Pagina nueva 1
 
   EDICION | TEMAS
   No. 82 - Segunda quincena de Marzo 1996
Análisis / Deuda
Actualidades / Deuda externa
Actualidades / Información
Actualidades / Comercio/Medio Ambiente
Análisis / Desarrollo
Tendencias / Agricultura
Actualidades / Inversiones
 
   Ediciones
   Anteriores
   Ultima edición
 
   Otras publicaciones


Análisis / Desarrollo


No. 82 - Segunda quincena de Marzo 1996

Parte I, Parte II, Parte III

Las instituciones multilaterales y el proceso de "globalización"

por Chakravarthi Raghavan

La mentada globalización enmascara el esfuerzo de las trasnacionales por expandir sus actividades a los países en desarrollo, proceso que ha contado con el apoyo de las instituciones de Bretton Woods y el GATT. Pero si bien la globalización imaginada por las trasnacionales se mira en el espejo del capitalismo del Siglo XIX, a menos que se introduzcan cambios fundamentales, cualquier tentativa de recrear ese sistema estará apoyada en cimientos de arena.

El libre comercio del siglo XIX

El comienzo de la integración económica internacional en el marco del moderno capitalismo industrial puede ubicarse a principios del siglo XIX, más precisamente a partir de la década de 1820.

Cuando Adam Smith escribió "La riqueza de las naciones", en el siglo XVIII, y habló de la mano invisible del mercado -de productores y consumidores que intercambian libremente sus bienes en el comercio, y del libre comercio en y entre los países- asestó el golpe mortal a un estado mercantilista agonizante en Inglaterra. En esa época las necesidades humanas excedían en mucho los recursos materiales para satisfacerlas, y las subsiguientes guerras entre naciones tenían su origen en los intentos de apropiarse de la mayoría de los recursos. En las guerras participaron Inglaterra, Francia, España, Portugal, Holanda y otros países, y sus inicios colonialistas se vinculan con este proceso.

Con la defensa de una política según la cual las naciones deben producir los bienes para los que están más capacitadas y comerciar libremente entre sí en calidad de intercambio, Smith señalaba que no había necesidad de las guerras para satisfacer las necesidades humanas y para que las naciones generaran más riqueza.

Casi un siglo después de Adam Smith, Ricardo entró en escena y refinó el concepto de libre comercio de Smith en la teoría de la ventaja comparativa: cualquier país, aun cuando pudiera abarcar sólo una línea de producción, seguiría estando en situación de ventaja si produce los bienes en los que tiene una ventaja y los comercia por otros bienes con otros países que, a su vez, producen acorde a sus ventajas.

Pero tanto Smith como Ricardo defendieron sus argumentos desde la perspectiva de su experiencia en Inglaterra y de lo que sería la ventaja inglesa.

Detrás de las teorías del libre comercio y su éxito está la noción de que los países que liberalizan su comercio guardan un equilibrio básico y disfrutan del pleno empleo, y por lo tanto la liberalización comercial -en la cual cada país intercambia los bienes que es más apto para producir con los bienes de otros- no alteraría esas circunstancias. Pero si la liberalización comercial da como resultado el desempleo y la reducción drástica de los ingresos familiares, seguramente habría una violenta reacción.

Tal vez valga la pena señalar que incluso al defender el mercado libre y el libre comercio, Adam Smith era consciente de esas consideraciones sobre el desempleo (como resultado de las importaciones) y la drástica caída de los ingresos de los ingleses. Por lo tanto, no pensó en un cambio repentino, ni en un enfoque de "big bang" para poner fin al estado mercantilista y encaminarse hacia el Estado del mercado libre. Lo que tuvo in mente fue un país que elaborara determinadas manufacturas amparado en las barreras arancelarias proteccionistas, que empleara una gran multitud de mano de obra y que restaurara la libertad de comercio sólo gradualmente.

En ese caso la "libertad de comercio debe ser restaurada únicamente de manera lenta y gradual, y con una gran cuota de reserva y circunspección ...(si) esas prohibiciones se eliminaran de una sola vez, podría ocurrir que entraran al mercado nacional bienes extranjeros del mismo tipo más baratos, dejando así a miles de personas sin sus empleos o medios de subsistencia habituales".7

Adam Smith también apoyó las "Leyes de navegación" de Inglaterra, que consistían en verdaderas medidas proteccionistas de Inglaterra para construir su marina mercante y negar a la entonces potencia marítima dominante, Holanda, las ganancias resultantes del comercio y del transporte de bienes de y hacia América del Norte. Smith llamó a estas "Leyes de navegación" un seguro o defensa de Inglaterra (aun cuando los ingleses y los holandeses no estaban en guerra), por lo tanto plenamente justificadas.

