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No. 71 - Primera quincena de Setiembre 1995

Cambio Climático

El Sur obliga a rever enfoque tendencioso

por Chakravarthi Raghavan

Los países en desarrollo ganaron una escaramuza en el debate sobre cambio climático al conseguir bloquear un informe que valoraba de manera distinta la vida y la propiedad en el Norte y en el Sur, lo que despertó un sentimiento general de agravio y desaprobación.

Si bien en la reunión del Grupo de Trabajo 3 (GT3) del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC), realizada en Ginebra entre el 25 y el 28 de julio, los economistas de la OCDE estuvieron a punto de salir triunfantes, las intervenciones airadas de Cuba, Brasil y otros países en contra del informe obligaron a la mesa y al presidente a replegarse.

Dicha evaluación hubiera convalidado la "inacción" del Norte y depositado la carga del ajuste en el Sur. Pero ahora los países del Tercer Mundo necesitan organizarse mejor y coordinar entre sí para la próxima etapa de la batalla, que tendrá lugar en Montreal del 11 al 13 de octubre. Esta es la conclusión a la que llegaron algunos observadores presentes en la sesión del GT3.

En la reunión plenaria final, la mesa del GT3 y sus economistas -fundamentalmente de la escuela neoclásica y monetarista de la OCDE- no lograron que se adoptara un borrador revisado de su Resumen Ejecutivo del Informe de la Segunda Evaluación del GT3. El mismo había sido renegociado muy de prisa en pequeños grupos de trabajo, y luego se lo presentó como un texto "negociado" y "delicadamente equilibrado", por lo que se recomendaba fuera adoptado en su totalidad.

Los economistas del GT3 deberán reunirse en Montreal para que se acepte y publique su resumen ejecutivo como parte del Informe de la Segunda Evaluación del IPCC, habiendo contemplado las objeciones planteadas en Ginebra.

Quiénes controlan el GT3

Un grupo predominante de los economistas neoclásicos ortodoxos se apropiaron del GT3, ámbito económico del IPCC. Virtualmente sustituyeron el plan de trabajo del organismo con el suyo, separando los aspectos vinculados a la eficiencia económica de los relacionados con la equidad.

Para elaborar un informe sobre los costos de las medidas que deberían adoptarse para mitigar el cambio climático adverso y los costos de dicho cambio para el próximo siglo, se basaron en las premisas de la eficiencia económica y en un proceso de análisis costo-beneficio.

Cuando el informe inicial de los economistas del GT3 fue presentado en un taller realizado en Nairobi en julio de 1994, estalló una controversia pública en torno a dichos economistas y sus planteos. También se advirtió el posible daño que podría aparejar a la imagen y credibilidad del IPCC -que cuenta con una reconocida experiencia científica en las ciencias físicas, en especial climatología- el inmiscuirse en el campo de la economía.

Esencialmente, el planteo del GT3 sostiene que es más barato adaptarse al cambio climático que detener los procesos que lo causan: los gases de efecto invernadero, en especial las emisiones de dióxido de carbono, el 80% de las cuales se originan en los países de la OCDE.

Estos argumentos de eficiencia económica llevaron a que el economista principal del Banco Mundial y hoy número dos del Departamento de Hacienda de los Estados Unidos, Summers, asegurara en un documento interno que es eficiente permitir que las industrias contaminantes se reubiquen en el mundo en desarrollo, donde la vida es más barata.

La repercusión que tuvieron las afirmaciones de Summers lo obligaron a disculparse. Lo hizo con tal calidad que muchos de sus críticos dejaron de lanzarle sus dardos.

Pero los autores del GT3 no abandonaron su "eficiencia", por lo menos hasta el final de la reunión de Ginebra. Los responsables del informe estaban tan confiados en la lucidez de su planteo que ni siquiera se presentaron en Nairobi para explicar o defenderse de las críticas de algunas ONGs observadoras sobre éstos y otros temas.

Se dice que algunas personalidades destacadas de los economistas del GT3, como el profesor David Pearce, del University College de Londres y Richard S. Tol, de Holanda, principal autor del capítulo sobre los "costos sociales", habrían calificado de "tontería" la organización de una campaña de firmas en contra de su opinión "científica".

