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No. 178 - Marzo 2004

De Monterrey a Puebla

Persisten las contradicciones sociales y comerciales en el ALCA

por Eduardo Gudynas

El camino que va de la cumbre presidencial de Monterrey a la reunión negociadora de Puebla, muestra a un Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA) que persiste en temas comerciales olvidando las demandas sociales del desarrollo. Se reconfiguran grupos de países en las negociaciones, y si bien se marcha a diferente ritmo, todos caminan en la misma dirección: la liberalización comercial asimétrica.

El inicio de 2004 muestra tanto el cierre de un ciclo negociador como el inicio de una nueva fase en el escenario de las Américas. En primer lugar, se debe señalar la realización de la Cumbre Presidencial Extraordinaria de las Américas en Monterrey (México) en enero, donde se cierra el ciclo de reconfiguración del ALCA. En segundo lugar, semanas más tarde (a principios de febrero) se realizó la reunión del Comité de Negociaciones Comerciales del ALCA en Puebla (México), donde comienzan ha debatirse las reglas comerciales bajo el nuevo contexto del ALCA de múltiples caminos. Entre estos dos hechos, si bien ha cambiado la negociación, se mantiene el objetivo de la liberalización comercial asimétrica.

La cara social del ALCA

La cumbre de Monterrey, convocada por iniciativa de Estados Unidos, buscaba darle una cara social al proceso del ALCA, así como reposicionar a la administración de George W. Bush al inicio de la carrera electoral. A su vez, las naciones latinoamericanas tenían sus propias razones para concurrir a Monterrey, tanto para acelerar sus negociaciones comerciales con Washington como para enlentecerlas.
Pero las polémicas y enfrentamientos velados rápidamente volvieron a escena. Algunas propuestas quedaron por el camino. Fue el caso de Venezuela con su idea de un fondo solidario basado en las requisas contra el narcotráfico. En cambio, se aprobaron varios puntos reclamados por Washington. Ese fue el caso de los llamados a luchar contra la corrupción, en especial invocando a la Convención Interamericana contra la Corrupción, aunque sin llegar al extremo de una suspensión de la Organización de Estados Americanos (OEA), como solicitaba Estados Unidos. También se aprobó una invocación similar contra el terrorismo y un exhorto a ratificar la Convención Interamericana contra el Terrorismo. Finalmente, se acordó reducir por lo menos a la mitad el costo de la transferencias de remesas que los inmigrantes mandan a sus países de origen, a más tardar en 2008.
Una de las polémicas más fuertes se debió a la resistencia de Brasil y Venezuela a incluir una referencia precisa al ALCA, tal como reclamaba Estados Unidos. La declaración final reconoce al ALCA, aunque sin caer en el extremo de citar una fecha precisa de aplicación del acuerdo. En ese caso, Venezuela mantuvo una observación por las “diferencias profundas acerca del concepto y la filosofía contenidas en el modelo propuesto”. De todas maneras, los presidentes acordaron en señalar que esa negociación “fomentará, con la mayor eficacia, el crecimiento económico, la reducción de la pobreza, el desarrollo y la integración, a través de la liberalización del comercio".