Ricardo, mucho después, tomó en cuenta las mismas consideraciones. Incluso cuando argumentó en contra de las Leyes del Maíz, advirtió no eliminarlas de golpe, explicando que el rápido aumento de las importaciones deprimiría los precios ingleses, lo que sería "devastador para los intereses de los agricultores". Por lo tanto abogó por que la protección indebida a los agricultores se eliminara gradualmente y previó, por ejemplo, un período de diez años para que los derechos del maíz se redujeran a cero.8

La prudencia olvidada

Tanto Adam Smith como Ricardo no eran economistas ni teóricos en economía en el sentido que hoy le damos. Eran básicamente filósofos que analizaban su sociedad e intentaban cambiar las cosas. Smith trataba de poner fin al Estado mercantilista y sus efectos asfixiantes. Ricardo intentaba poner fin al sistema de rentas (de las clases nobles feudales) de su época. Así que sus teorías del mercado libre y el libre comercio estaban matizadas de una considerable cautela y se usaban para favorecer los intereses de Inglaterra.

En la actualidad, la ignorancia de esa cautela sobre la necesidad de moverse lentamente y la defensa del enfoque "big bang" o de "terapia de choque" -de una reforma repentina para dirigir las economías al sistema de mercado- son la causa de un daño tan generalizado en Europa Central y del Este y en la antigua Unión Soviética, e incluso de los actuales desórdenes políticos de Europa Occidental.

Como señalamos anteriormente, detrás de las teorías del libre comercio subyace la noción de que los países que liberalizan su comercio guardan un equilibrio básico y disfrutan del pleno empleo, y por lo tanto la liberalización del comercio en la cual cada país intercambia los bienes que es más apto para producir, a cambio de bienes de otros países, no alteraría esa situación. Pero si la liberalización del comercio da como resultado el desempleo y la reducción drástica de los ingresos familiares, habría una violenta reacción en su contra.

En términos de nuestras realidades actuales, un país puede mantener una economía abierta (sin restricciones estatales a los intercambios económicos con el mundo exterior o dentro del país) sólo si internamente tiene un alto nivel de empleo y baja inflación para asegurar la paz social. Externamente, sus importaciones y exportaciones de bienes y servicios y los flujos de capital de inversión a largo plazo deben estar en equilibrio y poder sostenerse en el tiempo, y no estar permanentemente con excedente o en déficit.

Detrás de la teoría del libre comercio, aparte de los asuntos de equilibrio fundamental y pleno empleo, también está el concepto de la armonización internacional de intereses: la cohesión social y cultural entre los países.

Los economistas clásicos y neoclásicos y los defensores de las políticas de comercio tienden a olvidar o ignorar esto.

También citan la historia de manera selectiva para crear la impresión de un pasado ideal, un tiempo en el que la economía estaba librada a sí misma, y las compañías funcionaban libremente en beneficio propio para acumular ganancias, sin que mediara intervención estatal alguna. En realidad, esa situación nunca perduró.

A pesar de Smith y Ricardo, y de Inglaterra que adoptó su filosofía y defendió y practicó el mercado libre y el libre comercio y un estado de laissez faire o liberal, hubo guerras intermitentes en Europa, que finalmente culminaron en la Segunda Guerra Mundial.

El proteccionismo europeo

Si bien ahora existe una visión nostálgica del estado de cosas de Europa durante los siglos XVIII y XIX, a los que se recuerda como la "época de oro" del capitalismo en los últimos documentos internos del FMI y el Banco Mundial y en algunos escritos académicos (por ejemplo de John Dunning9), en realidad ese tipo de libre comercio y mercado libre nunca prevaleció.

Como dice Paul Bairoch (1993), desde 1815 la política comercial de Europa se basó en el proteccionismo, y el liberalismo llegó a Inglaterra recién alrededor de 1840, cuando Inglaterra era líder de la revolución industrial y su producción industrial per cápita superaba aproximadamente en un 250% a la del resto de Europa.10 A fines del siglo XIX, alrededor de 1803, era un 110% más que el resto de Europa. La ideología inglesa del laissez faire se esparció por el continente y después del tratado anglo-francés de 1860 el libre comercio europeo tuvo un interludio, desde 1860 a 1879.