Para ellos las teorías y conceptos de una ciencia no exacta como la economía y otras ciencias sociales, y los resultados de ejercicios econométricos computarizados de construcción de modelos están en pie de igualdad con las ciencias físicas, cuyas teorías son comprobables y deben ser corroboradas por los hechos.

Cuando los economistas del GT3 elaboraron el borrador y éste se conoció en el proceso del IPCC, las críticas de varias ONGs despertaron a su vez la indignación de parlamentarios y ONGs del Norte y del Sur ante el contenido de dicho borrador.

Consecuencias de la teoría costo-beneficio

Según las teorías abrazadas por los economistas del GT3, es posible asignar un valor de mercado a todo tipo de bienes y servicios, comercializables y no comercializables, mercantiles y no mercantiles.

La misma tendencia sostiene que la aplicación de teorías económicas sobre la actualización y que consideren cuánto está dispuesta a pagar una persona o un grupo de personas por un resultado deseado, podría producir un análisis de costo-beneficio e indicar un método de costo-efecto para lograr el objetivo.

Esta premisa, y la aplicación de la metodología de la "disposición a pagar", dio como resultado que la vida en el Norte vale 15 veces más (en términos monetarios) que la vida en el Sur y que el daño a los recursos naturales y a la propiedad también tiene una variante similar.

En este marco, uno de los aspectos más sorprendentes del informe rechazado, declaró Aubrey Meyer, del Global Commons Institute (GCI) fue la demostración que "los países de la OCDE sufrieron el doble de perjuicio que el resto del mundo como resultado del calentamiento mundial, a pesar de que la población de esos países es tan sólo el 20% del total mundial y ocupa menos del 20% de la superficie terrestre del planeta".

"Ellos valoraron el perjuicio ocasionado utilizando el método de la disposición a pagar: le preguntan a la gente cuánto estaría dispuesta a pagar para impedir, por ejemplo, la extinción de una especie animal, y pretenden que el total obtenido sea el valor de la especie. Por supuesto, las personas de los países más pobres no pueden pagar como para impedir que ocurra el daño, así que el nivel de las pérdidas del mundo en desarrollo fue mucho más bajo que el de los países más ricos", de acuerdo a esta metodología.

Si bien el informe reconocía que se perderían muchas más vidas en los países más pobres que en los más ricos, valora la vida humana según lo que la gente está dispuesta a pagar para evitar el riesgo de morir, y los habitantes de un país pobre sólo podrían pagar un quinceavo de la cifra de los países ricos. Por tanto, el valor del daño ocasionado como resultado de la pérdida de vidas fue mucho menor.

Los errores de los economistas

Otro error cometido por los economistas del GT3, según Meyer, fue el de dividir las estimaciones de daños corregidas por el poder adquisitivo relativo del país al cual se aplicaban, entre cifras no corregidas del ingreso nacional para obtener una cifra del porcentaje de pérdida del ingreso regional.

"Esta es una violación clásica del requisito básico de todos los análisis costo-beneficio, es decir, que todos los factores estimados sean reducidos a un 'común denominador' para que las comparaciones tengan sentido", expresó.

Los responsables del borrador se burlaron incluso de estas críticas de las ONGs ante errores como evaluar los costos futuros del cambio climático adverso según el valor de tipos cambiarios del dólar y las monedas nacionales.

Posteriormente algunos autores aseguraron haber corregido esos valores por los de la Paridad de Poder Adquisitivo en todos los casos en que disponían de ellos, agregando que ninguna corrección del ingreso es perfecta.

Luego pretendieron demostrar que los costos económicos que tendría actualmente el Norte para reducir los gases de efecto invernadero, y en particular las emisiones de dióxido de carbono, serían mucho mayores que el daño potencial en el futuro, el cual podría costearse mediante un proceso gradual de cambios tecnológicos (para mejorar la eficiencia energética) y de adaptación al cambio climático.

Esto da fuerza al argumento de la derecha en Estados Unidos, que se opone a cualquier tipo de medida por considerar que se trata de una interferencia en el mercado o de una reducción del nivel de vida de los sectores ricos. También tiene el efecto práctico de cargar los costos del ajuste -como los costos del ajuste estructural- sobre las espaldas del Sur y no del Norte más rico.

Otro error, afirmó Meyer, fue asumir que los ingresos de los países pobres no aumentarían y no corregir las estimaciones de los daños como para permitir que un mayor contingente de personas esté dispuesto a pagar cuando tenga una mejor situación económica.

