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Nº 187 - Diciembre 2004

Organización Mundial de Comercio

¿Estados Unidos presionará para finalizar conversaciones de Doha a fines de 2006?

por Chakravarthi Raghavan

Evaluando el posible impacto que podría tener la reelección del presidente de Estados Unidos, George W. Bush, en el curso de las conversaciones de la Organización Mundial de Comercio (OMC), el autor sostiene que es muy probable que la política comercial de ese país conserve su orientación neomercantilista dirigida a abrir los mercados del Sur.

A la luz de la reelección del presidente de Estados Unidos, George W. Bush, para un segundo periodo de cuatro años con una clara mayoría, los diplomáticos comerciales y negociadores apostados en Ginebra, en general estiman que la administración Bush presionará para que continúen las conversaciones de Doha en la Organización Mundial de Comercio (OMC) y las negociaciones concluyan en tiempo y forma antes de que finalice la actual Autoridad de Promoción del Comercio, en 2007. Con esto, tendría el terreno libre para la campaña presidencial de 2008.
Tal vez la vieja “química personal” entre el saliente comisario de Comercio de la Unión Europea, Pascal Lamy, y el Representante Comercial de Estados Unidos, Robert Zoellick -quien tal vez tuviera que abandonar el cargo a pesar de la reelección de Bush-, no funcione más, pero el punto de vista general de las dos potencias comerciales, y de las otras que están por detrás suyo, es claro. Estados Unidos y la Unión Europea tienen muchos problemas y diferencias, y tampoco será fácil dirimirlos. Pero tienen una visión imperial común e intereses contradictorios con los del mundo en desarrollo. Tratarán de seguir actuando juntos, si bien cabe la esperanza de que hayan aprendido las lecciones de agosto de 2003 -cuando fracasaron sus intentos de forzar la aprobación de un marco agrícola conjunto- y de la debacle de la Conferencia Ministerial de Cancún.
La agenda de la ronda de conversaciones de orden técnico sobre agricultura realizada en la semana del 15 de noviembre incluyó temas como el de la definición de los criterios del Compartimento Verde, la conversión de los derechos específicos en derechos ad valorem, las empresas de comercio estatales y los créditos a las exportaciones. No obstante, no es posible esperar grandes avances en esas conversaciones antes de febrero próximo –como muy temprano-, manifestaron los diplomáticos comerciales. Habrá conversaciones técnicas, pero con claros intentos de definir los parámetros y aclarar los temas pendientes.
Y a partir de diciembre, los diplomáticos comerciales estarán ocupados con sus propias campañas electorales, cuando la OMC comience el proceso de elegir un sucesor para el director general, Supachai Panitchpakdi, quien abandona el cargo el 31 de agosto de 2005.
Irónicamente, con las elecciones de Estados Unidos ya resueltas, los expertos jurídicos y los funcionarios de Estados Unidos y la Unión Europea realizaron consultas en la OMC el 4 y 5 de noviembre acerca de sus reclamaciones mutuas sobre subvenciones a las aeronaves: la de Estados Unidos sobre subvenciones y apoyo a Airbus, y la contraria de la Unión Europea contra Estados Unidos sobre subvenciones a Boeing. La reclamación de la Unión Europea contra Estados Unidos también involucra a Japón, ya que la Unión Europea ha acusado a este país de cubrir parte de la subvención.
En el marco de las normas de solución de diferencias de la OMC, las consultas de “buena fe” sobre la controversia deben ser realizadas dentro de los 30 días de presentada la misma (el 6 de octubre es la fecha en la que los dos enviaron sus solicitudes para celebrar consultas) y deben realizarse intentos por zanjarla. Si en los 60 días de solicitud de consulta no se logra un acuerdo, cada una de las partes puede pedir que la controversia sea remitida a un grupo especial. También puede procurarse el establecimiento de un grupo especial dentro de los 60 días si ambas partes están de acuerdo en que las consultas no han prosperado.
Nadie espera que las consultas desemboquen en acuerdo alguno. Es sólo una salva inaugural de lo que se está perfilando como otra gran controversia comercial transatlántica de gran visibilidad.
En teoría, por lo tanto, ambas partes pueden procurar la remisión a un grupo especial antes de las vacaciones de fin de año, pero también pueden prolongar las consultas de mutuo acuerdo.
Si bien el Representante Comercial de Estados Unidos puede cambiar cuando en enero Bush haga el juramento para el nuevo ejercicio y nombre su gabinete, los negociadores comerciales conocen los lineamientos de los objetivos y políticas estadounidenses en las negociaciones de la OMC. A la luz del programa marco de julio concluido el 1 de agosto, prevén un rápido avance de las discusiones técnicas en diversos sectores de las negociaciones.
Sin embargo, una de las situaciones imponderables, y que menos aún figuró en la campaña que concluyó con la reelección de Bush, es la situación de Estados Unidos y la economía mundial. Si la economía sufre una caída, entonces los sentimientos proteccionistas prosperarán --si bien eso no resolverá los problemas de la economía estadounidense- y el mundo en desarrollo sufrirá las presiones de Estados Unidos y de la dirigencia de la OMC para liberalizarse, abrir sus mercados a las exportaciones de Estados Unidos y la Unión Europea, hacer concesiones en las conversaciones de la OMC y concluir rápidamente las conversaciones.
Pero las cosas no serán tan sencillas como en el pasado, a pesar del mandato dado a Bush y los intentos de sus “aliados” en Europa (Tony Blair y compañía) de seguir pisando fuerte por la misma senda. Por ejemplo, hay numerosos intentos de lanzar un ataque a China y utilizar a los países menos adelantados y más pequeños para de alguna manera “persuadir” a China, India y otros países a que encuentren una forma de continuar con el régimen de cuotas sobre las importaciones de textiles y prendas de vestir, que finaliza a fines de este año.
Pero los hechos reales son demasiado contundentes como para ser fácilmente pasados por alto, como en el pasado.
Estados Unidos necesita atraer fondos extranjeros para financiar su déficit, y esto le da a China y a otros países de Asia una buena carta que les permite jugar a su antojo. Tienen interés en que la economía estadounidense avance y crezca, pero también pueden impedir que se apliquen medidas proteccionistas muy drásticas en contra de ellos. Harán su juego, y muy hábilmente.