Bloques negociadores

El tránsito que va de Monterrey a Puebla muestra que el proceso de descoordinación en América Latina se mantiene, y en algunos casos se agrava. Justamente, en Monterrey, y especialmente en Puebla, ha quedado en evidencia que América Latina no logra un frente único. Se ha conformado un grupo negociador que busca un ALCA ambiciosa y que está integrado por Estados Unidos, Canadá, México y Chile. Si bien estas naciones han mantenido coordinaciones en los últimos años, ahora lo hacen en forma mucho mas intensa, conformando un “núcleo duro” en las negociaciones.
A ellos se suma un conjunto de países que cambia de encuentro en encuentro, o con los temas en consideración. Por ejemplo, en la reunión negociadora de Puebla ese conjunto incluyó a Costa Rica, Colombia, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Panamá, Perú y República Dominicana. De esta manera América Central y buena parte de la Comunidad Andina quedan asociados de una u otra manera con Washington. Casi todos son países que han logrado un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, o que se les ha prometido para un futuro cercano.
Es obvio que en este conjunto de países afines las iniciativas están en manos de Washington, no sólo por el peso propio de esa nación, sino por la autosumisión en la que caen varios gobernantes de América Latina. El más claro ejemplo tuvo lugar en Monterrey, cuando el presidente de Ecuador, el coronel Lucio Gutiérrez, admitió que las naciones latinoamericanas son los “hermanos menores”, y Estados Unidos es el “hermano mayor”.
Por el otro lado se encuentra Brasil, junto a Venezuela y Argentina en la mayor parte de las ocasiones. Brasil mantiene una posición pragmática y aspira a seguir su propio camino en las negociaciones del ALCA, buscando proteger algunos sectores claves mientras que reclama asegurarse algunas concesiones desde Washington. Venezuela, en cambio, invoca posturas principistas. Brasil cuenta en casi todos los casos con el apoyo argentino, aunque en la reunión de Monterrey existieron algunas diferencias.
Argentina comparte muchas posiciones brasileñas, pero debe recordarse que los dos países siguen manteniendo estrategias muy distintas en otros campos, en especial las relaciones con los organismos financieros internacionales. En ese sentido, el presidente argentino Néstor Kirchner aprovechó su discurso de cierre en Monterrey para volver a criticar a instituciones como el Fondo Monetario Internacional (FMI), a la par que su gobierno se encuentra en moratoria y plantea una renegociación de su deuda externa con importantes quitas y topes a los pagos. Por el contrario, el gobierno de Luiz Inacio Lula da Silva en Brasil no sólo no cuestiona esa arquitectura financiera internacional, sino que sigue sus indicaciones, y en algunos casos va más allá de sus pedidos buscando expresar así una supuesta “seriedad” económica.
Al “núcleo duro” de Brasil y Argentina, en las más recientes negociaciones se han sumado también los otros dos socios del Mercosur (Paraguay y Uruguay), junto a Venezuela, y la novedad ha sido que están más cercanos Bolivia y varios países del Caribe.
En estos momentos, las interacciones entre estos dos grupos de países hace que las negociaciones sean tensas, con algunas avances y retrocesos. Pero el peso del agrupamiento de Brasil-Argentina es insuficiente para modificar sustancialmente las metas comerciales del ALCA, mientras que la aceptación de negociaciones a varios niveles y por diferentes conjuntos de países determina que se avance hacia el mismo objetivo final de liberalización comercial asimétrica. Estados Unidos mantiene las capacidades de proteger algunos sectores y, a la vez, exige aperturas mayores a las naciones del Sur. En el ALCA actual unos pueden avanzar hacia esa meta por una vía y más rápidamente, mientras que otros apelarán a otra vía, más lenta. Pero en definitiva, todos caminan en la misma dirección.

Contradicciones económicas y sociales

Esta situación vuelve a poner en primer plano la importancia de las metas sociales, ambientales y económicas del ALCA. Debe admitirse que ese problema sigue sin resolverse y, en realidad, la cumbre de Monterrey lo ha dejado al desnudo. Allí los presidentes señalaron que el bienestar de los pueblos de América depende de tres metas estrechamente relacionadas: crecimiento económico con equidad para reducir la pobreza, desarrollo social y gobernabilidad democrática. A partir de esas ideas, la “Declaración de Nuevo León” aborda muchos temas, desde la participación de las pequeñas y medianas empresas a la reforma del sistema financiero internacional, desde la defensa de los derechos de propiedad a proclamar la importancia del papel de la mujer, del apoyo a los pueblos indígenas al combate contra el sida.
Pero la declaración muestra una fuerte tensión entre las declaraciones y ambiciones sociales y las realidades de las negociaciones comerciales. Si los presidentes se tomaran en serio metas como la protección del empleo o la liberalización del comercio agrícola, la marcha de las negociaciones comerciales serían muy diferentes. De esta manera, esta cumbre, así como las anteriores celebradas en Miami, Santiago y Québec, terminan desarrollándose en un carril separado que no alcanza a rectificar y reformular los acuerdos comerciales del ALCA.
Por ejemplo, en el capítulo sobre desarrollo social, los presidentes se refieren a las migraciones, donde indican que se debe asegurar empleos decentes para aquellos que se trasladan en busca de trabajo. La “Declaración de Nuevo León” no presenta acciones concretas en ese sentido, pero más allá de eso, los borradores de los acuerdos comerciales del ALCA apuntan a un comercio desigual que sin duda afectará el empleo, sea enfatizando un modelo de bajísimas remuneraciones y malas condiciones, propio de las maquilas, o por impedimentos al libre flujo de la fuerza del trabajo. Por lo tanto, la marcha de los acuerdos comerciales en muchos casos apunta en dirección contraria a las aspiraciones sociales y desarrollistas de los presidentes.
En estas negociaciones incluso se olvida que si cualquiera de los gobiernos intentara llevar a la práctica cualquiera de esas medidas sociales o ambientales, seguramente serán necesarias intervenciones estatales y regulaciones de los mercados. Ese tipo de medidas no es posible dentro del ALCA. Incluso el acuerdo comercial cuenta con mecanismos para desmontar la aplicación de esas posibles medidas, las que son calificadas como “distorsiones” de mercado o “trabas” a la libre inversión.
De esta manera, las actuales negociaciones del ALCA por niveles se mantienen ensimismadas en el campo comercial, donde unos y otros buscan algunas pequeñas ventajas económicas, a costa de olvidar una vez más las dimensiones sociales y ambientales.