Poco después, a partir de 1879, regresó el proteccionismo y el período 1892-1912 fue una época de protección continental y liberalismo inglés. Pero el crecimiento de Inglaterra también se enlenteció desde 1875. La Depresión comenzó entre 1869 y 1873 y duró hasta el final de ese siglo. A Francia, Alemania y otros países del continente que abandonaron el "libre comercio" alrededor de 1879, de hecho les fue mejor durante la Depresión, por lo menos escaparon a sus estragos, mientras que Inglaterra las pasó bastante mal.

Y después del final de la Primera Guerra Mundial vino el problema de las reparaciones de Alemania y el pago a Estados Unidos de la deuda de la guerra -el pago de reparaciones de Alemania a Francia y Gran Bretaña fue utilizado por los dos últimos para pagar a Estados Unidos, y cuando Alemania no pudo pagar más y cayó en mora, los franceses y los ingleses también incumplieron sus pagos.

Los hechos de ese período -el auge del mercado de valores en Estados Unidos a partir de mediados de los años 20, la crisis de Wall Street y la Gran Depresión de los 30, la devaluación competitiva de las monedas europeas, las prácticas comerciales discriminatorias y el proteccionismo con la política de empobrecer al vecino, el surgimiento del nazismo en Alemania y el fascismo en Italia y España, y por último la Segunda Guerra Mundial- son demasiado familiares y trillados.

El nuevo orden mundial

Fue esa experiencia la que condujo al nuevo orden establecido bajo el liderazgo estadounidense después de la Segunda Guerra Mundial. El sistema político de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) se basó en la soberanía nacional y la no injerencia en asuntos internos, la no aceptación de las guerras y del uso de la fuerza para obtener ganancias territoriales y de otro tipo (esto era en efecto un repudio colectivo de las teorías de la etapa anterior sobre guerras justas y adquisición de territorios a través de guerras justas).

En la esfera económica, el nuevo orden se basó en las instituciones de Bretton Woods (en realidad designadas y creadas incluso antes de la fundación de la ONU) y en la idea de una Organización Internacional de Comercio para resolver los asuntos de comercio, con la conducción de actores del gobierno y de las empresas privadas.

La estructura de Bretton Woods, habiendo aprendido de la experiencia de la primera mitad del siglo XX y particularmente del período entre guerras, ofrecía un patrón oro basado en el dólar y tipos cambiarios fijos (habiéndose fijado el valor de una onza de oro en US$ 35) y todas las demás monedas relacionadas con el dólar en un tipo cambiario fijo que podía variar (ser devaluado) sólo de contar con la aprobación del FMI. El Banco Mundial fue creado para asumir un papel de intermediación, recaudando dinero a corto plazo del mercado y prestándolo a los países y gobiernos a tasas de interés fijas a largo plazo -igual que los banqueros mercantes del siglo XVII, XVIII y XIX.

Al mismo tiempo, la ONU convocó la conferencia internacional de comercio de La Habana, que elaboró la Carta de La Habana, que nunca fue ratificada y por lo tanto nunca entró en vigor. Incluso cuando se estaba negociando la Carta de La Habana, los países europeos (los ganadores) y Estados Unidos, Canadá y algunos otros quisieron instaurar rápidamente un marco comercial que les permitiera reducir los aranceles y estimular el comercio, y por lo tanto el crecimiento, y permitir la reconstrucción. Tomaron algunas de las partes más importantes del proyecto de la Carta de La Habana y las aplicaron como un acuerdo provisional, el Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio (GATT).

A pesar de que se atribuye al GATT el haber sido responsable de la recuperación, el crecimiento y la prosperidad europea, de hecho sólo arregló el crecimiento de posguerra de Europa. Y lo hizo principalmente con la inyección de capital estadounidense y la invitación de Estados Unidos a los europeos a cooperar (el Plan Marshall y el precursor de la OCDE para administrarlo). Y, lo que es más importante, Estados Unidos aceptó y permitió a los europeos las prácticas discriminatorias en su contra. Se permitió a los países europeos el acceso pleno al mercado de Estados Unidos, pero fueron alentados a comerciar preferentemente entre ellos, discriminando a Estados Unidos. Esto condujo al Tratado de Roma, que dio lugar a la creación de la Comunidad Europea.

