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No. 66 - Segunda quincena de Junio 1995

Libro de Luis Stolovich

Forestación, ¿un negocio para quién?

Los proclamados beneficios económicos de la política forestal aplicada en Uruguay -según un modelo impulsado por el Banco Mundial y seguido en numerosos países del Tercer Mundo- son puestos en tela de juicio por una investigación reciente del economista Luis Stolovich, que acaba de ser publicada por el ITeM y el CIEDUR en un libro del cual brindamos el prólogo de Ricardo Carrere y algunos fragmentos ilustrativos del trabajo.

Al igual que en muchos otros países del Tercer Mundo, el estado uruguayo está impulsando un modelo de desarrollo forestal basado en la plantación de grandes extensiones de eucaliptos y pinos, destinadas prioritariamente hacia la exportación de madera para pulpa o de pulpa para papel y en menor escala hacia otros productos madereros. En realidad, el estado uruguayo ha sido el ejecutor de una política -originada en centros de poder mundiales- destinada a otorgar suficientes beneficios a las empresas privadas como para que éstas se volcaran a una inversión de este tipo. Además del establecimiento del marco legal e institucional adecuado, el estado destina al sector un conjunto de subsidios directos e indirectos, asegurándole así la posibilidad de lograr una rentabilidad atractiva, asumiendo el inversionista un riesgo mínimo.

La incoherencia gubernamental

La lógica del modelo resulta ilógica en dos sentidos. Por un lado, porque los sucesivos gobiernos que lo impulsan, a la vez que proclaman su adhesión a la teoría económica neoliberal, no dejan al sector forestal librado a las leyes del mercado, sino que de hecho aplican las supuestamente perimidas y obsoletas políticas dirigistas del estado. Mientras se niega todo tipo de apoyo a las actividades productivas y se las abandona a su suerte en un mercado internacional crecientemente competitivo, se canalizan ingentes recursos hacia el sector forestal. Por otro lado, si la inversión forestal fuera rentable, la intervención del estado debería limitarse al establecimiento de un marco favorable a esta actividad, sin necesidad de canalizar hacia ella recursos generados por otras actividades económicas.

Las principales críticas a este modelo de desarrollo forestal han provenido de las organizaciones no gubernamentales que trabajan en el área ambiental, quienes cuestionan la sustentabilidad del modelo e identifican impactos de importancia, en particular en lo referente a agua, suelos y biodiversidad, tanto en el Uruguay como en la mayoría de los países donde este modelo ha sido implementado.

Sin embargo, hasta ahora no se había otorgado la suficiente importancia al análisis del modelo desde su propia óptica: la de generar beneficios económicos. Se decidió entonces analizar el costo total que implica esta actividad para el país y compararlo con los beneficios que la misma brindaría al Uruguay.

Adoptar este enfoque no implica desconocer la importancia de estudiar seriamente la sustentabilidad ecológica y social de esta producción en el largo plazo. Al contrario, hoy más que nunca los organismos estatales pertinentes tienen el deber de realizar estudios que tomen en cuenta las preocupaciones legítimas -y en muchos casos documentadas- de los impactos ambientales y sociales que este tipo de desarrollo puede implicar para el país.

Costos mayores que beneficios

Pero dado que los principales argumentos en favor de la forestación tal como se está promoviendo, se centran en las supuestas ventajas de colocar volúmenes crecientes de madera y productos forestales en el mercado internacional, entendimos que el tema podía ser analizado desde el punto de vista económico para ver si desde esa óptica tenía sentido.