"Esta es una contradicción extraordinaria entre los posibles escenarios de emisiones del GT1, que brinda evaluaciones científicas y técnicas, y del GT3", reflexionó Meyer.

"Estos escenarios fueron duramente criticados por los analistas de los países en desarrollo, quienes refutaron la máxima de que la mayoría de las emisiones futuras de gases de efecto invernadero provendría de esa parte del mundo. Considerando la estrecha relación entre el aumento de las emisiones y el crecimiento económico, los escenarios existentes del GT1 sugieren también un mayor crecimiento económico en los países en desarrollo. Esto debería significar una mayor capacidad y disposición a pagar para evitar el daño".

Sin embargo, este argumento es totalmente opuesto a lo que los economistas del GT3 predicen sobre el crecimiento económico y las evaluaciones de los perjuicios derivados en el Tercer Mundo", expresó.

El informe del GT3 del IPCC contó con la participación del funcionario del Banco Mundial y el FMAM, Sam Fankhauser, y su socio Richard S. Tol, quienes hicieron el trabajo inicial en esta área y publicaron los documentos.

Apenas correcciones

El planteo fue respaldado por otros economistas del GT3, pero en la reunión plenaria final fue rechazado cuando los gobiernos de India, China, Cuba, Brasil y Perú dijeron que el informe "contenía errores" y para ellos era inaceptable.

Algunos observadores dicen que los expertos del GT3 sólo pueden hacer algunos retoques al informe, más que nada cambios lingüísticos, e introducir algunos pies de página. Modificar sus metodologías y hacer de nuevo sus cálculos y análisis, lo que deberían honestamente hacer, les llevaría mucho tiempo y trabajo. Varios de ellos ya publicaron algunas de sus ponencias y no desean tener que efectuar "revisiones", cuando en realidad lo que buscaron fue la aprobación del IPCC para legitimar su enfoque.

Costos de abatimiento versus costos sociales

Los economistas del GT3, entre ellos David Pearce, pasaron los últimos dos años tratando de estimar el grado de recursos que los gobiernos de todo el mundo destinarían a tratar de detener o enlentecer el ritmo de calentamiento de la atmósfera.

En esencia, este grupo de economistas ha estado intentado comparar las estimaciones del costo de detener las emisiones de los gases de efecto invernadero (costos de abatimiento) con las pérdidas que resultarían del calentamiento de la atmósfera: los cambios climáticos que ocurrirían si el mundo continuara el ritmo actual y año tras año liberara más gases de efecto invernadero (costos sociales).

Los resultados generales pretendían demostrar que el costo de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero probablemente sería mayor que el 2% del Producto Mundial Bruto (PMB) mientras que las pérdidas, si no se hace nada, ascenderían a sólo el 1,5% o al 2% del PMB.

"No fue buena idea"

Cuando se hizo pública la valoración desigual de la vida humana, se produjo una reacción en todo el mundo y fue repudiada en campañas de firmas masivas en las cuales participaron parlamentarios, académicos, economistas y ONGs del Norte y del Sur.

Inicialmente, algunos de los economistas del GT3 desestimaron la oposición calificándola de "tonta", pero varios de ellos, incluido Fankhauser, ahora han aceptado que no fue una "buena idea", si bien todavía argumentan que como economistas sólo les preocupan los temas de la "eficiencia económica", y que los costos sociales y las cuestiones de justicia deben ser resueltos por procesos intergubernamentales políticos.

Pero muchos otros economistas no están de acuerdo con esta opinión de que la economía sólo tiene que ver con el aspecto de la "eficiencia", y subrayan que las diversas nociones y parámetros que conducen a los cálculos de la "eficiencia" se basan en juicios de valor de los economistas que los construyen, y sus valores sociales e individuales.

Algunos economistas, incluso de la Secretaría de la OCDE, reconocen que sólo tienen "respuestas" sacadas de las "teorías de mercado" para demostrar las ganancias y los beneficios de la "eficiencia", pero no tienen instrumentos para los temas de "justicia" y "distribución", y que los economistas que dicen lo contrario están haciendo un muy mal servicio.

