas de empleo y de ingresos fiscales, advirtieron expertos que participaron el 9 de mayo en Ginebra en el taller “Negociaciones de la OMC sobre acceso a los mercados para los productos no agrícolas y sus consecuencias para el desarrollo industrial en los países del Sur”, organizado en Ginebra por la Red del Tercer Mundo.
En particular, los expertos advirtieron que la obligación de abatir los aranceles industriales “rubro por rubro” (sobre todos los productos) eliminaría el espacio que los gobiernos tienen actualmente para elegir su propio ritmo de liberalización y los privaría de la capacidad de planificar su desarrollo industrial. Asimismo, propusieron que los compromisos de reducción arancelaria en la OMC se realicen sobre la base del promedio de aranceles. De este modo, los países podrían elegir a qué ritmo reducir los aranceles en productos y sectores particulares.
Según las actuales propuestas de los países ricos, encabezados por Estados Unidos y la Unión Europea, los aranceles se recortarían entre 50 y 80 por ciento. La propuesta estadounidense es que todos los aranceles sean abatidos a menos de ocho por ciento. Si bien esto podría beneficiar a los consumidores, que adquirirían así importaciones más baratas, expertos en desarrollo temen que un recorte tan drástico y repentino en los aranceles afecte a las empresas locales que no pueden competir y también reduzca la recaudación aduanera.
Yilmaz Akyuz, ex director de la Conferencia de las Naciones Undias sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), presentó un estudio titulado “Negociaciones de la OMC sobre aranceles industriales: ¿Qué está en juego?”. Akyuz recordó que, en su fase de desarrollo, los países del Norte cobraban aranceles mucho más altos que los aplicados actualmente por los países del Sur. Por ejemplo, Estados Unidos tuvo un promedio de aranceles aplicados de 40 a 50 por ciento entre 1820 y 1920. Aun en 1950, su promedio era de 14 por ciento. En comparación, el promedio de aranceles de los países en desarrollo en 2001 era de 8,1 por ciento.
Según Akyuz, en las actuales negociaciones sobre acceso a los mercados para los productos no agrícolas (NAMA), se pide a los países en desarrollo que recorten sus aranceles mucho más rápidamente de lo que lo hicieron los países industrializados en los 30 años siguientes a la Segunda Guerra Mundial. Además, existe un patrón de aranceles óptimos en diferentes sectores (como el sector basado en recursos y en el uso intensivo de mano de obra, el sector de tecnología media e intensiva y el sector de alta tecnología) y en distintas etapas del desarrollo industrial de un país, señaló.
Por ejemplo, cuando un país está en desarrollo apenas incipiente, puede necesitar aranceles más altos para proteger sus industrias con uso intensivo de mano de obra, pero aranceles bajos o nulos sobre otros productos que no puede producir. Cuando pasa a la fase siguiente, es posible que le convenga reducir sus aranceles sobre los productos con uso intensivo de mano de obra (porque ya sería competitivo en esos productos) pero aumentarlos sobre los productos de media o alta tecnología, para poder desarrollar su industria en estos sectores.
De acuerdo con este modelo de aranceles óptimos, los países en desarrollo necesitan gran flexibilidad para bajar y subir aranceles sobre diferentes productos en diferentes épocas y fases de industrialización. Para ese fin, la OMC debería permitirles consolidar su promedio de aranceles sin el compromiso de hacerlo sobre todos los productos. Esto les permitiría aumentar los aranceles en el futuro, cuando estén más desarrollados y puedan producir más productos de alta tecnología.
Chakravarthi Raghavan, editor jefe de South-North Development Monitor (SUNS), señaló que recientes estudios empíricos contradijeron las teorías de los economistas de la OMC y el Banco Mundial de que una mayor liberalización comercial resolvería los problemas de desarrollo. Según tales estudios, la liberalización no produce necesariamente más crecimiento, y de hecho algunos países pueden crecer más si mantienen obstáculos al comercio. La manufactura es esencial para que los países en desarrollo adquieran tecnología, empleo y salarios decentes, y esos países necesitan proteger sus industrias para mantener y fomentar el sector manufacturero, señaló Raghavan.
El experto en comercio internacional Bhagirath Lal Das coincidió con Akyuz en que los países en desarrollo necesitan protección arancelaria para su desarrollo industrial. Durante el proceso de industrialización, un país puede precisar aranceles bajos, altos y nuevamente bajos sobre los mismos productos. Emprender la fabricación de un nuevo producto puede ser difícil sin la opción de elevar el arancel correspondiente. El experto realizó una distinción entre la liberalización como política nacional y como obligación impuesta por la OMC. Existe un nivel óptimo de aranceles en diferentes etapas de industrialización para diferentes productos. Sería peligroso que los países en desarrollo perdieran la opción de variar los aranceles para lograr el óptimo, observó.
En cuanto a las negociaciones en la OMC para recortar los aranceles, Lal Das advirtió que cualquier forma “rubro por rubro” sería inadecuada para los países en desarrollo. Si aceptan fórmulas presentadas por los países industrializados, estarán cediendo un enorme espacio político, previno.
El economista Ha-Joon Chang, de la Universidad de Cambridge, advirtió que si adoptan las propuestas de los países industrializados sobre acceso a los mercados para los productos no agrícolas (NAMA), los países en desarrollo quedarán sujetos a recortes arancelarios “realmente monumentales”. Es preocupante que tantos países en desarrollo parezcan no darse cuenta del efecto devastador que tendrían esos recortes, dijo.
Igualar ahora el nivel de los aranceles de los países en desarrollo al de los países ricos es injusto, porque sería como pedir a un equipo escolar de fútbol que compita con la selección nacional. Los países en desarrollo deben despertar, porque es posible que no tengan más desarrollo industrial si aceptan estas propuestas, previno Chang. Si bien las negociaciones sobre NAMA se realizan en nombre del desarrollo, en realidad los países industrializados las promueven en aras de sus propios intereses. “No finjamos que habrá algún beneficio para los países en desarrollo”, subrayó.
Mehdi Shaffaeddin, economista de la UNCTAD, recordó que, salvo una o dos excepciones, todos los países que alcanzaron la industrialización se valieron de la protección arancelaria. Agregó que la protección de industrias nacientes debería limitarse a determinado plazo.
Un estudio de la UNCTAD sobre 50 países en desarrollo reveló que sólo 20 de los que liberalizaron sus importaciones lograron ampliar sus exportaciones de manufacturas en alguna medida significativa, y de éstos, sólo 10 expandieron el valor agregado de sus productos manufacturados. La mitad de los países estudiados padecieron desindustrialización, y es improbable que puedan recuperar sus industrias.
Las consecuencias de las negociaciones sobre NAMA deben entenderse en este contexto, destacó Shaffaeddin. Los países industrializados tienen mayor capacidad de oferta, y si logran la apertura de los países en desarrollo, obtendrán acceso a enormes mercados. En contraste, si los países en desarrollo logran el acceso a los mercados de los países ricos, podrán colocar los pocos productos que actualmente producen, pero no podrán desarrollar otros en el futuro. “Por lo tanto, estarán sacrificando su futuro por una pequeña porción del mercado actual”, advirtió el experto. Los países en desarrollo no deben esperar beneficio alguno para sus industrias de mano de obra intensiva a cambio de la renuncia a las industrias de alto valor agregado, porque eso sería el fin de su industrialización, previno.
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