--------------- Eduardo Gudynas es analista de información en D3E (Desarrollo, Economía, Ecología y Equidad América Latina).

Sin acuerdos en Puebla

La reunión del Comité de Negociaciones Comerciales del Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA), que se celebró a principios de febrero en Puebla (México), finalizó sin acuerdos. Si bien todos los delegados evitaron usar la palabra “fracaso”, no se pudo avanzar en acuerdos concretos al mantenerse las diferencias entre Estados Unidos, apoyado por 14 naciones, y el Mercosur, acompañado por un grupo más pequeño (Venezuela, Bolivia y el Caricom).
El Comité no pudo acordar instrucciones precisas para los grupos negociadores y, por lo tanto, el ALCA quedó en suspenso. Ni siquiera se logró acordar el mecanismo por el cual se usarían diferentes vías, unas más abarcadoras, otras mas restringidas, para que grupos de países dentro del ALCA pudieran concretar sus coincidencias, tal como se había previsto trabajosamente a fines del 2003 en Miami.
El Mercosur mantuvo el reclamo para eliminar todos los subsidios y apoyos a las exportaciones, especialmente en Estados Unidos, mientras que Washington sólo aceptaba una desgravación arancelaria “sustancial”, que posiblemente abarcaría el 90 por ciento de los productos, dejando así un 10 por ciento que podría ser protegido y que bastaba para cercenar las posibilidades exportadoras más competitivas del bloque subregional del sur.
Las discrepancias se mantuvieron en otros temas, como las inversiones y la necesidad de fondos compensatorios para las economías más pequeñas. El estancamiento se reforzó cuando varias delegaciones gubernamentales indicaron que debían recibir nuevas instrucciones desde las capitales para avanzar en los debates. Se llegó así a una situación donde no era posible ningún progreso, y los delegados deberán reunirse nuevamente en pocas semanas.
Peter Allgeir, el representante de Estados Unidos, sostuvo que no se estaba ante un “fracaso” sino un “receso”. El subsecretario de Comercio Exterior argentino, Martín Redrado, quien coordinaba las posiciones del Mercosur, reconoció que no se lograron acuerdos en el tema agrícola y sólo coincidencias generales en otras cuestiones. El Mercosur en este caso logró mantener su unidad, con apoyos mutuos y favores complementarios. Argentina acompañó a Brasil en exigir restricciones frente a las inversiones, a pesar de la fuerte desregulación argentina en ese campo, mientras que Brasil reclamó la eliminación de todas las protecciones agrícolas acompañando esa necesidad de Argentina. Paraguay y Uruguay no desentonaron con posiciones propias.
Si bien se evitó formalmente la palabra “fracaso”, en realidad nada se avanzó en Puebla, y ni siquiera se están manteniendo los compromisos de la última reunión ministerial de Miami. En estos momentos, el ALCA, como proyecto hemisférico, se está desvaneciendo.

E.G.



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