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   Nº 188/189 Enero-Febrero 2005
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Tendencias / Integración


Nº 188/189 Enero-Febrero 2005

Comunidad Sudamericana de Naciones.

El desafío es sentirse sudamericano.

por Ariela Ruiz Caro

Los países sudamericanos llegaron a la Cumbre de Cusco después de varios desencuentros recientes en las negociaciones del Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA) y otros acuerdos comerciales. La construcción de esta comunidad debe basarse en generar una identidad sudamericana compartida.

Es probable que la integración política y económica de América del Sur sea todavía un sueño lejano después del anuncio, en Cusco, de la creación de la Comunidad Sudamericana de Naciones. Es cierto, también, que ésta se sustentará en bloques subregionales que aún no han cubierto sus propias expectativas de creación y que, además, tienen posiciones divergentes entre sí en diversos ámbitos de las negociaciones internacionales.
Sin embargo, hay una realidad ineludible que subyace en la decisión de impulsar este proyecto: sólo la integración y una voz común en los foros internacionales nos permitirá incidir en el diseño de las políticas globales que garanticen contenidos más justos y favorables para la región. Nos unen, además de lazos culturales e históricos, problemas sociales y económicos comunes.
La historia más reciente de la unión sudamericana data de la primera cumbre de presidentes de América del Sur realizada en Brasilia en julio de 2000. En aquella oportunidad, los presidentes definieron, como objetivo prioritario, hacer de un acuerdo de libre comercio entre el Mercosur y la Comunidad Andina “la espina dorsal de América del Sur como espacio ampliado”. La idea era “fortalecer la capacidad negociadora sudamericana en otros procesos de negociación, particularmente el ALCA”, bajo el supuesto de que una América del Sur integrada económicamente reduciría los costos de una liberalización con Estados Unidos, Europa y Asia.

Los claroscuros de la “política práctica”

Estas ideas fueron pronto empañadas por la política “práctica” de los gobiernos. Los gobiernos intentaron desmarcarse de la negociación conjunta del ALCA. En efecto, poco tiempo después de la Cumbre de Brasilia, Chile reanudó negociaciones para un tratado de libre comercio con Estados Unidos. Al cabo de un año, en junio de 2001, se planteó en el Mercosur iniciar negociaciones con Estados Unidos, fuera del ALCA, en el marco del denominado acuerdo Rose Garden suscrito por éste y los cuatro países en 1991. Argentina y Uruguay presionaron a sus socios para activar dicho acuerdo –que un incómodo Brasil aceptó– para adelantar dichas negociaciones.
La propuesta del Mercosur no prosperó por las complejas circunstancias políticas y económicas en el Cono Sur, acentuadas por la explosión de la crisis argentina en diciembre de ese año. En aquel escenario, la segunda Cumbre de presidentes sudamericanos realizada en Guayaquil, en julio de 2002, fue menos ambiciosa que la primera, cuando entonces se hablaba de avanzar hacia unos "Estados Unidos Sudamericanos".
Los cambios de gobierno en Argentina, después de la caída de Fernando De la Rúa, determinaron un giro en la geopolítica de la región. El país se plegó a la tradicional posición brasileña, y encontró coincidencias con el gobierno venezolano. Distanciado de sus socios andinos en su estrategia de inserción internacional, particularmente con respecto a la negociación que realizan tres países de la Comunidad Andina para lograr un tratado de libre comercio con Estados Unidos, Venezuela se encuentra más vinculada al Mercosur.
Actualmente, las negociaciones en el ALCA están paralizadas luego de la reunión realizada en febrero de 2004, en Puebla, México, debido a la falta de acuerdo entre Estados Unidos –apoyado por 13 países- y el Mercosur –apoyado por Venezuela y otros- sobre los contenidos mínimos que debería tener este tratado hemisférico.
Ante la negativa del gobierno estadounidense de eliminar sus subsidios agrícolas, el Mercosur presentó en Puebla una propuesta restrictiva en materia de servicios, inversiones y contratación pública, la cual no fue aceptada por Estados Unidos. Entonces, el Mercosur apeló a los intereses comunes sudamericanos para intentar conseguir respaldo a su oferta de negociación en el ALCA en una próxima reunión que nunca se realizó.
Con ese fin, a principios de marzo se convocó a una reunión de cancilleres sudamericanos en Buenos Aires, a la que no asistieron los ministros de Perú, Ecuador y Colombia, pues se limitaron a enviar a sus representantes. La propuesta del Mercosur no fue apoyada por Chile ni por estos tres gobiernos. Las cuatro naciones fueron parte de las 13 que apoyaron la propuesta estadounidense en el ALCA. Desde el norte, Estados Unidos anunció, a su vez, que no cedería en sus posiciones. Evidentemente, la actitud de los tres gobiernos andinos fue parte de la cooperación con la política exterior estadounidense requerida para poder negociar un tratado de libre comercio. Con la misma lógica, tuvieron que retirarse anteriormente del Grupo de los 20, que lucha por la eliminación de los subsidios agrícolas en el marco de la Organización Mundial de Comercio.
Ante la amenaza de Estados Unidos de iniciar acuerdos bilaterales con todos los países del continente –salvo Mercosur y Venezuela–, el portavoz del grupo, el entonces vicecanciller argentino Martín Redrado, señaló que no les interesaba “adherir a textos consumados” y añadió: “Si no podemos lograr un acuerdo y otros países creen que suscribir TLC con Estados Unidos es el mejor camino, cada país es libre de hacerlo (...) Pero nosotros no tenemos que responder a Estados Unidos, si no a nuestra gente”. La historia posterior es conocida. A mediados de mayo, Perú, Ecuador y Colombia iniciaron oficialmente tratativas para suscribir un tratado de libre comercio con Estados Unidos. Las negociaciones del ALCA siguen suspendidas.
En estas circunstancias, y luego de haberse protocolizado el acuerdo de libre comercio entre la Comunidad Andina y el Mercosur el 18 de octubre, se realiza la tercera cumbre sudamericana. El anuncio de crear la Comunidad Sudamericana de Naciones es un gesto político importante que sólo tiene posibilidades de consolidarse si la población y los dirigentes políticos asumen una identidad sudamericana, y actúan en consecuencia. Ejercer la ciudadanía como sudamericanos podría ser un medio de prevenir e impedir que los gobiernos socios firmen tratados internacionales con potencias industrializadas de fuera de la región, en los que se ponga en riesgo el patrimonio regional o la soberanía, como aquellos vinculados a la biodiversidad, cultura o educación. Por eso, la construcción y fortalecimiento de esta identidad en el imaginario colectivo es, quizás, el mayor desafío.

---------------- Ariela Ruiz Caro es economista peruana residente en Argentina, y se desempeña como analista en temas de integración y economía regional.




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