El proceso de trasnacionalización y el surgimiento de las trasnacionales fue uno de los resultados, tal vez no buscado, de todo este proceso.

Una Europa devastada por la guerra necesitaba capital tanto como tecnología y producción. Los muros proteccionistas detrás de los cuales Europa comenzó la reconstrucción, y la discriminación de las exportaciones manufacturadas de Estados Unidos en el comercio europeo, frente al comercio intra-europeo, provocaron que las empresas estadounidenses abrieran filiales y comenzaran a producir dentro de Europa. Dadas las circunstancias de esos períodos, esa producción fue muy bien recibida. Abría fuentes de trabajo, producía bienes y servicios y el comercio aumentó los ingresos en general.

El papel intervencionista del Estado

Las sucesivas rondas del GATT de reducciones arancelarias y la liberalización del comercio dentro de Europa y a través del Atlántico, realmente sirvieron a la creciente producción y los cambios tecnológicos revolucionarios que estaban ocurriendo. Todo esto no fue debido a la mano invisible de la que hablaba Adam Smith, sino a la mano visible del Estado y a su intervención. Cuando Estados Unidos vio amenazado su sector agrícola se procuró una exención del GATT para su sector agrícola, alentando y conduciendo a su vez a la Política Agrícola Común (PAC) de Europa, que en sus inicios recibió ayuda de Estados Unidos. Con la prosperidad de los europeos, sus monedas también se encaminaron gradualmente a la convertibilidad total.

Pero con el orden de posguerra, basado en objetivos de pleno empleo, la afinidad social y cultural prevaleciente entre los pueblos de América del Norte y Europa y los sentimientos reinantes en las postrimerías de la guerra, cuando Estados Unidos era considerado el "libertador" y el FMI y el Banco Mundial los que garantizaban el funcionamiento de un sistema monetario y financiero y los fondos para asegurar un equilibrio fundamental y un ajuste ordenado, estaban dadas las condiciones para un comercio más libre e intercambios económicos entre Europa y América del Norte. Fue probablemente el único período (desde 1959 a principios de los 70), cuando prosperaron el mercado libre y las propuestas de libre comercio, bajo el papel intervencionista del Estado.

Mercados financieros

Mientras que el surgimiento de las trasnacionales y la integración de las economías de Europa y Estados Unidos ocurrieron de esta forma, la repentina expansión de los mercados financieros tuvo lugar por el accionar de Estados Unidos: las restricciones que Estados Unidos impuso a los dólares y valores de los comunistas (para negar a Rusia y otros países algún tipo de ventaja) hicieron que los rusos colocaran sus ingresos y reservas en dólares en mercados fuera del alcance de Estados Unidos (los mercados monetarios de Londres). Esto dio origen al eurodólar y luego a los euromercados monetarios. Esa burbuja en expansión, con el aumento de ese tipo de mercados y los déficit de las cuentas estadounidenses durante la guerra de Vietnam -en que otros países vendían sus productos a Estados Unidos y acumulaban dólares y los retenían, seducidos por el valor oro del dólar y la paridad de otras monedas- repentinamente explotó cuando, en 1970, Estados Unidos se dio cuenta que todo el oro de Fort Knox no alcanzaría para cambiar los dólares en el exterior.

Entonces se devaluó el dólar y luego Estados Unidos renunció a su acuerdo de intercambiar dólares por oro. El sistema del FMI hizo crisis y dio origen a la moneda flotante.

También sucedió una eliminación temprana de los controles de capital en el mundo industrializado. Los enormes mercados del eurodólar y la euromoneda explotaron aún más luego de las dos crisis del precio del petróleo; los países exportadores de petróleo depositaron sus ingresos petroleros en bancos europeos y estadounidenses, que intentaron prestarlos, incluso a la fuerza, a países del Sur. Fue todo esto lo que dio origen a los mercados de capital privado y a la cantidad de monedas internacionales con las que podían operar los bancos, que provocaron, en la década del 80, que las reservas no oficiales superaran en mucho las reservas oficiales del FMI y de los bancos centrales de los países industrializados juntos. Se creó una situación en la que los bancos exigían a sus gobiernos mayor libertad para comercializar este exceso de reservas y liquidez, y los movimientos de capital y monedas entre Europa y Estados Unidos y Japón (en un grado mucho más limitado).

Los avances en las comunicaciones y la información, la era de las computadoras y la transferencia de datos e información a través de las computadoras, ayudó a acelerar este proceso.