Un aporte fundamental

Pero aparte de las exclamaciones de agravio, economistas y expertos del campo del desarrollo y del medio ambiente, entre ellos el GCI y Greenpeace Internacional, presentaron críticas y comentarios pormenorizados.

Mucho antes de la reunión en Ginebra "hicimos circular algunos de nuestros resultados y (...) hubo un rechazo inmediato e insistente de la evaluación desigual de la vida, presente en el trabajo de los economistas", comentó Aubrey Meyer a SUNS. "De hecho, las intervenciones de las delegaciones de los países en desarrollo fueron tan uniformes en su protesta que eso alentó a las delegaciones escépticas, como los estados del Golfo, a tratar de subirse al carro del agravio y rechazar en su totalidad todo el tema de los costos sociales".

Pero el GCI se opuso a esta visión, señalando que dar un valor cero a los daños daría a entender que la necesidad de reducir las emisiones fue una falsa alarma. En cambio sugería la necesidad de desarrollar los resultados para aclarar los datos numéricos resultantes de trabajar sobre distintas nociones, un enfoque que Greenpeace y Estados Unidos calificaron como "útil". "Por ejemplo, que en un país rico el valor de cada muerte sea de 1,5 millones de dólares, elevaría considerablemente los costos totales y los redistribuiría entre países ricos y pobres", dijo Meyer.

A pesar del apoyo, los funcionarios del IPCC-GT3 eludieron la iniciativa y el informe de los economistas fue entregado a un subgrupo "cerrado" de negociadores "exclusivamente gubernamentales" que pasaron tres días estudiando lo que había que hacer.

Según comentarios de Meyer, en ese tiempo el presidente informó al GCI que había recibido a una delegación de gobiernos que insistían en que no se permitiera hablar a las ONGs durante estas negociaciones gubernamentales. Rehusó decir de qué gobiernos se trataba, pero seguramente no eran India, Perú, Cuba, Tonga, Samoa, Brasil y otros. Los representantes de estos países habían respaldado la crítica del GCI e incluso expresaron su agradecimiento por su aporte.

ONGs desde afuera

No obstante, tanto en la reunión como en el proceso que tuvieron lugar en Ginebra no se permitió a las ONGs que realizaran comentarios sobre la reunión final, ni tampoco a los diversos grupos de negociación establecidos para negociar y revisar el borrador del GT3.

Al acallar a las ONGs de interés público, también se acalló a los grupos de presión, las compañías de energía de América del Norte y las ONGs de presión que representan los intereses de los países productores de petróleo.

Bill Hare, director de Cambio Climático de Greenpeace Internacional, reconoce con ironía que la exclusión de los grupos de presión tuvo un efecto positivo. "Veámoslo de esta manera", dice. "Las ONGs adineradas del grupo de presión empresarial y sus funcionarios, que por sí solas pueden tener quórum en la reunión de cualquier subgrupo, nos superan en número; las ONGs de interés público cuentan con poca gente como para eso".

Meyer dice que al finalizar la última sesión plenaria del último día se presentó un texto "final" con la recomendación de que fuera adoptado en su totalidad, pues representaba "un delicado equilibrio de intereses" entre el grupo de los gobiernos que lo habían negociado.

Pese a cierto cuestionamiento retórico de los métodos desiguales de evaluación de la vida, el informe final insistía en las estimaciones de daño originales de 1,5% a 2,0% del Producto Bruto Mundial y su distribución de acuerdo al método de la "disposición a paga" y las técnicas erróneas de calcular las pérdidas como porcentajes del PNB regional.

Bajar el martillo

"De manera que en los momentos finales de la última sesión, el último día de la reunión, el presidente del GT3, Jim Bruce, de Canadá, insistió en que se aprobara todo el texto tal como estaba. Bruce bajó el martillo y cerró la sesión", contó Meyer.

Y agregó: "Esta fue una demostración absolutamente irrefutable de la parcialidad de los funcionarios, quienes estaban decididos a que el IPCC debía tomar a sabiendas la decisión de publicar datos equívocos que la mayoría reconocía como erróneos. Y esto, a pesar de un compromiso del presidente del IPCC, Bert Bolin, de que el grupo 'no debía publicar a sabiendas datos erróneos'".

"Todas las delegaciones de los países de la OCDE, muchas de las cuales están integradas por economistas profesionales, guardaron total silencio y permitieron la adopción de esta decisión sin ningún tipo de cuestionamiento", dijo Meyer.