Retórica de libre comercio, realidad proteccionista

Si bien Bush y el Partido Republicano emplean una profusa retórica acerca del libre comercio, la política de Estados Unidos con respecto a varias administraciones, independientemente del lenguaje y las consignas sobre el “libre comercio” y el “comercio justo”, ha sido, sin duda alguna, neomercantilista: conservar los mercados internos libres de la competencia extranjera, por un lado, mientras que por el otro, en el exterior se abren los mercados para las exportaciones estadounidenses.
Si bien la necesidad de un rechazo internacional y una respuesta a los ataques terroristas del 11 de setiembre de 2001 contra Estados Unidos, así como la retórica sobre el libre comercio, fueron invocados por Zoellick y Lamy en noviembre de 2001 para iniciar la nueva ronda de negociaciones de la OMC actualmente en marcha, la misma administración Bush rápidamente aumentó el apoyo agrícola a los productores rurales nacionales, para mantener a los estados del Midwest y Florida, y otros del sur, dentro de las filas republicanas.
A pesar de las publicitadas reservas y controversias, Zoellick y Lamy, y sus interinos, intentaron en agosto de 2003 -con alguna ayuda del presidente del Consejo General de la OMC, el uruguayo Carlos Pérez del Castillo- remendar un acuerdo marco agrícola e imponerlo en la OMC, en ocasión de la Conferencia Ministerial de Cancún, en setiembre de 2003.
Si bien el fracaso de Cancún les puso los puntos sobre las íes y ambos cambiaron su tono, permaneció incambiado el eje básico de la política para el mundo en desarrollo, es decir, abrir los mercados de estos países -en bienes y servicios financieros- a las empresas estadounidenses y europeas.
Hay pocas razones para pensar que habrá grandes cambios ahora. Tanto en Europa como en Estados Unidos, la retórica sobre el libre comercio esconde una gran dosis de protección, y eso no será fácil cambiarlo.

Un proceso democrático fallido

Sobre las elecciones de Estados Unidos en sí, son pocos los diplomáticos -sean de la OMC o de los organismos de las Naciones Unidas- dispuestos a hacer comentarios.
Sin embargo, la retórica habitual de Estados Unidos acerca de promover la democracia ante los organismos de derechos humanos enfrentará algunas respuestas mordaces que hagan referencia a declaraciones de personalidades estadounidenses –como el ex presidente Jimmy Carter- y extranjeras que han observado el proceso electoral.
Estados Unidos no puede dar lecciones de democracia o de gobernanza, dada la cantidad extraordinariamente elevada de dinero gastado en ambas, y a un proceso legislativo que está sujeto al poder y la influencia de distintos grupos de presión sobre los miembros del Congreso, y de leyes que son adoptadas sin que el Congreso tenga demasiado tiempo siquiera para leerlas e intentar cambiarlas.
En un sentido más amplio, las elecciones de Estados Unidos nuevamente pusieron de manifiesto un proceso democrático en el que cada estado establece sus propias normas y los procedimientos de votación y conteo son decididos en recintos cerrados, y a veces por litigio.
Muchos países en desarrollo tienen sistemas mejores. Con un electorado de 500-600 millones, en los principales pueblos y ciudades y aldeas remotas, una única Comisión Electoral con jurisdicción a escala nacional, controla los gobiernos y los departamentos correspondientes para preparar y mantener los registros electorales, publicarlos y permitir la emisión de notificaciones para las elecciones. Una vez que se convoca a elecciones, nadie puede interferir, hasta los tribunales deben contenerse.
Esta vez se dispuso de computadoras portátiles, especialmente diseñadas y preparadas para ser utilizadas como máquinas de votación. Fueron enviadas a zonas muy lejanas, algunas selladas, y luego traídas a una sede central en cada distrito electoral. Allí, su contenido fue volcado a grandes computadoras desde donde los votos fueron contados, tabulados y anunciados rápidamente. El sistema mantuvo copias de la votación en papel, también, para ser utilizadas en peticiones de recusación y de elección.
Sin embargo, el país tecnológicamente más avanzado y más rico del mundo no puede organizar esto ni culminar sin problemas la emisión de papeletas de ausentismo para el personal militar que no está en el distrito electoral, para funcionarios públicos que participan en funciones electorales, etc.
Las legislaturas estatales partidarias y el propio Congreso han actuado para impedir toda medida que apunte a hacer más fácil el ejercicio del voto, ya que es sabido que esto hará que las opiniones populares se concentren rápidamente en el Congreso y el Poder Ejecutivo.
Hasta Franklin D. Roosevelt, en el punto más alto de su influencia y poder, y como Comandante en Jefe en la Segunda Guerra Mundial, no pudo lograr que el Congreso facilitara el voto para el personal en combate o en los frentes de batalla. Sus oponentes en el Congreso sabían que esos votos favorecerían a Roosevelt, y por eso pusieron las mayores trabas posibles al ejercicio del derecho de voto del personal de defensa en el exterior, que estaba peleando por Estados Unidos. (SUNS)




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