Pero esta transferencia de datos fue favorecida por las actividades de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) que, a través de sus actividades y normas, establece las reglas internacionales sin las cuales hubiera sido difícil realizar esas transferencias. La UIT y sus comités especializados, donde las empresas industriales en este campo participaron y ofrecieron su experiencia, permitieron normas y reglas de uso común en la industria para las transferencias, que aceptaron los países y su correspondiente administración de telecomunicaciones. Con sus normas sobre uso de frecuencias de radio, enlaces vía satélite y reglamentaciones que exigen a los países no intervenir con frecuencias asignadas a otros, la UIT desempeñó un efectivo papel de policía para regular ese tránsito.

La capacidad de movilizar el dinero a través de los países, de sacar ventaja de las distintas tasas de interés y tipos cambiarios y por lo tanto de los ingresos, y de hacerlo con cierta seguridad, todo eso se hizo posible como resultado de los servicios de comunicación.

En el nuevo orden de la posguerra, los aliados victoriosos también convocaron una conferencia internacional de comercio, que coincidió con la creación del FMI y el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento, así como con las Naciones Unidas para el establecimiento de un orden político en que la ONU tenía la función general de coordinar todas las actividades, de seguridad y políticas, a través del Consejo de Seguridad y la Asamblea General, y de los sectores y actividades económicas y sociales a través de los organismos especializados.

La conferencia de comercio fue convocada por el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas (ECOSOC) y se reunió en La Habana. Fue precedida de un proceso preparatorio y un comité que elaboró el acuerdo provisional. Antes, sin embargo, quienes participaron en el proceso preparatorio habían decidido seguir adelante con la liberalización comercial a través de las reducciones arancelarias. Utilizando las partes acordadas de la Carta de La Habana relacionadas con ese aspecto y con las políticas gubernamentales, crearon el Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio (GATT), pensando en sustituirlo a su debido tiempo por la Carta de La Habana.

7 Adam Smith, La riqueza de las naciones, citado por Panic, pág. 124.
8 Panic, pág. 124 9 Dunning, John (1994), conferencia de Raúl Prebish, UNCTAD.
10 Bairoch, Paul (1993), "Economics and World History: Myths and Paradoxes", Londres, Harvester.

(Fuente: SUNS)

Reunión anual del BID en Buenos Aires La red de ONGs también se reúne La asamblea anual de gobernadores del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) realizada en 1994 en Guadalajara, México, fue precedida por la reunión de un conjunto de ONGs, que en esa ocasión crearon la Red de ONGs de América Latina y el Caribe sobre la Banca Multilateral de Desarrollo (Red Bancos).

El motivo para la existencia de esta red está constituido por los impactos sociales y ambientales de muchas de las políticas y proyectos financiados por el Banco Mundial y el BID en nuestra región. Conscientes de la importancia de la participación pública en las actividades impulsadas por estos bancos, las ONGs crearon esta red, cuyo secretariado tiene sede en Montevideo y Washington y cuyos miembros incluyen a ONGs de México, América Central, el Caribe y América del sur.

Este año, la asamblea anual del BID se reunirá durante los días 25 a 27 de marzo en Buenos Aires y, al igual que en la anterior ocasión, un conjunto de miembros de Red Bancos se hará presente en esa ciudad y luego de deliberar durante los días 22 a 24, intentará reunirse con los gobernadores y funcionarios del BID, a fin de hacerles llegar sus puntos de vista, que apuntan a aumentar la participación de la gente en los proyectos financiados por los bancos, para que redunden en beneficio de las mayorías de nuestro continente.

POR MAS INFORMACION DIRIGIRSE A:

RED-BANCOS Instituto del Tercer Mundo Juan D. Jackson 1136 11200 Montevideo, Uruguay Tel: 598 (2) 409 6192 Fax: 598 (2) 4019222 e-mail: redbanco@chasque.apc.org

MDB-NETWORK Bank Information Center 2025 I Street, NW, Suite 400 Washington, D.C. 20006, USA Phone: 1 (202) 466 8191 Fax: 1 (202) 466 8189 e-mail: bicusa@igc.apc.org



Tercer Mundo Económico
Red del Tercer Mundo - Third World Network 
Secretaría para América Latina:  Jackson 1136, Montevideo 11200, Uruguay
Tel: (+598 2) 419 6192 / Fax: (+ 598 2) 411 9222
redtm@item.org.uy - www.redtercermundo.org.uy