Enérgica reacción

No obstante, Cuba estaba en la lista de oradores para hablar antes de que se bajara el martillo, por lo que el presidente se vio obligado a reabrir la sesión. Los cubanos rechazaron el texto en pleno, señalando que los argumentos del GCI no habían sido contestados y que los errores de la evaluación no habían sido corregidos.

Acto seguido, Brasil efectuó una protesta formal sobre esta sección del informe en particular. El delegado brasileño agregó que el gobierno de Brasil lo rechazaba y que "protestaba formalmente en representación de su gobierno".

Estados Unidos -en un cambio repentino de opinión, bastante visible- declaró que estaba "complacido de que el resultado hubiera sido éste" ya que quería estudiar las cifras nuevamente.

"Fue un resultado bastante singular", señaló Meyer. "El informe había sido evaluado por sus pares, analizado por los gobiernos durante varios meses antes de la reunión. Sin embargo, el ejercicio de evaluación desigual de la vida, la mezcla de monedas y muchas otras anomalías habían logrado alcanzar el penúltimo escalón de su aprobación sin haber sido corregidas".

Para los cubanos y otras delegaciones presentes en la reunión plenaria final, el juego hubiera terminado con la "publicación a sabiendas de datos erróneos".

"Cuando Jim Bruce bajó el martillo, creí que todo el trabajo realizado por el GCI había sido tirado por la borda", dijo Meyer.

Y agregó: "Es extraño que incluso una derrota puede ser victoria, si uno se mantiene hasta el final".

Se posterga la batalla

Otros observadores del ámbito de la secretaría internacional señalaron que si los economistas del GT3 se hubieran salido con la suya en Ginebra, no sólo hubieran tenido el aval del IPCC para su tesis, haciéndole mucho más difícil a los países en desarrollo luchar en las cuestiones de equidad y de quién debe pagar, sino que también se hubiera impuesto la ortodoxia del Banco Mundial a los países en desarrollo como un condicionamiento más para el acceso a los recursos del Banco y del FMAM (que ahora tiene un monopolio virtual sobre los financiamientos multilaterales para proyectos ambientales).

Hare, de Greenpeace, destacó que la batalla fue postergada hasta la reunión en Montreal y que el proceso de Ginebra alertó a varias autoridades y diplomáticos de los países en desarrollo, quienes ahora aprendieron cómo utilizar el sistema para conseguir sus propios objetivos. Tiene esperanzas de que en Montreal perseveren en su trabajo.

Otros observadores señalan que el informe del GT3 alarmó al GT1 del IPCC, y al GT2, que ha estudiado los perjuicios causados por el cambio climático. Algo previsible, dada la variedad de dudas en juego.

Tal vez en la reunión de Montreal los expertos del GT1 y del GT2 planteen sus inquietudes, y existe el peligro de que el enfoque del GT3 lesione la credibilidad del IPCC en su trabajo básico como un grupo de evaluación científica.

Repercusiones del rechazo

Un documento del GCI cuestionando el capítulo del informe del GT3 sobre los costos sociales había circulado antes de la reunión de Ginebra. El borrador del informe oficial fue objeto de una urgente "evaluación de pares" a través de Internet, y ha sido publicado por la revista "El Ecologista", del Reino Unido.

Esto provocó ríspidos intercambios entre algunos de los principales autores del GT3 y críticas como las del IGC y la propia publicación El Ecologista.

Luego de su revés en Ginebra, los economistas del GT3 hicieron alguna alharaca sobre los defectos de sus cálculos, pero persisten en sus intentos de salvar su informe e incluirlo como parte del Informe de la Segunda Evaluación del IPCC.

La defensa de Tol: dejemos todo como está

Richard Tol contestó por correo electrónico el borrador del GCI e hizo algunas "concesiones" interesantes a los críticos. El argumento de Tol es que el capítulo sobre costos sociales ya fue ampliamente evaluado por autoridades gubernamentales y académicas y a esta altura no puede sufrir más alteraciones. La contribución del documento del GCI o de los evaluadores "simplemente (llegó) demasiado tarde" como para ser tomada en cuenta, pero en trabajos futuros atenderían sus "valiosas indicaciones".