Se tomaron en cuenta entonces los costos que no asumen las empresas forestales, sino que son pagados por la sociedad en su conjunto y por ende por cada uno de sus ciudadanos. Subsidios, exoneraciones impositivas y créditos "blandos" son algunos de los más evidentes, que implican que el inversionista forestal prácticamente no "saca plata de su bolsillo". Pero además el sector forestal requiere un conjunto de elementos para sacar su producción, que también implican un subsidio, puesto que son pagados por la sociedad, tales como carreteras, puentes, vías férreas, puertos, dragado de ríos, etc. Además, el balance de comercio exterior incluye no sólo lo que el país obtuvo por la venta de productos forestales, sino también todo lo que el país debió importar para que dicha producción pudiera ser exportada. En ese sentido, se constata que tanto la maquinaria forestal como la flota de camiones necesaria para el transporte de la madera son importados, así como el petróleo necesario para combustible; las rutas -asfaltadas- también se basan en el petróleo importado; vías férreas, material ferroviario también importados; maquinaria portuaria importada, etc. etc.

A partir del estudio de ese conjunto de elementos, que normalmente no son tomados en cuenta al analizar el tema, se puede concluir en lo fundamental que, comparando los costos con las ganancias de esta actividad (ambos estrictamente económicos, sin tomar en cuenta los costos ambientales), no se trata de un gran negocio para el país.

Se plantea entonces con mayor claridad la necesidad de rediscutir y repensar el modelo de desarrollo de esta actividad en un marco más amplio, que incorpore a la totalidad de los actores sociales involucrados. En ese sentido, este trabajo puede constituir un punto de partida para alcanzar una visión más holística del tema y, por ende, para arribar a conclusiones sólidas y fundamentadas sobre el futuro de la actividad forestal en el Uruguay.

El Instituto del Tercer Mundo (ITeM) y el Centro Interdisciplinario de Estudios sobre el Desarrollo, Uruguay (CIEDUR), que vienen participando activamente en los debates sobre la política forestal, aportando elementos tanto de la realidad local como de otras regiones del mundo donde se impulsan modelos sustancialmente idénticos al que se aplica en Uruguay, presentan este libro con el ánimo de contribuir a una discusión seria sobre un tema tan controvertido.

Las transnacionales Pese a la importancia de los grupos y empresas de origen local en el proceso forestal uruguayo, en la última fase de expansión fueron empresas de capital transnacional las de mayor protagonismo -por el volumen de inversión y por las extensiones forestadas-. El grupo Shell y varias empresas de origen español y chileno fueron los principales inversores extranjeros en el complejo forestal uruguayo.

(...)

Se puede estimar que al finalizar el siglo XX, entre 70-80 mil há. forestadas pertenecerán directamente a firmas transnacionales o extranjeras, que se han radicado en Uruguay en los años 90' con la finalidad expresa principal de exportar madera en rollo a ultramar (Escandinavia, España, etc.) para la producción de pulpa para celulosa, eventualmente a empresas de los mismos grupos involucrados.
Geopolítica del Banco Mundial La expansión forestal artificial en vastas regiones del Tercer Mundo no responde sólo a un juego del mercado. Las fuerzas mercantiles son "ayudadas" e incluso empujadas por factores geopolíticos. El Banco Mundial impulsa proyectos forestales en el Sur que, además de sus objetivos económicos, incluyen objetivos ambientales -definidos desde el Norte- que, de alguna manera, compensen los desequilibrios naturales provocados por su estilo de desarrollo. Los países del Norte interesados en que, a largo plazo, se generen fuentes de materia prima barata en el Sur, inyectan fondos en el Banco Mundial, que este canaliza en la promoción de la forestación en los países sureños.

(...) el desarrollo del mercado internacional de productos forestales, los intereses de las industrias del Norte que emplean masivamente materias primas madereras y la existencia de una geopolítica forestal -asociada a un discurso ambientalista-, se transformaron en los factores externos de impulso al desarrollo de la forestación artificial en Uruguay. Esos estímulos adoptaron la forma concreta de créditos del Banco Mundial -y de otras fuentes- y de cooperación técnica de Japón y, en menor escala, de otros países. El impulso externo (financiero, técnico, comercial, político) fue, entonces, mucho más relevante que cualquier factor interno propio del Uruguay. La necesidad de los centros de poder fue internalizada como necesidad u oportunidad nacional a aprovechar. A tales efectos se diseñó un régimen promocional con vastos incentivos a la forestación.



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