No obstante, Tol se queja de que el documento del GCI hizo uso de "material confidencial" que debía mantenerse así hasta la reunión de octubre. Según Tol en los borradores originales del GT3 se hicieron muchos cambios como resultado de la "evaluación académica y gubernamental". Sugiere, además, que dichos cambios reflejan "una evaluación poco centrada en la literatura, los documentos perdidos y el arduo proceso de traducir hallazgos científicos e hipótesis de trabajo a un lenguaje que todos puedan comprender e interpretar críticamente".

Tol asegura que el GT3 no adoptó explícitamente el análisis "costo-beneficio", y mucho menos el análisis global costo-beneficio. El capítulo de costos sociales "apenas si aborda este tema y presenta resultados tanto en términos económicos como en indicadores físicos".

El capítulo refleja las estimaciones de daños regionales y mundiales. Los estudios regionales de evaluación de los impactos o costos del cambio climático, en algunos casos, (¿cuáles?) fueron utilizados como un insumo del análisis costo-beneficio regional. Por lo tanto, las cifras fueron distintas según la región y los estudios globales emplearon promedios globales y guardaron silencio sobre los supuestos implícitos.

El capítulo 6 sobre costos sociales del GT3, sostiene Tol, efectuó una valoración de la vida desde un punto de vista estadístico, en cinco formas: sin valor, con valor regional, con valor regional ponderado éticamente, con promedio global, y con valor de la OCDE, e indicó las consecuencias que esto tiene para la distribución regional y los agregados globales.

Los conceptos de la "disposición a pagar" vs. la "disposición a aceptar" mostraron un problema interesante, pero el capítulo 6 les prestó muy poca atención.

Pero según entiende Tol, ambos no difieren mucho "a menos que la responsabilidad de los daños radique en alguien más" y la responsabilidad del cambio climático "es un tema muy complicado".

Sin embargo, tanto los documentos de Rio como la Primera Convención sobre Cambio Climático, y el propio IPCC en algunas de sus valoraciones científicas, ubicaron la responsabilidad principal por la sobrecarga de la atmósfera con emisiones de gases de efecto invernadero y dióxido de carbono, en los países de la OCDE.

Acerca del descontento por los documentos del GT3 y su utilización de valores de tipos cambiarios y valores de la paridad de poder adquisitivo -y su división por valores incorrectos de PNB-, Tol sostiene que se trata de "un yerro del texto que increíblemente sobrevivió varias revisiones, incluida la del IPCC. El IPCC no puede corregir el texto, pero en la redacción actual el error es obvio".

Estas y otras reacciones de los economistas oficiales del GT3 parecen dar a entender que si bien su producción actual tiene errores y éstos afectan los juicios, es demasiado tarde para corregirlos ahora. El documento del GT3 debería ser aceptado y adoptado, y los errores y consecuencias... ¡deberían ser dejadas para un estudio ulterior!

Otros observadores, en cambio, consideran que el resultado bien podría implicar la toma de decisiones y acciones políticas a partir de estos errores; lo que daría lugar a que los economistas de la OCDE adoptaran la postura de no tomar medidas ahora, dejando las cosas para el futuro.

La inclusión del capítulo 6

El capítulo del GT3 sobre los "costos sociales" también estuvo en el tapete en la reunión de Ginebra, así como el análisis costo-beneficio en la adopción actual de medidas en el Norte rico para reducir el dióxido de carbono (CO2) y otros gases de efecto invernadero.

La opinión de los círculos científicos del IPCC y de otros ámbitos considera inevitable el calentamiento del clima mundial, con un deterioro irreversible, si no se logra detener y revertir el aumento de las emisiones de CO2. No obstante, la opinión científica mantiene cierta incertidumbre sobre el posible alcance del calentamiento del clima mundial debido a los efectos directos de las emisiones de gases de efecto invernadero, incluido el CO2, y los efectos recíprocos indirectos.

Si existe la intención de impedir que los economistas del GT3 logren incluir su defectuoso capítulo sobre los costos sociales en el Informe de la Segunda Evaluación, los países en desarrollo y sus economistas e instituciones, y las ONGs de interés público ambientalistas y de desarrollo internacionales y nacionales, deben esmerarse para contrarrestar ese enfoque esencialmente arbitrario.

Los grupos de presión de las compañías petroleras y energéticas de Estados Unidos presentes en Ginebra se valieron de la controversia sobre la valoración desigual para abogar por la eliminación del informe, y es posible que esto también suceda en Montreal.

En caso de aceptar esa propuesta, se estaría tirando el balde con la cadena. Sería mejor suprimir por ahora el capítulo de los costos sociales, obligar a los economistas a volver a sus computadoras y tomar en cuenta las críticas. Que corrijan sus propios prejuicios y elaboren un informe que no sería presentado como un "texto delicadamente equilibrado para ser adoptado en su conjunto" o aprobado por sus "pares" , sino sujeto a una discusión amplia.

En juego la ética

Bill Hare, de Greenpeace, cuestionó asimismo la opinión de que el análisis costo-beneficio también podría tomar en cuenta la transferencia de logros sociales de una generación a otra.

Según Hare, la determinación del valor de los bienes de tipo social en un mundo futuro no puede hacerse a través de un análisis costo-beneficio en vista de las "cuestiones éticas subyacentes". Por ejemplo, pregunta, "¿cómo podemos decidir compensar el deterioro de la salud o la pérdida de biodiversidad previstas para el futuro dejando a las generaciones futuras una infraestructura mejor? Ningún análisis de costo-beneficio puede resolver estos temas; es necesario un análisis ético".

El enfoque costo-beneficio es además incongruente con el Artículo 3.3 de la Convención sobre Clima que exige un "enfoque precautorio (...) para anticipar, impedir o minimizar las causas del cambio climático y mitigar sus efectos adversos".

Los intentos de establecer niveles "mínimos de seguridad" y "tasas máximas de aumento" de gases de efecto invernadero -en lugar de un enfoque estándar basado en la interferencia antropogénica peligrosa en el sistema climático, para luego buscar formas económicas de lograrlo- tendría más sentido, sería ecológicamente racional y ético. Se trata de lograr un enfoque ecocéntrico, que considere al homo sapiens como una especie más del planeta, aprendiendo a vivir en armonía con los demás y a compartir la biosfera, en lugar de probar los límites de una peligrosa interferencia humana con el sistema climático.

Hare también objeta la visión predominante del documento del GT3, que refleja las opiniones de los economistas norteamericanos: tomaron la escala más alta de los efectos de "filtración" (científicos y técnicos) del cambio climático sólo de algunos países que adoptaron medidas para limitar y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, mientras que otros no lo hicieron. Este argumento, señala, se utiliza para forzar a los países en desarrollo a realizar compromisos desde el principio.

Los cálculos estadounidenses asumen un efecto de "filtración" del 60% y lo utilizan para descartar cualquier tipo de medida del Norte y, en especial, de Estados Unidos.

Pero la escala más alta del IPCC se hizo calculando que sólo Europa tomaría medidas, subraya. Si el mundo industrializado y las economías en transición actuaran al unísono, los efectos de "filtración" de los países en desarrollo que no actuaran, y algunos de ellos que hubieran aumentando sus emisiones, probablemente estarían en el índice de 3% a 5%, indica.

Esto no implica que los países en desarrollo no deban adoptar medidas; pero plantea la cuestión de si deben ser obligados a comprometerse y sacrificar su desarrollo y necesidades básicas, como condición para que el mundo industrializado actúe.

Visión lineal de la ecología

Greenpeace cuestiona la idea de que el aumento de emisiones en el Norte podría resolverse a través de plantaciones de árboles para fijar el carbono.

Para que esto sea efectivo, dice Greenpeace en sus comentarios, el carbono debe quedar retenido en dichas plantaciones durante períodos geológicos, lo que no puede ser asumido por los análisis de costo-beneficio o las proyecciones. Greenpeace cuestiona el enfoque lineal de la ecología del GT3, así como el desconocimiento de los efectos de reacción.

El documento del GCI también incurrió en esto, y en algunas de sus nociones intentó estimar los costos de los daños futuros. Después de hacer las correcciones de los errores del documento del GT3, y echando un vistazo a las dudas sobre el aumento de la temperatura, el GCI llegó a la conclusión de que aproximadamente la cuarta parte de la producción total mundial podría perderse como resultado del calentamiento de la atmósfera. También se comprobó que la distribución de estas pérdidas es muy distinta a la prevista por los economistas: la mayoría de los daños ocurrirán en el Tercer Mundo.

Fuente: SUNS




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